La primera pregunta que se hace Carmen Conde en sus tres volúmenes de memorias es la de cuánto comenzaría a leer. Pero no da con la respuesta. Estamos leyendo desde siempre, y el día en que fue posible el milagro no sabemos recuperarlo. <<¿Me enseñó mi madre, aquella monjita llamada sor Matilde?>>
Recordamos mejor el alpiste que nos daba el maestro, enjaulados en su escuela, para que llegáramos un día a cantar las palabras. Alonso Zamora Vicente rescata su T colorada, y un tren, una torre, un toro... la C azúl, grande y curvada, y una casa, un colchón, un coche, un cerrojo... las cosas con O (olivo,ogro, órgado, ombligo).
Francisco Umbral, genio y figura del lirismo e imaginación, dedica un insuperable homenaje a aquel abecedario con que se ha construido toda nuestra Literatura:
La a, la be, fascinación de las letras, el abecedario en gótica muy negra, su curvatura, su gracia, aquellos seres que no eran animales ni piedras, grajos ni montes, la familia misteriosa y prometedora de las letras, la eme como un paquiderno bueno, la ge como un gato sentado, el círculo pequeño sobre el círculo gordo, y un rabito por arriba, como la única oreja levantada, la be como un canguro presto a saltar, la f como una nota musical.
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