tag:blogger.com,1999:blog-51142076741460223982024-03-18T02:48:30.726-07:00HOMO SAPIENS SAPIENS=HOMO CREATIVUSTu poder radica en mi miedo, ya no te tengo miedo; por lo tanto tú ya no tienes poder (Séneca)joaquin rabassahttp://www.blogger.com/profile/02489118698514626534noreply@blogger.comBlogger995125tag:blogger.com,1999:blog-5114207674146022398.post-53476344679501388652024-03-16T02:04:00.000-07:002024-03-16T02:04:46.104-07:00Gianni Vattimo (Adiós a la verdad)<p></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhHa_LTUifL8apRoJuAPVsKfHeAsACfXfS426jXzsuqfVv5Iv4EBFFGqR0baW-omSoo98VARaGSHJnGn4j5gMfHF4g_TX9-qbXqr1ZQ7QhcI7apBla-xV8ER2L3AtLK-DPhQYknbP1o2gU0B8xRKt1Zvg-I85CDmqfLFPPQltMG5gcovi0BcrPxRolgSNU7/s626/Gianni-Vattimo_2598950108_16718958_626x472.jpg" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="472" data-original-width="626" height="151" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhHa_LTUifL8apRoJuAPVsKfHeAsACfXfS426jXzsuqfVv5Iv4EBFFGqR0baW-omSoo98VARaGSHJnGn4j5gMfHF4g_TX9-qbXqr1ZQ7QhcI7apBla-xV8ER2L3AtLK-DPhQYknbP1o2gU0B8xRKt1Zvg-I85CDmqfLFPPQltMG5gcovi0BcrPxRolgSNU7/w200-h151/Gianni-Vattimo_2598950108_16718958_626x472.jpg" width="200" /></a></div><div style="text-align: center;"><b><i>Más allá del mito de la verdad objetiva</i></b></div><div style="text-align: center;"> </div><div style="text-align: justify;">[...] La conclusión a la que quiero llegar es que la verdad como absoluta, correspondencia objetiva, entendida como última instancia y valor de base, es un peligro más que un valor. Conduce a la república de los filósofos, los expertos y los técnicos, y, al límite, al Estado ético, que pretende poder decidir cuál es el verdadero bien de los ciudadanos, incluso contra su opinión y sus preferencias. Allí donde la política busca la verdad no puede haber democracia. Sin embargo, si se piensa la verdad en los términos hermenéuticos que muchos filósofos del siglo XX han propuesto, la verdad política deberá buscarse sobre todo en la construcción de un consenso y de una amistad civil que haga posible la verdad también en el sentido descriptivo del término. Las épocas en las que se creyó que la política podía basarse en la verdad fueron épocas de gran cohesión social, de tradiciones compartidas, pero también, en muchos casos, de disciplina autoritaria impuesta desde arriba. Un ejemplo, incluso admirable, es la época barroca: por una parte, un amplio conformismo asegurado por la autoridad absoluta de los reyes y, por otra, un maquiavelismo explícitamente teorizado. La política <span style="font-size: x-small;">«</span>moderna<span style="font-size: x-small;">»</span>, la que hemos heredado de la Europa de los tratados de Wersfalia, en el fondo aún es ésa. Hasta en los casos cada vez más numerosos de corrupción administrativa (aquí pienso en la Italia de <span style="font-size: x-small;">«</span>manos limpias<span style="font-size: x-small;">»</span>), los políticos han reivindicado, en los tribunales, el derecho a mentir (y robar, corromper, etc) en nombre del interés <span style="font-size: x-small;">«</span>general<span style="font-size: x-small;">»</span>. Robaban no para ellos mismos sino para el partido y, por lo tanto, para el funcionamiento de la democracia, que cada vez cuesta más.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Por muchas razones relacionadas con el desarrollo de las comunicaciones, con la prensa y con el propio mercado de la información, la política «moderna» ya no rige. Se hace cada vez más evidente la contradicción entre el valor de la verdad «objetivaba» y la conciencia de que aquello que llamamos realidad es un juego de interpretaciones en conflicto. Tal conflicto no puede ser vencido por la pretensión de llegar a la verdad de las cosas, ya que ésta resultará siempre diferente, hasta tanto no se haya construido un horizonte común, vale decir, el consenso en torno a aquellos criterios implícitos de los que depende toda verificación de proposiciones singulares. Sé bien que ésta no es una solución a la cuestión, sino sólo el planteamiento del problema. Una frase de san Pablo (<i>carta a los efesios</i>, 4 15-16) dice así: «<i>veritatem facientes in caritate»</i>. El griego tiene <i>aletheuontes</i>, que es aún más fuerte. Ésta nos lleva a un salto más allá de la cuestión de la objetividad: ¿qué significa hacer la verdad si ésta fuera la correspondencia del anunciado respecto del «dato»? La alusión a la caridad aquí no está de más. El conflicto de las interpretaciones, del cual la democracia no puede prescindir si no quiere convertirse en dictadura de los expertos, los filósofos, los sabios, los comités centrales, no se supera sólo explicitando los intereses que mueven las diferentes interpretaciones, como si fuera posible hallar una verdad profunda (la primera escena, el trauma infantil, el ser verdadero antes de los enmascaramientos) sobre la cual después todos concordamos. Todo esto, que es el mejor resultado de la <span style="font-size: x-small;">«</span>escuela de la sospecha<span style="font-size: x-small;">»</span>, la <i>pars destruens</i> de la crítica a las pretensiones de verdad absoluta, requiere de un amplio horizonte de amistad civil, de un consenso <span style="font-size: x-small;">«</span>comunitario<span style="font-size: x-small;">»</span>, —por más sospechoso que pueda resultar el término—, que no dependa de lo verdadero y lo falso de los enunciados. </div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Repito: ésta no es la solución al problema, sino sólo un modo de plantearlo de forma explícita, evitando así al menos la hipocresía de la política <span style="font-size: x-small;">«</span>moderna<span style="font-size: x-small;">»</span> que nunca ha puesto en discusión la noción de verdad como correspondencia y, sin embargo, siempre ha admitido que el político puede mentir <span style="font-size: x-small;">«</span>por el bien del Estado<span style="font-size: x-small;">»</span> (o del partido, o de la clase, o de la patria). Esa hipocresía debe ser condenada, no porque admite la mentira violando el valor <span style="font-size: x-small;">«</span>absoluto<span style="font-size: x-small;">»</span> de la verdad como correspondencia, sino porque viola el vínculo social con el otro, podríamos decir que va contra la igualdad y la caridad, o contra la libertad de todos.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Podría observarse que la libertad es también y sobre todo la capacidad de proponer una verdad contraria a la opinión común. Así, por ejemplo, la entiende <a href="https://blogdejoaquinrabassa.blogspot.com/2012/09/hannah-arendt-los-hombres-y-el-terror-y.html">Hanand Arendt</a> en los apuntes de su diario escrito en los mismos años del proceso Eichmann. <span style="font-size: x-small;">«</span>La verdad —escribe Arendt (2002, pág. 531)— no se verifica por medio de una votación. Incluso al verdad fáctica, no sólo la racional, concierne al hombre en su singularidad<span style="font-size: x-small;">»</span>. Sin embargo, en las mismas páginas se encuentra una constante insistencia también en el carácter siempre social de la verdad y en la difidencia que debe reservarse a quien pretende poseerla de modo preciso y estable. <span style="font-size: x-small;">«</span>Quien, en una oposición de opiniones, afirma que posee la verdad, expresa una pretensión de dominación<span style="font-size: x-small;">»</span> (pág. 619). Tal oscilación, que no me parece que nunca se haya llegado a superar del todo en la obra de Arendt, se explica quizá con el hecho de que también para ella la verdad es pensada como reflejo objetivo de datos de hecho. No obstante haber frecuentado el existencialismo, de Jaspers pero también de Heidegger, el tema de la interpretación siguió siéndole en sustancia ajeno. Aquí ahora prefiero una tesis de Ernst Bloch de la primera edición de <i>Geist der Utopie</i> (1918), donde dice que la diferencia entre el loco y el profeta está en la capacidad de este último de fundar una comunidad.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">* <a href="http://blogdejoaquinrabassa.blogspot.com/2012/02/g-vattimo-y-otros-en-torno-la.html" style="text-align: left;">Vattimo, Gianni y otros</a><span style="text-align: left;"> (En torno a la posmodernidad)</span><br style="text-align: left;" /></div><p></p>joaquin rabassahttp://www.blogger.com/profile/02489118698514626534noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-5114207674146022398.post-26606589901605028772024-03-13T01:52:00.000-07:002024-03-13T01:54:18.480-07:00Massimo Recalcati (La noche de Getsemaní)<p></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEghru_5AeRBnaqzmmnZRMrhCm0I8Ti0B-OiSXR86kEc81qTJqcDa6Vdfmy4MiKeXp6WkhW0FKjuw_VsuVZdjW7EShcbBDfIK0a99IkwdwNy1Dz5JATpzJTAIGOmh_r5gj886foLrEEFq-5B8xlAnb7ZADA8igs0NgN8jDZ9NPF7XGr_0r5zdrHqlj5iqFDe/s414/15822184273810.jpg" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="276" data-original-width="414" height="133" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEghru_5AeRBnaqzmmnZRMrhCm0I8Ti0B-OiSXR86kEc81qTJqcDa6Vdfmy4MiKeXp6WkhW0FKjuw_VsuVZdjW7EShcbBDfIK0a99IkwdwNy1Dz5JATpzJTAIGOmh_r5gj886foLrEEFq-5B8xlAnb7ZADA8igs0NgN8jDZ9NPF7XGr_0r5zdrHqlj5iqFDe/w200-h133/15822184273810.jpg" width="200" /></a></div><div style="font-weight: bold; text-align: center;"><b><i> LA TRAICIÓN DE JUDAS</i></b></div><div style="font-weight: bold; text-align: center;"><span style="text-align: justify;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;">¿El trauma de la traición implica siempre una decepción de amor? ¿Una caída de la idealización? Tal vez esperara Judas algo de Jesús que no pertenecía al ser de Jesús. Su amor idealizado no podía tener en cuenta -pues ningún amor idealizado puede hacerlo- la heterogeneidad que desune el ser del Maestro del ser del discípulo y de lo que este espera del Maestro. El enamoramiento idealizador excluye la otredad del Otro, pretende que esa otredad coincida plenamente con la representación narcisista del amado.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">De forma más radical, en la lectura de los Evangelios, Judas se nos aparece como la encarnación del <i>político</i>. Ha estado esperando algo de su maestro, un gesto políticamente nítido, un acto público en favor de su pueblo que no ha llegado. ¿Querría que Jesús respondiera a su solicitud para la liberación de Palestina de la dominación romana? Es indudable que Judas pretende que la predicación de Jesús se alinee políticamente con la defensa de los pobres y los explotados. Hay una escena de los Evangelios que resulta muy elocuente desde este punto de vista. En ella se desvela con toda claridad el deseo de Judas como deseo del <span style="font-size: x-small;"><<</span>político<span style="font-size: x-small;">>></span>. En esta escena, que tiene lugar en la casa de Simón el leproso, en Betania, una mujer le ofrece a Jesús un perfume preciado y muy caro con el que le unge la cabeza. Frente a <span style="font-size: x-small;"><<</span>este despilfarro<span style="font-size: x-small;">>></span> (Mc 14,4), es el mismo Judas Iscariote quien plantea una dura objeción política a Jesús: <span style="font-size: x-small;"><<</span>¿Por qué no se ha vendido este perfume por trescientos denarios y se ha dado a los pobres?<span style="font-size: x-small;">>></span>. (Jn 12,5). ¡Podríamos haber dado de comer a los pobres en lugar de deleitar a nuestro maestro con un bien superfluo!</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">El razonamiento político de Judas sitúa en el centro la dimensión universal de la justicia social. Su exigencia es la de no transigir frente a una necesaria redistribución más justa de la riqueza. Jesús, sin embargo, no parece ser sensible -al menos a los ojos de Judas- a esta solicitud, sino que la defrauda. Está claro que no puede ser él el líder palestino de un movimiento político que reclama justicia social. De ahí la curvatura negativa de la transferencia de Judas hacia su maestro y la inevitable de-suposición del saber: en efecto, mientras que, como explica el psicoanálisis, la transferencia positiva instituye al Maestro como un <span style="font-size: x-small;"><<</span>sujeto supuesto saber<span style="font-size: x-small;">>></span>, la transferencia negativa -la transmisión del amor al odio- tiene como efecto fundamental la caída de la suposición de saber, una de-suposición del saber del Maestro. Jesús ya no sabe lo que hace, ha sido víctima de su fantasma narcisista, ha perdido su brújula ética, se ha dejado desviar, piensa en sí mismo y en su imagen, se deja recubrir de atenciones por parte de una mujer que rocía un perfume precioso sobre su cabeza, llenándolo de lágrimas y de besos, olvidando que su misión es ayudar a los últimos y a los necesitados. Su acción diverge de su palabra, su mirada está cegada, ha perdido su lucidez, ya no es capaz de ver con claridad. Es Jesús, en opinión de Judas, quien ha traicionado la Causa.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">[...] La radicalidad de la crítica política de Judas no ha de ser subestimada de ninguna manera, pero más allá de los contenidos que propone, presenta un vicio de origen: brota tan solo de la herida del amor desilusionado del alumno hacia el maestro. ¿No es acaso, en efecto, a causa de la rabia que siente y que ha provocado en él el <span style="font-size: x-small;"><<</span>despilfarro<span style="font-size: x-small;">>></span> cometido por la mujer de Betania por lo que Judas -el <span style="font-size: x-small;"><<</span>político<span style="font-size: x-small;">>></span>- decide ir, como cuenta Marcos (Mc 14, 10-11), y también Juan a su manera (Jn 12, 1-11), a ver a los principales sacerdotes para entregarles a Jesús, para malvender la vida de su maestro y traicionándolo definitivamente? El amor, como sucede a menudo en las relaciones entre profesor y alumno, se ha convertido en odio. Judas quiere la muerte, la eliminación de quien ha decepcionado su amor. Pero en su transferencia negativa hacia Jesús parece haber olvidado un lado esencial de la predicación de su maestro: el individuo, la persona, el sujeto singular es lo insacrificable que precede -que viene antes- a toda valoración universal; la verdad, en otras palabras, tiene siempre el rostro singular del prójimo y no del genérico de la humanidad o de la pobreza. </div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">El discurso de Jesús en la casa de Betania reafirma esa diferencia entre su palabra y las razones de la política. En él invita con firmeza a quienes lo critican a tomar en consideración el gesto de amor singular de esa mujer, en cómo demuestra saber realmente cuidar de él. Jesús contrapone la dimensión necesariamente universal de la política con la experiencia necesariamente singular de la propia vida y de la propia muerte:</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;"><span> Dejadla. ¿Por qué la molestáis, si ha hecho una obra buena en mí? Porque pobres tendréis siempre con vosotros y podréis hacerles bien cuando queráis, pero a mí no me tendréis siempre (Mc 14,6-7).</span><br /></div><div style="text-align: justify;"><span><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span>La mujer ha hecho todo lo posible para aliviar el dolor y la angustia que van creciendo en Jesús. Su amor es grande y sin límites; su entrega es desinteresada y generosa; sus cuidados son la expresión de su amor por el Maestro. No calcula el coste de sus preciosos ungüentos, no valora la oportunidad de sus gestos. Ama como las mujeres saben amar; su gesto de atención está lejos de ser anónimo, pues consigue que sea particularizado, lo instituye como una auténtica excepción, como un regalo activo. No resulta casual que un hilo común conecte el gesto de esa mujer de Betania que unge con un aceite perfumado y precioso la cabeza de Jesús con el de la viuda que da todo cuanto posee al Templo (Mc 12,41-44). En ambos casos hallamos en primer plano un amor que no conoce límites, que va más allá del cálculo económico y raya en el derroche absoluto, pues sabe, según una bien conocida definición del amor propuesta por Lacan,<span style="font-size: x-small;"> <<</span>dar lo que no se tiene<span style="font-size: x-small;">>></span>. Donando cuanto posee, la viuda ofrece su indefensa carencia, mientras que aquellos que ofrecen solo lo superfluo no viven en absoluto la experiencia de la carencia y, como consecuencia, no saben lo que es el amor. Esa es la razón, pues, por la que el gesto de la mujer de Betania, que Judas, el <span style="font-size: x-small;"><<</span>político<span style="font-size: x-small;">>></span>, ve solo como un simple <span style="font-size: x-small;"><<</span>despilfarro<span style="font-size: x-small;">>></span> de recursos, como un efecto de narcisismo encandilado de Jesús, adquiere el valor único de regalo, de una oferta generosa de sí misma que va más allá del marco estéril del beneficio. El <span style="font-size: x-small;"><<</span>político<span style="font-size: x-small;">>></span>, sin embargo, es incapaz de subordinar sus razones universales al nombre propio del sujeto, como en cambio todo acto de atención y de amor es capaz de hacer. Judas se mantiene firme en sus convicciones: ha sido Jesús el primero en traicionar y debe ser traicionado a su vez para que se haga justicia. </span></div><div style="text-align: justify;"><span><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span>* <a href="https://blogdejoaquinrabassa.blogspot.com/2023/09/massimo-recalcati-reten-el-beso.html" style="text-align: left;">Recalcati, Massimo</a><span style="text-align: left;"> (Retén el beso) Lecciones breves sobre el amor</span><br style="text-align: left;" /></span></div><p></p>joaquin rabassahttp://www.blogger.com/profile/02489118698514626534noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-5114207674146022398.post-72314474198476707612024-03-09T00:56:00.000-08:002024-03-10T01:48:30.124-08:00Norbert Bilbeny (ed.) Robótica, ética y política - El impacto de la superinteligencia en el mundo de las personas<p></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjRLW18H23epHsggMSe1lb8nbX3w37pny1agvMOjGEZVM6VXt97wea7tl8fJnfRxbVL3X3YETrr0af87j016fgDHASFXDwRGjKQEGiOeSyT0_pJ4z8On7h-5d_AGlaYk7JFThgitPyCgSNRYWUBZX5MKghb6QzXixJTgD700YYGyaM6jXMk88xc4zBLGHj8/s4896/Norbert_Bilbeny.jpg" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="4896" data-original-width="3264" height="200" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjRLW18H23epHsggMSe1lb8nbX3w37pny1agvMOjGEZVM6VXt97wea7tl8fJnfRxbVL3X3YETrr0af87j016fgDHASFXDwRGjKQEGiOeSyT0_pJ4z8On7h-5d_AGlaYk7JFThgitPyCgSNRYWUBZX5MKghb6QzXixJTgD700YYGyaM6jXMk88xc4zBLGHj8/w133-h200/Norbert_Bilbeny.jpg" width="133" /></a></div><div style="font-weight: bold; text-align: center;"><b><i>Sobre si el robot comprende</i></b></div><div style="font-weight: bold; text-align: center;"><b><i><br /></i></b></div><div style="text-align: justify;">La inteligencia artificial sobrepasa ya las capacidades de memoria y cálculo de los humanos. Pero en cierto sentido es estúpida: depende de las instrucciones que le demos, esquiva siempre lo raro y es inhábil para afrontar situaciones radicalmente nuevas.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">La inteligencia artificial y sus algoritmos no sienten, no tienen conciencia moral, no comprenden. A su manera, «entienden», tienen entendimiento porque son inteligencia. Pero otra cosa es «comprender». Comprender es más profundo, abarcador y versátil que entender. Gracias a ello podemos formular juicios, y hasta juzgar sobre los propios juicios, como hace la conciencia moral. Un humano sí comprende, y comprende que comprende, y comprende esto último también. ¿Qué robot tiene toda esa facultad de reflexividad? La máquina piensa, y puede llegar a pensar sus pensamientos. Pero ¿pensará sobre el hecho mismo que piensa? ¿juzgará y se juzgará a sí misma? </div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">No estamos pues, en condiciones para sostener que un robot comprende. «Deep Blue», el computador que en 1997 ganó la partida de ajedrez al campeón mundial Garry Kasparov, no debió comprender la zozobra y la decepción de su rival, ni seguramente el significado de su propio triunfo. Kasparov dijo: «Comprendí que la máquina no calculaba, pensaba». Pero la máquina no «comprendía», eso que de ella decía el ajedrecista. Ni siquiera «pensaba», porque hay una enorme diferencia entre calcular y pensar, entre entender y comprender. Comprender, pensar, está lleno de facetas, entre sensitivas, emocionales y conceptuales, que un programa no puede recoger. La idea de esta superioridad es compartida por la mayoría de los creadores de inteligencia artificial. </div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Consideremos, por ejemplo, la relación de la inteligencia artificial con la medicina. Ordenadores, robots y otros dispositivos tienen cada vez mayor protagonismo en el cuidado del mayor de los bienes de las personas: su vida. ¿Hasta qué punto debe mandar la máquina sobre el individuo, en aspectos cruciales de este como la vida, la salud y sus condiciones básicas de existencia? En la medicina no se juegan solo estos elementos físicos. Se implican también la dignidad, libertad y derechos del paciente. En el ámbito de la sanidad, la inteligencia artificial computa datos, sostiene actividades diagnósticas, realiza intervenciones clínicas y permite estrategias de comunicación en red (Fosch-Villaronga, 2020). La telemedicina es una actividad en aumento. Por no hablar, en otro aspecto, de la posible instalación de chips o microscópicos robots en el cerebro que ayuden, por ejemplo, a la sinapsis neuronal. De hecho, la información sobre el genoma y la salud generada por un individuo a lo largo de la vida puede llegar a superar los 1.000 terabytes. El conocimiento y la gestión de todos estos datos han experimentado un cambio radical a raíz de la tecnología digital. </div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Pero, mientras tanto, no se olvide que la tecnología también toma decisiones, de principio a fin, en el proceso del cuidado sanitario de cada persona. Con lo cual es exigible que haya una buena praxis en la programación e instrumentación tecnológicas de este cuidado. Cada paciente es diferente y las enfermedades y su prevención presentan igualmente múltiples variaciones, por ejemplo, en el caso de las consideradas enfermedades minoritarias. Es casi inevitable que un robot no pueda controlar todas estas variables, incluidas las sociales y culturales del paciente, y que un programa deficiente o una mala monitorización del <i>hardware</i> lleguen a perjudicar al enfermo tanto en su estado físico como en sus derechos. Imaginemos asimismo las consecuencias de un ciberataque o de una escasa ciberseguridad en las personas, pero también en todo el sistema sanitario. No podemos, pues, apartar la mirada sobre el robot encargado de nuestra salud, a fin de que no la complique y que la resuelva mejor o por lo menos tan bien como lo haría un sujeto humano preparado y responsable.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Continúan siendo válidas, a nuestro parecer, las tres leyes de conducta del robot según el bioquímico y escritor Isaac Asimov: 1) Un robot no hará nunca daño a un humano; 2) un robot obedecerá siempre a un ser humano, excepto que ello contradiga la primera ley; y 3) un robot protegerá siempre su propia existencia, excepto si contradice la primera y la segunda ley. Permanece abierta a la crítica la fabricación de armas, que se hace ya gracias a la inteligencia artificial, y debería seguir haciéndose dicha crítica. Pero, además, habría que acompañar a esta censura el rechazo de usar la inteligencia artificial como arma. El mismo robot como arma. El soldado robot puede matar a otros robots, pero también a seres humanos, y con eficacia y mortandad superior a como lo haría un humano soldado. Peor que matar borracho o por un ataque de ira, el robot matará fríamente según un programa diseñado para matar. En la película <i>Star wars</i> el robot C3PO despliega ansiedad y dudas, pero ello permanece hoy como un ficción.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">No parece equivocado pensar que en el futuro las armas, grandes o pequeñas, para la guerra o para la defensa personal, serán robots, mucho más baratos y eficaces que la producción, compra y uso de los misiles y armas de fuego actuales. La muerte del enemigo podrá ser a distancia, fácil y anónima, quizá mediante un teléfono <span style="font-size: x-small;">«</span>inteligente<span style="font-size: x-small;">>» </span>o aparato similar. Se estará, pues, a un paso de matar solo con el pensamiento [...]</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;"><div style="text-align: center;"><span style="text-align: justify;"><b><i>Ambivalencia</i></b></span><i style="font-weight: bold;"> del progreso</i></div><div style="text-align: center;"><i style="font-weight: bold;"><br /></i></div><div style="text-align: justify;">Cabe entonces alejarse de la visión utópica del progreso igual que de la visión distópica de este. La visión centrada suele ser la mejor. Cuanto más conocemos a los hombres más admiramos aquella firme propuesta de <a href="https://blogdejoaquinrabassa.blogspot.com/2011/02/aristoteles-poetica.html">Aristóteles</a>: elegir el justo medio. El único extremo que no corre riesgos de equivocarse y hacer daño es el del término medio.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Si pensamos en el progreso tecnológico, el justo medio en nuestra gama de actitudes podría consistir en asumir los siguiente. 1) Pesar que la innovación no es en sí misma ni indiscutible buena ni necesariamente mala. Va a depender de sus fines, sus medios y, en definitiva, de la aplicación de sus resultados. 2) Pesar que la innovación puede hacernos avanzar hacia lo bueno o mejor, pero también hacia lo malo o peor. 3) Pensar que la innovación puede representar, al mismo tiempo, y según el mismo juicio moral, un progreso y un retroceso. En el plano de la ética, no estamos acostumbrados a pensar, ni nos apetece hacerlo, que se pueda avanzar a la vez que se camina hacia atrás. Pero eso es una realidad. Los misiles supersónicos usados en la guerra de Ucrania son un progreso material y un retroceso moral, también de consecuencias materiales [...]</div></div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;"><div style="text-align: center;"><b><i>Conclusión</i></b></div><div style="text-align: center;"><b><i><br /></i></b></div><div style="text-align: justify;">El problema de la relación entre los usos de la inteligencia artificial y la ética no se localiza en el hecho de debatir sobre la conveniencia de las directrices morales. Tampoco en el hecho de ponerse de acuerdo sobre cuáles han de ser dichas pautas y en qué orden de importancia han de constar.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">El verdadero problema, vista la experiencia de ello, estriba en el hecho de respetar en la práctica las regulaciones que nosotros mismos nos hemos dado, y colgado de dicho problema, el de hallar la forma de garantizar este respeto. En otras palabras, lo difícil y costoso no es la <i>assumption</i> de una normativa ética, sino el <i>commitment</i> o compromiso efectivo de ella. Pues no basta con adherirse a la norma, sino que hay que obedecerla, manteniendo una lealtad a las líneas reguladoras de la conducta. </div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Hemos tocado, pues, el aspecto más decisivo de la ética de la inteligencia artificial: la implementación de la regulación moral de la tecnología. Es decir, pasar de los valores abstractos a la aplicación técnica de estos. Lo cual exige: una <i>compliance</i> efectiva, códigos éticos claros y explícitos, comités de ética independientes y eficaces, y, a la postre, la conversión de la regulación ética en una norma legal (Shelton,2003). ¿Quién ha de gobernar la tecnología? Puede ser esta la definitiva pregunta. La respuesta debería ser: <i>todos</i>. En una democracia: el parlamento, el gobierno y los jueces, más el juicio moral de cada ciudadano. </div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">La inteligencia artificial supone, en resumen, un reto de intensidad creciente a la inteligencia natural. El impacto de sus aplicaciones sobre la sociedad y el propio individuo es un hecho evidente e inevitable en todo momento. Sin embargo, la rápida evolución de la ciencia y la tecnología en torno a la inteligencia artificial contrasta con la lentitud con que se desarrollan los hábitos y las creencias (los «valores») de toda época innovadora en el conocimiento (Bilbeny, 1997). Para una mente científica y a la vez sociable, las señales más preocupantes de este desfase se dejan notar progresivamente en el uso social e individual de las tecnologías derivadas de la aplicación de la inteligencia artificial. </div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Es preocupante que este uso se haga muchas veces de forma irresponsable y se vulneren aspectos tan esenciales para la vida social y personal como la libertad y el derecho a la intimidad, o la garantía de la seguridad física y jurídica, elementos necesarios para un desarrollo justo y sostenible, además de eficaz. Es obvio que la inteligencia artificial por sí misma no resolverá el problema, porque ni siquiera puede planteárselo: es un problema filosófico. Depende de nuestra inteligencia natural y de su poder y deber de reflexión sobre las consecuencias presentes o futuras de cualquier forma de actividad que dependa del ser humano. Y todo depende de las ideas y las órdenes de este.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Por lo expuesto hasta aquí, conviene sin demora formalizar y poner en activo un foro científico y humanístico para dilucidar y fijar los requisitos éticos y jurídicos fundamentales pata un uso responsable de los programas y las aplicaciones de la inteligencia artificial. Se trata de intentar el establecimiento de unas normas universales, interculturales y jurídicamente vinculantes que impidan la creación de un mundo inseguro e infeliz por medio de objetivos que deberían haber sido evitados. </div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;"><div style="text-align: left;">* <a href="http://blogdejoaquinrabassa.blogspot.com.es/2015/03/norbert-bilbeny-la-justicia-como_14.html">Bilbeny, Norbert </a>(La justicia como cuidado de la existencia)<br />* <a href="http://blogdejoaquinrabassa.blogspot.com.es/2016/02/norbert-bilbeny-la-vida-avanza-en.html">Bilbeny, Norbert</a> (La vida avanza en espiral) Conversaciones sobre...</div><div style="text-align: left;">* <a href="https://blogdejoaquinrabassa.blogspot.com/2022/10/norbert-bilbeny-moral-barroca-pasado-y.html">Bilbeny, Norbert</a> (Moral barroca) Pasado y presente de una gran soledad</div><div style="text-align: left;"><br /></div></div></div><p></p>joaquin rabassahttp://www.blogger.com/profile/02489118698514626534noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-5114207674146022398.post-91889307162689510302024-02-24T04:13:00.000-08:002024-02-24T04:13:52.900-08:00Susan Neiman (Izquierda no es woke)<p></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi0uzFuRZi5tbGlh9z7EK-MQmOE5MupDwExVdg6D8D9N0DqnzhMYMZDCSnAnfviKnWwtFSlziw9gHqAcYkNIMk08KCpIhMPB_I3g7MfGyd0tNSTMtZ72IDdCxPK17ZiFqZTum6I501m6tY5JC1vWhU3siiZVM7IRDYHMM6LyRoKuA-9hoejG99REwu-Xce5/s2816/Susan_Neiman_B2015-02.jpg" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="2816" data-original-width="2253" height="200" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi0uzFuRZi5tbGlh9z7EK-MQmOE5MupDwExVdg6D8D9N0DqnzhMYMZDCSnAnfviKnWwtFSlziw9gHqAcYkNIMk08KCpIhMPB_I3g7MfGyd0tNSTMtZ72IDdCxPK17ZiFqZTum6I501m6tY5JC1vWhU3siiZVM7IRDYHMM6LyRoKuA-9hoejG99REwu-Xce5/w160-h200/Susan_Neiman_B2015-02.jpg" width="160" /></a></div><div style="font-weight: bold; text-align: center;"><b><i> Justicia y poder</i></b></div><div style="font-weight: bold; text-align: center;"><b><i><br /></i></b></div><div style="text-align: justify;">[...] El propio Hitler utilizó el genocidio de los pueblos nativos y el robo de sus tierras por parte de los estadounidenses europeos para justificar su esperanza de extender el <i>Lebensraum</i> alemán hasta Vladivostok. Otros nazis también recurrieron a lo mismo cuando respondieron a las protestas de Estados Unidos contra las Leyes de Núremberg publicando fotografías de estadounidenses linchando a personas negras, con las que venían a decir: ocupaos de vuestros asuntos en materia de raza antes de sermonearnos a nosotros sobre los nuestros. Ni Hitler ni los abogados nazis que se basaron en la ley racista estadounidense estaban equivocados. Reino Unido y Estados Unidos a menudo estuvieron implicados en violentas prácticas racistas y coloniales contrarias a su retórica democrática liberal. Pero la utilización de tales ejemplos por parte de los nazis no obedecía en realidad a un intento de desenmascararlos, y mucho menos de contribuir a su liberación. Como lo que hace Vladimir Putin hoy, su único interés radica en la cuestión: si las nobles tierras de la libertad participan del robo y del terror, ¿acaso no podemos nosotros hacer lo mismo? Schmitt evitaba responder a la sencilla pregunta: «¿Dos cosas incorrectas suman una correcta» argumentando que, en una historia mundial saturada de violencia, conceptos como lo incorrecto y lo correcto desaparecen. Ambos no son más que mera retórica utilizada con el fin de disfrazar la única fuerza que existe: el poder. Resulta significativo que, aunque la deconstrucción de las democracias liberales que Schmitt llevó a cabo tenía como objetivo a los enemigos del Tercer Reich, los nazis apenas dieron voz a sus teorías políticas. Incluso contando con el reclutamiento universal, es difícil convencer a diecinueve millones de hombres para que arriesguen sus vidas por lo que no es más que una lucha eterna por el poder, sin ningún contenido moral. Schmitt fue el principal teórico legal del Tercer Reich, pero no su principal propagandista. Los llamamientos a defender su patria de los salvajes bolcheviques mantuvieron a muchos más alemanas en el campo de batalla. </div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Hoy en día cualquiera que quiera ser eficaz en la política debe entender las relaciones de poder concretas, así como las declaraciones normativas. Este breve libro no aportará nada a los muchos debates sobre cómo equilibrarlas. Pero no se puede mantener un compromiso con la justicia mientras se sospeche que, después de todo, Trasímaco tenía razón. Pues el concepto de «derechos humanos» puede ser controvertido, pero, sean lo que sean, estos resultan reivindicaciones dirigidas a frenar las meras demandas de poder. Señalan que el poder no es solo el privilegio de la persona más fuerte del barrio, sino que exige justificación. Recordemos el momento histórico en el que surge la reivindicación de los derechos humanos: era impensable que los campesinos y los príncipes pudieran estar en pie de igualdad en ninguna parte, ni sobre ningún tema. Si el campesino se hacía con un ciervo del príncipe, podían ahorcarlo. Si el príncipe se llevaba a la hija del campesino, había que aceptar que el mundo era así. La doctrina del derecho divino de los reyes no era tanto una doctrina como una afirmación del poder de Dios y de su capacidad para transferir ese poder a sus representadas y a los descendientes de estos. También cabe recordar aquí el contexto teológico en el que nació la teoría del derecho divino. Millones de europeos se mataban entre sí en guerras teológicas. Los conflictos más enconados se hallaban relacionados con la naturaleza de Dios; ¿estaba su poder delimitado por su bondad, o podía hacer lo que le diera la gana? Los calvinistas sostenían que el poder de Dios era absoluto; si Dios mandaba a millones de niños al fuego eterno del infierno, ¿quién éramos nosotros para cuestionarlo? Donde reinaba esta idea de Dios, no era fácil poner restricciones al poder de los soberanos terrenales. </div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Con frecuencia se ha hecho mal uso de las reivindicaciones universalistas de justicia dirigidas a restringir las simples afirmaciones de poder, desde las revoluciones estadounidense y francesa que las proclamaron por primera vez hasta el día de hoy. Carl Schmitt no estaba equivocado en eso. Él llegó a la conclusión de que las apropiaciones de poder sin más adornos como las que hicieron los nazis no solamente eran legales, sino también legítimas. Puede pensarse que no hay nada que hacer al respecto. O bien ponerse a trabajar para reducir la distancia que separa los ideales de justicia de las realidades del poder.