Massimo Recalcati (La noche de Getsemaní)

 LA TRAICIÓN DE JUDAS

¿El trauma de la traición implica siempre una decepción de amor? ¿Una caída de la idealización? Tal vez esperara Judas algo de Jesús que no pertenecía al ser de Jesús. Su amor idealizado no podía tener en cuenta -pues ningún amor idealizado puede hacerlo- la heterogeneidad que desune el ser del Maestro del ser del discípulo y de lo que este espera del Maestro. El enamoramiento idealizador excluye la otredad del Otro, pretende que esa otredad coincida plenamente con la representación narcisista del amado.

De forma más radical, en la lectura de los Evangelios, Judas se nos aparece como la encarnación del político. Ha estado esperando algo de su maestro, un gesto políticamente nítido, un acto público en favor de su pueblo que no ha llegado. ¿Querría que Jesús respondiera a su solicitud para la liberación de Palestina de la dominación romana? Es indudable que Judas pretende que la predicación de Jesús se alinee políticamente con la defensa de los pobres y los explotados. Hay una escena de los Evangelios que resulta muy elocuente desde este punto de vista. En ella se desvela con toda claridad el deseo de Judas como deseo del <<político>>. En esta escena, que tiene lugar en la casa de Simón el leproso, en Betania, una mujer le ofrece a Jesús un perfume preciado y muy caro con el que le unge la cabeza. Frente a <<este despilfarro>> (Mc 14,4), es el mismo Judas Iscariote quien plantea una dura objeción política a Jesús: <<¿Por qué no se ha vendido este perfume por trescientos denarios y se ha dado a los pobres?>>. (Jn 12,5). ¡Podríamos haber dado de comer a los pobres en lugar de deleitar a nuestro maestro con un bien superfluo!

El razonamiento político de Judas sitúa en el centro la dimensión universal de la justicia social. Su exigencia es la de no transigir frente a una necesaria redistribución más justa de la riqueza. Jesús, sin embargo, no parece ser sensible -al menos a los ojos de Judas- a esta solicitud, sino que la defrauda. Está claro que no puede ser él el líder palestino de un movimiento político que reclama justicia social. De ahí la curvatura negativa de la transferencia de Judas hacia su maestro y la inevitable de-suposición del saber: en efecto, mientras que, como explica el psicoanálisis, la transferencia positiva instituye al Maestro como un <<sujeto supuesto saber>>, la transferencia negativa -la transmisión del amor al odio- tiene como efecto fundamental la caída de la suposición de saber, una de-suposición del saber del Maestro. Jesús ya no sabe lo que hace, ha sido víctima de su fantasma narcisista, ha perdido su brújula ética, se ha dejado desviar, piensa en sí mismo y en su imagen, se deja recubrir de atenciones por parte de una mujer que rocía un perfume precioso sobre su cabeza, llenándolo de lágrimas y de besos, olvidando que su misión es ayudar a los últimos y a los necesitados. Su acción diverge de su palabra, su mirada está cegada, ha perdido su lucidez, ya no es capaz de ver con claridad. Es Jesús, en opinión de Judas, quien ha traicionado la Causa.

[...] La radicalidad de la crítica política de Judas no ha de ser subestimada de ninguna manera, pero más allá de los contenidos que propone, presenta un vicio de origen: brota tan solo de la herida del amor desilusionado del alumno hacia el maestro. ¿No es acaso, en efecto, a causa de la rabia que siente y que ha provocado en él el <<despilfarro>> cometido por la mujer de Betania por lo que Judas -el <<político>>- decide ir, como cuenta Marcos (Mc 14, 10-11), y también Juan a su manera (Jn 12, 1-11), a ver a los principales sacerdotes para entregarles a Jesús, para malvender la vida de su maestro y traicionándolo definitivamente? El amor, como sucede a menudo en las relaciones entre profesor y alumno, se ha convertido en odio. Judas quiere la muerte, la eliminación de quien ha decepcionado su amor. Pero en su transferencia negativa hacia Jesús parece haber olvidado un lado esencial de la predicación de su maestro: el individuo, la persona, el sujeto singular es lo insacrificable que precede -que viene antes- a toda valoración universal; la verdad, en otras palabras, tiene siempre el rostro singular del prójimo y no del genérico de la humanidad o de la pobreza. 

El discurso de Jesús en la casa de Betania reafirma esa diferencia entre su palabra y las razones de la política. En él invita con firmeza a quienes lo critican a tomar en consideración el gesto de amor singular de esa mujer, en cómo demuestra saber realmente cuidar de él. Jesús contrapone la dimensión necesariamente universal de la política con la experiencia necesariamente singular de la propia vida y de la propia muerte:

    Dejadla. ¿Por qué la molestáis, si ha hecho una obra buena en mí? Porque pobres tendréis siempre con vosotros y podréis hacerles bien cuando queráis, pero a mí no me tendréis siempre (Mc 14,6-7).

La mujer ha hecho todo lo posible para aliviar el dolor y la angustia que van creciendo en Jesús. Su amor es grande y sin límites; su entrega es desinteresada y generosa; sus cuidados son la expresión de su amor por el Maestro. No calcula el coste de sus preciosos ungüentos, no valora la oportunidad de sus gestos. Ama como las mujeres saben amar; su gesto de atención está lejos de ser anónimo, pues consigue que sea particularizado, lo instituye como una auténtica excepción, como un regalo activo. No resulta casual que un hilo común conecte el gesto de esa mujer de Betania que unge con un aceite perfumado y precioso la cabeza de Jesús con el de la viuda que da todo cuanto posee al Templo (Mc 12,41-44). En ambos casos hallamos en primer plano un amor que no conoce límites, que va más allá del cálculo económico y raya en el derroche absoluto, pues sabe, según una bien conocida definición del amor propuesta por Lacan, <<dar lo que no se tiene>>. Donando cuanto posee, la viuda ofrece su indefensa carencia, mientras que aquellos que ofrecen solo lo superfluo no viven en absoluto la experiencia de la carencia y, como consecuencia, no saben lo que es el amor. Esa es la razón, pues, por la que el gesto de la mujer de Betania, que Judas, el <<político>>, ve solo como un simple <<despilfarro>> de recursos, como un efecto de narcisismo encandilado de Jesús, adquiere el valor único de regalo, de una oferta generosa de sí misma que va más allá del marco estéril del beneficio. El <<político>>, sin embargo, es incapaz de subordinar sus razones universales al nombre propio del sujeto, como en cambio todo acto de atención y de amor es capaz de hacer. Judas se mantiene firme en sus convicciones: ha sido Jesús el primero en traicionar y debe ser traicionado a su vez para que se haga justicia. 

Recalcati, Massimo (Retén el beso) Lecciones breves sobre el amor

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