Michel Onfray (Pensar el islam)

¿El islam, según usted, comparte por consiguiente con el marxismo revolucionario una crítica de los valores del capitalismo?

En efecto, comparte con el marxismo revolucionario, que deja rastros en el ala izquierda del Partido Socialista, en el PCF, en el Frente de Izquierdas y entre algunos ecologistas del EELV, la crítica de los valores de la burguesía occidental, de las lógicas del mercado consumista, al mismo tiempo que una crítica de los judíos, del sionismo y de la existencia del Estado de Israel. Siempre en virtud del principio de que los enemigos de mis enemigos son mis amigos, el islam, que defiende en el texto coránico, en los hadices del profeta y en la vida de Mahoma una innegable ideología antisemita —«A todo judío que os caiga en las manos, matadlo», dice Mahoma en la Sira (II, 58-60), basándose en este versículo: «¡Que Dios los aniquile!» (IX,30)—, el antisemitismo islámico es defendido por determinada izquierda.

La cuestión de las relaciones entre la izquierda y el islam resulta pues indisoluble de la cuestión judía. De hecho, Marx, que era judío, fue antisemita como buena parte de la izquierda del siglo XIX. En Marx et la question juive, Robert Misrahi analiza con detalle ese antisemitismo de izquierdas. En La cuestión judía, Marx escribe en efecto: «La esencia del judaísmo y la raíz del alma judía son la oportunidad y el interés personal; el Dios de Israel es Mammón, que se manifiesta en el ansia de dinero. El judaísmo es la encarnación de las actitudes antisociales». Encontramos en Proudhon, Fourier, Toussenel y Lerouz las mismas asimilaciones entre los judíos, los capitalistas, los burgueses y el dinero.

El antisemitismo cambia de forma después de Auschwitz, y posteriormente con la creación del Estado de Israel. El antisemitismo se convierte en el componente principal. La asimilación de los judíos cosmopolitas con el dinero del Capital globalizado se dota de nuevos insultos: «agente del sionismo internacional» y luego «secuaz del imperialismo norteamericano». La izquierda marxista se apunta a las filas de los antisionistas, constituidas por los palestinos, los árabes y los musulmanes, que no siempre coinciden pero que se hallan asociados en una misma entidad ideológica y militante.

Por supuesto que la creación del Estado de Israel no se hizo sin incontables expropiaciones infligidas al pueblo palestino. pero ese pueblo pagaba, desgraciadamente, la política de colaboración con Hitler aplicada por el gran muftí de Jerusalén, Hadj Amin al Husayni. Ese hombre, en efecto, que pretendía descender del Profeta, aprobó el régimen de Hitler ya en 1933; se reunió con el dictador en Berlín, el cual lo elevó al rango de «ario honorífico»; predicó a favor del nacionalsocialismo en la única mezquita de Berlín; declaró: «Los principios del islam y los del nazismo presentan notables similitudes, en particular la afirmación del valor del combate y de la fraternidad de las armas, la preeminencia del jefe y el ideal del orden»; contribuyó a movilizar a musulmanes para luchar en las divisiones de las Waffen-SS y el propio imán de la división Handschar también afirmó: «Para tratar de tranquilizar a mis camaradas, les explicaba que todo musulmán que perdiera la vida en combate por el islam sería un shahid, un mártir»; visitó un campo de concentración y, cuando se le puso al corriente de la «solución final», manifestó el deseo de que también se exterminase a los niños judíos; trabajó en un plan de exterminio de los judíos del norte de África y de Palestina. Refugiado en Francia después de la guerra, volvió a Egipto sin problemas con un nombre falso en 1946. Leila Shahid, su sobrina nieta, representó hasta marzo de 2015 a la Autoridad Palestina ante la Unión Europea, entidad gobernada actualmente por Mahmud Abás, a quien se atribuye una tesis revisionista defendida en la URSS en 1982.

El contexto se vuelve distinto con la descolonización...

En efecto. Y con ocasión de esos combates, unos pueblos que desean liberarse del yugo colonial descubren la capacidad del islam para federarse contra Occidente con una ideología, una espiritualidad y una política de sustitución. Los nacionalistas árabes se constituyen en contra de las antiguas potencias coloniales y, para ello, utilizan un islam radicalmente heterogéneo respecto a Occidente. Algunos exnazis colaboran con nacionalistas marxistas. Un solo ejemplo: en el año 1951, más de una sesentena de exoficiales del Reich trabajan para Egipto y la Liga Árabe. 

Algunos pensadores de izquierdas han apoyado numerosos combates antisemitas so pretexto de defender al pueblo palestino: Sartre apoya a Septiembre Negro, organización que fue la autora de la masacre de los atletas israelíes en Múnich en 1972, y a la banda Baader-Meinhof (uno de cuyos cofundadores, Horst Mahler, se unió a la extrema derecha alemana y hoy es perseguido por haber hecho el saludo nazi en público); Genet, que fue amante de SS durante la Ocupación, elogia la «poesía» de la matanza de Oradour-sur-Glane y magnifica el «bandidismo más loco» de Hitler, la belleza de los milicianos, la de los militantes de Baader-Meinhof, pero también de la OLP, lo cual no molesta a Sartre, ni a Derrida (que dedica un libro a Genet, Glas, en 1974), ni a Foucault, que le admiran; Garaudy, el intelectual oficial del PCF de 1933 a 1970, fecha de su expulsión por izquierdista, se convierte en el pensador por excelencia del negacionismo y sus aportaciones al lenguaje de este movimiento son determinantes; Rassinier, comunista, cegetista y afiliado a la Sección Francesa de la Internacional Obrera, también es un inspirador del negacionismo; Soral, que fue miembro del PCF durante una docena de años antes de convertirse en lo que sabemos... También cabe recordar el apoyo de Jean-Luc Mélenchon, el jefe del Frente de Izquierdas, a Ahmadineyad cuando ocupaba el poder en Irán no hace mucho y cuando este último amenazaba con borrar a Israel del mapa o manifestaba su afecto por Hugo Chávez, según el cual «una minoría, los descendientes de quienes crucificaron a Cristo [...] se ha apoderado de las riquezas del mundo [...] y ha concentrado esas riquezas en pocas manos». La oposición de esos dos dictadores a Estados Unidos no puede justificar, una vez más, que uno se contente con la idea de que los enemigos antisemitas de izquierdas de nuestros enemigos capitalistas de derechas sean nuestros amigos.

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