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Si bien <a href="https://blogdejoaquinrabassa.blogspot.com/2015/04/michel-foucault-estrategias-de-poder.html">Foucault</a> tal vez aportara algo a nuestra forma de entender el poder en el mundo moderno, mi argumento es que ni él ni Schmitt promovieron una nueva visión sobre las relaciones entre justicia y poder. En su formulación más simple, sus opiniones se remontan a los sofistas: las reclamaciones de justicia se despliegan para disfrazar intereses impulsados por el poder. Es un retroceso a un mundo en el que la fuerza «o, para el caso, el poder— determina lo correcto, lo cual equivale a no tener ningún concepto de lo correcto en absoluto. Debido a que las demandas de justicia se han utilizado con frecuencia para ocultar tomas de poder, la línea entre poder y justicia se ignora cada vez más. Dadas dos explicaciones igualmente creíbles de la conducta humana, nos inclinamos a converger con la peor. Cuanto más te hayan mentido, más fácil es sospechar que detrás de todo lo que te dicen hay manipulación. Las consecuencias del imperialismo británico y la hegemonía estadounidenses siguen aún lo bastante presentes para que la crítica de Schmitt suene verdadera. En la actualidad, la mayoría asume que promover los propios intereses <i>über alles</i> («por encima de todo») y disfrazarlos con una retórica moral simplemente está en la naturaleza humana. </div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Si se pide un argumento, se obtiene la historia por respuesta. Y a la historia no le faltan ejemplos de luchas de poder envueltas en elegantes ropajes. Foucault y Schmitt muestran cuántos de estos ropajes son ilusorios. Pero incluso todo un regimiento de emperadores desnudos solamente serviría como muestra de sus desalentadoras afirmaciones sobre la naturaleza humana y sus posibilidades; en ningún caso constituirían una prueba. </div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">[...] Entonces apareció la psicología evolutiva, que no aparentaba limitarse a ser una filosofía más. Parecía ciencia pura, y pretendía penetrar en la esencia de nuestros prealfabetizados ancestros cazadores y recolectores, demasiado primitivos para formular racionalizaciones que describieran su conducta, o al menos para ponerlas por escrito. A partir de estas indemostrables especulaciones sobre lo que (tal vez) habría llevado a los eres humanos a actuar (en ese entorno), los psicólogos evolutivos concluyeron que toda conducta humana está impulsada por el interés en maximizar nuestras posibilidades de reproducción: cualquiera que hacemos está motivada por el deseo de perpetuarnos.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">La historiadora de la ciencia Erika Milam nos enseña que esa teoría fue en su origen considerada un avance respecto a las principales teorías evolutivas de décadas anteriores. Los científicos sociales no habían conseguido explicar la violencia humana durante la Guerra Fría, lo que llevó a algunos investigadores a acudir a la biología. Estos presentaron lo que se conoció como «teoría del simio asesino», que sostenía que los humanos se distinguen de otros primates por una mayor tendencia a la agresión, y que esta es la fuerza motriz que impulsó la evolución humana. Dicha visión se popularizó a través varios de gran éxito, así como películas de Hollywood, pero pronto empezó a recibir críticas debido a su falta de pruebas. Edward O. Wilson, el padre fundador de la sociobiología, dio la vuelta a la premisa en la que se basaba la teoría del simio asesino. Si sus defensores se preguntaban cómo las criaturas evolucionaron desde un pasado relativamente pacífico hasta la violencia universalizada de la historia reciente, los sociobiólogos comenzaron por aceptar sus conclusiones y asumir que los seres humanos siempre habían sido agresivos y competitivos. </div><p></p>joaquin rabassahttp://www.blogger.com/profile/02489118698514626534noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-5114207674146022398.post-52119369718270122272024-02-17T02:33:00.000-08:002024-02-17T04:19:42.076-08:00Wendy Brown (Tiempos nihilistas)<p></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi-R65CcyDIiG06XLgTXWp6J9jzU_QoJuz6MKkev0PdcwEyrHEQFCav17_gnCLb22AGX20uU3OLHa6rALvLIKwiXGzWQu5KhOtNaD06hdK8Rvwkbvk_VK_dTkGcdFgUDdytqdb76mlWQCY87JtQ12FO4b-EV7xJfLhgEY75Q9mecn8WqXZ540CtVA1cjqNe/s930/WENDY-BIO.jpg" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="930" data-original-width="900" height="200" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi-R65CcyDIiG06XLgTXWp6J9jzU_QoJuz6MKkev0PdcwEyrHEQFCav17_gnCLb22AGX20uU3OLHa6rALvLIKwiXGzWQu5KhOtNaD06hdK8Rvwkbvk_VK_dTkGcdFgUDdytqdb76mlWQCY87JtQ12FO4b-EV7xJfLhgEY75Q9mecn8WqXZ540CtVA1cjqNe/w194-h200/WENDY-BIO.jpg" width="194" /></a></div><div style="font-weight: bold; text-align: center;"><b><i> Resistiendo la polarización</i></b></div><div style="font-weight: bold; text-align: center;"><b><i><br /></i></b></div><div style="text-align: justify;">[...] Tal es la situación a la que <a href="https://blogdejoaquinrabassa.blogspot.com/2018/11/max-weber-la-politica-como-profesion.html">Weber</a> cree que nos enfrentamos, una consecuencia del destronamiento de la autoridad religiosa y de los misterios de la naturaleza por la ciencia. Esta no puede reemplazar los relatos religiosos y teológicos del orden y el sentido que destruye. El intento de hacerlo, más que meramente equivocado, es en sí mismo un peligro efecto nihilista: los vacíos que se abren en un mundo radicalmente desacralizado crean una demanda, dice Weber, de profetas y demagogos por doquier, y de ideas que emocionen e inciten. Las fuerzas que pertenecen al ámbito eclesiástico y político pasan a formar parte de la fuerza destructiva del nihilismo, en la que, tal y como Weber formula, los «valores últimos y más sublimes han desaparecido de la vida pública», y la teología, con su ineludible «supuesto de que el mundo ha de tener un sentido», está acabada. Esta fuerza nihilista y las exigencias que surgen de ella son una parte importante de lo que Weber aborda en esta conferencia.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Sin embargo, a Weber no solo le preocupan estas fuerzas histórico-mundiales, sino también las actitudes que se profesan hacia ellas y los malentendidos que suscitan. En la <i>ciencia como vocación</i> y en sus ensayos anteriores sobre el método, a partir de los cuales se construye gran parte del argumento de la conferencia. Weber está en guerra. Está en guerra contra <a href="https://blogdejoaquinrabassa.blogspot.com/2010/10/carl-marx-el-capital.html">Marx</a> y <a href="https://blogdejoaquinrabassa.blogspot.com/2014/07/friedrich-nietzsche-la-gaya-ciencia.html">Nietzsche</a> por el alma de las ciencias sociales, impugnando lo que considera la falsa ciencia llena de normas de Marx y la anticiencia de Nietzsche. Está en guerra con los románticos que fetichizan lo irracional y hacen de la vida cotidiana o la «autenticidad» una nueva religión. Está en guerra con colegas que promueven el nacionalismo alemán desde sus podios académicos, con colegas positivistas del valor y colegas sindicalistas. Los nacionalistas convierten la universidad en «un seminario sacerdotal, solo que sin poder conferir la dignidad religiosa propia de este». Los positivistas cometen un error fundamental rechazando el dictado kantiano de someterlo todo al escrutinio crítico, eludiendo la dimensión interpretativa de la comprensión de la acción y de los valores y cosificano las coordenadas y normas del presente. Los sindicalistas desdeñan la objetividad y explotan el poder del podio académico en el marco manifiestamente desigual de las aulas. Weber está en guerra con los que creen que la verdad reside en equilibrar o alcanzar un compromiso entre dos puntos de vista opuestos, una técnica apropiada para la política pero no para la ciencia, ya que cuando se infiltra en esta última, relativiza la facticidad y trivaliza del visiones últimas del mundo, ambas expresiones del nihilismo. Está en guerra contra quienes someten la diversidad de puntos de vista a la competencia, una técnica propia de los mercados pero no de la ciencia, y que cuando se infiltra en ella no hace sino indicar la invasión de la universidad por los valores mercantiles. Está en guerra con quienes pretenden que «los hechos hablan por sí mismos», cuando los hechos no hablan en absoluto y, probadamente, esto solo signifique que se están ignorando estratégicamente tanto cuestiones de interpretación como «hechos incómodos», maniobras que también traen a las aulas trucos retóricos propios del debate político. Esta en guerra con quienes creen haber logrado la neutralidad estructurando sus formulaciones históricas o sociológicas en la <i>realpolitik</i>, con la adaptación darwiniana o con las metanarrativas del progreso, cuando cada una de ellas es un resto teológico sin fundamento y por ello inadecuado para la objetividad académica. Está en guerra con los economistas que creen que su ciencia establece la supremacía normativa del capitalismo cuando en realidad no puede hacer más que describir sus mecanismos y dinámicas. Está en guerra con los filósofos y teóricos que creen que pueden evaluar, por no hablar de certificar, la validez de las normas, en lugar de limitarse a analizar sus predicados, lógicas y implicaciones. Y está en guerra con los que creen en la razón trascendental, pues no reconocen ni la ineludibilidad de la hermenéutica ni los distintos modos de racionalidad dentro de los cuales siempre hay irracionalidades. </div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Weber está en guerra, pero sabe que sus enemigos no son ni inquebrantables ni intemporales. Entiende, más bien, que la mayor parte de lo que está combatiendo son efectos de las condiciones políticas, epistemológicas y existenciales de su tiempo. Considera que en su época político-moral el valor prolifera y se abarata, a la vez que se va vaciando; una época en la que los juicios de valor se reducen con frecuencia a cuestiones de gusto, en la que aparecen falsos profetas en ausencia de verdaderos, en la que se venera la personalidad en lugar de la integridad y la honestidad y en la que se promulga la libertad como una autorización dentro de órdenes de dominación sin precedentes. En una época que él describió célebremente como la de los «gozantes desprovistos de corazón» y los «especialistas desprovistos de espiritualidad», ni el sentimiento ni el intelecto están a salvo de la racionalización que nos convierte simultáneamente en engranajes de maquinarias económicas e individualistas superficiales. La verdad se ha separado y del valor para residir únicamente en los hechos. Los hechos, a su vez, son infinitos en número y siempre interpretados, una realidad tan humillante como desalentadora que, cuando no se acepta, produce en el ámbito del conocimiento una reacción en forma de polémica, positivismo, sectarismo y milenarismo. El progreso ya no promete el continuo desarrollo de la felicidad, la paz o la verdad; se limita a avances en el conocimiento y en las técnicas que, paradójicamente, generan condiciones para una mayor dominación en lugar de una mayor libertad. A medida que las maquinarias organizativas, tecnológicas, económicas y políticas construidas a partir de estos avances escapan al control humano, se convierten en fuerzas de poder sin derecho que dejan su marca en el mundo. La ruptura de los límites es también un síntoma clave de la época. Nada permanece en su lugar porque, en ausencia de una guía moral y de los principios organizativos garantizados por la tradición, el propio espacio pierde sus coordenadas naturalizadas y su valor. En el ámbito del conocimiento, la mezcla incesante de lo que Weber denomina repetidamente las prácticas «absolutamente heterogéneas» —sobre todo el análisis de los hechos y los juicios de valor que se hacen sobre ellos— degrada cada una de esas prácticas, intensificando el desprecio cínico por los hechos y la verdad al igual que la responsabilidad y los valores. Así, cuando se corroen las fronteras entre la predicación y la enseñanza, entre el entretenimiento y la información o entre la personalidad y la política, crece y se ramifica el nihilismo. La profundidad, la sobriedad, la conciencia histórica y el cuidado de las almas y del mundo dan paso a la superficialidad, la instrumentalización, la excitabilidad, la gratificación personal y el presentismo. </div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Weber responde a esta crisis, y a la espiral de confusión y mezcla de elementos que fomenta, estableciendo la célebre distinción de opuestos y una higiene epistemológica y ontológica destinada a distinguir y aislar estos opuestos entre sí. Se trata del binarismo, ya familiar, entre la política y el conocimiento, el aula y la plaza pública, el hecho y el valor, las afirmaciones empíricas y teóricas, las descripciones positivas y los juicios normativos. Al trazar y aplicar estas distinciones, es el mundo mismo, y no solo el método, lo que está para Weber en juego. Si el relativo organicismo de épocas anteriores ha dado paso a la fragmentación y la especialización en el era del capitalismo, o la burocracia y el secularismo, es entonces el orden, anteriormente asegurado por la jerarquía y la autoridad, el que ha dado paso a una vida escindida por la concatenación de valores y dominada por «maquinarias inanimadas». Con el organicismo y la autoridad en retroceso, lo único que queda en pie para asegurar el orden son organizaciones fuertemente impuestas. A pesar de la sensibilidad de Weber hacia lo que él llama el «caos de conexiones de pensamiento y sentimientos de toda índole» y en cualquier época o régimen ideológico, y a pesar de su advertencia a los eruditos para que eviten confundir conceptos y tipologías con la realidad, la superación del nihilismo en la esfera intelectual que propone Weber depende de estrictas distinciones epistemológicas y antológicas. Antes que para establecer pulcritud conceptual, estas distinciones sirven como guardianas. </div><p></p>joaquin rabassahttp://www.blogger.com/profile/02489118698514626534noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-5114207674146022398.post-80357050494482004042024-02-10T00:48:00.000-08:002024-02-10T00:48:49.455-08:00Robert D. Kaplan (La mentalidad trágica) Sobres el miedo, el destino y la pesada carga del poder <p></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiKvwR7LOu_-dci_AgzaFyHfu9hFnFx9cvgBaNZe1ruyQaC3p0xPKKx_UCK9XBXRMj9QmR_J22no4FQihfjvIlyekgxrzcWDxOJ9WxJgGkhLL_r1-yF9zvM-v2z9ng7eDWTbXCP7Ue3sx9Q-3B-QB3XALv63Q3LgiR93UQDsnRvLE-Com1nbtsMHjbsBWHh/s2048/RobertDKaplan_3000x3000-2048x2048.jpg" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="2048" data-original-width="2048" height="200" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiKvwR7LOu_-dci_AgzaFyHfu9hFnFx9cvgBaNZe1ruyQaC3p0xPKKx_UCK9XBXRMj9QmR_J22no4FQihfjvIlyekgxrzcWDxOJ9WxJgGkhLL_r1-yF9zvM-v2z9ng7eDWTbXCP7Ue3sx9Q-3B-QB3XALv63Q3LgiR93UQDsnRvLE-Com1nbtsMHjbsBWHh/w200-h200/RobertDKaplan_3000x3000-2048x2048.jpg" width="200" /></a></div><div style="text-align: center;"><b>EL ORDEN: LA NECESIDAD MÁXIMA</b></div><div style="text-align: center;"><br /></div><div style="text-align: justify;">[...] Según George Steiner, <a href="https://blogdejoaquinrabassa.blogspot.com/2010/09/johann-w-v-goethe-poesia-y-verdad.html">Goethe</a> <span style="font-size: x-small;">«</span>detestaba el desorden<span style="font-size: x-small;">»</span> y <span style="font-size: x-small;">«</span>prefería la injusticia<span style="font-size: x-small;">»</span> porque <span style="font-size: x-small;">«</span>la injusticia es momentánea y reparable en tanto que el desorden destruye las mismas posibilidades de progreso humano<span style="font-size: x-small;">»</span>. Después de todo, añadía Steiner, <span style="font-size: x-small;">«</span>basta un Hamlet para condenar un estado de putrefacción<span style="font-size: x-small;">»</span>. Eso es lo que tratan de ser los intelectuales y los periodistas que arremeten indignados contra las imperfecciones de hasta el más democrático de los Estados democráticos. Y esa indignación es la que protege a las democracias de no caer en la represión en su interior, pese a las concesiones morales que deben realizar en sus relaciones exteriores y que tan pocas simpatías despiertan entre esos mismos intelectuales. El problema, como ese astuto observador de la condición humana que fue Anthony Trollope comprendió en <i>Phineas Finn</i>, es que <span style="font-size: x-small;">«</span>protestar contra todos los males habidos<span style="font-size: x-small;">»</span> mientras se está libre de responsabilidades administrativas es una situación muy cómoda. Nos pone siempre del lado de la justicia sin necesidad de tomar decisiones difíciles, de manera que nos permite abordar la moral como si de un absoluto inflexible se tratara.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;"><a href="https://blogdejoaquinrabassa.blogspot.com/2011/08/albert-camus-el-hombre-rebelde.html">Albert Camus</a> fue una excepción. Él valoraba el orden. En uno de sus más grandes libros, <i>El hombre rebelde</i>, escribió que un<span style="font-size: x-small;"> «</span>movimiento de rebeldía aparece [...] como una reivindicación de claridad y de unidad. La rebeldía más elemental expresa, paradójicamente, la aspiración al orden<span style="font-size: x-small;">»</span>. Además <span style="font-size: x-small;">«</span>derribado el trono de Dios, el hombre en rebeldía reconocerá que aquella justicia, aquel orden, aquella unidad que buscaba en vano en su condición, ahora le incumbe crearlos con sus propias manos y, de este modo, justificar la caducidad divina<span style="font-size: x-small;">»</span>. Por sí solo, el derrocamiento de reyes y tiranos no siempre justifica moralmente al rebelde. Derribar una asfixiante dictadura en Oriente Medio no es en sí mismo un acto moral, al menos que se haya desarrollado ya de antemano un plan para instaurar el orden antiguo con otro nuevo que sea más justo o, cuando menos, más benigno. El comunismo se demostró ilegítimo en última instancia porque se esperaba que, tras declarar muerto el orden capitalista, la nueva ideología promoviera y desarrollara su propio universo moral, lo que es evidente que no hizo. En este sentido, la filosofía de Camus se alinea con el arte de gobernar tradicional y se contrapone a la de aquellos intelectuales que suelen hacer una exaltación narcisista de la revuelta, desvinculada del posterior restablecimiento del orden. </div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Las tiranías no gobiernan en el vacío. Suelen hacerlo, más bien, a partir de la base de cierto apoyo popular. Esta es una realidad más ajena a la experiencia estadounidense que a la de Camus. Lo que a este le preocupa de verdad es que la rebelión pueda desembocar en tiranías peores aún que las que ya hay. Y, sin embargo, como él mismo admitía también, desde que Prometeo se rebeló contra Zeus en los desiertos de Escitia, la revuelta ha sido una característica distintivamente humana. Está integrada en nuestra condición desde el mismo momento en que existieron las primeras personas esclavas. Los regímenes decadentes y viperinos que se derrocaron en Túnez y Egipto en los comienzos de la Primavera Árabe, caracterizados por obscenos cultos a la personalidad sin apenas esperanza de reforma, despojaban a las personas de su dignidad y, en consecuencia, hacían que se sintieran esclavas. Cada cartel gigante del líder era como un mensaje dirigido a sus súbditos en que les decía que no eran nada. Pero, aunque la rebelión contra la tiranía es natural, erigir un orden nuevo no lo es. El orden no es algo que debamos dar nunca por descontado. Camus dedicó un libro entero a esa constatación. </div><div style="text-align: center;">__________________________________________________</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: center;"><b>SOLO LOS VIEJOS Y LOS CIEGOS ESTÁN EN POSESIÓN DE LA VERDAD</b></div><div style="text-align: center;"><b><br /></b></div><div style="text-align: justify;">[...] Cuando una persona llega a la vejez, ya sabe lo que son la decepción y la desilusión, y, por consiguiente, es más probable que encontremos sabiduría en el viejo que en el joven. Se trata de conocerse a uno mismo y su mundo. Recordemos las palabras de otro ruso próximo en espíritu a los antiguos griegos, Alexandr Solzhenitsyn: «Las tribus con un culto a los ancestros han perdurado siglos. Ninguna tribu sobrevivirá mucho tiempo con un culto a los jóvenes<span style="font-size: x-small;">»</span>. Por eso, los chinos del siglo XXI, beneficiados todavía por los restos de la cultura confuciana oriental y su respeto a la jerarquía y a los mayores, tienen ventaja sobre el Occidente posmoderno, que, con su obsesión narcisista por la juventud, ha dejado de ser descendiente espiritual de los antiguos griegos, originadores de la civilización occidental.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">[...] Nadie es más sabio que quienes han sufrido alguna gran catástrofe, entre las que cabe incluir la humillación pública. Los decisores políticos que han fracasado estrepitosamente pueden ser, pues, más genuinamente interesantes —es decir, más hondamente reflexivos sobre sus propias vidas— que quienes, de momento, solo han conocido el éxito. </div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">[...] Maduramos con los errores. Los errores nos ayudan a ser más temerosos de lo que está por venir. La sabiduría verdadera no es un don envidiable, ni muchos menos.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Tal como Sófocles escribió al final de <i>Edipo Rey</i>, </div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">ningún mortal puede considerar a nadie feliz con la mira puesta en el último días hasta que llegue al término de su vida sin haber sufrido nada doloroso.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Y este vuelve a ser Sófocles, ahora en <i>Áyax</i>:</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">[N]nuca digas tú mismo una palabra arrogante contra los dioses ni te vanaglories si estás por encima del alguien o por la fuerza o por la importancia de tus riquezas. Que un solo día abate y, otra vez, eleva todas las cosas de los hombres. Los dioses aman a los prudentes [...].</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">En definitiva, nunca oses decir de un hombre que es afortunado si no se ha muerto todavía. Ese es el famoso consejo que Solón ofrece al acaudalado rey Creso de Lidia, quien terminará conociendo de primera mano la amarga verdad de dicha profecía. El miedo constante a lo que puede aguardarnos a la vuelta de la esquina es la piedra angular de la humildad; reduce el riesgo de catástrofes. El miedo nos permite reconocer que rara vez tenemos que escoger entre el bien y el mal; eso sería demasiado fácil. Las decisiones cruciales son, por su propia naturaleza, decisiones difíciles y suelen obligarnos a escoger un bien a costa de otro (o un mal en vez de otro). En el miedo está la seguridad. El crítico literario Lionel Trilling dijo una vez sobre el poeta Robert Frost que, como Sófocles, Frost era muy estimado porque <span style="font-size: x-small;">«</span>sabía dejar en claro las cosas terribles<span style="font-size: x-small;">»</span> y, con ello, procuraba consuelo a quienes lo leían. </div><p></p>joaquin rabassahttp://www.blogger.com/profile/02489118698514626534noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-5114207674146022398.post-59764248182257674682024-02-03T11:13:00.000-08:002024-02-03T11:18:07.168-08:00Capitán Bitcoin (Disidencia activa) Manual contra la dictadura progre<p></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgt6_eYI-s7n6hqyYylpwbErGa4z8UrKtRg1F8CraoR9o8wcy_UmXg9Segn3Y76eDuJJxycQ7XjRcWfXOGn3zX1QNkoXPIqZuUb3X0QTVCQpM_GFQluNDpRSYDygc7xtoyItBZuqLRXRpUVBiGqz3wr_zQKCK-QbPL9ME_pT5vSrmyt88UlMg7gLNEzpPuq/s450/bu2s63ahlgakj9ajifgdqbl121._SX450_CR0,0,450,450_.jpg" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="450" data-original-width="450" height="200" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgt6_eYI-s7n6hqyYylpwbErGa4z8UrKtRg1F8CraoR9o8wcy_UmXg9Segn3Y76eDuJJxycQ7XjRcWfXOGn3zX1QNkoXPIqZuUb3X0QTVCQpM_GFQluNDpRSYDygc7xtoyItBZuqLRXRpUVBiGqz3wr_zQKCK-QbPL9ME_pT5vSrmyt88UlMg7gLNEzpPuq/w200-h200/bu2s63ahlgakj9ajifgdqbl121._SX450_CR0,0,450,450_.jpg" width="200" /></a></div><div style="font-weight: bold; text-align: center;"><b><i><span style="font-size: medium;"> a) Contenido de la Agenda 2030</span></i></b></div><div style="font-weight: bold; text-align: center;"><b><i><span style="font-size: medium;"><br /></span></i></b></div><div style="text-align: center;"><span>"Un impuesto a los ricos del 6% no es suficiente, ¿qué tal un 90%?"</span></div><div style="text-align: center;"><b>—THOMAS PIKETTY</b></div><div style="text-align: center;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Pasemos a desgranar ahora su contenido, a analizar la motivación de la nueva agenda global de las élites, a tratar de concretar como resolverá las previsibles resistencias a su ejecución, y pensemos en como protegernos a nivel individual y como sociedad.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Las élites, así como en otras épocas de la historia no hubieran compartido nunca sus planes de una forma tan clara, esta vez han puesto a disposición de la masa el futuro que tienen pensado para ella. Tal es su control sobre ella o tan débil es la capacidad crítica y de reacción de las poblaciones. Para entender este futuro nada mejor que acercarnos al corto video que publicó el Foro de Davos y que expone en síntesis lo que pretende la Agenda. Pasemos a desgranar sus ideas clave.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">En primer lugar se nos habla en su propaganda de que no poseeremos nada y seremos felices. Así pues, los impuestos de todo tipo es previsible que aumenten todavía más. Las confiscaciones en beneficio del colectivo se facilitarán y los impuestos al trabajo, a la propiedad y a las sucesiones que puedan dejar los padres a sus hijos serán devorados por los Estados. Dado que la propiedad privada sufrirá un maltrato de este nivel, el número de personas en alquiler aumentará notablemente. Ya no tendremos, alquilaremos, y esto no será impedimento para que seamos felices. Ya te puedes imaginar la profundización en el grado de ingeniería social que hará falta para ello.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">En segundo lugar, se nos adelanta que el papel protagonista y líder de EEUU pasará a segundo plano. Dejará de ser la potencia que salvaguarde los valores que exporta Occidente al resto del mundo, y en su lugar este espacio lo ocupará "un conjunto de naciones" que no llega a precisar. Entendemos que China estará entre ellas sin lugar a dudas, dado su papel activo e implicación en la ruta planificadora global.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">En tercer lugar se dice que ya no necesitaremos consumir tanta carne como actualmente. Esto lo haremos ahora de forma mucho más esporádica para no acabar con el planeta Tierra. Nos impondrán un vegetarismo flexible con la proteína animal como alimento secundario o con sucedáneos variopintos. Lo justifican diciendo que esto es mucho mejor para nuestra salud (algún estudio, quizá subvencionado por ellos mismos, dirá que la carne roja es mala), y, como no, por la salud del planeta y el bien común, debemos dejar de consumirla.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">En cuarto lugar se nos adelanta que se avecina un movimiento inmigratorio masivo que desplazará de los lugares menos desarrollados a Occidente a más de 1.000 millones de personas. Este movimiento de personas con una cultura tan diferente a nuestra visión de como deben ser las relaciones humanas y la sociedad, nos augura un cambio importante en nuestras naciones. Quizás hasta niveles imposibles de imaginar a día de hoy en la tranquilidad de nuestros hogares. Recordemos de nuevo al Imperio Romano y la invasión bárbara que sufrió.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">En quinto lugar nos anuncian cambios económicos de enorme trascendencia (del petróleo a las renovables). Las teorías climáticas se impondrán, alcanzando con toda seguridad un estatus de religión incuestionable, y la tesis de que el hombre es el culpable de toda variación o desastre natural estará asegurada. Cuestionar el dogma será motivo de conflicto y de estigma social (ya emplean para conseguirlo el término "negacionista", equiparando a los que dudan como los insensatos que negaban el exterminio de los nazis y los judíos).</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Y para finalizar se nos dice que los valores occidentales se verán sometidos a una presión desmesurada. Lógico después de todo lo visto, ya que con China como nuevo lider del mundo, con una presión fiscal brutal sobre los europeos, con excusas climáticas y con corrientes migratorias de culturas medievales que acaben en el interior de las naciones occidentales, lo único que puede pasar es que los valores occidentales cedan ante la barbarie. Tal vez eso ocurra tras un previo conflicto, revueltas sociales y mayores niveles de violencia.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">El mundo que parecen adelantarnos las élites no es muy acogedor ni arroja una esperanza de mejora. Es crudo y realista, como probablemente suceda. No en vano son los artífices y planificadores mejor informados que pueda haber. Entendemos que será un lugar con los niveles de libertad en mínimos, donde la propiedad privada pasará a menos estatales o de corporaciones con mucha más facilidad, donde los principios de la cultura occidental que tanto bien han hecho al mundo se desdibujarán, y donde el control de las naciones (o del gran gobierno único pretendido), sobre los ciudadanos alcance niveles nunca visto anteriormente, ni siquiera en los estados más totalitarios que ha conocido la humanidad. Y lo peor es que la ingeniería social serán tan potente y tan bien implementada que pese a todo ello "seremos felices".</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">De manera sencilla. Los contribuyentes occidentales deben estar listos para ser despojados de un mayor porcentaje de su riqueza, que podrá ser redistribuida internacionalmente porque el gobierno reduce sus propios ahorros. Y los que sin duda saldrán beneficiados de todo esto son las corporaciones, las élites político financieras y los gánsteres económico (EHM), que definía muy bien el economista y escritor John Perkins. En sus propias palabras: "los EHM son profesionales generosamente pagados que estafan billones de dólares a países de todo el mundo. Canalizan el dinero del banco Mundial, de la Agencia Internacional para el desarrollo (USAID) y de otras organizaciones internacionales de «ayuda» hacia las arcas de las grandes corporaciones y los bolsillos del puñado de familias ricas que controlan los recursos naturales del planeta. Entre sus instrumentos figuran los dictámenes financieros fraudulentos, las elecciones amañadas, los sobornos, las extorsiones, las trampas sexuales y el asesinato. Ese juego es tan antiguo como los imperios, pero adquiere nuevas y terroríficas dimensiones en nuestra era de la globalización. Yo lo sé bien, porque yo he sido un gánster económico".