ORDEN DEL DÍA 4
Son las siete de la tarde y éste ha sido un día de lo más satisfactorio, diría. El secreto de la victoria en cualquier campaña radica en la preparación y la planificación. Y yo he llevado a cabo una minuciosa planificación y ya he terminado todos los preparativos. He comprado un gato. Éste fue mi toque final. No soporto a esos empalagosos y espeluznantes animales, pero debo admitir que una casa adquiere cierto aire tranquilizador cuando en ella hay un gato. Su presencia habla de calidez, bienestar, placidez doméstica. Es imposible que un hombre que tenga un gato represente un peligro para alguien, ¿verdad?
Lo he bautizado con el nombre de Safo. Un toque de distinción éste, pues indica que su propietario posee cierto grado de erudición. Ni siquiera sé si el maldito bicho es macho o hembra, aunque no me interesa lo más mínimo. Lo importante es que un hombre con un perro llamado Safo va a dar un tipo de imagen especial, amable y algo académica. De él se puede esperar que sea vagamente consciente de que duerme calentito y cómodo mientras otros viven en pésimas condiciones. De él se puede esperar que sea vagamente consciente de que duerme calentito y cómodo mientras otros viven en pésimas condiciones. Así pues, Cobijo y Safo. Podría ser el titular de una serie de televisión, ¿no es cierto? Cobijo y Safo, también conocidos como «Lo Invencibles». Todo está listo. Ya puede comenzar el reclutamiento.
ORDEN DEL DÍA 6
Es el momento de dar un breve discurso sobre el tema de la muerte. Me refiero a matar a seres humanos, a asesinar. ¿Para qué nos vamos a andar con rodeos?
Sí, así lo definirían si llegamos, cosa que no sucederá. «Asesinato: acción de matar deliberadamente a un ser humano por parte de otro ser humano». Pero, como ya sabéis, a mí me entrenaron para matar. Como soldado, mí función principal era matar, destruir —como queráis llamarlo— a aquellos congéneres humanos cuyas actividades resultaban desagradables a los que ostentaban el poder en mi país. Y es ahí donde surge la confusión. Es ahí donde la distinción resulta un poco borrosa. Si un soldado mata a los enemigos de su país, no es un asesino. No le meten en la cárcel por hacerlo. De hecho, si lo hace. bien, incluso le condecoran con una medalla. Entonces, ¿por qué voy a ser yo un asesino por el hecho de quitar de en medio a esos vagabundos drogados que están hundiendo el país? ¡Para nada soy un asesino! No tiene sentido. Soy un soldado de uniforme que mata para defender el país. El problema es que, como el país no aprueba este método, todo se convierte en un asunto oscuro y deshonroso. Tienes que ocultar lo que haces, y eso nos lleva a lo más dificultoso: DESHACERSE DEL CADÁVER.
Ya lo veis; los soldados —me refiero a los soldados de uniforme— no tienen este problema. No deben ocultar los cuerpos de sus víctimas. En realidad, lo que sucede es todo lo contrario. Los amontonan en hileras, los cuentan y sacan fotografías de ellos..., lo mismo que se hacía en las cacerías de faisanes. La única diferencia es que no se los comen. Los meten en una enorme fosa común y los queman; es es todo. Ningún problema. Todo el mundo sabe que los cadáveres están allí, y a nadie le importa. Pero si actúas con uniforme, como yo (es decir si eres lo que normalmente se llama un asesino), tienes que deshacerte del cuerpo, y eso se convierte en algo preocupante, porque —lo creáis o no—, ésa es, con mucho, la parte más dura del trabajo.
Matar es fácil, rematadamente fácil. Sobres todo si te has entrenado para ello, aunque, por supuesto, puede hacerlo cualquiera con firmeza. Pero casi todos los asesinos fracasan principalmente porque se lían a la hora de librarse del cadáver. Es un hecho constatado.
Se ha probado de todo: baños de ácido, descuartizamientos, bloques de cemento, ríos profundos... Todo. Y la mayor parte de las veces no sirve de nada, porque tarde o temprano aparece el cuerpo (o parte de él) y se atrapa al asesino.
