Jorge Semprún (Vivir es resistir)

PRELUDIO

Si hubiera de escoger un título para estas largas conversaciones, recurriría gustoso a mi antigua fórmula La escritura o la vida, pero en este caso sin contraposición: <<La escritura y la vida>>.

Para resumir su contenido, lo único que me viene a la mente son dos hermosísimas frases, una de Scott Fitzgerald y la otra de Kafka.

La de Kafka es compleja: <<En el combate entre tú y el Mundo, secunda al Mundo. Viene a ser lo que sucedió. El Mundo ha invadido mi infancia, mi juventud, pero hubiera podido perfectamente dejarlo a un lado, terminar la khâgne o presentarme a la cátedra de filosofía. No habría sido vergonzoso. Al fin y al cabo quería ser <<filósofo>>.

La otra frase, de Fitzgerald, es más significativa, y al mismo tiempo más fácil de entender y de explicar. A mi juicio, es la más hermosa definición de la dialéctica. Desde ese punto de vista, Mao no es nada comparado con Fitzgerald.

Éste dice en sustancia que lo propio de una auténtica inteligencia es que es capaz de funcionar con ideas contradictorias: <<Así, habría que comprender que las cosas no tienen remedio y sin embargo estar decidido a cambiarlas>>.

Ésa es para mí la definición absoluta de mi punto de vista actual. Saber que las cosas no tienen solución, pero que no obstante hay que tomar la determinación de cambiarlas. No es en absoluto una moral de masas. La solución es individual. Pero, como dice Kafka, hay que secundar lo que sucede, hay que ponerse del lado del mundo, del movimiento, de los cambios. Puede hacerse una u otra cosa, incluso también no hacer nada.

Si tuviera que limitarme a una sola cita -con el evidente riesgo de esquematismo que conlleva siempre semejante elección- para resumir mi moral personal, elegiría la de Francis Scott Fitzgerald, americano, célebre, decadente, apasionado por la literatura... Por supuesto, podría parecer extraño privilegiar tal epitafio, porque puede contradecir lo que puede saberse de mis lecturas, de mis pasiones políticas y de mi filosofía. Y sin embargo, esa frase encarna lo que deseo afirmar realmente porque es muy dialéctica, para retomar ese concepto desacreditado e incluso malogrado, por el uso que de él han hecho los estalinistas.

Es una frase hermosísimas. Desde luego, no permite movilizar a las masas. No se puede movilizar a nadie por tal o cual causa, aunque sea justa, proclamando: <<Las cosas carecen de esperanza, pero aun así hay que luchar>>. Pero suena como una moral individual de la resistencia. Resistencias a la Ocupación, al fascismo, a las dictaduras, cualesquiera que sean los colores políticos, pero también a la vida cotidiana, a su vulgaridad, y a todas las derivas restrictivas de la vida democrática. <<Habría que comprender que las cosas carecen de esperanza y sin embargo estar decidido a cambiarlas>>. Vieja moral de la lucha: aunque no se logre la victoria, hay que mantenerse vigilante y poner en juego todo su peso de hombre comprometido por la justicia y la paz. Luchar, escribir, ésa es mi vida.

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Si tuvieras veinte años ahora, ¿con qué futuro soñarías, si hubiera que construirlo todo? ¿De qué mundo querrías ser actor situándote a los veinte años en 2010?

Me gustaría ser actor de la transformación, de la reforma del mundo. Es lo que intentado ser siempre, tanto a los ochenta como a los veinte años. La experiencia y la voluntad revolucionarias del siglo XX han quedado marcadas notoriamente por el comunismo. Pero el hecho de que esa experiencia haya fracasado, y de forma sangrante, tampoco hace que sea aceptable y justa la sociedad actual. Esta sociedad es intolerable para una buena parte, por no decir la mayoría de los ciudadanos del mundo. Desearía reformarla, mejorarla, si tuviera veinte años, como sigo deseándola a pesar de mi edad avanzada.

Dicho eso, la diferencia radical se sitúa en torno a la cuestión del comunismo. Salta a la vista hoy en día que esa batalla por una sociedad más aceptable y más justa no puede librarse bajo las banderas de dicha ideología. Hay que buscar otras fórmulas, lo cual es demás una de las dificultades actuales para la izquierda. Ya no hay un camino elaborado, listo, del mismo modo que durante decenas de años pareció que el comunismo iba a ser el camino de la revolución. Hay que inventar los métodos, buscar compañeros de batalla. ¡No es empresa fácil! Seguramente son numerosos, pero no los conocemos, no se expresan abiertamente en los diferentes partidos. La voluntad solidaria, en cambio, sigue estando ahí, por fortuna. Si tuviera veinte años actualmente, me habría afiliado tal vez a una ONG humanitaria, incluso a una OGN más radical que buscara oponerse a tal o cual aspecto de la mundialización. En términos generales, creo que por definición, y pese a la experiencia de la Resistencia, no me habría afiliado a una organización belicosa que predicase la lucha armada. Pero es un aspecto accesorio. Actualmente no pertenezco a ninguna ONG, pero apoyo de vez en cuando ciertas iniciativas. Actúo menos, pero siempre un poco con el mismo objetivo: intentar hacer soportable una sociedad que es insoportable para una parte de nuestros ciudadanos.

En lo que hace al aquí y ahora, amén del fracaso del comunismo, debe tenerse en cuanta otro factor. Durante los años 1930 y 1950, los de los grandes compromisos, la mediación se realizó a través del partido. Se estaba afiliado, o se era compañero de viaje, pero la referencia era el comunismo. Gramsci, gran marxista italiano muerto en la cárcel, perseguido por Mussolini, hablaba de la necesidad de ser <<intelectuales orgánicos de la clase obrera>>. En nuestros días, un intelectual no puede aceptar ya la mutilación del pensamiento libre que supone la afiliación formal a un partido, sobre todo en el aparato del partido comunista. Un poco en plan de broma, un poco por provocación, diría que contrariamente a lo que opinaba Gramsci, actualmente debemos felicitarnos de ser intelectuales <<inorgánicos>>. Nuestra referencia ya no es el partido comunista sino otra forma de compromiso más directa, menos mediatizada por los partidos. 

En definitiva, para mí, español, esa diferencia entre orgánico e inorgánico resulta más fácil de captar, porque los teóricos del franquismo decían que la democracia parlamentaria, es decir, aquella a la que aspirábamos, era una <<democracia inorgánica>>, mientras que la dictadura del franquismo era una <<dictadura orgánica>>. De modo que prefiero sin duda alguna lo inorgánico de la democracia en este sentido. Los intelectuales orgánicos son para mí intelectuales libres, mientras que los intelectuales orgánicos ya no lo son.

Por supuesto, es menos fácil, porque, en otros tiempos, se podía disfrutar del confort de la multitud en derredor. Se disfrutaba de una suerte de fraternidad, de unión, con una inmensa minoría de gente. Estoy traduciendo unos pasajes españoles, porque es una expresión de un poeta español que decía que se dirigía a la <<inmensa minoría>>. Y así, la inmensa minoría de gentes de izquierdas, de los comunistas, constituía una referencia fraternal. Hoy en día estamos con mucha más frecuencia solos. Tenemos amigos, descubrimos colegas, compañeros de pensamiento en círculos muy distintos... Pero estamos mucho más solos y mucho menos seguros de nosotros mismos.

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