</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Así pues, no debería sonarte muy bien que te engañen con el asunto climático para embolsarse lo que no les corresponde, manipular a la masa, planificar su futuro, y conquistar nuevos niveles de poder y control. Pero hay millones de estafados climáticos que están encantados con la Agenda globalista tras la masiva propaganda desplegada durante los últimos años.</div><p></p>joaquin rabassahttp://www.blogger.com/profile/02489118698514626534noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-5114207674146022398.post-45533247605617655312024-01-28T03:21:00.000-08:002024-01-28T03:28:23.007-08:00Ramón González Férriz (Los años peligrosos) Por qué la política se ha vuelto radical<p></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgBuNIgj4lqaLJ7oDlTDDXpb9YBqjVelLudJqmDVKI7YiVb_rY_rQpl4kLVvKfd5jTOh2Wq8L22X-lr26nQ_ry4owtZ6sdPVpWjSgaVq9HAXqrApjYTv-gujZoawexdv7si2s4uGqdz1cV1szl1CiSX2sYKNHim8cth1vWdvU0n9_LbpM20vfNZ9H7G_Ef0/s1200/f.elconfidencial.com_original_0b9_638_3a0_0b96383a08acd032144c5f9fbf4be33f.jpg" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="900" data-original-width="1200" height="150" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgBuNIgj4lqaLJ7oDlTDDXpb9YBqjVelLudJqmDVKI7YiVb_rY_rQpl4kLVvKfd5jTOh2Wq8L22X-lr26nQ_ry4owtZ6sdPVpWjSgaVq9HAXqrApjYTv-gujZoawexdv7si2s4uGqdz1cV1szl1CiSX2sYKNHim8cth1vWdvU0n9_LbpM20vfNZ9H7G_Ef0/w200-h150/f.elconfidencial.com_original_0b9_638_3a0_0b96383a08acd032144c5f9fbf4be33f.jpg" width="200" /></a></div><div style="font-weight: bold; text-align: center;"><b><i>«La política más profunda y radical surge de nuestra identidad»</i></b></div><div style="font-weight: bold; text-align: center;"><b><i><br /></i></b></div><div style="text-align: justify;">El término «políticas de la identidad», se popularizó en 1977, cuando el Combahee River Collective, un grupo de mujeres negras, lesbianas y socialistas de Boston, publicó un manifiesto en el que definía su ideología y sus objetivos: En él denunciaba que, a menudo, el movimiento feminista estaba dominado por mujeres blancas que tenían actitudes racistas hacia las negras. Del mismo modo, afirmaba, la lucha por los derechos civiles de los negros estaba dominada por hombres que tenían actitudes machistas hacia las mujeres. «Es evidente que ningún otro movimiento supuestamente progresista ha considerado nuestra presión específica como una prioridad, o ha trabajado en serio para acabar con esa opresión —decía el manifiesto—. Nos damos cuenta de que las únicas personas que se preocupan por nosotras lo suficiente para trabajar de manera continua por nuestra liberación somos nosotras [...]. El hecho de centrarnos en nuestra opresión se materializa en el concepto de las políticas de la identidad. Creemos que la política más profunda y potencialmente más radical surge directamente de nuestra propia identidad». El manifiesto de Combahee River Collective insistía en que la intención de sus integrantes era ser solidarias con otros grupos que luchaban por liberarse de la opresión. Pero afirmaba que el suyo, en concreto, el de mujeres negras, lesbianas y de izquierdas, era objeto de discriminación por motivos raciales, sexuales y de clase —lo que más tarde se conceptualizaría de manera más compleja en la «interseccionalidad»—y, por lo tanto, tenía una identidad bien definida y debía trabajar en favor de su singularidad. </div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Se trató de un giro interesante para la izquierda. A diferencia de muchos movimientos de emancipación tradicionales, las políticas de identidad no exigían la liberación de los oprimidos en nombre de la justicia, la equidad o la simple dignidad humana. Para esta nueva ola de activistas, cualquier sumisión era fruto de una desigual relación de poder entre los grupos opresores —normalmente, aunque no solo, formados por hombres blancos, heterosexuales, de clase media y alta— y los grupos oprimidos, compuestos por minorías raciales, sexuales o con atributos físicos particulares, además de las clases bajas. El objetivo de las políticas identitarias era subvertir esa relación desigual. Para eso era necesario desmontar muchas de las ideas básicas que sustentaban la democracia liberal y el pensamiento ilustrado, que la teoría crítica consideraba meras construcciones de los opresores para defender sus intereses. Era mentira que la ciencia fuera una disciplina imparcial, que el liberalismo tuviera por fin la igualdad de derechos o que el lenguaje fuera una herramienta relativamente neutra para describir el mundo e interactuar con él. Todas esas convenciones, elaboradas por filósofos de la tradición ilustrada a lo largo de siglos, eran en realidad instrumentos que las clases favorecidas y burguesas habían concebido para someter a todo aquel que tuviera una identidad despreciable o potencialmente peligrosa. De hecho, dudaban incluso de que existiera la «razón» como algo objetivable: en muchos sentidos, se trataba de otro discurso opresor. Ningún hecho podía determinarse al margen de quien lo definía y de su identidad: lo que existían eran interpretaciones del mundo que emanaban de la clase o el grupo al que pertenecía quien las hacía. </div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">[...] El auge de esta nueva forma de izquierdismo no tardó en saltar a Europa. En realidad, no se trataba de una exportación, sino más bien de un regreso. Muchas de las ideas fundamentales sobre las que se había construido la teoría crítica habían surgido entre la década de 1920 y 1970 en universidades e instituciones europeas. La llamada escuela de Frankfurt, que alentó algunas de las teorías que afirmaban que el capitalismo no era un sistema político sustancialmente distinto del fascismo en cuanto al uso de la propaganda, la información y el sometimiento, había surgido en la Alemania de entreguerras. Más tarde, en las décadas de 1960 y 1970, las teorías de <a href="https://blogdejoaquinrabassa.blogspot.com/2015/04/michel-foucault-estrategias-de-poder.html">Michel Foucault</a> sobre el poder y la biopolítica, las de Jacques Derrida sobre las formas de opresión inherentes al lenguaje occidental o las de Frantz Fanon sobre la descolonización y el racismo contra los negros habían viajado desde las universidades y las editoriales francesas hasta las estadounidenses. Y, sobre todo en las décadas más recientes, esa mezcla de teoría europea (que daba prestigio cultural y un contexto autóctono) y política estadounidense (que en realidad operaba con unas coordenadas históricas muy difíciles de trasladar a Europa) se habían ido incorporando a las facultades de literatura, arte, filosofía y humanidades. En España se replicó la experiencia estadounidense, y la universidad y los estudios de humanidades, que siempre habían estado dominados por la izquierda, se convirtieron en el caballo de batalla entre el viejo progresismo tradicional y las políticas de identidad. Los enfoques de género, la crítica cultural y las relecturas del marxismo en clave identiraria se popularizaron entre los profesores jóvenes y los alumnos, mientras en muchos casos los profesores que habían protagonizado la transformación de la universidad española en la década de 1960 y 1970 —introduciendo en ella ideas democráticas, cuando no subversivas— sentían que se traicionaba su legado. Por un lado, el legado intelectual, porque esa generación había llevado a la universidad algunos rasgos académicos de la modernidad europea y había liberado de muchos tics autoritarios y conservadores de la era franquista; por otro lado, esos profesores progresistas que habían llevado la Transición a la academia consideraban que se cuestionaba su legado político, que estaba abrumadoramente vinculado al PSOE y a la forma en que este había conformado la vida cultural, intelectual y periodística del país. Creían, además, buena parte de esa gran operación intelectual de las políticas identitarias no solo era un enorme error que desmontaba la gran tradición igualitaria de la izquierda socialdemócrata, sino una operación generacional para sustituir al <i>establishment</i> actual y ofrecer salidas laborales a una generación de estudiantes que, tras la crisis financiera, ya no tendría buenos puestos en la universidad, y difícilmente en el sector privado. Entre muchos lamentos más o menos melancólicos de viejos catedráticos de humanidades españoles, el filósofo <a href="https://blogdejoaquinrabassa.blogspot.com/2016/12/jose-luis-pardo-estudios-del-malestar.html">José Luis Prado</a> identificó este cambio en términos políticos y culturales, pero también biográficos y de pura supervivencia individual:</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;"><span> </span><span> Un gran número de estudiantes de Filosofía de la Complutense, a quienes [...] se amenazaba una y otra vez con el estigma de la «inempleabilidad» y la ausencia de futuro, vieron en el 15M y en el movimiento político generado a partir de él, al que muchos de sus profesores les invitaron, la ocasión de llevar a cabo ese cambio hacia una sociedad en la cual los filósofos tuvieran sentido y encontrasen empleo (aunque fuese como activistas revolucionarios), y cuando se percataron de que esos profesores (y algunos de sus compañeros), que eran sus héroes, habían entrado en el Congreso de los Diputados y en las asambleas autonómicas, estuvieron seguros de que estaban protagonizando una victoria política histórica a favor de ese cambio. </span></div><p></p>joaquin rabassahttp://www.blogger.com/profile/02489118698514626534noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-5114207674146022398.post-66679557307095047332024-01-20T04:00:00.000-08:002024-01-27T01:03:20.704-08:00Renata Salecl (La tiranía de la elección)<p></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg8vwiGHUxrvonKaoQE8Zg51oV68Mszj05lh5iSBIUe6FBt0MS5oBGj4rMfVhSEXqkGBR_hRn3k7nkNoEjtEf9W8gh678Pt9Hghj-Oi4uIc8XadHQksi46mDg5mx2X0rOBvG51ITJXG1-zD3Qsm1iS-ArbJClEpb6b1eKIvgto4uoLrZNUTLTyR-e6YwToU/s932/607489.width-932.jpg" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="705" data-original-width="932" height="151" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg8vwiGHUxrvonKaoQE8Zg51oV68Mszj05lh5iSBIUe6FBt0MS5oBGj4rMfVhSEXqkGBR_hRn3k7nkNoEjtEf9W8gh678Pt9Hghj-Oi4uIc8XadHQksi46mDg5mx2X0rOBvG51ITJXG1-zD3Qsm1iS-ArbJClEpb6b1eKIvgto4uoLrZNUTLTyR-e6YwToU/w200-h151/607489.width-932.jpg" width="200" /></a></div><div style="font-weight: bold; text-align: center;"><b><i> Introducción</i></b></div><div style="font-weight: bold; text-align: center;"><b><i><br /></i></b></div><div style="text-align: justify;">[...] ¿Por qué sucede entonces que, en el mundo desarrollado, la apertura individual a un mayor número de elecciones conlleva, en vez de una satisfacción por una supuesta vida más personalizada y ajustada de acuerdo con nuestras preferencias, a un sentimiento cada vez más grande de angustia y hasta de culpa e inadecuación? ¿Y cómo es que, para aliviar esa angustia, las personas aceptamos seguir los diversos consejos de horóscopos y especialistas en marketing o los consejos de belleza de los fabricantes de cosméticos, nos dejamos guiar por los pronósticos de consultores económicos y, en nuestras relaciones, por los libros de autoayuda? Dado que cada vez más gente hace caso de todos esos «expertos» que supuestamente piensan en nuestro bienestar, parecería ser que, en el fondo, lo que estamos reclamando es que nos quiten cuanto antes la carga de tener que elegir.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">[...] La teoría de la elección racional presupone que la gente siempre piensa antes de actuar y que en todas situación persigue el máximo beneficio con el mínimo costo. Según las circunstancias imperantes y dado cierto manejo de información necesaria, se supone que la gente siempre habrá de elegir lo que más conviene a sus intereses. Sin embargo, los críticos de la teoría de la elección racional suelen remarcar el hecho de que los seres humanos no siempre actuamos según nuestros intereses, incluso cuando estos nos son conocidos. Muchas veces, por ejemplo, gobierna nuestros actos una expresión caritativa o altruista que no se lleva bien con el interés personal puro y duro. Desde el psicoanálisis también se ha señalado que a menudo actuamos de modos para nada afines a lo que sería maximizar el placer y minimizar el sufrimiento, y que existe incluso cierto extraño placer que surge de actuar en contra de nuestro propio bienestar. Una persona puede considerar que cuenta con toda la información necesaria para arribar a la mejor decisión posible, pero, aun así, sobre su decisión acabarán influyendo fuertemente factores externos, como la opinión ajena, e internos, como los propios deseos inconscientes.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">En nuestra sociedad actual, que glorifica la elección y enarbola la idea de que siempre elegimos en favor de nuestros intereses, el problema no radica tan sólo en el abanico de opciones que tenemos a disposición sino también en el modo en que estas se nos representan. Las elecciones de vida se plantean como si fueran elecciones de consumo: pretendemos hallar la vida «correcta» como si se tratara de encontrar el tipo correcto de acondicionar para el pelo o el color adecuado para el cuarto de estar. Nuestra cultura publicitaria plantea la búsqueda de una persona con quien casarse de modo no muy distinto de lo que es la búsqueda de un auto cero kilómetros: primero hay que calcular las ventajas y desventajas, luego se establece un acuerdo prenupcial, si las cosas salen se añaden las enmiendas que hagan falta y, en última instancia, se cambia el modelo viejo por uno nuevo, para acabar finalmente dando de baja la idea misma de un compromiso a largo plazo en favor de un acuerdo de usufructo temporario. </div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">[...] Lo único crucial para cualquier ideología es que no haya personas explícitamente descreyéndola. Para que se acate la opinión mayoritaria, lo único que importa es que las personas crean que es verdad que la mayoría de la gente cree en tal o cual ideología. </div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">[...] En todo proceso de sentir culpa por ser quienes somos y trabajar constantemente para «mejorarnos», perdemos la perspectiva necesaria para instigar cualquier cambio social. Al poner tanta energía en nosotros mismos perdemos la fuerza y la habilidad para formar parte de cualquier construcción de cambio y asistimos de manera continua al espectáculo angustioso de sentir que estamos fracasando. </div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">[...] Cuanto más nos obsesionamos con nuestras elecciones individuales, más difícil se hace observar que no son para nada individuales, sino que están sumamente influenciadas por la sociedad en que vivimos. </div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: center;"><b><i>La elección y el gran otro</i></b></div><div style="text-align: center;"><b><i><br /></i></b></div><div style="text-align: justify;">A comienzos de los años setenta, Lacan planteaba que en una sociedad capitalista desarrollada la gente piensa lo social de un modo distinto. En una conferencia sobre el "discurso del capitalismo", desplegó la idea de que el capitalismo nos lleva a pensarnos como amos y a creer no solo que tenemos el control de nuestras vidas, sino que también podemos recuperar de algún modo la <i>joussance</i><span style="color: #ffa400;">*</span> perdida.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">¿Qué significa esto? En primer lugar, que el capitalismo nos crea la ilusión de que ya no estamos sujetados a la historia y a la genealogía, que somos libres de todos los marcadores conocidos. Pensamos que podemos elegir los objetos que nos brindarán satisfacción y hasta la dirección que habrá de tomar nuestra vida. En segundo lugar, que actuamos como si, por el hecho de tomar las decisiones adecuadas, pudiéramos realmente acercarnos a esa <i>joussance </i>siempre<i> </i>perdida<i>. </i>Emerge así la percepción de que el sujeto es un ser todopoderoso capaz de direccionar su vida conforme a sus deseos y de ubicar la <i>joussance </i>en determinados objetos de deseo. La felicidad depende tan solo de que sepamos ubicarla a apresarla.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Lacan se preguntaba si ese "discurso del capitalismo" representa un rechazo —o, mejor dicho, una forclusión— de la castración. Es una forclusión que surge cuando la sociedad abandona todos los límites y se abalanza tras el goce ilimitado. Deja de haber un padre simbólico, una ley. La pulsión de <i>joussance</i> a cualquier precio conduce a todo tipo de excesos y manías (alcohol, drogas, consumismo, adicción al trabajo). El capitalismo libera al esclavo y lo convierte en consumidor, pero el consumo ilimitado termina haciendo que el consumidor se consuma a sí mismo. </div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Este enfoque pesimista ha abierto un debate respecto del modo en que el capitalismo afecta a la subjetividad. Una de las preguntas que se plantean es si existen nuevos síntomas psicológicos en la experiencia individual actual. ¿Acaso estos cambios radicales en la naturaleza de las prohibiciones sociales y en nuestra percepción del orden social han contribuido a incrementar los niveles de psicosis en las sociedades capitalistas desarrolladas?</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;"> <span><span style="color: #ffa400;">* </span>La palabra <i>joussance </i>suele traducirse como "goce"; sin embargo, se pierde así el significado del original francés, que designa no solo el placer sino también un placer en el displacer: esto es, un cierto dolor que no necesariamente es disfrutable para la persona, pero al que, aun así, no puede renunciar. Por su complejidad, en textos que hacen referencia al psicoanálisis lacaniano este concepto se deja a menudo sin traducir. </span></div><p></p>joaquin rabassahttp://www.blogger.com/profile/02489118698514626534noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-5114207674146022398.post-31828582243263720632024-01-14T02:45:00.000-08:002024-01-14T05:00:02.922-08:00Jaime Nubiola (Invitación a pensar)<p></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEh8ryAjZhDVG3RHyGlnBTElwzmxAsTGuZAAt5skuyN7qAJwLVuZ4A6gWHBboH5OCU4H9se1keiO3iRmx1g5Quo1DXmskYluUiteyi7ehyByWdW2NDPvxQVtdTLG1QLTrrUSFmhxZ-CMYyZt81IPsubLL_7JGbtXjR9xk8DFH4xrqNpkTgS7Z5LnIfk2cbeQ/s621/JNubiola2019.jpg" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="621" data-original-width="480" height="200" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEh8ryAjZhDVG3RHyGlnBTElwzmxAsTGuZAAt5skuyN7qAJwLVuZ4A6gWHBboH5OCU4H9se1keiO3iRmx1g5Quo1DXmskYluUiteyi7ehyByWdW2NDPvxQVtdTLG1QLTrrUSFmhxZ-CMYyZt81IPsubLL_7JGbtXjR9xk8DFH4xrqNpkTgS7Z5LnIfk2cbeQ/w154-h200/JNubiola2019.jpg" width="154" /></a></div><div style="font-weight: bold; text-align: center;"><b><i> Entre la sociedad y la soledad</i></b></div><div style="font-weight: bold; text-align: center;"><b><br /></b></div><div style="text-align: justify;"><i>Sociedad y soledad</i> es el título del memorable libro de ensayos que el pensador norteamericano <a href="https://blogdejoaquinrabassa.blogspot.com/2011/07/ralph-waldo-emerson-pensamientos-para.html">Ralph Waldo Emerson</a> publicó en 1870, cinco años después de la Guerra Civil, como su colaboración a la ingente tarea de reconstrucción nacional. Fue un libro de gran éxito en su tiempo. Se tradujo al español hacia 1915, pero no ha sido reimpreso luego y hoy en día sólo está accesible en inglés. La fuerza de su título se encuentra, por supuesto, en la conjunción copulativa «y» que une esos dos elementos opuestos que todos llevamos dentro: las ansias de estar con los demás, de comunicarnos, de colaborar y el íntimo anhelo de soledad y de paz. «La soledad sola, sin recurso a la sociedad —ha escrito Callaway en su reciente edición de <i>Society and Solitude</i>— magnifica todas las diferencias y amenaza con la pérdida del contexto más amplio que fija los problemas del individuo y sus objetivos, y los hace inteligibles. La sociedad es el correctivo de los dogmatismo de la soledad». </div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">El filósofo británico Ray Monk centró su autorizada biografía de <a href="https://blogdejoaquinrabassa.blogspot.com/2015/01/bertrand-russell-ensayos-impopulares.html">Bertrand Russell</a> precisamente en la permanente tensión entre los conflictos que inevitablemente genera la convivencia y el temor a enloquecer que tantas veces acompaña a la soledad. A todos se nos ha encogido el corazón cuando en las calles de las grandes ciudades nos topamos con hombres o mujeres que, sin estar borrachos ni llevar el teléfono móvil, van hablando en voz alta. Casi siempre se trata de esquizofrénicos que dialogan con sus imaginarios interlocutores, con sus voces interiores, o hablan a gritos con los viandantes. Todos necesitamos un saludable equilibrio entre sociedad y soledad. Si hubiera que escoger entre una de las dos, Emerson elegiría la soledad, pero me parece a mí que es mejor, más humano y más razonable, elegir la sociedad, la convivencia con los demás. Esto es lo que quiero poner de relieve, sugiriendo también algunas pautas concretas como la de aprender a escuchar.</div><div><div style="font-weight: bold; text-align: center;"><i><br /></i></div><div style="font-weight: bold; text-align: center;"><i>El peligro de la soledad</i></div><div style="font-weight: bold; text-align: center;"><span style="text-align: justify;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;">«La soledad vivifica, el aislamiento mata»., escribió el abate Joseph Roux en 1886. El peligro no es la soledad, sino el aislamiento, el encerrarse uno sobre sí mismo, quizá como consecuencia de las heridas recibidas en el trato con los demás. No es infrecuente en al ámbito profesional encontrarse con personas «quemadas»; tienen —se dice ahora— el síndrome del <i>burn-out</i>. Se trata de ordinario de personas brillantes, que intentaron con su trabajo cambiar el mundo, pero que con el paso de los años se vinieron abajo sobre todo por la falta de reconocimiento a su esfuerzo. Algo parecido ocurre en las familias y en todo tipo de comunidades y organizaciones sociales. </div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Necesitamos crear entornos domésticos y laborales en los que sea posible la actividad individual, pero en los que haya también abundante comunicación, puesta en común, trabajo en equipo. Hace muchos siglos escribió Aristóteles que «no es fácil en soledad estar continuamente activo; en cambio, es más fácil con otros y respeto a otros». A veces quienes se creen náufragos, solitarios y aislados, se consuelan con la idea de que esa soledad les hace más libres, pero se trata de un error, pues de ordinario el aislamiento es totalmente estéril. Lo que necesitamos no es aislarnos, sino más bien un espacio físico que permita una cierta soledad a la hora de trabajar, de rezar, de encontrarnos con nosotros mismos. La actividad más solitaria es probablemente la escritura, pero —al menos para mí— se trata de una actividad eminentemente comunicativa, y quizá por eso se parezca mucho a la oración. Me impresionó hace algunos años el comentario de Jiménez Lozano: «Maurice Blanchot, glosando a <a href="https://blogdejoaquinrabassa.blogspot.com/2012/11/franz-kafka-carta-al-padre.html">Kafka</a>, dice que escribir es una forma de oración. Y los es. O, si no, es cacareo». </div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">No me resisto a copiar una historia sencilla que me hizo llegar una filósofa mexicana y que lleva el título «más cerca». Dice lo siguiente:</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;"><span> Había sólo un colegio para varios pueblos de aquella selva. Y no había carreteras. Tanto los alumnos como los profesores venían andando por los cuatro puntos cardinales. Uno de los maestros notó que su nuevo compañero, en lugar de ir directamente a casa al acabar las clases, se adentraba en el bosque procurando no llamar la atención. Intrigado, decidió seguirlo de lejos un día.</span><br /></div><div style="text-align: justify;"><span><br /></span></div><div style="text-align: justify;">Había una piedra plana en un claro del bosque. Sobre ella estaba sentado, con las manos sobre sus rodillas, los ojos cerrados y la cabeza un poco inclinada. Era obvio que estaba rezando.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Al día siguiente, en un descanso, lo llamó aparte y le dijo: </div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">—Tengo que confesar que sentí curiosidad por tus «escapadas» al bosque, y ayer te seguí al acabar el colegio, y vi lo que hacías</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">—Ah, bueno —respondió el otro—. Sí, me gusta pasar un poco de tiempo tranquilo y en paz con Dios.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">—¿Y hace falta esconderse en un bosque para eso?</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">—Bueno, allí puedo encontrar a Dios.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">—Pero, ¿es que Dios no puede encontrarse en cualquier sitio? Donde quiera que vayamos, Dios es el mismo.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">—Dios es el mismo, claro, pero yo no.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">La historia ilustra bien la búsqueda de esa soledad que vivifica. Todos necesitamos ese espacio interior en el que llegamos a ser nosotros mismo. </div></div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">* <a href="https://blogdejoaquinrabassa.blogspot.com/2017/03/jaime-nubiola-vivir-pensar-sonar.html">Jaime Nubiola (Vivir, pensar, soñar) </a></div><p></p>joaquin rabassahttp://www.blogger.com/profile/02489118698514626534noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-5114207674146022398.post-64874742163821520772023-12-31T08:56:00.000-08:002024-01-01T11:17:13.147-08:00Carlos Peña (Por qué importa la filosofía)<p></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhbfPy03soN8ezLYWwY6y90IxZhmp0B24IPRoJSCyCeA_E6y35nc6wnvsu46j0srqZZwNqiMRHS6zDMauvbcxVANaGwLsPjesIozsz82CmKkqwbILoVC8gpHgfxsMAsrNqGQqdKoDOofIFp2GN_I8e2ETQcRyFBBHfvq_Ous0i18gaZOoJABRyg2a2NROGr/s852/carlos-pena.jpg" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="852" data-original-width="700" height="200" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhbfPy03soN8ezLYWwY6y90IxZhmp0B24IPRoJSCyCeA_E6y35nc6wnvsu46j0srqZZwNqiMRHS6zDMauvbcxVANaGwLsPjesIozsz82CmKkqwbILoVC8gpHgfxsMAsrNqGQqdKoDOofIFp2GN_I8e2ETQcRyFBBHfvq_Ous0i18gaZOoJABRyg2a2NROGr/w164-h200/carlos-pena.jpg" width="164" /></a></div><div style="text-align: center;"><span><b><i>LA CULTURA Y LA PREGUNTA POR EL SENTIDO</i></b></span></div><div style="text-align: center;"><br /></div><div style="text-align: justify;">[...] Si un hombre pudiera escribir un libro sobre ética que de veras fuera un libro sobre ética, ese libro destruiría, con una explosión, todos los otros libros en el mundo.<span style="color: #ffa400;"><b>*</b></span></div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Y es que un libro sobre ética que lo fuera de veras velaría el misterio de la maravilla del mundo y luego de eso nada más importaría. ¿Por qué? Lo que ocurriría es que un vez que la pregunta final (¿por qué hay ser y no más bien nada?) tuviera respuesta cabal, todos nuestros acercamientos a lo que existe, las formas de concebirlo, los debates acerca de su verdadera fisonomía, perderían sentido: el secreto final habría sido develado. No sabemos si Heidegger estaría de acuerdo con esa extraordinaria afirmación de Wittgenstein, pero lo más probable es que sí. Si la respuesta por el ser tuviera una única respuesta, una respuesta final que no pudiera ser revocada ni matizada con una ulterior interpretación, entonces la cultura entera y la propia historia dejarían de tener sentido, puesto que su sentido es la búsqueda de sentido. Pero si el sentido fuera de una vez por todas esclarecido, si alguien pudiera clavar la rueda de la fortuna (la fortuna era una diosa que distribuía azarosamente los bienes y os días), entonces la historia dejaría de ser tal y pasaría a ser un páramo quiescente y fijo, sin sorpresas y sin tiempo. </div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Por supuesto que esa forma de concebir el trabajo de la filosofía —dilucidando nuestra capacidad de formular preguntas finales, pero sin que le sea dado decirnos cuál es la respuesta— no está a la altura de las expectativas de sentido que la cultura humana parece anhelar.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">En efecto, la cultura humana, los seres humanos y los esfuerzos que hacen por discernir su destino, parecen anhelar una respuesta final, un sentido, un baremo o regla que les permita medir la calidad de nuestras respuestas y el rumbo que la existencia debe tomar. Y de hecho, la cultura entera, como muestra la sociología, se orienta por ese tipo de preguntas, por la pregunta por el sentido, y sus costumbres, sus prácticas, sus ritos, su esfuerzo por separar lo sagrado de lo profano, son el esfuerzo por coagular esas respuestas en el tiempo, por proveer la ilusión de eternidad; una ilusión, porque la posteridad de cada cultura mira hacia atrás y solo ve, como advirtió Hegel, ruinas:</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;"><span> Pero aun cuando consideremos la historia como el ara ante la cual han sido sacrificados la dicha de los pueblos, la sabiduría de los Estados y la virtud de los individuos, siempre surge al pensamiento necesariamente la pregunta: ¿a quién, a qué fin último ha sido ofrecido este enorme sacrificio?</span><br /></div><div style="text-align: justify;"><span><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span>Y en la propia literatura filosófica (y en el propio Heidegger) es posible encontrar también esa búsqueda del sentido final, como si la condición humana a la que la filosofía permite asomarse, tuviera posibilidad de atrapar ese sentido mediante algunos de sus quehaceres.</span></div><div style="text-align: justify;"><span><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span>Hay quienes, por ejemplo, sugieren que Heidegger habría arribado a un callejón sin salida porque luego de haber detectado que la pregunta por el ser estaba a la base de nuestra cultura (de toda la cultura occidental, nada menos), nunca logró discernir un criterio de sentido que nos permitiera saber cuál era la respuesta que esa pregunta merecía. Esa acusación, esa acusación de fracaso, por llamarla así, se ha dirigido también contra Wittgenstein, que luego de haber mostrado que todos nuestros esfuerzos estaban orientados por la construcción de sentido (este era el motivo, como vimos, de por qué le parecía que Frazer había malentendido otras culturas empeñadas en el mismo quehacer que nosotros), no fue capaz de señalar de qué forma, sin embargo, ese sentido podía ser alcanzado.</span></div><div style="text-align: justify;"><span><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span>Pero podemos dejar pendiente la cuestión de si acaso necesitamos que la pregunta heideggeriana tenga alguna respuesta o si la sola pregunta es suficientemente iluminadora. Volveremos a ella una vez que nos asomemos a la manera en que Heidegger y <a href="https://blogdejoaquinrabassa.blogspot.com/2012/03/max-weber-sociologia-del-poder-los.html">Weber</a> caracterizan la modernidad y la falta que en ella detectan.</span></div><div style="text-align: justify;"><span><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span>Para ello conviene asomarse, siquiera, preliminarmente, a lo que significa «mundo».</span></div><div style="text-align: center;">_______________________________________</div><div style="text-align: center;"><br /></div><div style="text-align: center;"><b>UNA JAULA DE HIERRO</b></div><div style="text-align: center;"><br /></div><div style="text-align: center;">LA RACIONALIZACIÓN DEL MUNDO</div><div style="text-align: center;"><b><br /></b></div><div style="text-align: justify;">El concepto de racionalización del mundo aparece especialmente en los estudios de sociología de la religión de Max Weber, quien lo anuncia, al modo casi de un acertijo, en la introducción a esos estudios que, en la versión inglesa que se debe a Talcott Parsons, suele ir como introducción a su famosa <i>La ética protestante y el espíritu del capitalismo</i>. Pues bien, en esa introducción, Max Weber observa un conjunto de fenómenos culturales que se verifican, com o repite una y otra vez como si se tratara de una letanía, «en Occidente y solo en Occidente». </div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Detenerse en el análisis de Weber ayuda a entender qué se quiere decir cuando se afirma que la nuestra es una época esencialmente técnica. Lo que Weber identifica como rasgo fundamental de esa época, la racionalización, coincide en muchos aspectos con lo que Heidegger, en sus estudios sobre la técnica, llamará pensar calculante, esa tendencia a concebir el mundo como una suma de recursos a disposición.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">En todas las culturas, anota Weber, ha habido observaciones regulares y registros acerca del curso de la naturaleza, pero solo en Occidente esas observaciones se han matematizado en la forma de la ciencia; en todas partes han existido consejos acerca del modo de mantener el poder, pero solo en Occidente existió un Maquiavelo capaz de sistematizar su íntimo mecanismo; todas las estructuras sociales han poseído reglas, pero es solo en Occidente donde apareció el derecho tal y como hoy los conocemos, recogido en reglas a cargo de un cuerpo profesional que las administra en base a una disciplina; el arte tipográfico se constata en casi todas las culturas, y desde luego en China, pero la literatura impresa y la mediatización de la cultura es un fenómeno estrictamente occidental; todas las culturas han poseído comercio, intercambios y ánimo de lucro, pero solo en Occidente se observa una disciplina del lucro, un cierto ascetismo regulado en base a lo que hoy conocemos como contabilidad; y, en fin, en todos los sitios ha habido arquitectura, pero solo en Occidente se desarrolló la bóveda gótica y la perspectiva como ocurre con la pintura del Renacimiento. ¿Qué explica que en Occidente y solo en Occidente hayan aparecido ese conjunto de fenómenos? La respuesta a esa pregunta permite comprender buena parte de lo que hoy llamamos modernidad; pero al mismo tiempo ayuda a entender las condiciones, a menudo incómodas y difíciles, en medio de las que debe desenvolverse la filosofía y ayuda, al mismo tiempo, a comprender el sentido profundo de la inutilidad que ella, según hemos visto, parece poseer [...]