Eso no me pasará a mí. No, porque a diferencia de los denominados asesinatos, yo lo he planificado todo con antelación. Mi apartamento está en la planta b aja, y queda un espacio del útil, de hecho bastante amplio, debajo de los tablones del suelo. Está muy bien ventilado —basta con introducir la mano y se nota na corriente de aire—, así que se conservará fresquito hasta en los días más calurosos de verano. Eso es lo importante. No voy a entrar en detalles porque no se trata de un tema muy agradable. Baste decir que los cadáveres metidos en un lugar cálido delatan su presencia al cabo de uno o dos días. Así pues, yo cuento con este lugar —me gusta llamarlo «frigorífico empotrado», y ahí es donde está ahora nuestro amiguito de anoche. Como ya he dicho, no siente el frío, ni tiene que acurrucarse en el portal de nadie. Todo está mucho más limpio y ordenado, ¿no creéis?
ORDEN DEL DÍA 7
Es como lanzarse en paracaídas. Superas el primer salto y se convierte es una rutina; pero no debes confiarte. Revisa todas las veces el equipo. Sigue todos los pasos, no omita nada. No caigas en una trampa.
Hay una trampa en la que suelen caer los asesinos en serie, y es la del modelo único. Siempre hay algo igual en todos sus asesinatos, y eso es lo que indica que los está cometiendo la misma persona, además de dar datos sobre el asesino a la policía. Por ejemplo, si todas las víctimas son mexicanas, saben que lo más seguro es que tengan que buscar a un tipo que odia a los mexicanos. Si todos los cadáveres aparecen en estaciones de metro, deberán ir tras alguien normalmente deambula por allí. Eso es una trampa, ¿lo veis? Una trampa que se fabrica el propio asesino porque reduce el campo de investigación.
Debo tener un cuidado extremo en este punto. No puedo contribuir a crear un modelo porque todos mis clientes sean vagabundos. Y lo van a ser. Por supuesto, no van a encontrar los cadáveres, ni en estaciones de metro ni en ningún lugar. No soy tan tonto. Pero hay que tener en cuenta el inevitable modelo, así que he de crear la mayor variedad posible sin traspasar los límites de la tarea que se me ha encomendado.
El caso de anoche fue distinto al de su predecesor en varios aspectos. Uno de ellos es que m i cliente era mujer. No la elegí porque me gusten las mujeres, o porque las odie. De hecho, tanto puedo tomarlas como dejarlas. Si la elegí fue porque el último era varón, eso es todo. Y tampoco fui a buscarla al metro de Camden, porque eso sería repetir el modelo, sino que di un rodeo hasta Picccadilly Circus y luego busqué por el Soho, hasta que la vi salir del Regent Palace. Estaba muy sucia. Se le veía la roña del cuello desde la otra acera, pero allí estaba ella, saliendo del hotel como una maldita duquesa o algo así. Por supuesto, se había colado para utilizar los aseos, aunque no me explico cómo pudo burlar el sistema de seguridad. El caso es que dejé que anduviera un poco más antes de darle unos toquecitos en el hombro [...]
ORDEN DEL DÍA 7
Un tipo llamó noche a mi puerta, a las diez en punto. No me preocupó. Cuando uno tiene controlada la situación, no hay nada de que preocuparse. Un vistazo rápido entre los pliegues de la cortina me permitió ver a un hombre bajito de unos cuarenta y cinco años. Estaba demasiado oscuro como para poder figurarme en sus rasgos, pero había algo en su forma d moverse que me decía que se hallaba muy alterado, así que me pareció que lo mejor era no revelar mi posición. Nunca enciendo una luz fuerte por las noches. Mi lámpara de mesa funciona con una bombilla de sesenta vatios, y desde fuera, con las cortinas echadas, no se ve ninguna luz. Lo sé porque lo he comprobado. Hay que comprobar todo siempre, ésa es mi regla de oro. Así pus, me agaché y esperé. Toco el timbre dos veces más, y luego se marchó. No sé quién era ni lo que quería, pero mi instinto me advirtió que podía ser pariente de uno de mis reclutas. Es posible que me equivoque, pero normalmente mi instinto funciona muy bien, por lo que debo tener un especial cuidado en los próximos días.
Y juro que lo tendré.