Augusto Klappenbach (¿Se puede seguir hablando de ética?) Apuntes sobre el pasado y el presente de la filosofía moral

INTRODUCCIÓN

Decía Umberto Eco, tratando de describir los tiempos que corren: <<Yo entiendo la actitud posmodernista como la de un hombre que quiere a una mujer muy culta y sabe que no le puede decir: "te amo locamente" porque él sabe que ella sabe (y ella sabe que él sabe) que estas palabras ya han sido escritas por Barbara Cartland [por Corín Tellado, podríamos decir en versión hispánica]. Pero hay una solución. Puede decir: "Como diría Barbara Cartland, te amo locamente". En este momento, habiendo evitado una falta inocencia, habiendo dicho con claridad que ya no es posible hablar inocentemente, habrá dicho sin embargo lo que quería decirle a la mujer: que la ama, pero que la ama en una época que ha perdido la inocencia. Si la mujer acepta esta táctica, habrá recibido de cualquier forma una declaración de amor. Ninguno se sentirá inocente, los dos habrán aceptado el reto del pasado, de lo que ya se ha dicho, que no puede ser eliminado, los dos participarán en el juego de la ironía consciente y placentera... Pero los dos habrán logrado una vez más hablar de amor...>>.

Con solo sustituir el tema del amor por el de la ética, este texto refleja con bastante exactitud una actitud muy frecuente en nuestros tiempos. Como veremos más adelante, resulta imposible prescindir de la moral, cualquiera que sea su contenido; se cuela por cualquier ventana después de haber sido expulsada por la puerta. Pero ya no se puede hablar de ella ingenuamente: es necesario un rodeo que la salve de la carga de gazmoñería e hipocresía que ha adquirido en su larga vida. Palabras como virtud, vicio, deber, culpa, remordimiento, gozan hoy de una mala fama justamente adquirida. La <<virtud>> se ha identificado con una actitud negadora de la vida y el placer, con el sometimiento a las leyes y convenciones cuya única finalidad consiste en ocultar relaciones de poder y de dominio. Por el contrario, el <<vicio>> ha sido utilizado muchas veces para designar la búsqueda del goce y la libertad, la negativa a someterse a las cobardías e hipocresías de turno. El <<deber>>, por su parte, ha servido para someter la conducta de los hombres a las leyes que ocultan intereses muy concretos bajo sus solemnes abstracciones. Y así con el resto del vocabulario moral, convertido en un catálogo represivo y generador de culpas. De hecho, la culpa -junto con el miedo- se ha convertido en un instrumento de dominación más eficaz que cien ejércitos: un individuo culpable estará siempre dispuesto a expiar sus pecados y por lo tanto a someterse a la voluntad de quien representa el orden y el deber. 

Hablar de moral implica hoy una actitud irónica: todo se puede admitir menos la ingenuidad, como en el texto de Eco. Hay que evitar a toda costa la impresión de que se está repitiendo un viejo discurso con el que ya resulta difícil engañar a nadie. Pero, como decíamos antes, el tema sigue resultando inevitable. Porque entre todas las preguntas que nos podemos plantear, la pregunta por la moral es probablemente la más difícil de rehuir. Muchos problemas teóricos, científicos, filosóficos o artísticos pueden pasarse por alto: podemos vivir una vida entera sin preocuparnos demasiado por el origen del universo o la constitución de la materia o incluso por la existencia de Dios. Pero no resulta fácil dejar de plantearse la pregunta básica de cualquier moral: ¿qué debo hacer? Y también ¿por que debo hacer esto más bien que lo otro?

Ante estos problemas, este libro no pretende ser neutral. Y ello por dos razones. En primer lugar, porque en un tema como el que hemos escogido existen innumerables enfoques distintos y hasta contradictorios, y resultaría fatigosamente prolijo tratar de recorrerlos todos. Desde hace más de dos mil quinientos años los filósofos se han preocupado del tema de la ética y en ese tiempo no ha quedado ninguna opción que no haya sido defendida por algún pensador. Un libro que pretendiera dar cuenta de todas ellas resultaría interminable, pesado y confuso, ya que no sería posible resumir en pocas palabras lo que a algunos filósofos les llevó una vida entera de trabajo.

Pero, además, la neutralidad es imposible. Aunque se quisieran presentar objetivamente las distintas opiniones que existen acerca del problema moral no podríamos hacerlo. La selección de los temas, el modo de presentarlos, la diversa extensión que se concedieran a uno u otro autor, dejarían traslucir las opiniones de quien lo escribe. Resulta más honesto adoptar abiertamente una postura y tratar de justificarla que hacerlo mediante rodeos. Eso sí, estableciendo un continuo diálogo con opiniones distintas. La filosofía moral, como cualquier filosofía, solo puede hacerse en continua discursión con la historia del pensamiento, representada por autores que han vivido en otros tiempos y en otras culturas y que por lo tanto aportan puntos de vista que nos impiden cerrarnos en nuestra manera de ver el mundo, como así también con autores contemporáneos que piensan de otra manera. El peor enemigo de la filosofía es el dogmatismo y las posturas sectarias y excluyentes.

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