</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;"><div style="text-align: center;">EL DESENCANTAMIENTO DEL MUNDO</div><div style="text-align: center;"><br /></div><div style="text-align: justify;">[...] Pero ¿cómo pudo ocurrir que la realidad social racionalizada al extremo de tecnificarse y, como diría el propio Weber, encerrar al ser humano en una jaula de hierro, condenándolo a vivir en una «época ignorante de Dios y para la cual los profetas son desconocido»?</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">[...] Los tres y densos volúmenes de la <i>Sociología de la religión </i>pueden ser leídos como el esfuerzo por comprender el origen de la racionalización occidental, encontrar una respuesta a la pregunta de por qué «en Occidente y solo en Occidente» la vida había llegado a ser un quehacer previsible, planificado, formalmente racionalizado, donde todo se somete al cálculo de la eficiencia o de la producción, al extremo de que, como muestra la moderna burocracia, o la universidad moderna como veremos más adelante, ella parecía haberse despojado de cualquier chispa de sorpresa y de misterio. </div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Y aunque suene sorprendente para quien no se ha asomado a la sociología, la opinión de Weber es que esa particular forma de encarnar la existencia —eso que había llegado a ser un páramo puramente técnico— había surgido, al menos en parte, de la religión.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Algunas creencias, en particular el judaísmo y el cristianismo, dos de las religiones mundiales, habrían dado origen a una «imagen del mundo» sistemática y habrían estimulado una toma de posición práctica inspirada por ella. </div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">[...] Había, observado Weber, una cierta «afinidad electiva» que él estimula, por una parte, y el moderno capitalismo, cuyo espíritu se habría expandido así al compás de ese racionalismo específicamente religioso, por otra.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">¿Cómo fue, entonces, que acabó transformándose en el moderno racionalismo formal de la democracia y el mercado? ¿Cómo fue que ese anhelo de comprender la totalidad acabó en ese mundo de reglas y procedimientos desprovisto de misterios y de preguntas finales, este mundo técnico, donde la filosofía parece no tener nada, o muy poco, que hacer?</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Para comprender el fenómeno hay que recordar que Weber no está intentando probar una hipótesis causal mostrando que las ideas religiosas modelan la cultura. Como él mismo insistió una y otra vez, se trata de mostrar las «afinidades electivas» entre la ética económica del protestantismo, él aludia a la forma en que el protestantismo orientaba, como un guardagujas, como una señal vital, la acción económica. Esa ética fortaleció, por decirlo así, la que traía el propio capitalismo, contribuyendo de esa forma a racionalizar la vida, a hacer del quehacer mundano algo racional, planificado, previsible. Pero esa orientación de la acción, religiosamente inspirada, que convergía con el capitalismo, acabó siendo atrapada por este. Richard Baxter, un escritor puritano inglés, había dicho que la preocupación por los bienes exteriores que la orientación profesional permitía acumular, no era más que «un liviano manto que se puede arrojar en cualquier instante». No resultó así. El liviano manto se transformó, en palabras de Weber, en una jaula de hierro, en un envoltorio férreo pero vacío de sentido, en una simple «petrificación mecanizada». Los bienes exteriores alcanzaron un «poder irresistible sobre los hombres, un poder que no ha tenido semejante en la historia». Así, esa ética habría contribuido a conformar el poderosos cosmos del orden económico moderno que, amarrado a la producción técnica, determina el</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;"><span> estilo de vida de todos quienes nacen dentro de sus engranajes (no solo de los que participan directamente en la actividad económica), y lo seguirá determinando quizás mientras quede por consumir la última tonelada de combustible fósil. </span><br /></div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;"><span style="color: #ffa400; font-weight: bold;">* </span>Wittgenstein</div></div><p></p>joaquin rabassahttp://www.blogger.com/profile/02489118698514626534noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-5114207674146022398.post-55400244608131260072023-12-29T03:41:00.000-08:002023-12-29T03:41:45.716-08:00Fernando Díaz Villanueva (La contra historia del comunismo) La gran utopía del siglo XX en 35 episodios<p></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgNKq54ibNxwiwyRNdzf850e4viOReHk-EDi_aGV2xfqSXjRyK_qlXvyisAwuA5HOawqh-x0d-FcVNKmdVPqBjQm2w4bv498ME6D838RlyAMx4Y_OX5g0zPimsfTny2dgDjAMYCq6ozdKsxunB_uRempDeFXka7IGSqP0bxhFE9GjWU4Hc2JHypcNqV8Qy_/s3682/FDV-31221-3.jpg" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="3533" data-original-width="3682" height="192" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgNKq54ibNxwiwyRNdzf850e4viOReHk-EDi_aGV2xfqSXjRyK_qlXvyisAwuA5HOawqh-x0d-FcVNKmdVPqBjQm2w4bv498ME6D838RlyAMx4Y_OX5g0zPimsfTny2dgDjAMYCq6ozdKsxunB_uRempDeFXka7IGSqP0bxhFE9GjWU4Hc2JHypcNqV8Qy_/w200-h192/FDV-31221-3.jpg" width="200" /></a></div><div style="text-align: center;"> <b>Prólogo</b></div><p></p><p style="text-align: center;"><i><b>¿Es el comunismo una <span style="font-size: x-small;"><<</span>secta criminal<span style="font-size: x-small;">>></span>?</b></i></p><p style="text-align: justify;">Hace unos años, la izquierda local de un ayuntamiento de la Comunidad de Madrid montó una sonora campaña contra Jesús Gómez, un concejal del Partido Popular que, una década antes, había escrito un artículo sobre los límites que el Estado nunca debe sobrepasar. El concejal, que cuando escribió el citado artículo ejercía de periodista, argumentaba que bajo ningún concepto el Estado puede arrogarse la facultad de retirar la patria potestad a los ciudadanos por motivos ideológicos.</p><p style="text-align: justify;">La polémica había surgido a raíz de una secta de cristianos fundamentalistas que, en los años noventa, vio cómo sus hijos les eran arrebatados por los servicios sociales de la Generalitat de Catalunya. Los padres recurrieron a los tribunales de Justicia, que terminaron por darles la razón obligando a la administración regional a devolver a los menores de edad a sus padres. Para apuntalar el argumento, Jesús Gómez puso como ejemplo el comunismo, que, como ideología, ha sido responsable de la muerte de cien millones de seres humanos y que, en ciertos momentos y lugares, adquirió la categoría de auténtica secta destructiva. ¿Tiene derecho el Estado a retirar la patria potestad a los padres comunistas?, se preguntó Gómez para, a continuación, responder que no, que en ese caso regía idéntico principio que con la secta cristiana.</p><p style="text-align: justify;">La izquierda de ese ayuntamiento, formada a la sazón por el Partido Socialista y la coalición comunista Izquierda Unida, acusó al concejal conservador de defender justo lo contrario de lo que decía amputando y descontextualizando una frase. La izquierda, una vez más, utilizaba la mentira como arma revolucionaria. La cuestión en aquel momento no era tanto lo que había dicho el concejal como organizar un escándalo político, airearlo en los medios y luego pedir su dimisión.</p><p style="text-align: justify;">El caso de Jesús Gómez llegó a los periódicos y murió pronto porque la mentira era tan grosera que no se pudo sostener durante mucho tiempo más. A cambio se abrió un pequeño debate que, como era de esperar, vino acompañado de una formidable polémica. El debate se resumía en una sola pregunta: a la luz de los hechos, de un siglo de barbarie en nombre del ideal, ¿debía o no debía el comunismo ser considerado una secta criminal?</p><p style="text-align: justify;">Desde el punto de vista teórico, evidentemente, no. No delinquen las ideas sino las personas. Decir, por ejemplo, que la burguesía debe de ser borrada de la faz de la Tierra guerra de clases mediante no es ni debería ser delictivo bajo ningún orden político que se autodenomine libre. Las palabras pueden herir la sensibilidad pero nunca han matado a nadie. Desde este punto de vista alguien que se defina como comunista y haga profesión de fe de marxismo-leninismo no es ni de lejos un delincuente, lo sería si decide aplicar por su cuenta y riesgo el manual revolucionario y tomar al asalto la casa de un burgués para después <span style="font-size: x-small;"><<</span>socializar<span style="font-size: x-small;">>></span> toda esa riqueza incautada. </p><p style="text-align: justify;">Si la ideología comunista en sí no es ni puede ser delictiva, ¿de dónde viene la fama criminal que arrastra el comunismo, especialmente en los países que han padecido sus excesos ideológicos en carne propia? De la experiencia, obviamente. Si al liberalismo lo caracteriza el intercambio libre y voluntario de bienes y servicios entre individuos, al comunismo lo hace la revolución, objetivo máximo que se deriva inevitablemente de la teoría. En todo tiempo y lugar donde se ha impuesto o ha tratado de imponerse un régimen comunista se han cometido multitud de crímenes, algunos especialmente aberrantes como los de las tiranías de Stalin, Mao o Pol Pot. Esto es un hecho histórico, no una opinión.</p><p style="text-align: justify;">Estos crímenes venían dictados por la ideología. El ideal comunista, que sobre el papel es inocuo, se convierte siempre en la práctica en una pesadilla totalitaria. Ejemplos históricos sobran. Desde la primera revolución típicamente socialista -la bolchevique- hasta su epígono más reciente -la Venezuela bolivariana-, la praxis revolucionaria se ha cobrado la vida de unos 100 millones de personas en todo el mundo y en menos de un siglo. Eso siendo conservador con los números, porque puede que sean mucho más. Los responsable de todas estas muertes son quienes las infringieron, pero, y aquí está el quid de la cuestión, con toda seguridad sin el componente ideológicos que motivaba a los verdugos esos asesinatos jamás se hubiesen cometido. </p><p style="text-align: justify;">¿Hay, por lo tanto, que proscribir en las leyes la ideología comunista? No y mil veces no. El comunismo ruso, fue prácticamente inofensivo hasta que llegó al poder en 1917 y se redujo a idéntica condición tras la caída de la URSS en 1991. Lo mismo podría decirse de los comunistas españoles, muchos de los cuales cometieron verdaderas atrocidades durante la Guerra Civil y luego, cuarenta años después, contribuyeron de mejor o peor gana a la transición democrática. Algunos dicen que esto fue así porque entonces se sentían débiles. Tal vez sea cierto. Es una constante histórica que cuando las organizaciones comunistas se ven mermadas de apoyos piden un diálogo que luego niegan a sus adversarios cuando se han reforzado.</p><p style="text-align: justify;">Sea como fuere, el hecho es que las ideas de <a href="https://blogdejoaquinrabassa.blogspot.com/2010/10/carl-marx-el-capital.html">Marx</a>, Engels, Lenin, Mao o Enver Hoxa son intelectualmente erróneas, pero perfectamente inocuas si no salen del papel. Abimael Guzmán sembró el terror en Perú con una banda de asesinos conocida como Sendero Luminoso. Estos asesinos justificaban sus crímenes en la idea, pero, al cabo, eran ellos mismos los culpables, no la idea, que por lo demás sigue ahí, rodando de cabeza en cabeza sin que hayamos tenido que lamentar más muertes desde la detención del carnicero Guzmán en 1992 y la desarticulación de la banda.</p><p style="text-align: justify;">Si la experiencia, es decir, la Historia, nos enseña que el comunismo solo tiene un modo, necesariamente violento, de alcanzar y conservar el poder, la teoría nos advierte de los riesgos que se corren al adoptar como propias ciertas ideas que recategorizan los seres humanos entre buenos y salvables, y malos y condenables. El comunismo debería ser, por consiguiente, una ideología poco atractiva y con un fuerte estigma social como lo son otras de corte parecido como el nazismo o el fascismo, ambas nacidas de la matriz socialista en los años veinte del siglo pasado.</p><p style="text-align: justify;">El comunismo, sin embargo, mantiene una suerte de bula justificada en algo tan simple como las intenciones. La intención del comunismo es construir una sociedad más justa. Punto. Eso les ha salvado de la quema, bueno, eso y la ventaja de disponer de una técnica propagandística depuradísima y un transformismo político digno de encomio. Ese es el secreto de que la momia siga vivaqueando.</p><p style="text-align: justify;">Esto en lo que toca a la parte <span style="font-size: x-small;"><<</span>criminal<span style="font-size: x-small;">>></span> de la ideología. Para la sectaria echemos mano nuevamente de la Historia. Si algo ha caracterizado a los partidos comunistas de todo el mundo es que se han comportado como sectas, en el sentido de organizaciones muy cerradas en sí mismas, en tensión con el resto de la sociedad y poseedoras de una verdad revelada y sotética que solo los iniciados -la vanguardia- conoce. Es escritor Arthur Koestler, que fue un devoto comunista durante una parte de su vida, definía en estos términos su afiliación al Partido:</p><p style="text-align: justify;"><span> Decir que uno había visto la luz es una pobre descripción del éxtasis mental que solo el converso conoce. La nueva luz parece brotar desde todas las direcciones del cráneo; todo el universo encaja en un patrón, como piezas aisladas de un rompecabezas, unidas de golpe por la magia. Ahora hay una respuesta para todas las preguntas, las dudas y los conflictos son cosa del pasado. A partir de este momento nada puede perturbar la paz interior y la serenidad del converso, excepto el temor ocasional de volver a perder la fe, perdiendo de este modo lo único por lo que vale la pena vivir, y cayendo de nuevo en la oscuridad exterior.</span></p><p style="text-align: justify;"><span>Si esto no es lo más parecido a una secta, que baje Dios y lo vea.</span></p><p style="text-align: justify;"><span>Los comunistas siempre han sido una minoría. El propio Lenin, fundador del primer partido-secta de la historia, el Bolchevique, tomó precisamente ese nombre para transformar la realidad mediante el uso de las palabras. </span></p><p style="text-align: justify;"><span>Bolshevik en ruso significa <span style="font-size: x-small;"><<</span>mayoría<span style="font-size: x-small;">>></span>, aunque el grupo de Lenin no era más que una minúscula escisión del Partido Socialdemócrata ruso. Esa minoría estaba formada por pocos militantes, pero, en palabras de Lenin, <span style="font-size: x-small;"><<</span>obedientes, mentalizados y disciplinados<span style="font-size: x-small;">>></span>. Esta vanguardia se encargaría de guiar a las masas para que se materializasen las tesis marxistas. Para ello cualquier abuso estaba permitido. Así, mediante la conversión del partido en secta, una ideología que propugnaba la violencia terminó cristalizando en crímenes reales con muertos de verdad.</span></p><p style="text-align: justify;"><span>Partidos como el que fundó Lenin o el del citado Abimael Guzmán sí que eran sectas criminales a fuer de comunistas. Otros, que se autodenominaban comunistas, no son ni una cosa ni la otra. El comunismo pues, solo es secta y solo es criminal cuando sigue al pie de la letra los dictados de Marx y Lenin. Y no es una opinión, es un hecho.</span></p>joaquin rabassahttp://www.blogger.com/profile/02489118698514626534noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-5114207674146022398.post-80499488156248142682023-12-20T09:56:00.000-08:002023-12-22T02:30:33.516-08:00Noelle Mering (El dogma Woke) Una respuesta cristiana ante la ideología de moda<p></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgldapp9O8q30E4dLVLl-l3pVtsHOxTQJwJXHrMB5ZoCBtqyfuUv7bLZ1mgHYl9IecGABeSu7J-gNpjbUKqaE_DUnMROJy4jtBAb445bD8ACA4cuskT9C0sddSV0BkX2puYLOUYIznZKbSdyo3nMutCqY-JFisRqmULOdvbsMFjJA-WBv9J86-nUfNDyRjl/s1024/mering_headshot_2023-1-683x1024.jpg" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="1024" data-original-width="683" height="176" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgldapp9O8q30E4dLVLl-l3pVtsHOxTQJwJXHrMB5ZoCBtqyfuUv7bLZ1mgHYl9IecGABeSu7J-gNpjbUKqaE_DUnMROJy4jtBAb445bD8ACA4cuskT9C0sddSV0BkX2puYLOUYIznZKbSdyo3nMutCqY-JFisRqmULOdvbsMFjJA-WBv9J86-nUfNDyRjl/w133-h176/mering_headshot_2023-1-683x1024.jpg" width="133" /></a></div><div style="font-weight: bold; text-align: center;"><b><i> TOLERANCIA REPRESIVA</i></b></div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">En su influyente ensayo <i>La tolerancia represiva</i>, <a href="https://blogdejoaquinrabassa.blogspot.com/2012/10/herbert-marcuse-eros-y-civilizacion.html">Marcuse</a> rechaza los ideales de la libertad de expresión y mutua tolerancia y, en contraposición diserta sobre el imperativo de discriminar a cualquiera que esté en la lado equivocado de la revolución. «La estructura jerárquica de la sociedad es inherentemente violenta contra el progreso de la sociedad. Por tanto, cualquier violencia que introduzcan los oprimidos en nombre del progreso no supone violencia, sino que es justa reacción a un sistema violento».</div><div style="text-align: justify;">No solo está justificada la intolerancia contra los enemigos de la revolución; es necesaria, e incluso justa.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Como Marcuse agregaría, no se puede defender por igual la tolerancia, pues funciona en beneficio de los poderosos y exhorta a los oprimidos a sentirse en un falso nivel de igualdad. Aunque esto pueda parecer justo en la práctica. Marcuse les aseguraba a aquellos a quienes estaban radicalizando que era necesario en aras del progreso histórico. Prosigue: «¿Desde cuándo la historia se hace conforme a baremos éticos? Comenzar a aplicarlos en este momento en que los oprimidos se rebelan contra los opresores, los desposeídos contra los acaudalados, es ponerse al servicio de la causa de la verdadera violencia, puesto que socava la protesta contra esta misma violencia opresora».</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">La influencia de Marcuse y la Escuela de Fráncfort sigue viva y coleando dentro del movimiento<i> woke</i> contemporáneo. Al orientar en el modo en que se debe llevar a cabo la justicia social en las escuelas, las consejeras raciales Özlem Sensoy y DiAngelo ponen un ejemplo acerca de cómo emplear tácticas de tolerancia represiva mientras se imparten en el aula sesiones contra el acoso escolar relativo a las identidades sexuales. Al concluir una sesión, se plantea una situación hipotética a modo de ejemplo sobre cómo aplicar la discriminación en aras de la ideología. Ante ese caso hipotético, una estudiante levanta la mano y plantea que tiene un desacuerdo moral con una determinada opción de estilo de vida sexual y cree que no se le debe pedir que exprese su aceptación. El instructor le permite terminar y le agradece el haber compartido su punto de vista, y luego da paso al siguiente alumno que tenga algo que comentar. Según Özlem Sensoy y DiAngelo, esta es una manera incorrecta de manejar la situación, ya que permite que el aula esté sujeta a narrativas opresoras dominantes y microagresiones. Por el contrario, hay que silenciar la voz dominante que expresa normas sexuales tradicionales:</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;"><span> Cuando , en nombre de la «equidad» o el «juego limpio» los instructores conceden el mismo tiempo a las narrativas dominantes, reforzamos los efectos discursivos problemáticos, al legitimar la idea de que la conversación se iguala solo cuando también se incluye a voces dominantes. Por eso hemos llegado a negar el mismo tiempo a todas las narrativas en nuestra aula. Nuestra intención, al proceder de esta manera, consiste en corregir los desequilibrios de poder existentes bajando el volumen de narrativas dominantes; permitir espacio a las narrativas dominantes, para ser «ecuánimes», es tanto como asumir que estos desequilibrios ya no existen o que la igualdad de tiempo en el turno de palabra es todo cuanto se necesita para corregirlos. Debido a esto, pensamos que restringir las narrativas dominantes es, en realidad, más igualitario. </span><br /></div><div style="text-align: justify;"><span><br /></span></div><div style="text-align: justify;">Un libre intercambio de ideas nunca ha sido una meta <i>woke</i>. Una aplicación de criterios de justicia nunca ha sido lo que han pretendido. Así es como los radicales, Marcuse incluido, dieron su visto bueno a las tácticas terroristas y atentados de la organización Weather Underground. Es fácil observar la mera como esta mecánica conecta con nuestra actual «cultura de la cancelación», al igual que el vandalismo y los disturbios, que se consideran incuestionables cuando los realizan miembros de un grupo oprimido. Como escribe Ibram X. Kendi: «El único remedio para la discriminación en el pasado es la discriminación en el presente».</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Comprender la táctica de la tolerancia represiva ayuda a conocer el sentido de artículos como el de <i>The Washington Post</i> titulado «Por qué no podemos odiar a los hombres?» Su autora se dirige a los hombres y les dice que, debido a su biología, «no os postuléis para un cargo público, no ejerzáis cargo alguno, manteneos lejos del poder. Esto es lo que tenemos. Y tened muy presente que vuestras lágrimas de cocodrilo ya no os las vamos a seguir enjugando. Tenemos todo el derecho a odiaros. Nos habéis tratado mal. #PorculpadelPatriarcado. Ya es hora de jugar duro para el Equipo Femenino. Y ganar».</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Este es también el motivo por el que la jefa de Black Lives Matter en Toronto se sintió perfectamente en sus cabales al escribir una diatriba racista, empleando un género alternativo de género neutro para «humano» («humanx», como otros recurren al «human@») en una anotación online que ahora está borrada. «La blancura no es humanx. En realidad, la piel blanca es sub-humanx. Todos los fenotipos existen dentro de la familia negra y [gente] blanca es un defecto genético de la negritud». </div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">El objetivo no es una igualdad humanizadora común y a los ojos de la ley, sino una subversión del poder. </div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;"><div style="font-weight: bold; text-align: center;"><i><br /></i></div><div style="font-weight: bold; text-align: center;"><i>COMPORTAMIENTO SECTARIO</i></div><div style="font-weight: bold; text-align: center;"><i><br /></i></div><div style="text-align: justify;">Si bien el gentío y la turba es el hábitat natural de los <i>woke,</i> el movimiento adopta las tácticas psicológicas de una secta. Es cierto que mucha gente de izquierdas sigue siendo razonable y capaz de ver las cosas desde otros puntos de vista, pero, cuanto más se adentra uno en la ideología, más antiliberal y cerrado de mente tiende a volverse. Hay comparaciones muy trilladas entre lo <i>woke</i> y las religiones fundamentalistas: rechazo del pensamiento crítico, exigencia de adhesión total de los dogmas, avergonzamiento ritualista y rechazo de los transgresores. Los seres humanos tenemos instinto de religiosidad, y en el vacío que deja nuestro alejamiento de Dios, tendemos a erigirnos falsos e inclementes dioses de nosotros mismo. </div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Queremos ser parte de un gran drama o de una gran narrativa que dé sentido a nuestra vida, a nuestros sufrimientos, a nuestros esfuerzos diarios. La cultura <i>woke </i>posmoderna nos despoja de las grandes narrativas y despedaza cada relato en una preferencia personal sin conexión con un significado último. Tenemos narrativas, pero son narrativas fútiles. Quien observa esto con honestidad suele caer en la cuenta de que el nihilismo es demasiado difícil de soportar. Otros se distraen con el pan y circo, y no se percatan de la falta de sentido. Otros labran una especie de religión a partir de sus ideas políticas, pero no es una religión cohesionada en torno a un gran narrativa sino a un enemigo común. Es la búsqueda y denuncia cíclica de un chivo expiatorio sin llegar jamás a la Víctima Inocente. </div><div style="font-weight: bold; text-align: center;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Los <i>woke</i> no se tomarán a la ligera que se los defina como una religión y, mucho menos, como una secta. Pero el adoctrinamiento en su ideología a menudo adopta tácticas propias de una secta en su proselitismo. Ahora vamos a tomar consideración algunas características de las sectas y hasta qué punto están incorporadas en los <i>woke.</i></div><div style="font-weight: bold; text-align: center;"><br /></div><div style="font-weight: bold; text-align: justify;"><i>Dogmas incuestionables</i></div><div style="font-weight: bold; text-align: justify;"><i><br /></i></div><div style="text-align: justify;">Se desaconseja el pensamiento crítico. La sustitución del pensamiento crítico por la teoría crítica deja de asumir como algo positivo cualquier cuestionamiento de sus postulados y expresa hostilidad hacia la razón, el debate y el pensamiento libre. Impera un dogma imposible de desmentir e indiscutible.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;"><div style="font-weight: bold;"><i>Los adeptos nunca pueden ser lo suficientemente buenos</i></div><div style="font-weight: bold;"><i><br /></i></div><div>Debes confesar tu privilegio, formarte en las doctrinas <i>woke</i> a través de la reeducación y comprometerte de por vida en esforzarte para resististe a tu pecado original de blancura (una tarea imposible, a fin de cuentas). El ensayista James Lindsay afirma: «Debes ser un aliado, pero acepta que tu alianza siempre será precaria».</div><div><br /></div><div><div style="font-weight: bold;"><i>Aislamiento de la gente ajena al grupo, incluyendo familiares y amigos</i></div><div style="font-weight: bold;"><i><br /></i></div><div>No hay rasgo más clásicamente liberal que la libertad de pensamiento y de debate. El seguidor de una secta rechaza tal modo de debatir y, si se siente amenazado por ideas adversas, substituye el debate por denuncias y «llamamientos». La oposición a los dogmas <i>woke </i>se consideran hirientes y dañina, y una señal de maldad por parte del otro. Las fisuras en las familias y viejas amistades surgen y se calcifican. Es algo que se ha ido corroborando en un abundante número de artículos que relatan cómo se han roto las amistades e incluso matrimonios porque la parte <i>woke</i> ya no podía aceptar seguir manteniendo relación con un partidario de Trump. </div></div><div><br /></div><div><b><i>El mal comportamiento moral está justificado para algunos, pero resulta intolerable en otros</i></b></div></div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Esta quizá sea una de las características más notables durante la transición hacia un comportamiento similar al de una casta. No se trata, simplemente, de que haya corrupción moral entre los adeptos, lo que puede ocurrir y ocurre en cualquier grupo; se trata, más bien, de que la creencia en la ideología es el principio que justifica y exonera conductas que, de otro modo, se considerarían repugnantes. El saque, el vandalismo y la violencia contra los transgresores de la secta se excusan o justifican si se llevan a cabo por el bien de la ideología. </div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;"><b><i>Ataca, rehúye y deslegitima a quienes se apartan del dogma</i></b></div><div style="text-align: justify;"><b><i><br /></i></b></div><div style="text-align: justify;">Es algo evidente en la <span style="font-size: x-small;"><<</span>cultura de cancelación<span style="font-size: x-small;">>></span>. <i>Despertar</i> -ser <i>woke</i>- consiste en ver cómo el mal está omnipresente en cada una de las facetas del mundo. Todo cuanto se desvíe de la doctrina <i>woke</i> -<i>despertada</i>- es algo problemático. La evangelización <i>woke </i>requiere avergonzar al nuevo adepto.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;"><b><i>Manía persecutoria y pensamientos catastrofistas</i></b></div><div style="text-align: justify;"><b><i><br /></i></b></div><div style="text-align: justify;">La base de esta ideología consiste en que la persecución y la opresión se hallan por todas partes, incluso en pequeños detalles y aspectos inopinados, como las microagresiones, y tales microagresiones constituyen un tipo de violencia. Esto fomenta la paranoia y la hiperreactividad. </div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;"><b><i>Consignas para evitar la reflexión rigurosa o el cuestionamiento</i></b></div></div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">El pensamiento crítico, según la tradición clásica, es la actividad del hombre auténticamente libre. La teoría crítica, según la tradición neomarxista, es la actividad del hombre controlado y controlador. Las creencias a las que llegamos por medio de un análisis libre y ponderado las poseemos en profundidad. Si el pensamiento no se deriva de procesos internos de este tipo, entonces debe imponerse desde fuera. Despojada de un concepto significativo y consistente de la naturaleza, la razón y la persona humana, la ideología <i>woke </i>es un castillo de naipes que demanda lealtad por medio de la intimidación y el poder. Como descubrió <a href="https://blogdejoaquinrabassa.blogspot.com/2012/09/hannah-arendt-los-hombres-y-el-terror-y.html">Hannah Arendt</a> durante el juicio de Eichmann, el ideólogo se caracteriza por la curiosa incapacidad de pensar. Una vez adoctrinado, el pensamiento es reemplazado por clichés sectarios, propaganda y consignas.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">La ideología <i>woke</i> es como un filtro cosido al ojo de la mente por medio del cual se tamiza todo el conocimiento y cada dinámica humana. No deja de ser una perversión de aquello que decía C.S. Lewis: <span style="font-size: x-small;"><<</span>Creo en el cristianismo igual que creo que el sol acaba de salir: no solo porque lo veo, sino porque, gracias a él, veo todo lo demás<span style="font-size: x-small;">>></span>. Gracias a Cristo, comenzamos a ver todo en este mundo como signos y sombras de su perfecta bondad. Por medio de la ideología <i>woke</i>, comenzamos a ver todo como signos y sombras de opresión.