A.E. Housman (Nombre y Naturaleza de la Poesía)

Siempre he considerado la poesía como algo más físico que intelectual. Hace uno o dos años, al mismo tiempo que otras personas, recibí de Estados Unidos una encuenta en la que se me invitaba para que diera mi definición de la poesía. Contesté que me era tan difícil definir la poesía como sería para un perro definir una rata, pero que me parecía que ambos -mi encuestador y yo- reconoceríamos cualquier objeto por los síntomas que provoca en nosotros. Uno de estos síntimos fue descrito, relacionado con otra clase de objetos, por Eliphaz el Temanita, de esta manera: <<Un espíritu, una sombra pasó por mi cara, y el vello de mi carne se me puso de puntas>>. La experiencia me ha enseñado, cuando me afeito por las mañanas, a estar pendiente de mis pensamientos, porque, si una linea de poesía anda por mi memoria, mi piel se eriza de tal manera que la navaja deja de servir. Este síntoma extraño va acompañado de un escalofrio que me recorre la espina; a veces sufro otro que consiste en la sensación de un nudo en la garganta y de agua en los ojos; y hay un tercero que sólo podría describir con la ayuda de una frase de Keats, contenida en una de sus cartas, en donde dice, hablando con Fanny Brawnre: <<Cualquier cosa que me trae el recuerdo de ella me atraviesa como una lanza>>. El asiento de esta sensación es la boca del estómago.
Mis ideas acerca de la poesía necesariamente han de estar teñidas, quizá dería manchadas, por la circunstancia de que mi contacto con ella ha venido por dos lados. Decíamos antes que poesía es un término muy amplio, afortunadamente comprensivo: tan comprensivo que, por ejemplo, incluye dos libros, afortunadamente no voluminosos, escritos por mí. Sé bien cómo fueron dados a la luz; y auqnue no tenga derecho para suponer que cualquier poesía haya sido producida de la misma manera, tengo razones para creer que al menos alguna poesía, y muy buena poesía, así lo ha sido. Worsworth, por ejemplo, dice que la poesía es el desbordamiento espontáneo de poderosos sentimientos, y Burns nos ha dejado esta confesión: <<En dos o tres ocasiones de mi vida he compuesto más bien del deseo que del impulso, pero nunca satisfactoriamente>>. En síntesis, creo que la producción poética, en su primera etapa, es menos un proceso activo que uno pasivo e involuntario; y si se me olbligara, no a definir la poesía, sino a nombrar la clase de cosas a la que pertenece, yo la llamaría una secreción; ya sea una secreción natural, como la trementina en el árbol, o bien una secreción mórbida, como la perla en la ostra. Creao que mi caso, aunque no trabaje con la materia tan hábilmente como la ostra, es de la úlitma clase; pues rara vez he escrito poesía sin que me haya sentido más bien enfermo, y la experencia, si agradable, por lo general ha sido agitada y agotadora. Y sólo para que ustedes vean lo que hay que evitar, les daré una somera idea del proceso.

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