LOS LÍMITES DE LA EVOLUCIÓN
Por qué la teoría evolutiva no puede abarcar toda la realidad histórica
Cuando pintaba una naturaleza muerta, a Paul Cézanne le gustaba cambiar de perspectiva, a veces de la noche a la mañana, a veces en plena sesión. Estaba buscando sensaciones momentáneas, uniendo estas distintas percepciones para combinarlas en una sola composición. Cuando vemos su versión de un cuenco de manzanas, por ejemplo, las curvas visibles del borde del cuenco parece que nunca se juntarán. Cézanne pintaba unos melones extrañamente abombados porque quería captar la manera en que la fruta parece cambiar de forma dependiendo del ángulo desde el que se la observe. Las distorsiones visuales, la forma en que cada objeto asume su propia perspectiva, pueden resultar en ocasiones confusas y en ocasiones exasperantes, pero siempre le dejan a uno intrigado. Pintaba las mismas escenas una y otra vez porque con cada mirada veía algo nuevo, y todo vistazo hacia atrás acababa dejándole insatisfecho por las evidentes imperfecciones de la visión parcial.
El pasado es como un cuadro de Cézanne, o como una escultura tridimensional cuya realidad no se puede captar desde un solo punto de vista. No quiero decir con esto que la realidad sea algo oculto o que se pueda transformar la verdad. Al contrario, creo que la realidad objetiva (es decir, aquello para lo que todo observador sincero daría una misma versión) está en algún lado, aunque sea en un lugar remoto y de difícil acceso, quizá en la suma de todas las perspectivas subjetivas. Cada vez que cambiamos de posición, tenemos otro punto de vista; entonces, como Cézanne, volvemos a nuestro lienzo y tratamos de hacer encajar ese punto de vista con todos los demás. Clio es una musa a la que espiamos en pleno baño, camuflados entre las hojas. Cada vez que agitamos un poco los arbustos, conseguimos ver algo en lo que no nos habíamos fijado antes.
A la hora de reconstruir un crimen, por ejemplo, tenemos que considerar la perspectiva de los protagonistas y las víctimas. Necesitamos el testimonio de muchos testigos para reproducir el más mínimo detalle de lo sucedido. Para entender una sociedad necesitamos saber cómo viven sus miembros en cada estrato de poder y riqueza. Para entender una cultura, necesitamos ponerla en contexto y saber lo que sus vecinos pensaban de ella. Para entender a la especie humana tenemos que ampliar la visión e incluir también otras especies. Para llegar al corazón tenemos que pelar las capas exteriores... Sin embargo, el pasado es imposible de atrapar: lo vemos mejor cuando le añadimos un contexto, igual que el centro de una diana parece un blanco más fácil cuando los anillos exteriores lo rodean y lo definen.
El punto de vista más espectacular y objetivo que puedo imaginar en el de la criatura a la que llamo "el observador galáctico", que estaría ahí en lo alto analizando nuestra historia desde una enorme distancia de tiempo y espacio. Desde su garita de vigía, todo el planeta se puede ver de una sola vez y, como en los experimentos mentales de san Agustín o Borges del capítulo I, la perspectiva abarca todo el pasado con una sola mirada. ¿Cómo sería la historia desde su punto de vista?
Sospecho que el observador galáctico necesitaría ayuda para recordar una especie tan débil y de tan poco recorrido vital como la humana. El trigo, o los zorros, o los protozoos, o los virus puede que le parecieran más interesantes: todos desde un punto de vista biológico, tienen rasgos tan sobresalientes como los de los seres humanos: una gran variedad medioambiental, una sorprendente capacidad de adaptación y una longevidad admirable. Sin embargo, el observador seguramente nos distinguiría de las demás especies por nuestra cultura frenética y caleidoscópica, es decir, por el hecho de que tenemos más cultura y de más tipos distintos que ningún otro ser vivo. Creo que esa visión podría resumir nuestra historia en una sola palabra: divergencia.
Algunos creen que casi toda la historia se rige por una gran narrativa que tiene que ver con el progreso o los designios de la providencia o que se hace cada vez más compleja o funciona mediante cambios cíclicos o conflictos dialécticos o alguna otra corriente cósmica. Sin embargo, el observador galáctico seguramente distinguiría en esta narrativa una historia más sutil y a la vez mucho más fascinante: la de cómo una cultura como la de los homo sapiens, en principio estable y limitada, cuando apareció por primera vez en el registro arqueológico, acabó esparciéndose y multiplicándose miles de veces durante miles de años hasta cubrir la amplísima variedad de formas de vida distintas con las que ahora nos sorprendemos unos a otros e infestamos hasta el último lugar habitable del planeta.
El punto de vista más espectacular y objetivo que puedo imaginar en el de la criatura a la que llamo "el observador galáctico", que estaría ahí en lo alto analizando nuestra historia desde una enorme distancia de tiempo y espacio. Desde su garita de vigía, todo el planeta se puede ver de una sola vez y, como en los experimentos mentales de san Agustín o Borges del capítulo I, la perspectiva abarca todo el pasado con una sola mirada. ¿Cómo sería la historia desde su punto de vista?
Sospecho que el observador galáctico necesitaría ayuda para recordar una especie tan débil y de tan poco recorrido vital como la humana. El trigo, o los zorros, o los protozoos, o los virus puede que le parecieran más interesantes: todos desde un punto de vista biológico, tienen rasgos tan sobresalientes como los de los seres humanos: una gran variedad medioambiental, una sorprendente capacidad de adaptación y una longevidad admirable. Sin embargo, el observador seguramente nos distinguiría de las demás especies por nuestra cultura frenética y caleidoscópica, es decir, por el hecho de que tenemos más cultura y de más tipos distintos que ningún otro ser vivo. Creo que esa visión podría resumir nuestra historia en una sola palabra: divergencia.
Algunos creen que casi toda la historia se rige por una gran narrativa que tiene que ver con el progreso o los designios de la providencia o que se hace cada vez más compleja o funciona mediante cambios cíclicos o conflictos dialécticos o alguna otra corriente cósmica. Sin embargo, el observador galáctico seguramente distinguiría en esta narrativa una historia más sutil y a la vez mucho más fascinante: la de cómo una cultura como la de los homo sapiens, en principio estable y limitada, cuando apareció por primera vez en el registro arqueológico, acabó esparciéndose y multiplicándose miles de veces durante miles de años hasta cubrir la amplísima variedad de formas de vida distintas con las que ahora nos sorprendemos unos a otros e infestamos hasta el último lugar habitable del planeta.
1 comentario:
La selección de los textos continúa siendo exquisita. Gracias.
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