</div><p></p>joaquin rabassahttp://www.blogger.com/profile/02489118698514626534noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-5114207674146022398.post-59058876469050317552023-12-12T00:39:00.000-08:002023-12-13T09:22:24.946-08:00Manuel Santirso (La revolución francesa y Napoleón) El fin del Antiguo Régimen y el inicio de la Edad Contemporánea<p></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgurvDYUxpofoKdodxnrxhyphenhyphenYHKj3orNMXiA8X31Ej8gMFYK1SxpaIqRt63ZwAH6DIcSRjfuXyIDIzPOl96rUhBjuaw_ji6Qh_1FLhtDA8VXHRrUyhxgSgVjRYLfQKuGMnwhO5XU9IqTQtKZmw_sjo3lAUMObQpMByAp4r2IhUdltW5_nJQi6Mp5BQS7Aph3/s296/portalrecerca.uab.jpg" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="296" data-original-width="217" height="200" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgurvDYUxpofoKdodxnrxhyphenhyphenYHKj3orNMXiA8X31Ej8gMFYK1SxpaIqRt63ZwAH6DIcSRjfuXyIDIzPOl96rUhBjuaw_ji6Qh_1FLhtDA8VXHRrUyhxgSgVjRYLfQKuGMnwhO5XU9IqTQtKZmw_sjo3lAUMObQpMByAp4r2IhUdltW5_nJQi6Mp5BQS7Aph3/w147-h200/portalrecerca.uab.jpg" width="147" /></a></div><div style="font-weight: bold; text-align: center;"><b><i> La fase napoleónica 1799-1815</i></b></div><div style="font-weight: bold; text-align: center;"><b><i><br /></i></b></div><div style="text-align: justify;">Desde el golpe del 18 de Brumario hasta la derrota de Waterloo, , transcurrió un largo periodo que se suele separar con la cesura de la coronación imperial de Napoleón en 1804. Sin embargo, la división entre Consulado e Imperio separa de modo institucional y formalista un periodo con un carácter conjunto muy claro, que combinó algunos elementos heredados del Directorio y otros nuevos. La mezcla evolucionó durante esos quince años siguiendo su propia lógica y la de un contexto cambiante, pero siempre mantuvo algunos rasgos básicos. </div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">En síntesis, la época napoleónica puede describirse como la confluencia de tres líneas de fuerza, más complementarias que contrapuestas. En primer lugar, se trató de un régimen autocrático y autoritario. Como tal, desplegó una represión sobre la disidencia política o la simple asociación paras la que también aprovechó el legado de fases anteriores. Como en ellas, golpeó indistintamente a derecha e izquierda, contra la oposición monárquica —realista o constitucional— y la república, que aspiraban a la conquista de un poder que se presentaba como apartidista. Las cárceles siguieron pobladas y la guillotina continuó funcionando: el atentado contra Napoleón de 1800 organizado por el vendeano Georges Cadoudal y la gran conspiración monárquica de 1804 también urdida por él, el duque de Enghien y el general Pichegru dieron argumentos para mantener el artefacto engrasado. </div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Las captura de esos enemigos políticos no se confió a un organismo separado, como el Comité de Salvación Pública, ni se hizo participar en ella a ciudadanos fervientes, como los que habían nutrido los comités de vigilancia: najo Napoleón, el Estado tuvo siempre el control de la represión, que ejerció de forma selectiva y con ayuda de instrumentos propios. El principal de ellos fue una policía que, como muchos otros aspectos del periodo napoleónico, había surgido bajo el Directorio. ¿Y quién podía haber mejor para dirigirla que el antiguo «terrorista» Fouché. Fue él quien se encargaría de la policía hasta 1811, con un breve paréntesis entre 1802 y 1804, dedicado a demostrar la filiación realista del atentado de 1800. </div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">No obstante, y al igual que otros regímenes autoritarios que le seguirían y la copiarían, la autocracia napoleónica no se sostuvo tan solo sobre la represión. Se basó asimismo en un consentimiento social muy amplio, que casi hasta el fin del régimen valoró el orden, la estabilidad económica y la claridad legal que había propiciado, sin que importase demasiado un carácter violento y expansivo que, al fin y al cabo, abría mercados cada vez mayores. El Consulado y el Imperio contaron siempre con el beneplácito de los propietarios, urbanos y esta vez también rurales, que formarían la columna vertebral de la Francia burguesa durante un siglo y medio. </div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: left;"><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjlihBTznRfdpwBjgWXI11jESCybq6kLfqeVyquSSBEXGyJYRsYRUQcDcL22lGJhdzSKKto6AlFwjSe-OzuiPf1ga0UoeHb6FK3S6xUQoHbgaK-JonFqGllzDU9pjCX8EdSWYD0gieORY9rCMB-48U4q5L7q14A9UIbmVpA3Wqr6HQipoQKZ_3eQPZPHjRR/s1180/Escanear%201.jpg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="1180" data-original-width="785" height="378" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjlihBTznRfdpwBjgWXI11jESCybq6kLfqeVyquSSBEXGyJYRsYRUQcDcL22lGJhdzSKKto6AlFwjSe-OzuiPf1ga0UoeHb6FK3S6xUQoHbgaK-JonFqGllzDU9pjCX8EdSWYD0gieORY9rCMB-48U4q5L7q14A9UIbmVpA3Wqr6HQipoQKZ_3eQPZPHjRR/w252-h378/Escanear%201.jpg" width="252" /></a></div><b><div style="text-align: left;"><b><br /></b></div><div style="text-align: center;"><b>Los ficheros de Fouché</b></div></b></div><div style="text-align: center;"><b><br /></b></div><div style="text-align: justify;">Cuando se dice de alguien que le han fichado, se está rindiendo un homenaje inadvertido a Joseph Fouché (1759-1820), uno de los personajes más interesantes que produjo la Revolución francesa. Convencional regicida, fue enviado por el Comité de Salvación Pública como representante en misión a diversos destinos, donde hizo gala de codicia y crueldad. Cayó en desgracia ante Robespierre, de quien se vengó conspirando para el golpe de Temidor. Después se asoció a Baboeuf y hubo de esconderse durante un tiempo, hasta que se benefició de la amnistía de 1796. El Directorio lo empleó en la recién creada policía, que pasó a dirigir gracias a Barras en julio de 1799.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Por policía se entendía el espionaje interior, para el que la información resultaba esencial. Fouché había estudiado en el seminario de los oratorianos donde, a pesar de su incapacidad para hablar en público, dio clases de matemáticas y física durante diez años. Aplicó el espíritu científico a su nueva tarea, que continuaría bajo Napoleón: organizar la información que le traían sus espías mediante fichas personales, una versión rudimentaria de lo que hoy llamamos una base de datos que fue creciendo entre 1804 y 1810. Sus principales fuentes de información estaban en las timbas y prostíbulos; él y sus agentes las extorsionaban para sus fondos reservados y para beneficio propio.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Fouché ordenó la destrucción de las fichas como venganza cuando Napoleón lo destituyó y lo mando de embajador a Roma. Sin embargo, se decía que había confeccionado dos ficheros, el conocido por sus agentes y ahora utilizados, y otro secreto, al que solo él tenía acceso.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Su vital información le fue de gran utilidad para sobrevivir a la primera caída del emperador, reconciliarse con él en los Cien Días, presidir su gabinete y después pasarse con armas y bagajes a la Restauración de Luis XVIII. Ninguno de los gobernantes de esta época conocía a ciencia cierta qué sabía de él Fouché.</div>joaquin rabassahttp://www.blogger.com/profile/02489118698514626534noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-5114207674146022398.post-48811075624363909682023-12-03T10:09:00.000-08:002023-12-07T04:27:38.117-08:00Jacques Maritain (El hombre y el Estado)<p></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhJR8N5qZdWqlIHTtnTps2xHWnKwB92lLf-rR77hJWCfqR9U3aj9rKLTIHY0ODgpubMI4l3aKywgS4y70S3hLKsoUyKjbKcTRyoS8_X6tfm-eYVsZMFK9nJd5TsLS7xBfDBR_kzHoJBaW1hnQYqxJiL6ztoHyyX08WtuWo3YQHC_g_PkFi8ewA2gnmBh98X/s900/49813268292_b5f79eaedd_b-900x600.jpg" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="600" data-original-width="900" height="133" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhJR8N5qZdWqlIHTtnTps2xHWnKwB92lLf-rR77hJWCfqR9U3aj9rKLTIHY0ODgpubMI4l3aKywgS4y70S3hLKsoUyKjbKcTRyoS8_X6tfm-eYVsZMFK9nJd5TsLS7xBfDBR_kzHoJBaW1hnQYqxJiL6ztoHyyX08WtuWo3YQHC_g_PkFi8ewA2gnmBh98X/w200-h133/49813268292_b5f79eaedd_b-900x600.jpg" width="200" /></a></div><b><div style="text-align: center;"><b><i>Comunidad y sociedad</i></b></div></b><p></p><p style="text-align: justify;">Se hace necesaria una distinción preliminar: la distinción entre comunidad y sociedad. Es lícito, sin duda, emplear estos dos términos cono sinónimos y yo mismo lo he hecho muchas veces. Pero es lícito tambien —y fundado en la razón—aplicarlos a dos clases de agrupaciones sociales de índole profundamente distinta. Esta distinción (por gravemente que haya podido abusar de ella los teóricos de la superioridad de la «vida» sobre la razón) es en sí misma un hecho sociológico reconocido. La comunidad y la sociedad son, una y otra, realidades ético-sociales verdaderamente humanas y no solo biológicas. Pero una comunidad es ante todo obra de la naturaleza y se encuentra más estrechamente ligada al orden biológico; en cambio, una sociedad es sobre todo obra de la razón y se encuentra más estrechamente vinculada a las aptitudes intelectuales y espirituales del hombre. Su naturaleza social y sus caracteres intrínsecos no coinciden, como tampoco sus esferas de realización. </p><p><b></b></p><p style="text-align: justify;"></p><p></p><p></p><div style="text-align: center;"><b><i>El Estado</i></b></div><div style="text-align: center;"><b><i><br /></i></b></div><div style="text-align: justify;">[...] El Estado no es la suprema encarnación de la Idea, como decía Hegel. No es una especie de superhombre colectivo. El Estado no es más que un órgano habilitado para hacer uso del poder y la coerción y compuesto de expertos o especialistas en el orden y el bienestar públicos; es un instrumento al servicio del hombre. Poner al hombre al servicio de este instrumento es una perversión política. La persona humana en cuanto a individuo es para el cuerpo político, y el cuerpo político es para la persona humana en cuanto persona. Pero el hombre no es en modo alguno para el Estado. El Estado es para el hombre.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">[...] El Estado transformado en un absoluto ha revelado su verdadera faz. Nuestra época ha tenido el privilegio de contemplar el totalitarismo estatal de la Raza con el Nazismo germánico, de la Nación con el Fascismo italiano y de la Comunidad económica con el Comunismo ruso.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">El punto en el que conviene insistir es el siguiente: para las democracias de hoy el esfuerzo más urgente es el de desarrollar la justicia social y mejorar la organización económica mundial y el defenderse ellas mismas contra las amenazas totalitarias del exterior y contra la expansión totalitaria del mundo. Mas la prosecución de esos objetivos entraña inevitablemente el riesgo de ver demasiadas funciones de la vida social controladas desde arriba por el Estado y nos veremos inevitablemente obligados a aceptar ese riesgo mientras nuestra noción del Estado no haya sido restaurada sobre verdaderos y auténticos fundamentos democráticos y mientras el cuerpo político no haya renovado sus propias estructuras y su conciencia de sí, de tal manera que el pueblo se encuentre preparado de modo más eficaz para la práctica de la libertad y el Estado llegue a ser verdaderamente un instrumento al servicio del bien común de todos.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;"><div style="text-align: center;"><b><i>El pueblo</i></b></div><div style="text-align: center;"><b><i><br /></i></b></div><div style="text-align: justify;">[...] Acabo de indicar que el pueblo no es soberano en el verdadero sentido de la palabra. Pues, en su sentido auténtico, la noción de soberanía se refiere a un poder y a una independencia que son supremos <i>separadamente y por encima</i> del todo que gobierna el soberano. Y con toda evidencia, el poder y la independencia del pueblo no son supremos <i>separadamente y por encima del pueblo mismo</i>. Del pueblo, como cuerpo político, debemos decir, no en modo alguno que es soberano, sino que tiene un derecho natural a la <i>plena autonomía</i> o a gobernarse a sí mismo. </div><div><br /></div><div>El pueblo ejerce ese derecho cuando establece la Constitución, escrita o no escrita, del cuerpo político; o cuando, en un grupo político de dimensiones lo bastante reducidas, se reúne para hacer una ley o tomar una decisión; o cuando elige a sus representantes. Y este derecho permanece siempre en él. Es en virtud de ese derecho como controla al Estado y a sus propios funcionarios administrativos. Es en virtud de ese derecho como trasmite a quienes son designados para cuidar del bien común el derecho de legislar y gobernar, de tal manera que, revistiendo de autoridad a esos hombres particulares, dentro de ciertos límites de duración y poder, el ejercicio mismo del derecho del pueblo al <i>self-government</i> restringe en la misma medida su <i>ejercicio</i> ulterior, mas ni suprime ni disminuye en ningún caso la <i>posesión</i> de este mismo derecho. </div><div><br /></div><div>[...] Es la expresión de Lincoln: «El gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo». Lo cual quiere decir que el pueblo está gobernado por hombres que él mismo ha escogido y a los que ha confiado el derecho de mandar, para funciones de índole y duración determinadas y de cuya gestión mantiene un control regular, en primerísimo lugar por medio de sus representantes y de las asambleas así constituidas.</div><div><br /></div><div><div style="text-align: center;"><b><i>La racionalización técnica de la vida política</i></b></div></div><div style="text-align: center;"><b><i><br /></i></b></div><div style="text-align: justify;">En el albor de la historia y de la ciencia moderna, Maquiavelo, en su <i>Príncipe</i>, nos propuso una filosofía de la racionalización puramente técnica de la política; en otras palabras, convirtió en sistema racional la manera en que los hombres se comportan de hecho más a menudo y se dedicó a someter ese comportamiento a una forma y a reglas puramente artísticas. Así, la buena política se convertía por definición en una política amoral que tiene éxito: el arte de conquistar y conservar el poder por cualquier medio (incluso bueno, si se presenta la ocasión, rara ocasión), con la única condición de que sea adecuado para conseguir el éxito.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">[...] La ilusión propia del maquiavelismo es la ilusión del <i>éxito inmediato</i>. La duración de la vida de un hombre o, mejor, la duración de la actividad del príncipe, del hombre político, delimita el espacio del tiempo máximo requerido por lo que llamo el <i>éxito inmediato</i>. El éxito inmediato es éxito para un hombre, no para un Estado o una nación, de acuerdo con la duración propia de las vicisitudes de los Estados o de las naciones. Cuanto más terrible en intensidad se afirma el poder del mal, menores en duración histórica son los progresos internos y el vigor vital adquirido por el Estado que hace uso de tal poder. </div><div><b><i><br /></i></b></div></div><div style="text-align: justify;"><div><div style="text-align: center;"><b><i>La racionalización moral de la vida política</i></b></div></div><div><b><i><br /></i></b></div></div><div style="text-align: justify;">Hay otra clase de racionalización de la vida política: racionalización, no artística o técnica, sino moral. Esta se funda en el reconocimiento de los fines esencialmente humanos de la vida política y de sus resortes más profundos: la justicia, la ley y la amistad recíproca. Y significa también un esfuerzo incesante para aplicar las vivas y móviles estructuras del cuerpo político al servicio del bien común, de la dignidad de la persona humana y del sentido del amor fraterno; para someter a la forma y determinaciones de la razón que estimula la libertad humana y el enorme condicionamiento material, a la vez natural y técnico, y el pesado aparato de intereses en conflicto, de poder y coerción inherente a la vida social; y para fundamentar la actividad política, no en lo que en realidad implica una mentalidad infantil —la ambición, los celos, el egoísmo, el orgullo y el engaño, las reivindicaciones de prestigio y de dominación transformadas en reglas sagradas de un juego trágicamente serio—, sino en un conocimiento adulto de las más íntimas necesidades de la vida de la humanidad, de las exigencias reales de la paz y el amor y de las energías morales y espirituales del hombre. </div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;"><div><div style="text-align: center;"><b><i>Los medios de control a disposición del pueblo y el Estado democrático</i></b></div></div></div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">[...] Consideremos el caso de un Estado democrático. El control del pueblo sobre el Estado, incluso si el Estado, de hecho, intenta escapar de él, se halla inscrito en los principios y en la estructura constitucional del cuerpo político. El pueblo tiene medios regulares y estatutarios de ejercer su control. Escoge periódicamente a sus representantes y, directa o indirectamente, a su personal de gobierno. Si lo desaprueba, no solo desplazará a este último en las siguientes elecciones, sino que, con las asambleas de sus representantes, controla y vigila su gobierno y hace presión sobre él durante el tiempo en que ejerce el poder. </div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">No pretendo decir que las asambleas tendrían que gobernar en lugar del poder ejecutivo. Más, para vigilar, frenar o modificar la manera en que gobierna éste, emplean los diversos recursos puestos a su disposición por la Constitución, el más apropiado de los cuales, en las democracias europeas, es el de remover al gobierno cuando están descontentas de su política.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">[...] Existen asimismo los medios de agitación política —de propaganda, presión o coacción obrada por la población misma—, que, en ciertos momentos críticos, puede poner en práctica un grupo de ciudadanos, considerándose como abanderados del pueblo, y que voy a llamar «medios carnales de combate político. </div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">[...] Existe, finalmente, una categoría de medios completamente diferentes, a los cuales, a decir verdad, apenas ha atendido nuestra civilización occidental y que ofrece al espíritu humano un campo de hallazgos sin límites: son los medios espirituales sistemáticamente aplicados al dominio temporal, un contundente ejemplo de los cuales ha sido el <i>Satyagraha</i> de Gandhi. Desearía llamarlos «medios de guerra espiritual».</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Es sabido que <i>Satyagraha </i>quiere decir «la fuerza de la verdad». Gandhi ha afirmado constantemente el valor de la «Fuerza del Amor», de la «Fuerza del alma» o de la «Fuerza de la Verdad» como instrumentos o medios de acción política y social. Porque —decía— «la paciencia y el sufrimiento voluntario, la defensa de la verdad que inflige sufrimiento, no al adversario, sino a nosotros mismos» son «las armas de los fuertes entre los fuertes»</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;"><div><div style="text-align: center;"><b><i>El segundo elemento (gnoseológico) de la ley natural</i></b></div></div></div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Llegamos así al segundo elemento fundamental que tomar en consideración en la ley natural, quiero decir, a la ley natural en <i>cuanto conocida</i> y como midiendo así efectivamente a la razón práctica humana, que es, a su vez, la medida de los actos humanos.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">La ley natural no es una ley escrita. Los hombres la conocen con mayor o menor dificultad, en grados diversos y exponiéndose aquí a error como otras cosas. El único conocimiento práctico que todos los hombres tienen natural y infaliblemente en común, como un principio evidente de por sí e intelectualmente percibido en virtud de los conceptos implicados en él, es que hay que hacer el bien y evitar el mal. Este es el preámbulo y el principio de la ley natural; pero no es la ley natural misma. La ley natural es el conjunto de las cosas que hacer y que no hacer que se siguen de aquí de manera <i>necesaria</i>. </div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">[...] Conviene a este respecto insistir en el hecho de que la razón humana no descubre las regulaciones de la ley natural de una manera abstracta y teórica, como una serie de teoremas de geometría. Más aún, no las descubre por el ejercicio conceptual de la inteligencia o por vía de conocimiento racional. Yo creo que hemos de comprender la enseñanza de Tomás de Aquino sobre este punto de una manera más profunda y más precisa de la que se tiene ordinario. Cuando él dice que la razón humana descubre las regulaciones de la ley natural bajo la guía de las <i>inclinaciones</i> de la naturaleza humana, quiere decir que el <i>modo mismo</i> en que la razón humana conoce la ley natural no es el conocimiento racional, sino el del conocimiento por <i>inclinación</i>. Esta clase de conocimiento no es un conocimiento claro por conceptos y juicios conceptuales; es un conocimiento oscuro, no sistemático, vital, que procede por experiencia tendencial o «connaturalidad», y en el que el intelecto, para formar un juicio, escucha y consulta la especie de canto producido en el sujeto por la vibración de sus tendencias interiores.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;"><div><div style="text-align: center;"><b><i>Los herejes políticos</i></b></div><div style="text-align: center;"><b><i><br /></i></b></div><div style="text-align: justify;">Hay que reconocer que el cuerpo político tiene herejes como tiene la Iglesia los suyos. Es más: san Pablo nos dice que es preciso que haya herejes, y probablemente son aún más inevitables en el Estado que en la Iglesia. ¿No hemos insistido, acaso, en el hecho de que existe una carta democrática o, más aún, un credo democrático y que hay una «fe» secular democrática? Ahora bien, ahí donde hay una fe, divina o humana, religiosa o secular, hay también herejes que amenazan la unidad de la comunidad, sea religiosa o civil. En la sociedad sacral de la Edad Media el hereje era el que rompía la unidad religiosa. En una sociedad laica de hombres libres el hereje es el que rompe «las creencias y las prácticas democráticas comunes», el que toma postura contra la libertad, contra la igualdad fundamental de los hombres, contra la dignidad y los derechos de la persona humana o contra el poder moral de la ley.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">[...] La cuestión de la libertad de expresión, no es una cuestión sencilla. Es hoy tan grande la confusión sobre ella, que vemos ciertos principios de sentido común ignorados en el pasado por los adoradores de una libertad falsa y engañosa utilizados hoy de una manera engañosa y falsa para destruir la verdadera libertad. </div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">[...] En la discusión de cuanto se refiere a la libertad de expresión hemos de tener en cuenta una diversidad de aspectos. Por una parte, no es verdad que todo pensamiento, por el mero hecho de que haya germinado en un intelecto humano, tenga derecho a difundir en el cuerpo político.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Por otra parte, no solo la censura y los métodos policiales, sino toda restricción directa de la libertad de expresión, son el peor medio de garantizar que los derechos del cuerpo político defiendan la libertad, la carta común y la moralidad común. Porque toda restricción de esta índole viene a oponerse al espíritu mismo de una sociedad democrática: Una sociedad democrática sabe que las energías internas de la subjetividad humana, la razón y la conciencia son los más preciosos resortes de la vida política. Sabe que de nada sirve el combatir a las ideas con cordones de policías y medidas represivas (incluso lo saben los Estados totalitarios; por eso matan simplemente a sus herejes, si bien empleando poderosos medios psicotécnicos para domesticar o corromper a las mismas ideas).</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Por lo demás, hemos visto que el consentimiento común que se expresa en la «fe» democrática es de naturaleza, no doctrinal, sino puramente práctica. Por consiguiente, el criterio de toda intervención del Estado en el campo de la expresión del pensamiento debe ser, él también, práctico, no ideológico: cuanto más exterior sea este criterio al contenido mismo del pensamiento, mejor será. Es demasiado para el Estado juzgar, por ejemplo, si una obra de arte presenta una cualidad intrínseca de inmoralidad (entonces condenaría a Baudelaire o a Joyce); es suficiente para él juzgar si un autor o un editor se dedica a ganar dinero vendiendo obscenidades. Es demasiado para el Estado juzgar si una teoría política es herética en relación con los principios democráticos, es suficiente para él juzgar —siempre con las garantías institucionales de la justicia y de la ley—si un hereje político amenaza a la carta democrática con actos tangibles o recibiendo dinero de un Estado extranjero para alimentar una propaganda antidemocrática. </div></div></div>joaquin rabassahttp://www.blogger.com/profile/02489118698514626534noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-5114207674146022398.post-7377792354022855622023-11-25T09:34:00.000-08:002023-12-02T02:17:00.322-08:00Antonio-Carlos Pereira Menaut (La sociedad del delirio) Un análisis sobre el Gran Reset Mundial.<p></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhQmBNIetVS3YAJwDhePovwIOXxdm0BLH8PevVvZ2YpGLjQnkoZa2Jogk06QBAGhWfnrK97NT4VrzpckMWXMx6Lu4NNELdDMwcJsTxBbCMDEG_MuN0PLcVWpibZwABe6HRvasVGrnPutPdZ1UzMmObUO8OylGdhP7CttkWqpFyhdB2z4lHjlZPZF0BKZUnI/s400/Captura-de-pantalla-2013-01-09-a-las-15.24.14.png" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="400" data-original-width="298" height="200" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhQmBNIetVS3YAJwDhePovwIOXxdm0BLH8PevVvZ2YpGLjQnkoZa2Jogk06QBAGhWfnrK97NT4VrzpckMWXMx6Lu4NNELdDMwcJsTxBbCMDEG_MuN0PLcVWpibZwABe6HRvasVGrnPutPdZ1UzMmObUO8OylGdhP7CttkWqpFyhdB2z4lHjlZPZF0BKZUnI/w149-h200/Captura-de-pantalla-2013-01-09-a-las-15.24.14.png" width="149" /></a></div><div style="font-weight: bold; text-align: center;"><b><i>¿QUÉ HA CAMBIADO?</i></b></div><div style="font-weight: bold; text-align: center;"><b><i><br /></i></b></div><div style="text-align: justify;">SI FUERA POSIBLE RESUMIR estos grandes cambios en un mínimo de palabras diríamos que lo que ha habido es un impresionante desarrollo tecnológico que no ha sido acompañado por un paralelo florecimiento humano; lo cual es nuevo. Podemos añadir el alejamiento de Dios y el alejamiento de la realidad. Intentemos un desglose más detallado.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: center;"><b>EL CAMBIO ANTROPOLÓGICO </b></div><div style="text-align: center;"><b><br /></b></div><div style="text-align: justify;">De los principales cambios que han tenido lugar, el antropológico es, posiblemente el que debe mencionarse en primer lugar. El hombre moderno ha dejado de saber quién es; cada vez se conoce y se entiende menos (una iluminadora idea que el papa Wojtyla expresó muchas veces). El hombre pagano grecorromano sabía quién era; el cristiano, también; el musulmán, también; el africano de nuestros días, también; los amish y los mormones, también.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Hablando en general, el cambio antropológico tiene que ver con la percepción que el hombre tiene de sí mismo y de su lugar en el cosmos, problema ya detectado por Max Scheler en una conferencia de 1927 con ese título. En principio, ese lugar no puede cambiar por iniciativa del resto de la creación; solo el hombre puede destruirse a sí mismo. Resultado de esa auto-destitución: cuándo oyó usted por última vez hablar del hombre como medida de todas las cosas, como decía el sofista Protágoras? De esa posición rebajada en el cosmos, que Scheler detecta, al poshuamanismo, a la "inutilidad de la dignidad humana" (Macklin, Pinker u otros) o a la equiparación con <i>every sentient being</i>, hay alguna distancia, pero la dirección es la misma. El antropocentrismo ya es pasado pues, aunque los animales y las plantas no puedan ver al hombre sino como lo han visto desde el origen de los tiempos, es este quien está viéndose a sí mismo con otros ojos. Unos hombres que parecen haber olvidado el orden del universo y que no parecen verse a sí mismos como reyes de lo creado atribuyen a los animales sentimientos y lenguaje; imaginando los que la especie animal usaría, si pudiera expresarse, para referirse a su opresora, la especie humana. Entre ambas ven una diferencia más de grado que de naturaleza. Como siempre, esto también tiene una cara económica: hay productos para limpiar bien todos los dientes de los perros, cojines para aliviar su ansiedad, profesionales que se ocupan de las crisis de identidad de los simios y tanatorios para mascotas. Todo ello es particularmente ajeno a la tradición española: el tipo humano español está más seriamente alterado que otros; algunos se preguntan si se le debería seguir considerando propiamente español. Me atrevo a pensar que el estudiante medio español de Derecho no discute hoy el aborto, acepta la eutanasia y considera que todos los seres sintientes tienen derechos. Su contexto social es otro y -una cuestión de mayor importancia- su conjunto de <i>trained emotions</i> ha sido cambiado. Recientemente, una persona lamentaba en internet que alguien había matado brutalmente a su perro. El can tenía nombre humano y la persona recogía firmas en su apoyo lamentando la desaparición de su "compañero de vida", calificación que a las personas desavisadas hasta ahora nos sonaba a condolencia hacia quien acaba de quedarse viuda.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">La legislación protectora de los animales, en España, pasa la frontera de lo ridículo; producto de unos legisladores obligados a aparentar que siguen siendo de izquierdas. Por otro lado, la eutanasia infantil va penetrando en varios países. Y va haciendo también algunos progresos, sin faltarles los auspicios de alguna comisión de la ONU, la posibilidad legal de relaciones sexuales con menores. No queremos decir que las personas animalistas sean partidarias de la eutanasia infantil o las relaciones con menores; solo se trata de señalar que un sistema legal en el que todo eso coexiste es causa, o efecto, o ambas cosas, de algún gran cambio antropológico conducente a la general pérdida de sentido. </div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Tal mudanza antropológica, inimaginable hace bien poco, no da indicios de detenerse por el momento. Andando el tiempo, podría culminar en un mundo poshumano, transhumano (radicando a las personas sobre una base de silicio) y tal vez incluso, a falta de otro calificativo, <span style="font-size: x-small;"><<</span>posmundo<span style="font-size: x-small;">>></span>. Por todas partes vemos deshumanización, desencarnación, <span style="font-size: x-small;"><<</span>descosificación<span style="font-size: x-small;">>></span>. Ya no es que el mundo esté desencantado, sin nada de mágico (visión pagana), ni que ya no sea <span style="font-size: x-small;"><<</span>sacramental<span style="font-size: x-small;">>></span> (visión cristiana); es que se desmaterializa, tanto porque se vuelve más y más virtual como porque tendemos a no tener nada material como propio. <span style="font-size: x-small;"><<</span>No tendrás nada y serás feliz<span style="font-size: x-small;">>></span>. Esta descosificación es compatible con la cosificación del cuerpo humano, que entra a gran velocidad en las <i>res intra commercium</i>, por ejemplo, en el caso de la maternidad encargada o vientres de alquiler. </div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">El nuevo tipo antropológico es más justiciero, menos perdonador y también más serio y triste; la gente en España ahora no canta por la calle. La acedia es lo normal; poca alegría de vivir se ve. Hay <span style="font-size: x-small;"><<</span>una extraña desgana de futuro de Europa<span style="font-size: x-small;">>></span>. Hace decenios que ha dejado de formar parte del paisaje lo que era normal desde el neolítico, los niños correteando en las calles y plazas -ya Jesús los mencionaba (Mateo, 1116)- y jugando a juegos espontáneos no diseñados para ellos por los expertos. La infertilidad y la esterilidad, que <i>prima facie </i>no suenan naturales ni buenas, están ahora bien consideradas; reproducirse es una irresponsabilidad. ¿Hacia qué lado nos estamos inclinando: hacia la vida o hacia la muerte?</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: center;"><br /></div><div style="text-align: center;"><div><b>EL MUNDO ACTUAL: ¿UN CAOS DE VIRTUDES?</b></div></div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">[...] Es excelente solidarizarnos con los damnificados por un terremoto en las antípodas, pero nosotros tenemos que luchar más contra, por ejemplo, la mentalidad de suicidio y la plaga de soledad aquí. La solidaridad con los problemas lejanos, la preocupación abstracta por el planeta y tantas otras cosas en principio buenas podrían seguir creciendo sin que por ello dejasen de crecer la sumisión, las enfermedades mentales, la depravación personal o la alienación virtual. Estamos en 2023. Hay que contrarrestar un amplio y heterogéneo abanico de problemas con muy diferentes raíces, desde la debilidad de las relaciones interpersonales a la desestructuración social, pasando por la carencia de hábitos de leer, conservar y pensar; la falta de infancia en los niños y la madurez en los mayores, el poco aprecio por la libertad, el ir al psicólogo para todo desde niños, la sumisión de las universidades a la tecnología y la economía. Mucha gente buena no combate esto porque sus causas <i>a priori</i> no se presentan como algo directamente inmoral sino como avances técnicos y económicos los cuales, en principio, ellos aprueban. </div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">En el mundo jurídico y político, siempre hay que razonar partiendo de la realidad, no de las teorías ni del <i>wishful thinking.</i> Y siendo la nuestra como es —no hay otra—, los factores específicos que necesitamos fomentar hoy deberían tender a generar fuertes sentimientos y compromisos en el terreno personal y mucha independencia y espíritu crítico en el político, sin excluir —llegado el caso— la desobediencia a leyes, gobiernos y policías mientras no sean justos. Esto cada día se puede dar menos por supuesto, ni siquiera como genérica presunción <i>iuris tantum</i>, mientras no se demuestre lo contrario. Deberíamos así mismo fomentar que los niños jugaran a juegos infantiles espontáneos, que supiéramos predecir el tiempo mirando al cielo, que las personas entonaran juntas canciones con raíces. Deberíamos quejarnos de los impuestos aunque fueran pocos y justos (cosa aún más improbable); preguntarle las cosas a nuestra madre o abuela antes que a Google; desconfiar de los expertos, hacerse uno todo lo que pueda por sí mismo con sus manos, desmarcarse de los protocolos y falsillas que cuadriculan nuestras vidas desde que nacemos aunque no nos obliguen directamente a nada malo... Necesitamos universitarios independientes y rebeldes, como lo fueron siempre —era parte de la imagen del universitario—; padres y madres que eduquen como honradamente les parezca lo mejor para sus hijos, gente que no se fíe a ciegas de los políticos, de los medios, de la ONU, la OMS ni, últimamente —lamento tener que decirlo—, de la Unión Europea; gente que luche por lo real contra lo virtual; que defienda los cinco democráticos sentidos de todo ser humano, incluso de un analfabeto; gente que analice críticamente los pros y contras del Metaverso y ChatGPT antes de adelantar un juicio entusiasmado sobre ellos; gente que se oponga a la bancocracia y a toda imposición global autoritaria, incluso de medidas sanitarias o dietas bienintencionadas. Este mundo que amamos necesita urgentemente personas que no sean felices obedeciendo, pagando impuestos y hablando el lenguaje que le dicten, especialmente, si se lo dictan lejos. Y todo esto no es una cuestión solo de virtudes morales o de lucha contra el mal moral más obvio (aunque también, e incluso en primer lugar).