SIEMPRE AMADO me fue este otero yermo,
y este seto que excluye la mirada
del último horizonte en tanta parte.
Mas sentado y mirando, interminables
espacios tras de aquel, y un sobrehumano
silencio, y una calma profundísima
en la mente imagino, tal que casi
siente miedo mi pecho. Y cuando el viento
oigo sonar entre esas plantas, ese
infinito silencio, y esta voz
voy comparando; y en lo eterno pienso,
las edades ya muertas, la presente
y viva, y su sonido. Así tras esta
inmensidad se anega el pensamiento;
y dulcemente en este mar naufrago.
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OH TÚ, GRACIOSA LUNA, bien recuerdo
que sobre esta colina, ahora hace un año,
angustiado, venía a contemplarte:
y tú te alzabas sobre aquel boscaje
como ahora, que todo lo ilumina.
Mas trémulo y nublado por el llanto
que asomaba a mis párpados, tu rostro
se ofrecía a mis ojos, pues doliente
era mi vida: y aún lo es, no cambia.,
oh mi luna querida. Y aún me alegra
el recordar y el renovar el tiempo
de mi dolor: ¡Oh, qué dichoso es
en la edad juvenil, cuando aún tan larga
es la esperanza y breve la memoria,
el recordar las cosas ya pasadas,
aun tristes, y aunque duren las fatigas!
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