Paula Biglieri - Luciana Cadahia (Siete ensayos sobre el populismo)

EL POPULISMO EN LAS ANTÍPODAS DEL NEOLIBERALISMO

Ahora bien, hasta aquí no hemos hecho otra cosa que mostrar cómo cada  una de las corrientes mencionadas más arriba (izquierda liberal, autonomismo y republicanismo) pensaba el vínculo del populismo con el neoliberalismo, pero poco hemos dicho nosotras sobre lo que entendemos por este último término. Por lo que se vuelve necesario detenernos a pensar de qué estamos hablando cuando usamos la palabra neoliberalismo. Este ejercicio nos ayudará a explicar mucho mejor por qué pensamos que el populismo no es una expresión más del neoliberalismo y que, incluso, tiene reservado dentro de sí el secreto de su alternativa. 

Para ello, nos vamos a centrar en las investigaciones de Michel Foucault y Wendy Brown alrededor del neoliberalismo, ya que apunta a la dirección que nos interesa explorar. En su clásico libro Nacimiento de la biopolítica, Foucault define al neoliberalismo como una respuesta práctica a la crisis del arte de gobernar liberal que tendrá impacto en dos niveles a la vez: en las formas de gobierno y en los procesos de subjetivación. En lo que se refiere al primer caso, el neoliberalismo funciona como un arte específico de gobierno, cuyo modo de actuar se caracteriza por una transformación de la racionalidad del Estado en el que la economía comienza a ser creadora de derecho público. Foucault establece una distinción muy importante entre la racionalidad estatal y la disciplinaria propia de la modernidad y la racionalidad de gobierno neoliberal de nuestra época. El principal aspecto que nos interesa remarcar tiene que ver con el papel del derecho en el interior de cada tipo de racionalidad práctica o forma gubernamental. Mientras en el primer caso la ley y el derecho operaban como una limitación exterior, que permitía fundamentar lo que estaba prohibido y permitido hacer dentro de un gobierno, en el segundo, en cambio, emerge una autolimitación económica que nace del interior de la misma práctica de gobierno acompañada de un «antiestatismo o fobia al Estado». Esto supone, por un lado, una transformación en las formas de estatalidad, dado que el foco deja de estar puesto en la figura de una ley o derecho que fija lo prohibido y lo permitido y pasa a ubicarse en la figura del consenso y el interés práctico. Así, el consenso, en tanto forma de gubernamentalidad, desplaza la legitimidad que venía dada por el derecho y va a empezar a funcionar como el nuevo mecanismo de legitimación del Estado. La legitimidad de los Estados neoliberales, entonces, no depende del buen uso del derecho y de las instituciones en un sentido republicano, sino de la capacidad para llegar a consensos y acuerdos sobre cuestiones que atañen al interés económico. Aunque Foucault no lo exprese de esta forma, podríamos decir que el Estado neoliberal deja de concebir a los sujetos como ciudadanos con derechos en una res pública y pasa a concebirlos como individuos con intereses privados en el mercado. 


Esta nueva caracterización implica una transformación en la producción de la subjetividad, puesto que la lógica de la conducta libre y autointeresada de la maximación económica, nos dice Foucault, se hace extensiva a todas las esferas de la vida humana. Por eso, y en lo que se refiere al segundo aspecto, el efecto inmediato de los procesos de subjetivación está dado por la emergencia del homo oeconomicus como interfaz entre esta nueva forma de gubernamentalidad y el individuo. Foucault muestra que dentro de la racionalidad neoliberal el homo oeconomicus no es un socio del intercambio y consumo de mercancías, por lo que la imagen clásica del individuo consumidor no logra reflejar la mutación histórica que esta nueva racionalidad supone en los individuos. Por el contrario, este homo oeconomicus, en tanto individuo que obedece a su propio interés, es un empresario de sí, un productor de capital a partir de sus propias fuerzas. Y convertirse en un empresario de sí no proporcionará otra cosa, como sugiere Brown en la interpretación que hace de Foucault, que un círculo vicioso entre la obediencia a sus propios intereses y la exigencia de producir un valor infinito en la reproducción de su propia vida. 

[...] Dicho de otra manera, tomar como punto de partida el autointerés del homo oeconomicus es perder de vista el papel que tiene la economía y el Estado en la construcción de esta figura y en la dimensión sacrifical que encierra este supuesto ejercicio de libre elección. De manera que lo que realmente tiene lugar es una «práctica de la responsabilidad» que obliga al individuo a sumirse como un «inversor y proveedor responsable de sí mismo» al servicio de la «salud de la economía» y de la «moralidad del Estado». Así, la creencia de que en el neoliberalismo cada individuo persigue su interés privado, «se hace, no nace, y opera en un contexto lleno de riesgos, contingencias y cambios violentos potenciales, del estadillo de burbujas y el colapso del capital o de la moneda a la disolución completa de la industria. 

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