</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Esta es la razón de que —repitamos— los muchos avances y aspectos positivos existentes en nuestros días no tiendan a solucionar nuestros problemas. Tendieron a solucionar otros, como hemos dicho, pero no —o no mucho— los nuestros; incluso podrían haberlos empeorado. No contrarrestan, o insuficientemente, la estructura de deshumanización; no corrigen los problemas señalados por Lewis, <a href="https://blogdejoaquinrabassa.blogspot.com/2012/01/gunther-anders-la-obsolescencia-del.html">Anders</a>, <a href="https://blogdejoaquinrabassa.blogspot.com/2022/10/byung-chul-han-capitalismo-y-pulsion-de.html">B.C. Han</a> y otros. China redujo mucho la pobreza material (que no es la única) mientras avanzaba en la punta de lanza de la deshumanización. </div><p></p>joaquin rabassahttp://www.blogger.com/profile/02489118698514626534noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-5114207674146022398.post-77150816203091506282023-11-25T01:00:00.000-08:002023-11-25T09:16:33.259-08:00César Antonio Molina Sánchez (¿Qué hacemos con los humanos?) Por qué los robots, la inteligencia artificial y los algoritmos representan una amenaza para la supervivencia del ser humano. <p></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjHSV1pO1qGtQd0zX_4qJdIDEXPtgCK78Zv5cdN9BK6gM99Z8M8KNJEMKADd76YYdAZ5YUWdvd-6k7qrLXlsOMRk267euzfe2Az1LA2qGexqjilss5x2iT5Ib6kBQj4RHAFVfVKvQB5aKJVn53GVFJyrsKao0cGEi34MdwdWX_5BZrqHKmk4yb50-G_l3co/s1706/810679111_237718304_1706x960.jpg" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="960" data-original-width="1706" height="113" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjHSV1pO1qGtQd0zX_4qJdIDEXPtgCK78Zv5cdN9BK6gM99Z8M8KNJEMKADd76YYdAZ5YUWdvd-6k7qrLXlsOMRk267euzfe2Az1LA2qGexqjilss5x2iT5Ib6kBQj4RHAFVfVKvQB5aKJVn53GVFJyrsKao0cGEi34MdwdWX_5BZrqHKmk4yb50-G_l3co/w200-h113/810679111_237718304_1706x960.jpg" width="200" /></a></div><div style="text-align: justify;">[...] ¿Estamos ante un apocalipsis digital? ¿Estamos en los prolegómenos de nuestra aniquilación y la de nuestro mundo? En este desenfrenado desarrollo científico y tecnológico, ¿perderá su sentido nuestra herencia espiritual, tanto como si no hubiera existido? ¿O estamos frente aquello que Kant denominó «eutanasia de la razón». ¿Estamos en una aceleración de la historia que nos llevará por delante? A pesar de que hoy en día, con el resurgimiento de las guerras, seguimos amenazados por el apocalipsis atómico, también se han ido añadiendo otras formas de catástrofes. ¿Esta Singularidad poshumana podría ser una de ellas? Lo que somos, según sus reglas, dejaríamos de serlo. A pesar de que Kurzweil afirma que seguiremos actuando como individuos responsables y libres, eso no está ni mucho menos garantizado.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Heidegger, contrario a la tecnología, escribió que el peligro nuclear no era lo peor, sino la explotación tecnológica de la realidad. La Singularidad nos lleva a una especie de Estado totalitario donde todos los seres humanos estarían sumergidos en una gran mente, sin individualidad, todo compartido y transparente. <a href="https://blogdejoaquinrabassa.blogspot.com/2011/11/slavoj-zizek-primero-como-tragedia-y.html">Žižek</a>, en un alarde de ironía cínica, se pregunta por la posibilidad de quedarnos fuera de la Singularidad. ¿Sería posible? ¿Sería posible el mantenimiento de la individualidad y el espíritu crítico? En el libro de Kurzweil se nos da la solución. Aquellos que no se adapten a las nuevas normas serán declarados como ilegales. La Singularidad, que tiene una gran apariencia pacífica, no excluye la violencia. Una violencia que hoy en día se puede ejercer de múltiples y variadas maneras.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">¿Quién pagará las pensiones del futuro? De esto siempre se habla, pero de lo que no se habla es de otra cuestión cuya gravedad es incluso mayor. ¿Qué pasará cuando la inteligencia artificial esté a pleno rendimiento? ¿Qué pasará cuando los robots nos reemplacen en un gran número de trabajos? ¿Qué pasará, como ya está pasando a suceder, cuando los algoritmos nos contraten y nos cesen de los trabajos? Ya lo decía <a href="https://blogdejoaquinrabassa.blogspot.com/2020/06/theodor-w-adorno-rasgos-del-nuevo.html">Adorno</a> en su <i>Dialéctica de la Ilustración: </i>«La idea de progreso no puede existir sin la de humanidad».</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">El progreso tecnológico no destruye puestos de trabajo. El aprendizaje automático, la robótica y la automatización sí. La inteligencia artificial podría acabar haciéndolo mejor. Una élite económica ganará más y tendrá más privilegios, mientras la gran mayoría de los ciudadanos, o excluidos, perderán sus empleos, sus ingresos y su dignidad. La distancia que había entre la inteligencia humana y la artificial se ha ido reduciendo muchísimo en estos últimos tiempos. Y, en cualquier momento, esta última puede sobrepasar a la primera. Ya se hacen casas prefabricadas con la inteligencia artificial e impresoras 3D. El personal que se necesita para montarlas es mínimo. ¿Vamos camino de una unión de humanos superinteligentes con los ordenadores que superen la inteligencia humana, y con robots que tienen habilidades mecánicas sobrehumanas? ¿Cómo será ese mundo? ¿Habrá una nueva especie humana híbrida que desplace al <i>Homo sapiens</i>? ¿Cómo se regulará la economía con muchos menos puestos de trabajo humanos, menos recursos individuales y menos consumo?</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Martin Ford, en <i>El ascenso de los robots,</i> afirma que «a medida que los puestos de trabajo y los ingresos se van automatizando implacablemente, el grueso de los consumidores puede llegar a carecer de los ingresos y el poder adquisitivo necesarios para impulsar la demanda, fundamental para el crecimiento económico sostenido». Investigadores estadounidenses calculan que en los próximos años, quizá dentro de esta misma década o la siguiente, casi mil profesiones serán afectadas radicalmente por la inteligencia artificial. Y en el propio Estados Unidos se calcula que más de un cincuenta por ciento de los empleos desaparecerán, creando personas sobrantes. ¿Y qué haremos con ellos? ¿Pondremos en práctica aquello que se contaba en el filme de Richard Fleischer <i>Cuando el destino nos alcance</i>?</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">La inteligencia artificial tardará más o menos en imponerse, pero se impondrá en todas partes, es la conclusión generalizada de los grandes expertos a los que acude Nouriel Roubini en su libro <i>Megamenazas</i>, sobre las diez tendencias globales que ponen en peligro nuestro futuro. Nada quedará al margen, tampoco las actividades creadoras de cultura. No hace mucho escuché la décima sinfonía de Mahler completada por un ordenador y era un horros. Pero los gustos cambian y quién sabe si dentro de no mucho tiempo los espectadores prefieran este atrevimiento al resto de la sinfonía inacabada del maestro vienés. La Orquesta Sinfónica de Londres (y a estas alturas no creo que sea la única) ha interpretado varias piezas creadas por la inteligencia artificial. Dentro de no demasiado tiempo esta música estará en lo alto de las listas de discos más vendidos o escuchados; así como las novelas escritas de la misma manera llegarán a la lista de los bestsellers, que, dado los títulos que hay ahora, tampoco requerirán para superarlos un gran esfuerzo. A estas alturas hay que estar preparados para todo. Roubini cita a Calum Chace, crítico de libros de la revista <i>Forbes</i>, quien observó la empatía robótica en A World without Work, de Daniel Susskind: «No podemos confiar en que los trabajos que requieren capacidades afectivas estén siempre reservados a los humanos; las máquinas ya pueden saber si estás contento, sorprendido, triste o alegre». Y lo pueden saber por las expresiones faciales, por la manera de caminar o de escribir. La inteligencia artificial avanza a marchas forzadas e irá transformando a la sociedad aún más de lo que lo está haciendo ahora.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">En <i>La genealogía de la moral</i>, <a href="https://blogdejoaquinrabassa.blogspot.com/2015/01/friedrich-nietzsche-crepusculo-de-los.html">Nietzsche</a> escribió: «Cada paso adelante se hace a costa del dolor mental y físico de alguien». Isaac Asimov, en el relato «El círculo vicioso» (1942), describió tres características esenciales que debería tener en cuenta un ordenador: no herir a una persona, obedecer las órdenes de los humanos y, por último, protegerse él mismo, pero cumpliendo las dos primeras condiciones. Más de ochenta años después, la robotización supone un riesgo existencial para humanidad, según el investigador Matthew Scherer. Incluso de habla se robots asesinos y hay una nutrida lista de personas fallecidas por el mal funcionamiento de estas máquinas. Muchos trabajos siguen haciéndolos los seres humanos. Walmart (la cadena norteamericana de grandes almacenes de descuento) despidió en el año 2020 a los robots de inventario porque «los humanos pueden escanear los productos de forma más sencilla y eficiente que las máquinas gigantes». </div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Los ordenadores cada vez se confundirán con los humanos. En el año 1968, Kubrick lo representaba en su película <i>2001, Una odisea del espacio. </i>El ordenador Hal 900 era sospechoso, era una especie de antropomorfo. Manifestaba raciocinio propio y sentimientos. Incluso llega a afirmar que la misión «es demasiado importante para mí como para permitir que la pongáis en peligro». El israelí Yuval Harari, autor de <i>Homo Deus</i>, plantea la unión del <i>Homo sapiens</i> con la inteligencia artificial y con una descendencia superinteligente. Para él, el <i>Homo sapiens </i>está acabado, como le pasó al <i>Homo erectus, al Homo habilis </i>y otros humanos primitivos desaparecidos. Harari habla del <i>Homo Deus</i> unido a las máquinas: más inteligente, fuerte e inmortal. Y este mismo autor afirma que la cuestión más importante de la economía del siglo XXI, como ya hemos comentado, bien podría ser qué hacer con toda la masa sobrante. ¿Qué harán los humanos conscientes una vez que tengamos algoritmos no conscientes altamente inteligentes que puedan hacer casi todo mejor?</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">La inteligencia artificial es ¿amiga o enemiga? ¿Es de derechas o de izquierdas? ¿Sustituirán los algoritmos de autoaprendizaje a las funciones más humanas, incluso los programadores, que puedan crear las industrias del futuro? Todavía es pronto para afirmar algo con rotundidad, pero un gran cambio se llegará a producir. </div><p></p>joaquin rabassahttp://www.blogger.com/profile/02489118698514626534noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-5114207674146022398.post-55696015258047694332023-11-18T01:13:00.000-08:002023-11-19T01:33:22.402-08:00Éric Sadin (Hacer disidencia) Una política de nosotros mismos<p></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjE7C0DKq4SIb-DSxlWiYKNNeeEI9LPMw8QvWxfjRLna1cv8mPc88DJ5M59A_NlI6xjay0eyjk1xPFjPvgO3zAB5a1cVtqnNTDACuK8aWra0_XJS_zqCvE25u3qAQG9oSqZFeMlII3FY3R_x5Xy-s2VZc894YHZPxiTiCqOazW9SjTmorj-MG1-tyFZHufj/s784/Eric_Sadin_color_forCrop.jpg" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="784" data-original-width="736" height="200" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjE7C0DKq4SIb-DSxlWiYKNNeeEI9LPMw8QvWxfjRLna1cv8mPc88DJ5M59A_NlI6xjay0eyjk1xPFjPvgO3zAB5a1cVtqnNTDACuK8aWra0_XJS_zqCvE25u3qAQG9oSqZFeMlII3FY3R_x5Xy-s2VZc894YHZPxiTiCqOazW9SjTmorj-MG1-tyFZHufj/w188-h200/Eric_Sadin_color_forCrop.jpg" width="188" /></a></div><div style="font-weight: bold; text-align: center;"><b><i>GRANDEZA Y LÍMITES DE LA CRÍTICA AL CAPITALISMO</i></b></div><div style="font-weight: bold; text-align: center;"><b><i><br /></i></b></div><div style="text-align: justify;">Si los amontonásemos uno sobre otro, llegaría de la Tierra a la Luna. Desde hacía mucho tiempo su producción era abundante, pero se intensificó notablemente a comienzos de los años 2000. En aquel momento, cierto pensamiento crítico empezó a virar hacía un régimen completamente distinto y proliferó la literatura anticapitalista. No había día en que no descubriéramos un montón de nuevas publicaciones, al tiempo que nacían, principalmente en Europa y en América del Norte y del Sur, nuevas editoriales dedicadas a estos temas. El anticapitalismo adquiría una dimensión libresca desconocida hasta entonces. No era un simple azar, por supuesto, sino el resultado de un conjunto de factores que favorecieron esos fenómenos. Era el supuesto advenimiento del «fin de la historia», tras la caída del muro de Berlín en 1989. El mundo llamado «libre» había ganado la batalla al comunismo autoritario; era el momento de un capitalismo radiante, que se extendía sin obstáculos por toda la superficie de una Tierra que se había vuelto «plana». Y era mucho más plana, o «lisa», porque se organizaba una red global que, según se decía, uniría a los individuos, pero sobre todo haría surgir una «nueva economía» basada en la circulación ininterrumpida de informaciones, de capitales y de lógicas de innovación que pretendían facilitar los intercambios directos y suprimir todos los organismos intermediarios. Era, al aproximarse el año 2000 y los fuegos artificiales que se anunciaban grandiosos, el tiempo de un comercio sin límites, destinado a reconciliar a las naciones y del que todos podían obtener el mayor beneficio en pie de igualdad.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">[...] Se publicaron montañas de libros, de calidad desigual. Analizaban los efectos perversos de una competencia económica que operaba ya a escala global, la generalización de una gestión empresarial implacable, la constitución de gigantescos grupos que imponían sus leyes y empleaban métodos sofisticados de <i>lobbying</i>, el desmantelamiento de los servicios públicos y de los mecanismo de solidaridad y el apoyo al sostenimiento de este movimiento por parte de organizaciones internacionales recién constituidas. Todos estos textos llenaban los estantes de las librerías: los comentaban los lectores, y algunos medios, en las universidades. La crítica al capitalismo se había convertido casi en una disciplina de pleno derecho, con sus coloquios, sus encuentros informales y también sus gurús. Al principio Viviana Forrester y su libro inaugural <i>El Horror económico</i>, publicado en 1996, <a href="https://blogdejoaquinrabassa.blogspot.com/2011/04/noam-chomsky-11092001.html">Noam Chomsky</a>, Naomi Klein, <a href="https://blogdejoaquinrabassa.blogspot.com/2016/03/alain-badiou-y-marcel-gauchet-que-hacer.html">Alain Badiou</a>, Toni Negri y Giorgio Agamben, antes de que aparecieran, en un segundo momento, <a href="http://blogdejoaquinrabassa.blogspot.com/2011/11/slavoj-zizek-primero-como-tragedia-y.html" style="text-align: left;">Slavoj Žižek</a>, David Graeber, Mark Fisher o Frédéric Lordon, entre otros. Pero no se trataba únicamente de un fenómeno intelectual, en la medida en que estaba en consonancia con muchas experiencias diarias individuales y colectivas, hasta que, mucho más tarde, la crisis del COVID vino a confirmar la agudeza de muchas de estas posturas.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">[...] Vista la rapidez de los cambios que se están produciendo, propiciados sobre todo por descarnadas potencias técnico-económicas, debemos ser plenamente de nuestro tiempo. No para estar a la última moda, sino para tratar de captar los decisivos desafíos contemporáneos en el momento en que se forman y abordarlos seriamente. Y lo que podemos decir es que todos estos trabajos bibliográficos, en los albores de los años 2000, ignoraron por completo el principal problema de la época: la aparición de un continente que iba a modificar a gran velocidad las reglas de la producción de valor, de los intercambios comerciales, de las lógicas de destrucción creadora, de las relaciones habituales entre economía y Estados... A causa de una ruptura histórica: <i>la aparición de Internet y del proceso de digitalización de la sociedad, que pronto sería total. </i>Hechos de repercusiones incalculables, que habían sido entonces ostensiblemente ignorados, mientras se mantenían esquemas de pensamiento que estaban desconectados de una realidad que se estaba creando, y que a sus espaldas se habían vuelto repentinamente inoperantes o habían envejecido seriamente. En este sentido, en el actual siglo XXI ya bastante avanzado, el papel de un intelectual debería consistir no tanto en instruir a las masas, hasta el punto de transmitirles la buena nueva desde su torre de marfil, como en comprender los fenómenos que se están gestando, para hacer sonar la alarma en caso de necesidad con argumentos y conciencia. De ahí que, más que desear doblegar quiméricamente la realidad a su visión, es más oportuno afirmar, como dice Arthur Rimbaud, que «hay que ser vidente, hacerse videntes». <a href="https://blogdejoaquinrabassa.blogspot.com/2013/11/walter-benjamin-historias-y-relatos.html">Walter Benjamin</a> que, muy a pesar suyo, sabía mucho de hechos decisivos ocurridos casi sin avisar, también afirmaba: «La videncia es la visión de lo que se está gestando: percibir exactamente lo que ocurre en el mismo instante en más decisivo que conocer el futuro lejano por adelantado».</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">No fue hasta mucho más tarde, a mediados de la década de 2010, cuando surgió una crítica de la industria digital. Sin embargo, esta crítica se centraba mayoritariamente en cuestiones sin duda importantes, pero no esenciales. Se empezó a denunciar la astucia de las grandes corporaciones para organizar hábiles montajes con la finalidad de eludir el pago de impuestos en los países donde operaban, las lógicas de innovación muy perturbadoras para muchas profesiones o el saqueo de datos personales. O a atacar recientemente al 5G, que en realidad es un hecho menor, pero que cristaliza ahora todo rechazo, aunque, excepto la mayor velocidad de transferencia de datos y la posible intensificación de las ondas electromagnéticas, no hay nada nuevo bajo el sol. ¿Por qué no se produjo la misma reacción cuando se introdujo el 4G a principios de la década de 2010, en el momento del auge de los <i>smartphones</i> y el consiguiente crecimiento de la economía de los datos y de las plataformas? Como si para ver formas de movilización hubiera hecho falta llegar a la «plataforma 5», que no es más que la continuidad de un movimiento iniciado hace años y que se ha ido consolidando. Podríamos incluir estos comportamientos en la categoría de «histérisis», que es el principio por el cual una causa produce un efecto retardado en el tiempo cuando las coordenadas iniciales que lo produjeron ya casi han desaparecido, o han adquirido tal dimensión que ha modificado la naturaleza del fenómeno con el que se ha metamorfoseado y ha sido sustituido por otro, más decisivo, que no llegamos a percibir, porque seguimos fijados a representaciones ya obsoletas que nos impiden ver lo que tenemos delante. Como Shoshana Zuboff, por ejemplo, que cree descubrir un «capitalismo de vigilancia», según un esquema que se remonta a los años 2000. El que había puesto frente a frente, por un lado, instancias que pretendían construir dispositivos panópticos masivos pero imperceptibles y, por otro, personas sometidas a un nuevo tipo de procedimientos de control que, por una serie de razones, se han debilitado. Nuestro tiempo, en contra de la creencia popular, ya no es el de una vigilancia digital generalizada, sino el de un modelo técnico-económico civilizacional que pretende dirigir los comportamientos, en buena parte con nuestro consentimiento, a fin de instaurar una mercantilización total de nuestras vidas y una hiperoptimización a la larga de todos los sectores de la sociedad. </div>joaquin rabassahttp://www.blogger.com/profile/02489118698514626534noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-5114207674146022398.post-51390738122235747852023-10-29T02:11:00.469-07:002023-11-01T02:20:18.491-07:00John Gray (Perros de paja) Reflexiones sobre los humanos y otros animales<p></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjZ7oxAfRbAE5So7KxBSyabx9e0J4uFiXVY6cFZwKjXr7UzgIqOq329aPDr1VQQv0ZeXEsXbqITBw-WhL7H7snRH5IE2g0L8tKIoQi4mp13MqKN4dK35p92Zjog9UC3SpTDAMuYndrbvsoEc0Q4r1ZKZ5FyEsNnDE4cqDKcnZWf-v8XSn-FSus_p6bf7O10/s624/f.elconfidencial.com_original_aa9_664_54d_aa966454d37fd95bc125eaea62a92861.jpg" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="458" data-original-width="624" height="147" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjZ7oxAfRbAE5So7KxBSyabx9e0J4uFiXVY6cFZwKjXr7UzgIqOq329aPDr1VQQv0ZeXEsXbqITBw-WhL7H7snRH5IE2g0L8tKIoQi4mp13MqKN4dK35p92Zjog9UC3SpTDAMuYndrbvsoEc0Q4r1ZKZ5FyEsNnDE4cqDKcnZWf-v8XSn-FSus_p6bf7O10/w200-h147/f.elconfidencial.com_original_aa9_664_54d_aa966454d37fd95bc125eaea62a92861.jpg" width="200" /></a></div><div style="font-weight: bold; text-align: center;"><b><i>CONTRA EL CULTO A LA PERSONALIDAD</i></b></div><div style="font-weight: bold; text-align: center;"><b><i><br /></i></b></div><div style="text-align: justify;">De creer a los humanistas, la Tierra, con su amplísima variedad de ecosistemas y formas de vida, no valió nada hasta que los seres humanos aparecieron en escena. Su valor, pues, es solamente una sombra proyectada por los deseos o las elecciones de los humanos. En consecuencia, solo las <i>personas </i>tienen algún tipo de valor intrínseco. Entre los cristianos, el culto a la persona es perdonable. A fin de cuentas, para ellos, todo lo que tiene valor en el mundo emana de una persona divina a cuya imagen están hechos los seres humanos. Pero en cuanto renunciamos a esa presuntuosidad cristiana, la idea misma de persona deviene sospechosa.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Una persona es alguien que cree escribir su propia vida a través de sus decisiones. Pero la mayoría de los seres humanos no han vivido nunca así. Tampoco es ese el modo en el que quienes han tenido las mejores vidas se han visto a sí mismo. ¿Acaso los protagonistas de la <i>Odisea </i>o de la <i>Bhagavad-gītā</i> se consideraban a sí mismos personas? ¿Y los personajes de los <i>Cuentos de Canterbury</i>? ¿Hemos de creer que los guerreros del <i>bushidō </i>del Japón del período Edo, los príncipes y los trovadores de la Europa medieval, los cortesanos del Renacimiento y los nómadas mongoles estaban incompletos porque sus vidas no se ajustaban al ideal moderno de autonomía personal?</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Ser una persona no es la esencia de la humanidad, sino solamente, tal como la propia historia del mundo sugiere, una de sus máscaras. Las personas no son más que seres humanos que se han puesto la máscara que nos hemos ido pasando en Europa a lo largo de las últimas generaciones, y que han acabado asumiendo que era su propia cara.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: center;"><b><i>JUSTICIA Y MODA</i></b></div><div style="text-align: center;"><br /></div><div style="text-align: justify;">La filosofía socrática y la religión cristiana fomentan la creencia en que la justicia es atemporal. En realidad, pocas ideas son más efímeras.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">La teoría de la justicia de John Rawls ha dominado la filosofía anglonorteamericana de toda una generación. Rawls trató de desarrollar en ella una concepción de la justicia que solo se sostiene cuando existen unas instituciones morales ampliamente compartidas acerca de la imparcialidad y que rehúyen en todo momento las posturas controvertidas en el terreno de la ética. El fruto de semejante modestia es una disquisición moralizante sobre creencias morales convencionales.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Los seguidores de Rawls evitan inspeccionar sus propias intuiciones morales con demasiado detenimiento. Puede que eso esté bien, después de todo. Si las examinaran a fondo, descubrirían que tienen sus propia historia, una historia que, por lo general, es bastante breve. Hoy, todo el mundo sabe que la desigualdad está mal. Hace un siglo, todo el mundo sabía que el sexo homosexual estaba mal. Las intuiciones de las personas en cuestiones de moral son tan intensas como superficiales y pasajeras.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Las creencias igualitarias sobre las que se fundamenta la teoría de Rawls son como las convenciones sexuales que, tiempo atrás, se consideraban el corazón de la moralidad: a pesar de su carácter local y su variabilidad extremas, son veneradas como la auténtica quintaesencia de la moral. A medida que la opinión convencional vaya evolucionando como suele hacerlo, al actual consenso igualitario le seguirá una nueva ortodoxia, igualmente convencida de encarnar la verdad moral más inalterable.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">La justicia es un artefacto de la costumbre. Allí donde las costumbres no son estables, los dictados de la justicia quedan pronto anticuados. Las concepciones de la justicia son tan atemporales como la moda en lo concerniente a sombreros.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: center;"><b><i>UNA IRONÍA DE LA HISTORIA</i></b></div><div style="text-align: center;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Uno de los pioneros de la robótica ha escrito: «Durante el próximo siglo, los robots, tan económicos para entonces como capaces, sustituirán a la mano de obra humana de manera tan generalizada que la jornada laboral media tendría que caer hasta niveles cercanos a cero para que todo el mundo pudiera mantener su empleo».</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">La visión del futuro de Hans Moravec puede estar mucho más próxima de lo que creemos. Las nuevas tecnologías están desplazando con rapidez al trabajo humano. La «infraclase» de los desempleados permanentes es el resultado, en parte, de una educación deficiente y de unas políticas económicas equivocadas. Pero no deja de ser cierto que cada vez son más las personas económicamente innecesarias. Ya no es inconcebible que en el plazo de unas pocas generaciones la mayoría de la población pase a tener un mínimo (o nulo) papel en el proceso de producción.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">El efecto principal de la Revolución Industrial fue el alumbramiento de la clase obrera. Esta fue posible como consecuencia no tanto de los desplazamientos desde el campo hacia las ciudades como de un crecimiento masivo de la población. En la actualidad, hay ya en marcha una nueva fase de la Revolución Industrial, pero esta tiene todos los visos de convertir en superflua a buena parte de esa población.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">En la actualidad, la Revolución Industrial, que tuviera su inicio en las ciudades del norte de Inglaterra, es ya mundial. El resultado ha sido la expansión demográfica global actual. Al mismo tiempo, las nuevas tecnologías están despojando sistemáticamente a la fuerza de trabajo de todas las funciones que la Revolución Industrial había creado para ella.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Las economías cuyas tareas centrales sean llevadas a cabo por máquinas solo valorarán el trabajo humano cuando este sea insustituible. Como escribe Moravec: «Hay muchas tendencias en las sociedades industrializadas que presagian un futuro en el que los seres humanos serán sustentados por las máquinas de la misma manera que nuestros antepasados vivían gracias al sustento que les proporcionaba la vida salvaje». Lo cual, según Jeremy Rifkin, no implica necesariamente un desempleo masivo. Nos aproximamos, más bien, a una época en la que, en palabras de Moravec, «casi todos los seres humanos trabajaremos para divertir a otros seres humanos».</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">En los países ricos, ese momento ya ha llegado. Las antiguas industrias han sido exportadas al mundo en vías de desarrollo. En sus países de origen, se han desarrollado nuevas ocupaciones, que han sustituido a las de la era industrial. Muchas de ellas satisfacen necesidades que, en el pasado, habían sido reprimidas o disimuladas. Ha surgido una economía próspera de psicoterapeutas, religiones de diseño y <i>boutiques </i>espirituales. Pero detrás de todo ello se esconde también una ingente economía gris de industrias ilegales que proporcionan drogas y sexo. La función de esta nueva economía, tanto la legal como la ilegal, es entretener y distraer a una población que, aunque esté ahora más ocupada que nunca, tiene la secreta sospecha de que sus esfuerzos no sirven para nada.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: center;"><div><b><i>LA DISCRETA POBREZA DE LA ANTIGUA CLASE MEDIA</i></b></div><div><b><i><br /></i></b></div><div style="text-align: justify;">La vida burguesa se basaba en la institución de la <i>profesión</i>: una trayectoria que se recorría a lo largo de una vida laboral. En la actualidad, los oficios y las ocupaciones están desapareciendo. Pronto nos resultarán tan remotos y arcaicos como las jerarquías y los estamentos medievales.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Nuestra única religión real es la fe superficial en el futuro, pero no tenemos ni la más remota idea de lo que este nos deparará. Solo los irresponsables incorregibles siguen creyendo en la planificación a largo plazo. Ahorrar equivale a jugársela, y las carreras profesionales y las pensiones son auténticas loterías. Los pocos que son realmente ricos tienen las espadas bien cubiertas. La plebe -el resto de nosotros- vive al día.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">En Europa y Japón, todavía pervive la vida burguesa. En Gran Bretaña y Estados Unidos, ya no es más que material para parques temáticos. La clase media es un lujo que el capitalismo ya no se puede permitir.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div><b><i>MIL MILLONES DE BALCONES ORIENTADOS AL SOL</i></b></div></div><div style="text-align: center;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Los días en que la economía estaba dominada por la agricultura quedaron atrás hace tiempo. Los de la industria casi han tocado a su fin. La vida económica ya no está orientada principalmente a la producción. ¿Y a qué se orienta, entonces? A la distracción.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">El capitalismo contemporáneo es un prodigio de productividad, pero lo que lo impulsa no es la productividad en sí, sino la necesidad de mantener a raya el aburrimiento. Allí donde la riqueza es la norma, la amenaza principal es la pérdida del deseo. Ahora que las necesidades se sacian tan rápido, la economía ha pasado a depender de la manufacturación de necesidades cada vez más exóticas.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Lo que es nuevo no es el hecho de que la prosperidad dependa del estímulo de la demanda, sino que no pueda mantenerse sin inventar nuevos vicios. La economía se ve impulsada por el imperativo de la novedad perpetua, y su salud depende ahora de la fabricación de transgresión. La amenaza que la acecha a todas horas es la superabundancia (no de productos físicos, sino también de experiencias que han dejado de gustar). Las experiencias nuevas se vuelven obsoletas con mayor rapidez que las mercancías físicas.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Los adeptos a «los valores tradicionales» claman contra el libertinaje moderno. Han preferido olvidar lo que todas las sociedades tradicionales comprendían bien: que la virtud no puede sobrevivir sin el consuelo del vicio. Más concretamente, no quieren ver la necesidad económica de nuevos vicios. Las drogas y el sexo de diseño son productos prototípicos del siglo XXI. Y no porque, como dice el poema de J.H. Prynne,</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">...la música</div><div style="text-align: justify;">los viajes, el hábito y el silencio no son más que dinero</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">(que lo son), sino porque los nuevos vicios sirven de profilaxis contra la pérdida de deseo. El éxtasis, la Viagra o los salones sadomasoquistas de Nueva York y Fráncfort no son simples materiales de placer. Son antídotos contra el aburrimiento. En una época en la que la saciedad es una amenaza para la prosperidad, los placeres que estaban prohibidos en el pasado se han convertido en materias primas de la nueva economía.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Puede que, en el fondo, seamos afortunados encontrándonos, como nos encontramos, privados de los rigores de la ociosidad. En su novela <i>Noches de cocaína</i>, J.G. Ballard describe el Club Náutico, un enclave exclusivo para ricos jubilados británicos en la localidad turística española de Estrella de Mar:</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">La arquitectura blanca que borraba la memoria; el ocio obligatorio que fosilizaba el sistema nervioso; el aspecto africano, pero de un África del Norte; la aparente ausencia de cualquier estructura social; la intemporalidad de un mundo más allá del aburrimiento, sin pasado ni futuro y con un presente cada vez más reducido. ¿Se parecería esto a un futuro dominado por el ocio? En este reino insensible, en el que una corriente entrópica calmaba la superficie de cientos de piscinas, era imposible que pasara algo.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Para conjurar la entropía psíquica, la sociedad recurre entonces a terapias poco ortodoxas:</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Nuestros gobiernos se preparan para un futuro sin empleo. [...] La gente seguirá trabajando, o mejor dicho, alguna gente seguirá trabajando, pero solo durante una década. Se retirará al final de los treinta, con cincuenta años de ocio por delante [...]. Mil millones de balcones orientados al sol.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Solo la emoción de lo prohibido puede aliviar un poco la carga de una vida de ocio:</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Solo que una cosa capaz de estimular a la gente [...]: el delito y la conducta transgresora. Es decir, las actividades que no son necesariamente ilegales, pero que nos invitan a tener emociones fuertes, que estimulan el sistema nervioso y activan las sinapsis insensibilizadas por el ocio y la inactividad.