François Bouquet (El puto san Foucault) Arqueología de un fetiche

EL <<BREVE NEW WORLD>> NEOLIBERAL

Los foucaultianos no se detienen mucho en el episodio americano de su ídolo. Los Estados Unidos jugaron, sin embargo, un decisivo papel en la reprogramación de su obra. Su primera virtud fue la de permitirle repensar la gubernamentalidad a la luz del neoliberalismo, al tiempo que le ayudaban a liquidar definitivamente los grandes relatos hegeliano-marxistas, los famosos <<monopolios teóricos>>. Con conmovedor fervor descubre tardíamente que la economía es mucho más que la economía, cuestión en la que estuvo bien ayudado por las cabezas pensantes de la Escuela de Chicago (Milton Friedman, Gary Becker), que le dejaron entrever, bajo la doctrina del laissez-faire, una utopía postorwelliana, susceptible de dar nacimiento a todas las formas de vida, desde las pom pom girls hasta los bares de cuero. Se comprende por qué cayó bajo el encanto de ese continente, país de la Frontera (hay que empujarla cada vez más lejos), biotopo ideal del neoliberalismo. 

[...] No sin euforia, Foucault descubre un insospechado potencial de subversión en las normas del modelo neoliberal y en el tipo de sociedad que éste promete: una sociedad <<en la que se dejaría libre campo a los procesos oscilatorios, en la que habría una tolerancia concedida a los individuos y a las prácticas minoritarias>>. ¡Hemos ahí! Como siempre Foucault, nunca está lejos de la defensa pro-domo -no me atrevo a decir pro-homo. Incansable, el pequeño Geoffroy de La Ganacherie añadiría a la lista los <<individuos ."infractores">>, imaginándose sin duda ser uno de ellos.

De un extremo a otro de su obra, Foucault escenifica la progresiva desposesión de la soberanía, su captación por las luchas de las minorías: los gays, las feministas, los pasivos, los activos, las clitoridianas, los dominados (a) de toda ralea, que dominan ahora el campo simbólico de lo prohibido -el control de lo lícito e ilícito- después de haber conquistado el universo de la moda y de la cultura, la industria de la publicidad y la del entretenimiento. Estudiar a Foucault es poner constantemente al descubierto las estrategias de estas culturas otrora marginales. O cómo las prácticas minoritarias (algunas) van a constreñir los usos mayoritarios (casi todos) mediante una permanente vigilancia policial. Porque ¿sobre qué ejercen hoy los procedimientos de control? Sobre la presunción de homofobia, sobre la sospecha de machismo, sobre el racismo subliminal. El culpable es el macho malo blanco occidental, heterocéntrico, racista inconsciente, homófogo y filócrata, que va a ser objeto de una castración léxica, textual y finalmente jurídica, a falta de ser química. ¿No es ésta la versión masculina de una nueva caza de brujas?

La tiranía de lo minoritario ha tomado el poder. No es solamente obra de una élite tecnocrática o financiera, es el trabajo cotidiano de las nuevas feudalidades que enmiendan las leyes y restauran en sus intersticios una sociedad de privilegios. La democracia está muerta: ha llegado el tiempo de la minoritocracia dirigida por las <<minorías activas>>, cuyo campo de intervención ha delimitado Serge Moscovici y que se caracteriza por ese <<devenir minoritario>> (tendente a hacerse mayoritario) que Deleuze tanto aprecia. Moscovici y Deleuze se sumirán ampliamente en el elogio foucaultiano de los márgenes. Para funcionar a pleno rendimiento esta minoritogracia necesitará una condición previa: la liquidación de la cuestión social, la cual nunca preocupó a Foucault, por más que a principios de los 70 hiciera apología de la dictadura del proletariado (como se ve, estaba dispuesto a cualquier cosa). En verdad, los comunistas lo habían irritado después de su estancia en Varsovia en 1958, pues la pudibundez de los camaradas no podía colmar sus demonios personales. Ninguna fibra obrerista había en él. Defendía el cierre de las cárceles, no de las fábricas (<<¡La palabra a los detenidos!>>, se clamaba en tiempos del GIP). Su religión estaba clara desde hacía tiempo: el lumpenproletariado -preludio de las políticas contra la exclusión y las discriminaciones- antes que el proletariado. 

[...] En su estela, la lucha contra las discriminaciones sustituirá a la lucha de clases; el léxico de la exclusión se impondrá sobre el de la explotación; y la paridad expulsará a la igualdad de la agenda de los izquierdistas. De ahora en adelante serán <<plurales>>, <<motiva@s>>, <<solidari@s>>, <<sin>> y, pronto <<trans>>. ¡Sed realistas, pedid lo imposible al neoliberalismo!

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