De hecho, Aristóteles distingue dos casos: aquel en el que, dado el fin, no hay más que un medio de realizado, y aquel en el que el fin puede ser realizado por diversos medios. En el primer caso, no hay más que una solución, y se trata de encontrarla. Pero, en este caso, la relación entre el fin y los medios es recíproca y necesaria; será entonces objeto de ciencia, y la <<deliberación>> que procede a la solución no será sino la medida de nuestra ignorancia o, al menos, de nuestra dificultad para actualizar nuestro saber. Allí donde la solución es única, no tenemos más que enfadarnos con nosotros mismos si no la encontramos; el buen matemático no delibera, como tampoco el buen gramático. Pero se puede preguntar si este caso privilegiado (que lleva en el texto de Aristóteles a la comparación con el análisis matemático) encuentra a menudo su aplicación en los asuntos humanos, por ejemplo <<en las cuestiones de medicina o en los asuntos de dinero>>. Aquí, puesto que el fin está dado (curarse o enriquecerse), la dificultad vendrá del hecho de que hay varios medios para realizarlo; entonces, la perplejidad surgirá no de la ausencia de vía, sino de la pluralidad de las vías que se abren, pero de las cuales ninguna es tal que estemos seguros de su éxito. Es aquí donde encuentra su uso la deliberación, puesto que se trata de saber o más bien de prever, no de ciencia, sino de opinión, la eficacia respectiva de los medios posibles y también de los riesgos de causalidad adyacente y parásita que comporta.
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