Friedrich Schiller (Cartas sobre la educación estética de la humanidad)

Por temor a la libertad, que en sus primeras manifestaciones siempre se anuncia como enemiga, muchos hombres abrazarán una cómoda servidumbre, mientras que otros, desesperados por una férrea tutela, se entregarán a la anarquía del estado natural. La tiranía, para defenderse, alegará la debilidad de la naturaleza humana, y la insurrección, por su parte, la dignidad de la misma, hasta que al fin la soberana de todas las cosas humanas, la ciega fuerza bruta, intervendrá y resolverá el pretendido conflicto de los principios como un vulgar pugilato. 

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El corazón violento y la savia vigorosa de los Titanes
es su herencia cierta....
Pero el dios forjó una cinta broncínea en torno a su frente.
Ocultó juicio, moderación, sabiduría y paciencia
a su mirada asustadiza y sombría.
Cada deseo se le convierte en furia
que se extiende sin límites en derredor.

                                               GOETHE, Ifigenia en Táuride


Desconocedor de su dignidad humana, está lejos de honrarla en los demás, y consciente de su propia avidez indómita, la teme en cada criatura semejante a él. Nunca ve a los demás en sí, sólo a sí mismo en los demás, y la sociedad, en lugar de convertirlo en parte de la especie, lo encierra de forma más opresiva en si individualidad. En este estado de sombría limitación, vaga por la vida tenebrosa, hasta que una benévola facultad de su naturaleza libera sus sentidos ofuscados de la carga de la materia, cuando la reflexión establece una separación entre él mismo y las cosas, y los objetos se manifiestan por fin a la luz que refleja su conciencia.

Desde luego, no es posible demostrar ese estado de naturaleza inculta, tal como se describe aquí, en ningún pueblo ni época determinad; se trata de una idea, pero es una idea que en muchos aspectos coincide a la perfección con la experiencia. Podría decirse que el hombre jamás estuvo en ese estado animal, pero tampoco lo ha abandonado del todo. Incluso en las personas más rústicas es posible advertir trazas inconfundibles de libertad racional, así como en las más cultas es posible advertir, en ciertos momentos, ese sombrío estado de naturaleza. Es propio del hombre reunir en su naturaleza lo más elevado y lo más bajo, y si su dignidad radica en una estricta diferenciación entre lo uno y lo otro, su felicidad se funda en una hábil supresión de ea diferencia. El cometido de la cultura, que debe armonizar su dignidad y su felicidad, deberá ser velar por la máxima pureza de cada uno de sos dos principios y por su íntima armonía.

La primera aparición de la razón en el hombre no significa todavía el principio de humanidad. Ésta dependerá por entero de su libertad, y el primer efecto de la razón es tan sólo hacer ilimitada su dependencia sensible, un fenómeno cuya importancia y universalidad creo que aún no se ha expuesto adecuadamente. Como sabemos, la razón se manifiesta en el hombre mediante la exigencia de lo absoluto (es decir, de algo necesario y fundado en sí mismo). Sin embargo,como no existe ninguna situación particular de la vida física del hombre que pueda satisfacer esta exigencia, la razón obliga al hombre a abandonar por completo el mundo físico y a trascender la realidad limitada para elevarse a las ideas. Pero, aunque el auténtico sentido de esa exigencia sea liberar al hombre de los límites del tiempo, del mundo sensible, para que logre elevarse a un mundo ideal, también puede abocarlo —por un malentendido prácticamente inevitable en nuestra época de sensualidad dominante— a la vida física y en ese caso, en vez de otorgarle libertad, lo sume en la más terrible esclavitud.

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