Luis Racionero (Entre dos guerras civiles) Memorias sociales y políticas

Puede darse, a mi entender, dos posibilidades: la crítica desde dentro del sistema o el cambio de valores.
Siempre han existido pensadores que, sin alienarse en el marxismo, han criticado los aspectos negativos del capitalismo: los fabianos, Keynes, Galbraith, C. Wright Mills, Fromm, Huxley, Marcuse, Roszack y tantos otros. Quizá porque estaba el comunismo sus críticas fueron oídas en parte y se llegó al Estado del Bienestar y a leyes más equitativas que la mera competencia descarnada. Es de suponer que otros autores seguirán en la labor de humanización del sistema.
La otra posibilidad es que la sociedad, poco a poco, y como resultado de la mejora en las condiciones materiales, cambie de mentalidad y opte, al cabo de un tiempo, que puede ser largo, por unos valores que ya no sean utilitaristas y de competencia, que se pase a lo que Schumacher llamaba una economía budista o a otro tipo, aún por emerger, de economía basada en valores distintos a los actuales. Hay condiciones que apuntan en este sentido: la mejora de la tecnología, la reducción del trabajo con aumento del ocio, el ascenso en la jerarquía de las necesidades humanas: seguridad, pertenencia, creatividad; que, cuando un nivel se satisface, las aspiraciones se fijan en el siguiente.
Es posible porque se ha dado otras veces en la historia: las aspiraciones aumentan cuando los niveles previos están asegurados, y la aspiración humana, de momento, si no cambia, es hacía más libertad respecto a las necesidades materiales, más creatividad en el trabajo, más ocio, menos agresividad y menos ambición material. Puede que esté confundiendo mis deseos con tendencias, pero creo que hay una cierta probabilidad de que esto sea así, si no se actúa deliberadamente en contra.
Elaborar estas alternativas me parece la tarea de los que piensan y escriben, de los que piensan y no escribe, y de todos los que sientan aunque sea por ahora, vagamente, que no solo de pan vive el hombre. Veo difícil que surja otra teoría globalizante como el marxismo, pero quizás un sentimiento generalizado que cambie los valores sea ahora más útil que una teoría que hipnotice las mentes. Sentimiento, por supuesto, contrastado por la crítica de la razón: el ser humano sensato se vale de ambas y aprende a desconfiar por igual de los peligros del subjetivo sentimiento y de la dictatorial razón. Dios nos libre de los sistemas globales.

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Y para culminar todo esto la historia interminable de la Guerra Civil, el rayo que no cesa, la factura que no se paga nunca bastantes veces. El socialismo y los comunistas llevan cuarenta años pasando factura por la Guerra Civil y a la mitad del país se les paga religiosamente como las bulas de la Iglesia católica que es el único bastión articulado contra esa paranoia revanchista. Mientras esto siga así: paren España que me bajo, ya volveré cuando se diluya la mala leche, la admiración prevalezca sobre la envidia, el ceño adusto del rigor se dulcifique y los pícaros se vayan a la mierda. Entre tanto, ahí queda eso, que os zurzan y seguid machacándoos y macerándoos en vuestra mala leche cainita, que yo, cuando no esté en Asia, me quedaré en casa leyendo. Esto ya no es un país entre dos guerras civiles, como lo definió Jaime Gil de Biedma, es un país entre una guerra civil y las represalias de los derrotados.



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