Lucio Anneo Séneca (Ideario extraído de las Cartas a Lucilio)

Todo Lucilio, es ajeno a nosotros; sólo el tiempo es nuestro. La naturaleza nos ha puesto en posesión de esa única cosa fugaz y escurridiza, y nos la quita quien quiere. Y es que la estupidez de los mortales llega a tanto que, al obtener lo más ínfimo y de menos valor, lo que sin duda se puede reemplazar, admiten que les sea cargado en su cuenta, mientras que nadie cree que deba nada al tomar el tiempo de otro, cuando eso es lo único que, aun queriendo, no se puede devolver.

Por más exquisito y saludable que sea, ningún conocimiento me complacerá mientras sea yo el único que lo sepa. Si la sabiduria se diera a condición de tenerla encerrada y de no comunicarla, yo la rechazaría: sin alguien con quien compartirla, no resulta agradable la posesión de bien alguno.

Sé que tienes muy claro, Lucilio, que nadie puede vivir feliz, ni tan siquiera tolerablemente, sin el afán de la sabiduría, y que la vida feliz se consigue mediante la perfecta sabiduría, y la vida tolerable mediante la sabiduría incipiente. Pero esto que está tan claro, hay que hacerlo firme y fijarlo más produndamente pensando en ello cada día: da más trabajo mantener los propósitos que proponerse lo más noble. Hay que perseverar y robustecerse en el trabajo constante, hasta que se convierta en buena conciencia lo que es buena voluntad.

Del mismo modo que es estúpido quien va a comprar un caballo y no examina el animal sino la silla y las bridas, llega al colmo de la estupidez quien valora al hombre por su vestido o por su condición social, esa que nos envuelve a guisa de vestido.

¿Te preocupan las palabras? Puedes darte por satisfecho si sales adelante con los hechos.

Créeme, la mejor parte de nuestros seres queridos permanece junto a nosotros, aunque a ellos nos los arrebate el azar. El tiempo pasado es nuestro, y nada está en lugar más seguro que lo que ya ha sido.

Éste debe ser nuestro principal empeño, decir lo que sentimos y sentir lo que decimos; que nuestro lenguaje concuerde con nuestra vida. Ha cumplido con su cometido aquel que sigue siendo el mismo cuando lo ves y cuando lo escuchas. Veremos qué cualidades y qué capacidades tiene: pero que sea uno y el mismo. Nuestras palabras no tienen que agradar: tienen que ser de provecho.

* Lucio Anneo Séneca (De la brevedad de la vida)

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