Friedrich Nietzsche (La gaya ciencia)

Remordimiento de rebaño.- En los períodos más largos y remotos de la humanidad hubo un remordimiento muy distinto del actual. Hoy, el hombre sólo se siente responsable por lo que él mismo quiere y hace, y tiene el orgullo en sí mismo: todos los juristas parten de este sentimiento de dignidad propia y de placer del individuo, como si en todos los tiempos hubiese sido la fuente del derecho, Sin embargo, durante el período más largo de la humanidad no hubo nada tan terrible como sentirse individual. Estar solo, sentir individualmente, ni obedecer ni mandar, ser un individuo -en aquellos tiempos eso no era un placer, sino un castigo; se era condenado <<a individuo>>. La libertad e pensamiento era tenida por el malestar mismo. Mientras que nosotros sentimos la ley y la subordinación como una coacción y pérdida, en tiempos pasados se sentía el egoísmo como algo penoso, un verdadero apremio. Ser sí mismo, calibrarse a sí mismo según sus propias medidas y pesas -estaba en aquel entonces reñido con el gusto. Tal propensión se había considerado una locura; pues con la soledad se ligaba toda miseria y todo espanto. Por entonces, el <<libre albedrio>> estaba a un paso de la mala conciencia: y en cuanto mayor grado los actos carecieran de libertad y expresaran no el sentido personal, sino el instinto de rebaño, tanto más moral se creía ser. Todo lo que perjudicaba al rebaño, obedeciera o no a un propósito deliberado del individuo, turbaba la conciencia del individuo -¡y también la de su vecino, y aun la de todo el rebaño!- En este punto es donde más hemos cambiado.

Ser profundo y parecer profundo.- Quien sabe que es profundo, se esfuerza en ser claro; quien quiere parecer ante la masa profundo se esfuerza en ser obscuro. Pues la masa tiene por profundo todo aquello cuyo fondo no alcanza a ver: ¡es tan miedosa y le repugna tanto entrar en el agua!

¿En qué crees?.- En que los pesos de todas las cosas han de ser fijados de nuevo.

El pensador.- Es un pensador: quiere decir, sabe tomar las cosas más simples que como lo son.

Reír.- Reír significa: ser malicioso pero con la conciencia tranquila.

Originalidad.- ¿Qué es originalidad? Ver algo que aún no tiene nombre, que aún no puede ser nombrado aunque esté a la vista de todo el mundo. Siendo los hombres lo que son, sólo el nombre le hace las cosas visibles. -Los hombres originales han sido, en general, también los ponedores de nombres.

De la postrera hora.- Las tempestades constituyen mi peligro: ¿me estará reservada una tempestad a la cual habré de sucumbir, como Oliver Cromwell sucumbió a la suya? ¿O me apagaré como una luz que no espera a que el viento la apague soplando, sino que se ha cansado y saciado de sí misma, una luz consumida? O bien, ¿me apagaré yo mismo para no consumirme?

Ocio y ociosidad.- Hay una fiereza india, propia de la sangre de los pieles rojas, en la forma cómo los americanos ambicionan el oro: y la precipitación febril del trabajo -el vicio propiamente dicho del Nuevo Mundo- empieza ya, por contagio, a comunicar esa firmeza a la vieja Europa y tender sobre ella un singular vació intelectual. Ya a la gente se avergüenza de la calma; poco falta para que la larga meditación turbe la conciencia. Se piensa con el reloj en la mano, así como se almuerza con la mirada fija en las cotizaciones de La Bolsa -se vive como si continuamente se <<pudiera dejar algo sin hacer>>. <<Más vale hacer cualquier cosa que no hacer nada>> -esta máxima también es una soga con que se estrangula toda cultura y todo gusto superior. Y así como esta precipitación del que trabaja arruina a ojos vistas todas las firmas: así se arruina también hasta el sentido de la forma misma, la vista y el oído para la melodía de los movimientos. Prueba de ello es la burda franqueza que se exige ahora por doquier, en todas las situaciones donde el hombre quiere por una vez ser sincero con los hombres, en el trato con los amigos, mujeres, parientes, hijos, maestros, discípulos, caudillos y soberanos -ya no se tiene tiempo ni fuerza para las ceremonias, ni para los rodeos de la cortesía, ni para todo esprit de la conversación ni, en términos generales, para cualquier otium. Pues la vida de la caza de las ganancias obliga en todo momento a gastar el espíritu hasta el agotamiento en un incesante esfuerzo de simular, engañar y adelantarse: la virtud propiamente dicha es ahora hacer una cosa en menos tiempo que otro cualquiera. Así, son raras las horas de la sinceridad permitida; y, en éstas además, se está cansado, se quiere no sólo <<dejarse llevar>>, sino tenderse pesadamente cuan largo es. Según esta inclinación se escriben ahora las cartas: cuyo estilo y espíritu siempre serán el <<signo de la época>> propiamente dicho.Si hay aún algún placer en la vida social y las artes, es un placer tal como los que se preparan los esclavos fatigados por el trabajo. ¡Oh, esta modestia de <<alegría>> de nuestros cultos e incultos! ¡Oh, este recelo en aumento hacia toda la alegría! La buena conciencia recae cada vez más en el trabajo: la tendencia a la alegría se llama ya <<necesidad de esparcimiento>> y empieza a avergonzarse de sí misma. <<Debido a la salud>> -así habla quien es sorprendido en una excursión al campo. Incluso podría llegar pronto el día que no se cederá ante la tendencia a la vita contemplativa (quiero decir, al paseo en compañía de pensamientos y amigos) sin desprecio de sí mismo y mala conciencia. -Antes fue al inverso: el trabajo iba acompañado de la mala conciencia. El hombre de noble alcurnia disimulaba su trabajo cuando la necesidad le obligaba a trabajar. El esclavo trabajaba bajo el sentimiento de hacer algo despreciable- el <<hacer>> mismo era algo despreciable. <<¡La distinción y el honor sólo se encuentran junto a otium y bellum!>> ¡así sonaba la voz del prejuicio antiguo!

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