Los cambios sociales que han contriuido a esta alienación se deben en gran aprte, me parece a mí -no estoy atribuyendo esta cuestión adicional al profesor Stanley- a la alteración de las comunidades primarias en las que se solía vivirse la vida. Nuestras vidas, que ya han dejado de estar enraizadas en esas comunidades, ya no son condideradas enteramente, integramente, por los demás; y en consecuencia (como nuestras percepciones de nosotros mismos están tan gobernadas por las percepciones de los demás acerca de nosotros) experimentamos dificultades a la hora de percibirnos de manera integral. La elevada movilidad existente en nuestras sociedades provoca que nuestros conocidos tengan acceso sólo a limitados segmentos temporales de nuestras vidas -infancia, educación, carrera profesional, jubilación-, mientras que la compartimentación de la vida industrial garantiza que en cualquier fase de nuestra vida, nuestros conocidos nos llegarán a conocer sólo en uno de nuestros papeles: trabajador, miembro de la familia, de una sociación o amigo. De nuevo, nadie nos conoce por completo, y como nuestros compañeros tampoco nos conocen, también tenemos dificultades en vernos a nosotros mismos de manera integral.
Esta dispersión de nuestras vidas en lo temporal y su fragmentación en lo espacial tiende a fraccionar nuestra autoimagen, llegando, en casos extremos, a pulverizar lo que Robert Lifton denomina el "hombre proteico", y que reafirma la conclusión existencialista de que carecemos de esencia, es, como ya he dicho, la imposición más pesada que los cambios institucionales cargan sobre nuestros esfuerzos para vernos a nosotros mísmos como personas completas.
No obtante, el problema conceptual que ha provocado nuestra época, es (cuando menos) todavía más pesado. Me refiero a la concepción del mundo en la que se ha instalado el Occidente moderno: su noción de "el esquema de todas las cosas". El aserto del profesor Stanley que empecé citando dos párrafos más arriba también habla de este lado conceptual de nuestro predicamento, así que permítanme que le siga dejando hablar por mí. Señalaba la alienación ocasionada por la modernización, y tras aludir algunas de sus causas sociales, profundiza hasta alcanzar la raíz del problema:
Al nivel más fundamental, el diagnóstico de alienación está basando en la opinión de que las fuerzas modernizadoras nos están imponiendo un mundo que, aunque bautizado como real por la ciencia, está desprovisto de todas las cualidades reconociblemente humanas: belleza y fealdad, amor y odio, pasión y satisfacción, salvación y condenación. Todo ello no quiere decir, desde luego, que dichas cuestiones no formen parte de las realidades existenciales de la vida humana. Se trata más bien de que la concepción científica del mundo hace que sea ilegítimo hablar de ellas como si formasen parte del mundo "objetivamente", forzándonos por el contrario a definir tal evaluación y experiencia emocional como proyecciones "meramente subjetivas" de las vidas interiores de las personas.
El mundo, otrora, un "jardin encantado", para utilizar la memorable frase de Max Weber, se ha desencantado y aparece privado de propósitos y dirección, despojado -en esos sentidos- de la propia vida. Todo lo que es supuestamente básico en la condición especificamente humana en la naturaleza, resulta que se ve forzado a formar parte de lo "subjetivo", que, a su vez, se ve empujado por la visión moderna científica a adentrarse en la provincia de los sueños e ilusiones.
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