Tres días, cuatro días, cinco días transcurrieron: ninguna noticia hubo de Zorba.
El sexto, me llegó de Candía una carta de varias páginas, un verdadero pastel. Venía escrita en papel rosa perfumado y ostentaba en un ángulo un corazón atravesado por una fecha.
La conservé con cuidado y la copio ahora sin alterar los giros amanerados que contenía en abundancia. Sólo corregí las encantadoras faltas de ortografía, pues Zorba empuñaba la pluma como si fuera un pico, golpeando con fuerza, razón porla cual el papel aparecía desgarrado en varias partes o con grandes borrones de tinta.
"Querido patrón, señor capitalista:
"Tomo la pluma para preguntarte si gozas de buena salud. Nosotros aquí, también nos hallamos bien ¡gracias a Dios!.
"En lo que a mí respecta, hace tiempo comprendí que no vine a este mundo como un caballo o un buey. Solamente a los animales les está consentido que vivan para comer. Para evitar el susodicho reproche, yo me forjo día y noche diferentes obligaciones, arriesgo el pan por una idea, vuelvo del revés los refranes y me digo: Más valen cien pájaros volando que uno en la mano.
"Muchos son patriotas sin que les cueste. Yo no soy patriota, no lo soy aun cuando me perjudique. Muchos creen el el Paraíso y permiten que sus asnos se metan en los feraces campos del cielo. Yo no tengo asno, soy libre; no temo al infierno, donde mi asno moriría, ni espero en el Paraíso, donde se hartaría de trébol. Soy ignorante como una ostra; no sé expresar las cosas; pero tú, patrón, me entiendes.
"Muchos han tenido miedo de la vanidad de las cosas; yo he vencido al miedo. Muchos reflexionan; yo no tengo necesidad de reflexionar. No me regocija el bien, ni me aflige el mal. Si me dicen que los griegos conquistaron Constantinopla para mí es lo mismo que si me dijeran que los turcos se apoderaron de Atenas.
"Si estas tontería que te escribo te indican que he caído en plana chochera, dímelo, por favor, en tu próxima. Por de pronto, recorro las tiendas de Candía en busca del cable adecuado me regodeo. "¿De qué te ríes amigo? me preguntan. Pero ¿cómo explicárselo? Yo me rio porque de repente, mientras tiendo la mano para verificar si es bueno el cable, pienso en qué es el hombre, para qué está en la superficie de la tierra, para qué sirve... En mi opinión, para nada. Todas las cosas dan lo mismo: que tenga mujer, o que no la tenga; que sea honrado, o que no lo sea; que sea bajá o mozo de cordel. Sólo hay diferencia entre estar vivo y estar muerto. Si el diablo o Dios me llaman a sí (¿de diré, patrón, que mucho me temo que Dios y el diablo sean uno?) reventaré, me convertiré en osamenta hedionda, apestaré y la gente se verá obligada a sepultarme en un hoyo de cuatro pies de profundidad para no quedar asfixiada.
" A propósito, tengo que confesarte, patrón, una cosa que me da miedo, la única, y que no me deja en paz ni de día ni de noche: la cosa que me da miedo, patrón, es la vejez ¡presérvenos el cielo de ella! La muerte no es nada, un ¡puff! y la candela se apaga. Pero la vejez es vergonzosa.
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