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">[...] Actualmente, las nuevas tecnologías son las que nos proporcionan las dosis de locura que nos mantienen cuerdos. Cualquier persona que se conecte en línea tiene a su disposición una oferta ilimitada de sexo y violencia virtuales. Pero qué ocurrirá cuando ya no nos queden más vicios nuevos? ¿Cómo se podrá poner coto a la saciedad y a la ociosidad cuando el sexo, las drogas y la violencia de diseño dejen de vender? En ese momento, podemos estar seguros, la moralidad volverá a estar de moda. Puede que no estemos lejos del momento en el que <span style="font-size: x-small;"><<</span>la moral<span style="font-size: x-small;">>></span> se comercialice como una nueva marca de transgresión. </div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">* <a href="http://blogdejoaquinrabassa.blogspot.com.es/2013/12/john-gray-el-silencio-de-los-animales.html" style="text-align: left;">Gray, John </a><span style="text-align: left;">(El silencio de los animales) Sobre el progreso y otros...</span><br style="text-align: left;" />* <a href="http://blogdejoaquinrabassa.blogspot.com.es/2014/08/john-gray-la-comision-para-la.html" style="text-align: left;">Gray, John</a><span style="text-align: left;"> (La comisión para la inmortalidad) La ciencia y la extraña...</span><br style="text-align: left;" />* <a href="http://blogdejoaquinrabassa.blogspot.com.es/2015/07/john-gray-el-alma-de-las-marionetas-un.html" style="text-align: left;">Gray, John</a><span style="text-align: left;"> (El alma de las marionetas) Un breve estudio sobre la...</span><br style="text-align: left;" />* <a href="http://blogdejoaquinrabassa.blogspot.com.es/2017/06/john-gray-misa-negra-la-religion.html" style="text-align: left;">Gray, John</a><span style="text-align: left;"> (Misa negra) La religión apocalíptica y la muerte de la utopía</span></div><p></p>joaquin rabassahttp://www.blogger.com/profile/02489118698514626534noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-5114207674146022398.post-45482399984786538442023-10-20T03:38:00.254-07:002023-10-21T01:24:07.549-07:00Roberto Esposito (Inmunidad común) Biopolítica en la época de la pandemia<p></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhpxb0A7MQkBEXejt11kt7SJvhmzcjXakNSjiYZJrvXqv9lMLtvux-h2_v3cDBOd30EreUDDy1FWscHjEnAn_XQ96wev9_XDIFsHbFhjxbLdXUkNn-d557I_BV8_lap8n3Vr2cmDq77NxPWF7ia2yzEGYLvDb7mI_YeYsAaDRjUP0IwLYqcXFyMCQtpEvxu/s300/Esposito.jpg" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="300" data-original-width="300" height="200" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhpxb0A7MQkBEXejt11kt7SJvhmzcjXakNSjiYZJrvXqv9lMLtvux-h2_v3cDBOd30EreUDDy1FWscHjEnAn_XQ96wev9_XDIFsHbFhjxbLdXUkNn-d557I_BV8_lap8n3Vr2cmDq77NxPWF7ia2yzEGYLvDb7mI_YeYsAaDRjUP0IwLYqcXFyMCQtpEvxu/w200-h200/Esposito.jpg" width="200" /></a></div><b><div style="text-align: center;"><b><i>Filosofía de la inmunidad</i></b></div></b><div style="text-align: center;"><br /></div><div style="text-align: justify;">La relación entre inmunología y filosofía está establecida desde hace tiempo como lo atestiguan los estudios cada vez más numerosos sobre el asunto. Además, sería extraño que una disciplina como la inmunología, que gira entorno a los conceptos de identidad y alteridad, propio y común, conservación y evolución, no se refiriera a autores y textos filosóficos. Y, de hecho, referencias a Platón y <a href="http://blogdejoaquinrabassa.blogspot.com/2011/02/aristoteles-poetica.html">Aristóteles</a>, a Locke y Leibniz, a James y Husserl —por no hablar de Darwin, <a href="http://blogdejoaquinrabassa.blogspot.com/2015/01/friedrich-nietzsche-crepusculo-de-los.html">Nietzsche</a> y <a href="http://blogdejoaquinrabassa.blogspot.com/2015/04/michel-foucault-estrategias-de-poder.html">Foucault</a>— están a la orden del día en la discusión entre historiadores y teóricos de la inmunidad biológica. La filosofía es tomada en consideración por la inmunología y los filósofos recurren a su vez al paradigma inmunitario. Pero en este aspecto no se trata solo de pensar la inmunología filosóficamente, sino de ver la filosofía desde el punto de vista de la ciencia inmunológica. Lo requiere la importancia no solo epistemológica —la que atañe a las ciencias cognitivas— sino también la ontología de la categoría de inmunidad. Desde el momento en que la comunidad, entendida como relación constitutiva entre los seres humanos, ha devenido tema indispensable de la reflexión filosófica contemporánea, es natural que su otra parte inmunitaria sea aceptada con igual interés. No solo como un contenido entre otros, sino como paradigma interpretativo de esa época moderna que ha visto cómo asumía una importancia cada vez mayor. </div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">[...] Pero la elaboración del paradigma inmunitario, por parte de Nietzsche, no se limita a identificar esta contradicción. Esta penetra también en el interior de su léxico, desde el inicio proclive a asumir una tonalidad biológica y médica en particular. El remedio inmunitario es semejante a un medicamento que sirve para contrarrestar una enfermedad incurable porque coincide con la misma fuerza vital: «La enfermedad más grave que padecen los seres humanos tiene su origen en la lucha contra las enfermedades: a largo plazo, los presuntos remedios ocasionan consecuencias peores que las que trataban de evitar». Aquí se capta el carácter antinómico del mecanismo inmunitario. Reaccionando a la acción del mal, sin poder eliminarlo, la inmunización se queda en un plano subalterno, acabando por expresarse en su mismo lenguaje. Al tratar de negarlo —o más bien de repudiarlo— el dispositivo inmunológico habla el mismo vocabulario que quisiera impugnar, juega en el campo del enemigo que con gusto derrotaría, para acabar finalmente derrotado. Sustituye una plenitud —el mal original— por un vacío, una fuerza por una debilidad, un más por un menos. De este modo debilita la fuerza, pero al mismo tiempo fortalece la debilidad. En términos médicos, el cuerpo produce antígenos para activar sus propios anticuerpos, pero, al hacerlo, se arriesga a sucumbir por el veneno que él mismo se inyecta. Es lo que, en la economía de la salvación, hace el pastor de almas, con su rebaño enfermo: «trae consigo ungüentos y bálsamos, no hay duda; mas para ser médico tiene necesidad de herir antes; mientras calma el dolor producido por la herida, <i>envenena al mismo tiempo esta»</i>. Si el fármaco utilizado tiene la misma sustancia que el virus que se pretende combatir —como en la práctica de la vacunación— se mantiene dentro del círculo de la enfermedad, potenciando sus efectos agresivos. Por supuesto, como es sabido, para que la vacunación funcione no debe superar una determinada dosis. Pero el problema planteado por Nietzsche se refiere a la lógica del procedimiento inmunitario. Si es la vida misma la que está enferma, y con ella el hombre que la vive, cualquier fármaco diseñado para mantenerla tiene, como cualquier veneno, el sabor de la muerte. </div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">La punta de la crítica nietzscheana, antes dirigida contra sacerdotes y salvadores, ahonda en el cuerpo mismo de la civilización moderna. El proceso de civilización, del que la Modernidad constituye el resultado provisional, conlleva consecuencias estructuralmente antinómicas. Por un lado, agiliza la vida, alejándose de los riesgos mortales que la amenazan, Por otro, precisamente así la debilita. Es justamente la obsesión por la duración —por la conservación— lo que impide su desarrollo, condenándola a la insolvencia. Querer separar —como hace la ideología moderna— ser y devenir del cuerpo vivo inmoviliza su vida, que está siempre en devenir.: «lo que es útil para la <i>duración </i>del individuo podría ser desfavorable para su fortaleza y su esplendor, lo que conserva al individuo podría al mismo tiempo fijarlo y detenerlo en la evolución». Conservar no rima con desarrollar. Uno es lo contrario de los otro y a la inversa. Lo que impulsa a la Modernidad hacia la deriva nihilista es la incomprensión de este contraste: la pretensión de «conservar» el desarrollo, sin darse cuanta de que así lo impide. Limitándonos a sobrevivir, la vida se niega a sí misma, cediendo a aquella misma negación que quería controlar. Por otro lado, si el mal no fuera frenado por el aparato inmunitario que la Modernidad ha puesto en marcha, seguiría creciendo rampante, llevado al extremo por el flujo ciego de una vida que no conoce límites.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Toda la obra de Nietzsche es una manifestación de este drama —de la imposibilidad de la dialéctica que todavía en Hegel conseguía la afirmación positiva de la tensión productiva con lo negativo—. Ahora esa posibilidad queda excluida por la fractura que parece engullir toda medicación. La vida no puede ser ni frenada en su impulso expansivo ni proyectada más allá de sus propios límites. En todo caso está destinada a destruirse —de manera explosiva o implosiva—. Por la fuerza o por la debilidad. A través de la enfermedad o de la medicina. La única oportunidad, quizá aún abierta, de salvar al organismo de su disolución no es sustraerlo a la enfermedad, sino asumir esta como tal —en su aspecto movilizador, innovador y productivo— sin contraponerle una idea mítica de salud perfecta: «No existe una salud en sí y todos los intentos para definir una cosa semejante han dado un resultado lamentable». No solo porque nunca ha sido claro qué significa realmente salud y, por lo tanto, enfermedad, sino porque una es inseparable de la otra. La enfermedad no es lo contrario de la salud; en todo caso, parece ser su reverso, su cara en la sombra. O, mejor aún, su presupuesto. Sin la primera, no existe la segunda: «Por fin quedó al descubierto claramente la gran pregunta de si podríamos <i>prescindir</i> de la enfermedad, incluso para el desarrollo de nuestra virtud, si especialmente nuestra sed de conocimiento, de autoconocimiento no necesitaría del alma enferma tanto como el alma sana». Por eso los griegos adoraban la enfermedad como a un dios, siempre que fuera potente. La salud no es un bien en sí. Ni tampoco lo es para siempre. Solo lo es si constituye el tránsito benéfico entre dos estados de enfermedad. Más que una posesión, es una adquisición, tal que «uno no solo la tenga, sino que además continuamente la adquiera y tenga que adquirirla porque cada día la entrega de nuevo y tiene que entregarla». </div><p></p>joaquin rabassahttp://www.blogger.com/profile/02489118698514626534noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-5114207674146022398.post-9663005523085697072023-10-12T03:39:00.003-07:002023-10-13T02:01:36.579-07:00Rob Riemen (El arte de ser humanos) Cuatro estudios<p></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj2gFz58tbrLEoUMSI7fcsXV1WkuP2Fg0E2ON2rUm9bMd-l3sP4Rfq-ArAm5anfZv1TPSbI48njYupCKe3iQWE5bjYtWm4L_DWqhqjh8PUiJDanjnzXH0jhMN0AMpVELoVnyKFP4dk2BNCS6bbQGprREHYuVoB4nMlXi38baETxiIn4KV2xB_j_ryU25mJ8/s508/500-726-Rob-Riemen-2015-foto-Jan-Reinier-van-der-Vliet.jpg" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="508" data-original-width="458" height="200" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj2gFz58tbrLEoUMSI7fcsXV1WkuP2Fg0E2ON2rUm9bMd-l3sP4Rfq-ArAm5anfZv1TPSbI48njYupCKe3iQWE5bjYtWm4L_DWqhqjh8PUiJDanjnzXH0jhMN0AMpVELoVnyKFP4dk2BNCS6bbQGprREHYuVoB4nMlXi38baETxiIn4KV2xB_j_ryU25mJ8/w181-h200/500-726-Rob-Riemen-2015-foto-Jan-Reinier-van-der-Vliet.jpg" width="181" /></a></div><div style="font-weight: bold; text-align: center;"><b><i>Salvar la razón</i></b></div><div style="font-weight: bold; text-align: center;"><b><i><br /></i></b></div><div style="text-align: justify;">[...] Husserl no se murió. sino que se durmió profundamente, ahora sin soñar. Pero sólo le quedaban unas cuentas semanas de vida, como temía. Lamentablemente, su condición no le permitió terminar el que sería su libro más importante. Sin embargo, ya había explicado a grandes rasgos cómo quería salvar la razón y así curar la enfermedad de Europa. Fue tres años antes, el 7 de mayo de 1935, cuando la Unión Cultural de Viena lo invitó a pronunciar un discurso en una sala del Museo de Austria sobre: la filosofía en la crisis de la humanidad europea. </div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Husserl inicia su charla estableciendo el hecho político más importante, cuyas consecuencias nadie puede prever completamente: las naciones europeas están enfermas, Europa está en crisis. Continúa con una pregunta tan incómoda como atinada: ¿por que las ciencias naturales saben encontrar soluciones efectivas a los problemas de la física, pero las humanidades, con la filosofía en primer lugar, no son capaces de curar la mente enferma de la sociedad europea? Y otra pregunta incómoda: ¿ no será que las humanidades, además de ser incapaces de curar la profunda crisis de la civilización europea, son, en parte, culpables de esa misma crisis?</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Husserl no lo dice explícitamente, pero su audiencia comprende a lo que apunta. Si las humanidades son cómplices del ascenso del fascismo, del comunismo, el nacionalsocialismo y el capitalismo que destruyen todos los valores espirituales, no ha de extrañarnos que muchos intelectuales sean servidores entusiastas del totalitarismo, incluido el de Mammón.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Europa y los académicos europeos deberían sentir vergüenza, ya que es precisamente este continente el que vio nacer la filosofía. Mejor dicho: la filosofía original, es decir, la filosofía que todavía es una ciencia universal, que sin el influjo de opiniones, prejuicios y tradiciones investiga el conjunto de la realidad para que logremos ser completamente humanos, apoyada en el <i>Logos</i> y la Razón trascendental. Porque el ser humano es una criatura incompleta, algo le falta. Los que realmente piensan, a diferencia de los que forman parte de la masa, siempre se preguntarán: ¿quién soy?, ¿cómo puedo realizarme? El hombre-masa no necesita hacerse estas preguntas: dejan de tener sentido para los que fueron absorbidos por el espíritu colectivo. Pero para los que piensan son preguntas pertinentes: una tarea espiritual, la búsqueda de una verdad metafísica y de los valores espirituales que el individuo debe incorporar para poder vivir con dignidad.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Ante su atenta audiencia, Husserl afirma que el objetivo original de la filosofía es elevar la mente humana al nivel de esta verdad meta-física, de estas ideas y valores que van literalmente más allá de lo físico, a fin de transformar la humanidad y, elevándola, renovada radicalmente para que, consciente de lo que es valioso, asuma la responsabilidad por ella misma y por el mundo natural en el que le ha sido otorgado vivir. Y esta crisis del espíritu europeo tiene su origen en un <i>racionalismo equivocado</i>. El racionalismo de la Ilustración fue un error: no sólo produjo académicos que se perdieron en un intelectualismo y un esnobismo desconectados de la realidad, sino que, mucho peor, nos hizo perder, como sociedad, la conciencia de nuestra relación con la Razón transcendental, el <i>Logos</i> de los filósofos griego. En cambio, es exactamente ahí, en la verdad metafísica, donde podemos encontrar la imagen de los seres humanos que debemos ser: los valores espirituales y morales que debemos asumir para lograrlo. Esos valores no se verifican empíricamente, no podemos encontrarlos en la realidad cotidiana; superar ese nivel. Las ciencias fácticas no pueden mostrarnos dichos valores y significados, ya que van más allá de los hechos. Pero es la filosofía, la original, la que nos puede ayudar a esta tarea espiritual. Constantemente nos obliga a mirarnos en ese espejo crítico que desenmascara cualquier autoengaño. Pero lamentablemente ya no existe esa filosofía. Ahora sólo hay ciencias fácticas, que nada pueden decirnos sobre nuestra ansiedad fundamental. En nuestro mundo nos encontramos en medio de los escombros de una razón que las ciencias exactas y la filosofía positiva han reducido a una anti metafísica; un naturalismo y un objetivismo despojados de todo significado universal, carente de un lenguaje capaz de crear y dar vida.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">La humanidad quedó huérfana en relación con la Naturaleza y está destruyéndose consciente y deliberadamente, sin ninguna noción del valor que posee. La humanidad, que alguna vez fue la corona de la creación, ha quedado reducida a una masa errante, desalmada, dominada por demonios. Lo que quedó es una sociedad llena de tedio y sensacionalismo, a causa de la falta de sentido que cultivar; una sociedad llena de ignorancia, por la estupidez que cultiva, y llena de conformismo, a causa de la ideología utilitaria que cultiva.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">En el epílogo de su conferencia en Viena, Husserl vaticina que esta crisis de la civilización tiene sólo dos desenlaces posibles: o bien el ocaso de Europa, el descenso a la barbarie porque el continente no sabe reparar su razón, su brújula moral; o bien una Europa que renace, fruto del espíritu de la filosofía y gracias al heroísmo de una razón que derrota al naturalismo de una vez pos todas. Pero esto sólo es posible, advierte a modo de conclusión, si Europa supera su desidia y se atreve a luchar por la mente humana; por la razón que conoce su vínculo con el <i>Logos</i>, la Razón de los primeros griegos. Termina alentando al público con una afirmación que suena a grito de guerra: "¿Porque sólo el espíritu es inmortal!"</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Husserl es sepultado el 29 de marzo de 1938. Un solo amigo, colega suyo en la facultad de Filosofía de Friburgo, la universidad donde apenas hacía una década Husserl era el filósofo más influyente de Alemania, se anima a asistir al sepelio de su antiguo tutor. </div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Sólo el espíritu es inmortal, pero el espíritu en Alemania y Europa está muerto. El orden mundial de la mentira y la estupidez victoriosa, en cambio, está más vivo que nunca...</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><p></p><div style="font-weight: bold; text-align: center;"><i>El lema de la historia</i></div><div style="font-weight: bold; text-align: center;"><i><br /></i></div><div style="text-align: justify;">No han cambiado mucho las cosas. El orden mundial de la mentira y la estupidez victoriosa siguen vigentes. No debería sorprendernos, porque también pululan las larvas de la desolación de no saber y del fanatismo del saber único. Y si hay algo que nos enseña la historia, esa que Cicerón nos presentó con orgullo como nuestra <i>magistra</i> <i>vitae</i>, la tutora de nuestras vida, es que justamente <i>no</i> aprendemos las lecciones de la historia, sencillamente porque no la conocemos. No tenemos memoria, y por eso la estupidez puede seguir triunfando.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Hace mil novecientos años, el 24 de abril del año 121, nació Marco Annio Vero, que tiempos después sería conocido como el emperador <a href="http://blogdejoaquinrabassa.blogspot.com/2011/06/marco-aurelio-meditaciones-y2.html">Marco Aurelio</a>. Era el hijo adoptivo del emperador Adriano. Si bien lo reclamaban todos esos asuntos con los que el monarca del Imperio romano tenía que lidiar; y todas esa batallas en que tenía que combatir. Marco Aurelio siempre fue un pensador que tomaba notas sucitas, estrictamente privadas, de sus ideas; que no quería que se publicaran. Afortunadamente, sus apuntes se conservaron, y ochocientos años después después las encontró el obispo de Capadocia, un tal Aretas. Y es así como este emperador-filósofo puede seguir enseñándonos lo que sabía hace ya muchos siglos: "Pues la destrucción de la inteligencia es una peste mucho mayor que una infección y alteración semejante de este aire que está esparcido en torno nuestro. Porque esta peste es propia de los seres vivos, en cuanto son animales; pero aquélla es propia de los hombres, en cuanto son hombres".</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Si nos hubiéramos familiarizado con esta sabía noción, habríamos comprendido que la lucha contra la estupidez no es menos urgente que la que se emprendió contra la pandemia del coronavirus. Pero no hemos asumido esta verdad, y la supuesta educación "superior" no sabe hacerlo, habiéndose convertido en el baluarte por excelencia de la "estupidez elevada" de Musil, un hecho lamentable del que también era consciente, hace medio siglo, Eric Voegelin.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Nació en 1901 en Alemania con el nombre de Erich Vögelin, pero se crió y estudió en Viena. Era un brillante filósofo político. En 1938, cuando la Alemania de Hitler tomó el poder de Viena, logró escapar apenas de los nazis y se refugió en Estados Unidos, donde cambió su nombre a Eric Voegelin. Cuando le preguntaron por qué prefería vivir fuera del Tercer Reich de Hitler, él que no era ni judío ni comunista, dijo tener dos motivos.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">El primero: como hombre cuyo talento y pasón consisten en dedicar su vida a las ciencias sociales y políticas, está completamente de acuerdo con <a href="https://blogdejoaquinrabassa.blogspot.com/2018/11/max-weber-la-politica-como-profesion.html">Max Weber</a>, quien admira, en que el primer requisito para todo académico es la integridad intelectual. Es una cualidad que es imposible de poner en práctica en una sociedad que es dominada férreamente por una ideología, sea cual fuere el tipo de colectivismo que ésta adopte. Todas las ideologías, así como la exigencia de integrarnos a ellas, son formas de engaño intelectual que sólo pueden conducir a la destrucción y la corrupción del intelecto, porque prohíben el pensamiento autónomo, el espíritu crítico, la autocrítica y la duda. </div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Su segundo motivo: Le repugna que se mate a personas por mera diversión: "Es una diversión que consiste en adjudicarse una pseudoidentidad al tener vía libre para matar impunemente a quien sea, una pseudoidentidad que hace las veces de reemplazo de un yo humano que se ha perdido.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Después de un par de décadas en Estados Unidos, Voegelin se convirtió en uno de los filósofos políticos más brillantes del siglo XX. Con asombrosa erudición y un dominio de idiomas admirable (aparte de alemán, inglés, francés, italiano, latín y griego también sabía hebreo y chino) dedicó los cuarenta años que iban a quedarle a penetrar en las causas y las consecuencias sociopolíticas del nihilismo europeo y la mentira hecha orden mundial. O, en términos de la pregunta que se hizo (y que nos hizo) en una conferencia en 1968: "¿Cómo podemos nosotros, los seres humanos, escapar a la mentira socialmente dominante de nuestra existencia?"</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Su primera respuesta: aprendamos las lecciones de la historia. De ahí la advertencia en su libro (La crisis y el apocalipsis del hombre): "Es signo de una incomprensión fatal de las fuerzas históricas creer que un puñado de hombres puede destruir una civilización antes de que ésta haya cometido suicidio".</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Su segunda respuesta, similar a la primera pero dirigida a sus estudiantes, es algo que proclamó toda su vida al inicio de cada nuevo semestre: "No hay tal cosa como un derecho a la estupidez; ni hay tal cosa como un derecho a ser iletrado; y tampoco existe el derecho a ser incompetente". </div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Si Voegelin expresara estas ideas hoy en día, en su primera clase del año, muy pronto se quedaría con sólo unos pocos estudiantes entusiastas, y poco después sería despedido. Es que en las universidades la enseñanza se ha convertido en un <i>producto</i>, los estudiantes son <i>clientes</i>, y a los clientes nunca hay que dificultarles las cosas, sino que hay que mantenerlos <i>satisfechos</i>. </div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">* <a href="http://blogdejoaquinrabassa.blogspot.com.es/2017/12/rob-riemen-nobleza-de-espiritu-una-idea.html" style="text-align: left;">Riemen, Rob</a><span style="text-align: left;"> (Nobleza de espíritu) Una idea olvidada</span><br style="text-align: left;" />* <a href="https://blogdejoaquinrabassa.blogspot.com.es/2018/03/rob-riemen-para-combatir-esta-era.html" style="text-align: left;">Riemen, Rob</a><span style="text-align: left;"> (Para combatir esta era) Consideraciones urgentes sobre....</span></div>joaquin rabassahttp://www.blogger.com/profile/02489118698514626534noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-5114207674146022398.post-82755915343066278522023-10-07T01:49:00.000-07:002023-10-07T01:49:08.054-07:00Christopher Lasch (La cultura del narcisismo) La vida en una era de expectativas decrecientes<p></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjVctBiDk7FDpW9Qm_rBzGgTtkYco2tQhbwSSKQqhUXIFPpgs_bi4vc9wF5tfT-GUHg2vwZmT8Pa0BCoPCyQOsaii5-7QnZt5_wPUjLV4fBLrbi2leStwrruFPJayX_7MPwZ1Ew1AlTVhYaZPwz6zZRsWXfW95_HNmnDlvoJUL1-14s5dkIY1Gjf6_cowoh/s700/cristopher-lasch-literatura-elhype.jpg" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="700" data-original-width="700" height="200" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjVctBiDk7FDpW9Qm_rBzGgTtkYco2tQhbwSSKQqhUXIFPpgs_bi4vc9wF5tfT-GUHg2vwZmT8Pa0BCoPCyQOsaii5-7QnZt5_wPUjLV4fBLrbi2leStwrruFPJayX_7MPwZ1Ew1AlTVhYaZPwz6zZRsWXfW95_HNmnDlvoJUL1-14s5dkIY1Gjf6_cowoh/w200-h200/cristopher-lasch-literatura-elhype.jpg" width="200" /></a></div><div style="font-weight: bold; text-align: center;"><b>Un paternalismo sin padre</b></div><div style="font-weight: bold; text-align: center;"><b><br /></b></div><div style="font-weight: bold; text-align: center;"><b><i>El nuevo rico y el rico a la antigua</i></b></div><div style="font-weight: bold; text-align: center;"><b><br /></b></div><div style="text-align: justify;">Buena parte de los males analizados en este libro se originan en una nueva forma de paternalismo, surgida de las ruinas del antiguo paternalismo de los reyes, los sacerdotes, los padres autoritarios, el amo esclavista y el terrateniente. El capitalismo destruyó los vínculos de dependencia personal solo para revivir la dependencia bajo la cobertura de la racionalidad burocrática. Tras dejar atrás el feudalismo y la esclavitud y desbordar, luego, su propia modalidad íntima y familiar, el capitalismo evolucionó hacia una nueva ideología política, el del liberalismo del bienestar, que absuelve a los individuos de toda responsabilidad moral y los trata como víctimas de las circunstancias sociales. Desarrolló nuevos estilos de control social, que tratan a quien se desvía de la norma como un «paciente» y reemplazan el castigo por la rehabilitación médica. Dio pie a una nueva cultura, la cultura narcisista de nuestra época, que tradujo el individualismo predatorio del Adán americano a una jerga terapéutica que no proclama tanto el individualismo como el solipsismo, justificando el ensimismamiento como «autenticidad» y como «apertura de conciencia». </div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">De talante en apariencia igualitario y antiautoritario, el capitalismo moderno desechó la hegemonía del clero y de la monarquía solo para sustituirla por la hegemonía de las grandes corporaciones, de la clase gerencial y profesional que opera el sistema corporativo y el Estado corporativo. Surgió una nueva clase dominante de administradores burócratas, técnicos y expertos, la cual retuvo tan pocos atributos previamente asociados a una clase dominante —orgullo de su posición, «hábito de mandar», desdén por los órdenes inferiores— que su existencia como clase pasa a menudo inadvertida. La diferencia entre la élite gerencial y la vieja élite propietaria marca la diferencia entre una cultura burguesa, que hoy subsiste únicamente en los márgenes de la sociedad industrial, y la cultura terapéutica del narcisismo.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">La diferencia aflora más nítidamente en los estilos contrastantes de crianza de los hijos. Mientras que el nuevo rico participa de la confusión reinante acerca de los valores que los padres deberían transmitir a sus retoños, el rico de viejo cuño tiene ideas muy firmes sobre la crianza y no duda en ponerlas en práctica. Intenta impresionar al niño con las responsabilidades asociadas a los privilegios que habrá de heredar. Hace lo que está en su mano para inculcarle cierta rudeza, que incluye no solo la disposición a sortear los obstáculos, sino la aceptación sin sensiblerías de las diferencias sociales. Para que los herederos del privilegio se conviertan en administradores y custodios de la gran riqueza —en presidentes de consejos de dirección, propietarios de minas, coleccionistas, <i>connsoisseurs</i>, padres y madres de las nuevas dinastías— deben aceptar la inevitabilidad de las desigualdades, lo ineludible de las clases sociales. Han de dejar de preguntarse si la vida es justa con sus víctimas. Deben dejar de «soñar despiertos» (como lo ven sus padres) y seguir adelante con los asuntos verdaderamente serios de la vida: los estudios, la preparación para una carrera, las lecciones de música, las lecciones de equitación, de <i>ballet</i>, de tenis, las fiestas, los bailes, la vida social; toda esa ajetreada ronda de actividades, aparentemente sin finalidad para un observador casual (o incluso para un observador atento como Veblen), a través de la cual el rico propietario adquiere disciplina y coraje, el don de la persistencia y el dominio de sí mismo.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">En las familias de la vieja élite propietaria, los padres parecen plantear más exigencias a sus hijos que los padres «modernos», y la riqueza les brinda la facultad de respaldar esas exigencias. Controlan los colegios e iglesias a los que asisten sus vástagos. Cuando deben recurrir al consejo de algún profesional, tratan con el experto desde una posición de fuerza. Exhiben la confianza en sí mismos que se deriva del éxito: de un patrón de éxito reiterado, en muchos caos, durante varias generaciones. Al lidiar con sus críos, insisten no solo en su propia autoridad, sino en la voz autorizada del pasado. Las familias ricas se inventan leyendas en torno a sí mismas que los jóvenes internalizan. En muchos sentido, los más importante que entregan a sus hijos es una conciencia de continuidad generacional, algo muy poco frecuente en cualquier otro segmento de la sociedad contemporánea. James, el hijo de un empresario del algodón de Nueva Orleans, «da por sentado que él también tendrá un hijo», según Robert Coles, y que «la familia habrá de sobrevivir» como «lo ha hecho por siglos: a través de las guerras, las revoluciones, los desastres naturales y aquellos provocados por el hombre».</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">El sentido de la continuidad se debilita de forma significativa a medida que la élite va desplazando a la vieja clase proletaria. La antigua burguesía, que obtiene sus ingresos de sus propiedades antes que de un sueldo, representa aún la cima de la riqueza, pero, a pesar de sus cadenas de grandes almacenes y las fincas urbanas y las grandes plantaciones, no controla ya las grandes corporaciones locales y transnacionales, ni desempeña un papel preponderante en la política nacional. Es una clase agónica, obsesionada, ciertamente, con su propia decadencia. Pero, aun, en decadencia, sabe inculcar a los más jóvenes una sensación preclara de la propia valía, a menudo teñida de aprensiones que surgieren que las influencias foráneas están arrasando con todo. En Estados Unidos, la lealtad de clase que las familias propietarias inculcan a sus hijos se forjó en medio de impactantes escenas de la lucha de clases en ciertas áreas del país —el delta del Misisipi, los bosquecillos de naranjas de Florida, los Apalaches—donde la lucha sigue viva e intensa. Esa generalización de que los niños de hoy ven rara vez a sus progenitores en el trabajo se aplica difícilmente a niños que ven con sus propios ojos lo que sus padres hacen para ganarse la vida: explotar a los más pobres. Los padres de la vieja clase empresarial ni están ausentes ni se muestran impotentes en uno u otro sentido. De hecho, su aptitud para inculcar no solo respeto, sino temor, inquietan a sus vástagos. A pesar de todo, la mayoría de esos niños aprende finalmente a superar su noción de juego limpio, a aceptar las responsabilidades que supone la riqueza y a identificarse en todo sentido con la fortuna familiar.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Cuando oscilamos desde los propietarios ricos a los mucho más numerosos empresarios ricos, el patrón cambia. Aquí nos topamos con ejecutivos en fase ascendente, cuyos hijos no adquieren un sentido de la posición propia. El trabajador se convierte en algo abstracto, el conflicto de clases se institucionaliza y su ocurrencia se evita o niega. En las grandes urbes contemporáneas, el pobre tiende a hacerse invisible y el problema de la injusticia ya no se presenta tan nítidamente como en otros lugares. En las viejas familias empresariales, los niños temían que la casona familiar fuera arrasada y sus posesiones, saqueadas. Los hijos de las familias de los gerentes no poseen este sentido de la permanencia que origina ese temor. La vida se reduce para ellos a una serie de traslados y sus padres se reprochan por no brindarles un verdadero hogar: por no ser «mejores padres». </div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">En una de las familias estudiadas por Coles, que ilustra a la perfección este patrón emergente de desarraigo y anomina de los cuadros gerenciales, el padre, un ejecutivo de una empresa electrónica de Nueva Orleans, bebe en exceso y se pregunta en ocasiones «si todo vale la pena: la lucha que libró para llegar a la cima». La madre bebe también, aunque en secreto, y se disculpa ante sus hijos por «no ser una mejor madre». Su hija, criada por una serie de sirvientas, crece con ansiedades y rencores no bien definidos, con escasa culpa, pero mucha ansiedad. Se ha transformado en una niña problemática. En dos ocasiones ha escapado de su hogar. Ahora consulta a un psiquiatra y ya no siente nada «en particular» por ello, porque la mayoría de sus amigos acuden también al psiquiatra. La familia está a un paso de volver a mudarse.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;"><div style="font-weight: bold; text-align: center;"><i>La élite gerencial y profesional como clase dominante</i></div><div style="font-weight: bold; text-align: center;"><i><br /></i></div><div style="text-align: justify;">Como hasta los ricos pierden el sentido de su posición y de la continuidad histórica, la sensación de «tener prerrogativas» —que da por sentadas las ventajas heredadas— da paso a lo que los clínicos denominan «prerrogativas narcisistas»: ilusiones grandiosas, vacío interior. Las ventajas que el. nuevo rico otorga a sus hijos se reduce únicamente al dinero. A medida que la nueva élite desecha la perspectiva de an antigua burguesía, no se identifica con la ética del trabajo y de la responsabilidad que conlleva la riqueza, sino con una ética del ocio, el hedonismo y la realización personal. Aunque siga gestionando las instituciones contemporáneas en provecho de la propiedad privada, sustituye la formación del carácter por la permisividad; la sanación de las almas, por la cura de la psiquis; la justicia ciega, por la justicia terapéutica; la filosofía, por las ciencias sociales; la autoridad personal, por la autoridad igualmente irracional de los expertos profesionales. Atenúa la competencia mediante la cooperación antagónica, a la vez que elimina muchos rituales en que las pulsiones agresivas se manifestaban en forma civilizada. Rodea a la gente de «información simbólicamente mediatizada» y sustituye la realidad por las imágenes de la realidad. Sin proponérselo, crea nuevas formas de analfabetismo, incluso al instaurar un sistema de enseñanza universal. En su intento de rescatarla, ha minado a la familia. La nueva élite ha rasgado el velo de caballerosidad que antaño atenuaba la explotación de la mujer y puesto a hombres y mujeres frente a frente, como antagonistas. Ha expropiado de manos del trabajador el conocimiento de su especialidad y el «instinto» de crianza a las madres y reorganizado todo ese conocimiento como un cuerpo de tradiciones esotéricas que resultan asequibles únicamente para los iniciados. La nueva clase dominante ha elaborado nuevos patrones de dependencia, con la misma eficacia con que sus antepasados erradicaron la dependencia del campesinado de su señor, la del aprendiz de su amo y la de la mujer de su hombre. </div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">No pretendo sugerir aquí que exista una conspiración de vastos alcances en contra de nuestras libertades. Las cosas que he mencionado se han hecho a la luz del día y, por lo general, con buenas intenciones. Tampoco surgieron como una política unificada de control social. La política social, por lo menos en Estados Unidos, se desarrolló como respuesta a una serie de urgencias inmediatas, y quienes la elaboraron rara vez veían más allá de los problemas que enfrentaban. Por lo demás, el culto al pragmatismo justifica su falta de voluntad o incapacidad de elaborar planes de largo plazo. El hilo conductor de sus acciones es la necesidad de promover y defender el sistema capitalista corporativo del que ellos mismos —los gerentes profesionales que operan el sistema— derivan buena parte de sus beneficios. La necesidades del sistema van perfilando la política y establecen los límites permitidos a debate público. La mayoría de nosotros puede ver el sistema, pero no la clase que lo administra y que monopoliza la riqueza que aquel general. Nos resistimos a un análisis de clase de la sociedad moderna por tratarse de una «teoría conspirativa». Nos privamos así de entender cómo surgieron nuestras actuales dificultades, por qué o cómo podríamos resolverlas. </div></div><p></p>joaquin rabassahttp://www.blogger.com/profile/02489118698514626534noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-5114207674146022398.post-37109647917824814642023-09-20T01:42:00.188-07:002023-09-23T01:10:12.735-07:00Stéphanie Roza (¿La izquierda contra la Ilustración?)<p></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/a/AVvXsEjdmQ1utE40jBTiC2LbtOV9WEp2o_R6JgK37WKjTHQxSLecM3vhvEemlKUKZA-WWdOhAHuTubfP3WMoGM5_jSUyqk66qPdlt__kr_ut93gE4_cz8lRIipSO1HhA3PO_AiOFPSrXK-0Gx6lqr9OoVbG3GpPhGaZ01OP1rBKrJaSVz2yxr91RABjrq3wHq-pr" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img alt="" data-original-height="525" data-original-width="513" height="200" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/a/AVvXsEjdmQ1utE40jBTiC2LbtOV9WEp2o_R6JgK37WKjTHQxSLecM3vhvEemlKUKZA-WWdOhAHuTubfP3WMoGM5_jSUyqk66qPdlt__kr_ut93gE4_cz8lRIipSO1HhA3PO_AiOFPSrXK-0Gx6lqr9OoVbG3GpPhGaZ01OP1rBKrJaSVz2yxr91RABjrq3wHq-pr=w196-h200" width="196" /></a></div><div style="text-align: justify;">Asistimos actualmente en una parte del mundo académico y militante, que centra sus análisis, según sus propias afirmaciones, en los problemas de la opresión social, racial y/o sexual, a una verdadera andanada contra la "razón imperial racista" supuestamente activa en los principios políticos, los movimientos o partidos y los textos que reivindican, más o menos explícitamente, el proyecto humanista formulado originalmente por los pensadores de la Ilustración del siglo XVIII. Este proyecto se encuentra asociado a un objetivo en el fondo imperialista, neocolonial, masculino y opresor, en una palabra: "blanco".</div><p style="text-align: justify;">Con frecuencia, la referencia concreta a la Ilustración ha desaparecido incluso de esas críticas que ocupan desde hace una veintena de años un espacio relativamente importante en los campos de la filosofía política y más en general de las ciencias sociales, situando sus declaraciones en la confluencia de los debates intelectuales y políticos contemporáneos. En particular, la idea de universalidad se ha convertido en sinónimo de dominación. "Lo universal —cuestionado por los feminismos y los estudios gays y lésbicos—, <i>que se sabía era masculino y heterosexual debe ser repensado también como "blanco"</i> a la luz de los estudios poscoloniales, de las relaciones étnico-raciales y de los <i>subaltern studies</i>", afirma, por ejemplo, una socióloga. </p><p style="text-align: justify;">Este punto de vista analítico permite acusaciones especialmente graves lanzadas contra los movimientos de emancipación tradicionales: "El título de mi intervención ["Descolonizar el feminismo"] indica <i>que ciertos feminismos son feminismos coloniales y deben ser descolonizados</i>. Por feminismos coloniales entiendo un conjunto de discursos y de prácticas, activados por las fuerzas tanto externas como internas del feminismo, que consolidan o perpetúan el colonialismo bajo múltiples formas: colonialismo de la población, administrativos, económicos, militares, internos, etc, señala una profesora de Berkeley. Este tipo de excesos verbales, consistentes en acusar directamente a sus compañeras feministas de colonialismo, se ha popularizado. Resumiendo las conclusiones de tales investigaciones, una periodista no duda en afirmar: "Las ideas de la Ilustración han creado los problemas de raza y de supremacía blanca". Esta fórmula, curiosa en la forma como en el fondo, queda explicitada un poco más adelante: "La raza tal como la concebimos actualmente —una taxonomía biológica que transforma la diferencia física en relaciones de dominación— es un producto de la Ilustración". </p><p style="text-align: justify;">En tal caso, no se comprende por qué todos los movimientos racistas, sexistas, antisemitas y homófobos del mundo, desde los nazis, a los supuestos supremacistas blancos norteamericanos pasando por el Daech, no dejan de pisotear la herencia de la Ilustración hasta querer acabar con 1789 y la Declaración de los Derechos Humanos. Cabe preguntarse también cómo tantas luchas feministas (lejos de ser exclusivamente "blancas"), antiesclavistas y anticoloniales, han podido, por el contrario, reivindicar claramente su herencia. De manera general, tampoco se comprende por qué las tradiciones socialista y comunista reivindican expresamente la tradición de las Luces y de la Revolución francesa desde su aparición. El mismo movimiento anarquista era hasta no hace mucho globalmente fiel a este fondo común. Hay que interrogarse sobre este giro histórico de una parte de las corrientes de izquierda, que la toman con sus propios compañeros de lucha y con sus más ilustres predecesores, con unos argumentos que no son fáciles de identificar teórica y políticamente y, en todo caso, con una violencia sorprendente. ¿Cómo explicar esta creciente hostilidad hacia el universalismo, el racionalismo y el progresismo de la Ilustración en un campo, el de la izquierda o más bien de las izquierdas, que supuestamente aspira a la emancipación humana e general? ¿Cómo se ha llegado a esto?</p><p style="text-align: justify;">Por izquierda designamos aquí, de manera deliberadamente amplia, al conjunto de posiciones portadoras explícitamente de proyectos de subversión del orden existentes (político, social, económico) en favor de los oprimidos desde la Revolución francesa. Muy a menudo, los oprimidos se distribuyen en el discurso de las izquierdas en tres grupos principales: el primer lugar, las víctimas <i>económicas </i>del sistema de dominación (los proletarios, los explotados, la clase obrera); a continuación, las víctimas <i>sexuales </i>(las mujeres, los homosexuales); finalmente, las víctimas <i>raciales </i>(los pueblos colonizados, las minorías étnicas, los inmigrantes). La preocupación por la opresión socioeconómica es la señal más destacada de las ideologías de izquierda, pero las otras dos están presentes tanto en los textos como en las luchas concretas desde el siglo XVIII: aquí no serán consideradas como secundarias.</p><p style="text-align: justify;">[...] La tesis que se defenderá aquí es que esta posición, contrariamente a las formas de critica que habían tenido lugar hasta entonces, no es portadora de ningún progreso en la emancipación intelectual, moral o política. Al contrario, la incriminación radical del legado de la Ilustración representa una regresión en la medida en que viene a alinearse, se quiera o no, <i>volens nolens</i>, con los argumentos y las tesis de la vieja crítica conservadora y contrarrevolucionaria de los antiilustrados. Tomar conciencia del punto muerto de tal enfoque es indispensable en la perspectiva de reconstrucción e incluso de rearme ideológico de la izquierda frente a los desafíos contemporáneos. </p><p></p>joaquin rabassahttp://www.blogger.com/profile/02489118698514626534noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-5114207674146022398.post-37549732611591662212023-09-16T00:54:00.247-07:002023-09-17T04:05:09.404-07:00Alexandre Lacroix (Cómo no ser un esclavo del sistema) <p></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiZAqqs7JQ7PdJd2f5Qcf1-89Z7DLTMVlwIuQ8yu99zb4ofoFWfcl2f48NGP3VmBbBpaH_KM7cS5tSlCFOjh-z7sap00zSDxgu0Zg1NTqp_gIVR37WijYig3J6j-3dhlgMOUZBLQfmn4LJNB_vu3VJ5OHG1MYHwxuUvywrmS4VTrY2FigqpcRCuwSMlrzRq/s321/download.jpg" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="157" data-original-width="321" height="98" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiZAqqs7JQ7PdJd2f5Qcf1-89Z7DLTMVlwIuQ8yu99zb4ofoFWfcl2f48NGP3VmBbBpaH_KM7cS5tSlCFOjh-z7sap00zSDxgu0Zg1NTqp_gIVR37WijYig3J6j-3dhlgMOUZBLQfmn4LJNB_vu3VJ5OHG1MYHwxuUvywrmS4VTrY2FigqpcRCuwSMlrzRq/w200-h98/download.jpg" width="200" /></a></div><div style="font-weight: bold; text-align: center;"><b>DANDIS Y CRÉDULOS</b></div><div style="font-weight: bold; text-align: center;"><b><br /></b></div><div style="text-align: justify;">En la era de la web, ¿cuál es la actitud correcta? ¿Cómo es mejor vivir?</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Descartemos de entrada dos comportamientos absurdos, dos errores contrapuestos.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">La postura reaccionaria de quien prefiere salvar el viejo mundo de la separación y fingir que la conexión no existe es tan inútil como hipócrita. Inútil porque nuestra dinámica de civilización no tardará en barrer este tipo de anquilosamiento esporádico. La cuestión nunca ha sido tomar partido a favor o en contra de la tecnología, porque realmente no importa. Imagínate que en 1882 o 1883, cuando la compañía Edison empezaba a electrificar las ciudades, un cenáculo de intelectuales se hubiera reunido en Manhattan o en el Barrio Latino y hubiera pasado largas tardes debatiendo esta grave cuestión: ¿es el alumbrado eléctrico algo bueno o malo? Por muy animadas que fueran sus discusiones, no habrían sido más que cháchara y una pérdida de tiempo. Que uno esté o no a favor de la electrificación a finales del siglo XIX es indiferente; un proceso de este tipo no requiere aprobación o condena desde el punto de vista moral, sino compresión desde la perspectiva antropológica. ¿Qué significa para el ser humano poder accionar un aluvión de vatios en casa mediante un interruptor, poder trabajar de noche, deambular por calles iluminadas y escapar de la oscuridad? Los intelectuales de hoy en día que se lanzan en encendidas diatribas contra el teléfono móvil, o que vilipendian las redes sociales, a menudo caen en la caricatura; como el medium que se concentra para mover un vaso con la sola fuerza de su mente, parecen haberse convencido de que su vindicta bastará para desviar el curso de los acontecimientos.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">La postura del objetor de conexión es también hipócrita porque supone una independencia de la organización colectiva que, en realidad, solo se permite a los privilegiados. Así como hemos visto surge un «dandismo de desconexión» entre cierta élites, que tienen tiempo libre para dar un paso atrás, para retirarse de las exigencias profesionales durante días o semanas, por la simple pero inconfesable razón de que cuentan con un patrimonio y unas cuentas bancarias bien abastecidas. La perspectiva idealista, la «emboscadura» tan querida por el romanticismo alemán y por <a href="https://blogdejoaquinrabassa.blogspot.com/2023/03/ernst-junger-la-emboscadura.html">Ernst Jünger</a>, no es más que avatares del desprecio aristocrático por las clases trabajadoras, sobre las que recae el peso de toda la sociedad. En la base de la escala, en el lado de los trabajadores pobres, de los frágiles, de los migrantes, el teléfono móvil se percibe como un viático, una herramienta casi indispensable para la supervivencia. </div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">[...] El horizonte del «totalitarismo digital» ya se deja entrever con los programas de espionaje masivo establecidos en las democracias occidentales, y de forma aún más inquietante en el Sistema de Crédito Social instaurado en China. Desde marzo de 2018, a cada ciudadano de la República Popular China se le atribuye una puntuación de ciudadanía, calculada a partir de los datos recogidos sobre el interesado. A quien haya publicado críticas al Partido, pertenezca a una minoría religiosa reprimida o tenga antecedentes penales, se le rebaja la puntuación, con consecuencias sobrecogedora para la vida cotidiana, puesto que una mala puntuación es privativa del acceso al transporte y de la libertad de movimiento de una provincia a otra o al extranjero, dificulta la obtención de préstamos bancarios, incrementa las pólizas de seguros, prohíbe montar un negocio o matricular a los hijos en las mejores escuelas y universidades. Este sistema se basa en gran medida en el uso sumamente extendido en China de la aplicación WeChat, que, una vez instalada en un teléfono móvil, permite a los usuarios enviar mensajes, hacer videollamadas o llamadas, pagar compras en tiendas, reservar un hotel, pedir un coche, pero también desbloquear una bicicleta o un patinete en la ciudad. Adoptado por casi toda la población activa del país, proporciona un servicio polivalente y centralizado. El gigante chino de las telecomunicaciones que la ha lanzado, Tencent, sabe qué <i>posts</i> publicas en redes sociales, los mensajes que encías a tu círculo, tus movimientos, tus compras, el estado de tu cuenta bancaria... En otras palabras, está en condiciones de cruzar las acciones de sus usuarios en línea y en el mundo físico. Esta tecnología es la nueva y aterradora arquitectura de la opresión, ya que una sola parte que se apoya en este dispositivo de última generación tiene la capacidad de reprimir e incluso impedir la más mínima desviación de su voluntad.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Así pues, las dos posturas extremas —permanecer apegado a los valores de la modernidad separativa por nostalgia, o convertirse en el turiferario y el heraldo de la modernidad conectiva— apenas son convincentes, porque la primera es demasiado contraria al sentido de la historia y se condena a sí misma a la impotencia, mientras que la segunda da carta blanca a las perores dominaciones del porvenir.</div><div style="text-align: justify;">Entonces, ¿cuál es la actitud correcta?</div><div style="font-weight: bold; text-align: center;"><br /></div><div style="font-weight: bold; text-align: center;"><b>POR UN POSUTILITARISMO</b></div><div style="font-weight: bold; text-align: center;"><b><i><br /></i></b></div><div style="text-align: justify;">La gente está convencida, no sin cierto atisbo de razón, de que todos los reformistas e inventores de sistemas están locos [...] Hasta ahora, a mi entender, no ha ido mucho más allá de un sueño. [...] La otra noche soné que era el fundador de una secta; naturalmente, una persona de gran santidad e importancia. Se llamaba la secta de los utilitaristas.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">El autor de esta nota de 1780 es el filósofo inglés Jeremy Bentham. Ese mismo año, autopublicó su obra maestra, <i>Introducción a los principios de la moral y la legislación</i>, y la distribuyó en un pequeño número de ejemplares entre su círculo más cercano (no fue hasta 1789 cuando un editor londinense la publicó oficialmente). Este relato del sueño es revelador, porque en él aparece por primera vez la palabra «utilitarista»; también muestra que la ambición de Bentham no era solo especulativa, sino que deseaba dar origen a una corriente de pensamiento impulsada por los miembros practicantes —los utilitaristas— que pudiera convertirse en una fuerza motriz en el espacio social.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">En <i>Introducción a los principios de la moral y la legislación, </i>Bentham plantea una idea elemental, pero cargada de potencial revolucionario, la idea del principio de utilidad, «Por principio de utilidad se entiende aquel principio que aprueba o desaprueba una acción, sea la que sea, según la tendencia que parece tener a aumentar o disminuir la felicidad de la parte interesada, o lo que es lo mismo, a promover la felicidad u obstaculizarla». Dicho más sencillamente, una acción es buena si aporta felicidad o placer; es mala si causa infelicidad o dolor. Ninguna teoría moral sabría oponerse de manera admisible al principio de utilidad, sostiene Bentham, si caer en la falsedad o en la hipocresía. Así, la promoción del ascetismo, de la mortificación del cuerpo por la religión, es contraria a la moral espontánea del ser humano, que persigue la conservación y la realización de su vida. Algunas personas toman caminos de la existencia que las aleja de la felicidad y del placer durante mucho tiempo, pero esto se debe a que su concepción del bien es errónea, a que son víctimas de su propia imaginación o las doctrinas deletéreas. Obedecer al principio de utilidad, convertirse en una utilitarista, a los ojos de Bentham, no es, por lo tanto, adoptar una nueva filosofía, sino al contrario, redescubrir la moral natural del hombre más allá de las limitaciones y recomendaciones absurdas que la civilización ha acumulado. </div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Sin embargo, el utilitarismo no es egoísmo; no se trata solamente de buscar el propio placer personal. De hecho, el principio de utilidad se aplica, en la óptica de Bentham, a escala tanto individual como colectiva: «Una acción es conforme al principio de utilidad, o, en resumen, a la utilidad (con respecto a la comunidad en su conjunto) cuando su tendencia a aumentar la felicidad de la comunidad supera a todas sus tendencias a disminuirla». Así, un empresario, un ejecutivo o el presidente de una asociación se comportan como utilitaristas si se esfuerzan por mejorar el bienestar de las personas bajo su responsabilidad más allá del suyo propio. En principio de utilidad, según Bentham, debería servir incluso de brújula para cualquiera que tome decisiones con repercusiones colectivas, especialmente los legisladores.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">[...] Pues bien, si este es el credo de los distintos movimientos utilitaristas —pues hoy en día hay varios—, debemos admitir que casi todos pertenecemos a esta secta y que cuenta con cientos de millones, incluso miles de millones, de representantes en todo el mundo, muy por delante de las religiones. </div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">[...] Supongamos que en un hospital hay quince pacientes que esperan un transplante —de riñón, hígado, páncreas, corazón, etc— con un pronóstico comprometido a corto plazo sino no lo reciben. Según la lógica utilitarista de maximización del bienestar colectivo, ¿no deberíamos decidir matar a una persona joven en perfecto estado de salud para extraerle los órganos frescos y sanos, y salvar así quince vidas? Este asesinato en sí sería una mala acción, pero, en el gran esquema de las cosas, ¿no sería mejor salvar catorce vidas que perder quince? ¿No es el balance ampliamente excendentario, a juzgar por el principio de la utilidad? </div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">A decir verdad, la imprecisión de la doctrina utilitarista es más bien una buena noticia. En primer lugar, porque revela que el utilitarismo es insuficiente, que no siempre prescribe soluciones aceptables y que requiere de otros principios adicionales, como el respeto de la vida humana. Después, porque deja un margen a la interpretación. Si simplificamos un poco, atendiendo a que privilegiamos el nivel individual o el colectivo, podemos ser utilitaristas de derechas o de izquierdas. Los dos padres fundadores de la filosofía utilitarista tomaron posturas opuestas a este respecto. Jeremy Bentham es claramente individualista, e insta a su lector a maximizar su propia utilidad, confiando en que el bienestar colectivo vendrá por añadidura; está en línea con la mayoría de los pensadores liberales, que creen que los vicios privados hacen la virtud pública, es decir, que el afán de lucro del individuo asegura la prosperidad de una nación. Pero para John Stuart Mill, en cambio, que en la última parte de su vida se acercaba cada vez más al socialismo, era necesario pensar primero en el plano colectivo antes de pasar a las consideraciones privadas. Así pues, es mejor maximizar el bienestar del conjunto de la sociedad que el de unos pocos privilegiados.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">[...] Pero John Stuart Mill, en su obra <i>El utilitarismo</i> (1863), publicada primero por capítulos en la prensa diaria y de un éxito considerable, no es tan categórico. En lugar de proponer una serie de criterios, una taxonomía de los placeres combinada con reglas de cálculo, opta por lanzar una observación de carácter general, que, a efectos de demostración, produce casi el mismo efecto que un pelo en la sopa:</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;"><span> Si las fuentes de placer fueran exactamente iguales para los seres humanos y para los cerdos, la regla de vida que fuera suficientemente buena para los unos sería lo suficientemente buena para los otros. [...] Los seres humanos poseen facultades más elevadas que los apetitos animales, y una vez que son conscientes de su existencia no consideran como felicidad nada que no incluya la gratificación de aquellas facultades.</span><br /></div><div style="text-align: justify;"><span><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span>Elogia los placeres elevados que apelan a las facultades intelectuales, como escuchar una pieza musical, resolver un problema matemático, leer un poema o incluso meditar sobre filosofía. A decir verdad, no lo justifica ni tampoco explica cómo estos placeres superiores y abstractos se prestarían a un cálculo utilitarista. Digamos que parece añadir un juicio de valor personal ciertamente abrupto —«¡No vivamos como cerdos!»— a la doctrina que heredó de su maestro. Donde </span>Bentham escribe con rotundidad que «es evidente que quienquiera que desapruebe la más ínfima partícula de placer como tal, sea cual sea su procedencia, es por tanto partidario del principio de ascetismo». Mill sugiere que el esfuerzo prolongado, el indispensable para dominar el piano o la danza clásica, por ejemplo, aun implicando una cierta forma de renuncia a lo agradable, es susceptible de procurarnos placeres de mejor calidad que la estimulación de nuestras mucosas.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Los utilitaristas quieren maximizar la utilidad, pero no se ponen de acuerdo en cómo definirla. A veces la presentan como una cierta cantidad de placer o bienestar; a veces, como una cierta cualidad del ser (así nos lo hace entender Mill con su peculiar nota sobre los cerdos). Mi recomendación sería no posicionarse, no elegir una u otra de estas utilidades, sino jerarquizarlas y anteponer una a la otra. <i>Post</i> significa «después en latín, y la idea es situar la utilidad prosaica después de una utilidad inmaterial. Este método, que consiste en proponerse un objetivo ideal primero y un objetivo material después, es lo que llamaré «posutilitarismo». </div><p></p>joaquin rabassahttp://www.blogger.com/profile/02489118698514626534noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-5114207674146022398.post-16231251601137327332023-09-11T01:30:00.007-07:002023-09-11T01:50:56.557-07:00Damon Young (Filosofía en el jardín) La naturaleza como invitación al pensamiento y a la escritura.<p></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiLHfIXCdD8OLudOdJ8gbRiPBIvkyGbIts3AYMfQXOgbNnltIPFGnKxq1ICUMW1i2jIVOBaveE-vgVgMNOVXCGLo9kPVfAYw0JY4D9LeGQ-xVPsntDypvHrJG_YRPdApPEjoaWExjwBO3y_y1NvyclsP_9-6qVG969eddebTXneueOWUGzVzBC_6XKNBFpU/s2582/000081100_1_DamonYoungcRaymondTaudinChabotVisualCultures_202303161157.org_fotoWeb_202303161157.jpg" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="2582" data-original-width="2582" height="200" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiLHfIXCdD8OLudOdJ8gbRiPBIvkyGbIts3AYMfQXOgbNnltIPFGnKxq1ICUMW1i2jIVOBaveE-vgVgMNOVXCGLo9kPVfAYw0JY4D9LeGQ-xVPsntDypvHrJG_YRPdApPEjoaWExjwBO3y_y1NvyclsP_9-6qVG969eddebTXneueOWUGzVzBC_6XKNBFpU/w200-h200/000081100_1_DamonYoungcRaymondTaudinChabotVisualCultures_202303161157.org_fotoWeb_202303161157.jpg" width="200" /></a></div><div style="font-weight: bold; text-align: center;"><b><i> George Orwell: sin blanca y guadaña en mano</i></b></div><div style="font-weight: bold; text-align: center;"><b><i><br /></i></b></div><div style="text-align: justify;">Más allá de mi trabajo, lo que más me importa es ocuparme del jardín, en especial del huerto.</div><div style="font-weight: bold; text-align: justify;"><b><i><br /></i></b></div><div style="text-align: right;"><span style="font-weight: bold;"><span style="font-size: x-small;">GORGE ORWELL</span><i>, </i><span style="font-weight: normal;">nota autobiográfica. </span></span></div><div style="text-align: right;">17 de abril de 1940 </div><div style="font-weight: bold; text-align: justify;"><b><i><br /></i></b></div><div style="text-align: justify;"><a href="http://blogdejoaquinrabassa.blogspot.com/2010/10/george-orwell-1984.html">George Orwell</a> tenía toda la pinta del típico intelectual encorvado, larguirucho y siempre vestido con unas prendas arrugadas que no eran de su talla. Su rostro también parecía echar en falta un planchado, unas arrugas producto de la enfermedad y el sobreesfuerzo. (Resuella como un acordeón, decía un médico sobre Orwell cuando era niño). Se convertía en un novelista y ensayista moderno icónico mientras, durante toda su vida, sufría unas enfermedades dickensinas que harían saltar las lágrimas, como bronquitis crónica, tres brotes de neumonía, en dengue en Birmania y hemorragias pulmonares por tuberculosis, entre otras. [...]</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">A pesar de la ropa arrugada, Orwell era un hombre meticulosamente limpio, con una inusual sensibilidad a los olores, y aun así aguantó los hedores, mugres y cadáveres cubiertos de moscas. Sufrió hambre, sudores, picaduras de pulgas y disparos. Y aunque se sintiera forzado por la culpa, también lo movía el ansia por la verdad. Estaba convencido de que su deber era dar testimonio. «Escribo», decía, «porque hay alguna mentira que quiero dejar al descubierto, algún hecho sobre el que deseo llamar la atención». Lo que convertía esto en algo más que un reportaje común y corriente era su disposición a vivir en persona los sucesos que describía, y lo hacía sin el menor oscurantismo académico ni lealtad partidista restrictiva, de ahí su oposición a la Rusia soviética en contra de muchos de sus camaradas izquierdistas y a pesar de sus críticas del capitalismo occidental. Orwell clamaba contra la aceptación ciega que los socialistas ingleses hacían de las políticas soviéticas y comunistas, en parte por una cuestión de principios, como una defensa de la libertad, y en parte porque también había visto con sus propios ojos la brutalidad de los comunistas del ejército republicano en España cuando atacaban a los trotskistas y los anarquistas. «He visto los cadáveres de numerosos hombres asesinados», escribía en «En el vientre de la ballena» y «no me refiero a muertos caídos en combate, sino asesinados». En lugar de adoptar el comunismo por un acto de fe, prefirió ser testigo y contar lo que veía. Lo que importaba eran los hechos, y Orwell pretendía llegar a ellos. [...]</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Orwell fue más allá en el apéndice de <i>1984</i>, donde describía la perversión deliberada del pensamiento para obtener la victoria política a base de erradicar la riqueza del lenguaje. «El propósito de la neolengua no era solo el de facilitar un medio para expresar la cosmovisión» afirmaba en unas frases de una aterradora naturalidad, «sino el de hacer imposible cualquier otro modo de pensar». Como anotaba en «El vientre de la ballena», este razonamiento se extraía de forma directa de los oligarcas y tiranos del siglo XX que «no anuncian su crueldad y [...] no la llaman asesinato [...] Es "liquidación", "eliminación" o alguna otra expresión tranquilizadora». Y no eran solo los nazis y los estalinistas quienes hacían eso, pues sus apologistas ingleses también distorsionaban la verdad con jergas estériles. En «La política y la lengua inglesa» hacía referencia a un profesor universitario que estaba defendiendo el totalitarismo soviético. «Un montón de latinajos cae sobre los hechos como la nieve blanda», escribió, «difumina las siluetas y cubre todos los detalles. El gran enemigo del un lenguaje claro es la insinceridad.» A pesar de que Orwell no vivió para oír a alguien describir la tortura como una «técnica mejorada de interrogatorio», o la violencia autorizada por el Estado como una «ecografía transvaginal obligatoria», sin duda habría reconocido de inmediato semejantes sandeces.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">[...] A pesar de su sangre fría etoniana, era un hombre atormentado y apasionado que se sobrepuso a la fragilidad con un impresionante esfuerzo físico y mental. Tenía agallas. Y un planteamiento tan personal como el suyo continúa siendo relevante hoy en día: familiarizarse con la realidad palpable desde el escepticismo. Buena parte de la vida moderna está envuelta en el ambiente de una certeza que carece de cuestionamiento, como la jactancia de tener un conocimiento impecable de indicadores de rendimiento, ciclos económicos, encuestas políticas, test de inteligencia. Es muy común eso que el filósofo Alfred North Whitehead denominaba «la falacia de la concreción injustificada», es decir, abstracciones disfrazadas de hechos sólidos. Y, tanto en la vida pública como en la privada, aspiramos con regularidad a esta fachada de perfección (eslóganes políticos, perfiles psicológicos o textos religiosos, entre otros). Nos reconforta porque hace que la vida nos parezca algo menos incierta e inquietante. Para quienes tienen una actitud con un escepticismo suficiente, el jardín puede ser un remedio para este autoengaño, en el sentido de que representa un recordatorio de lo sutil, mutable y complicada que es la realidad. Tal y como descubrió Orwell, la ecuación de «semilla + tierra + lluvia + sol» puede resultar sorprendentemente complicada cuando la calculamos a pie de campo. Un jardín es un lugar donde las hipótesis se mantienen solo con prudencia: hasta mañana, cuando queden refutadas en el instante en que una variable inesperada me estropee las lechugas o me deje las grosellas como unas pasas secas. Un jardín orwelliano enseña a sus entusiastas a no aferrarse a unas ideas con las que están muy familiarizados pero son falsas, a ser precavidos ante unas teorías en apariencia demasiado perfectas. No es de extrañar que el autor de <i>1984</i> valorase tanto sus agotadores trabajos en la isla de Jura: fueron una breve liberación de la mente totalitaria. </div><p></p>joaquin rabassahttp://www.blogger.com/profile/02489118698514626534noreply@blogger.com0