ÉTICA UNIVERSAL
Gobernanza global, nuevos derechos humanos y noocracia democrática.
El Nuevo Orden Mundial, que algunos pretenden instaurar para las próximas décadas, probablemente se esté ya configurando actualmente a partir de una red planetaria de ciudades inteligentes y de una gobernanza global sustentada en unas sociedades biotecnológicas hiperconectadas.
El experto en teoría política Benjamín Barber afirma: «o democratizamos la globalización o globalizamos la democracia». Las ciudades, según este politólogo, tienen legitimidad democrática y están en situación de crear este tipo de gobernanza global. De abajo a arriba, con ciudadanos que cooperen, colaboren y compartan experiencias.
Según Barber: «las ciudades que trabajan juntas pueden cambiar el mundo de muchas maneras, no solo creando leyes y dictando ordenes, sino cooperando y haciendo cosas juntas. El problema es que no tenemos una estructura de gobierno que lo facilite». Y matiza: «siempre que sean ciudades que piensen en términos de regiones metropolitanas».
Transformar a la población en «ciudadanía inteligente» es uno de los retos fundamentales a los que se enfrenta la gobernanza de las sociedades biotecnológicas en la cuarta Revolución Industrial o Revolución de la Inteligencia, donde la hegemonía del control digital global, la convergencia de las tecnologías emergentes NBIC (nanotecnología, biotecnología, infotecnología y cognotecnología), junto con la robótica y la inteligencia artificial fuerte, podrían amenazar nuestra libertad y nuestra dignidad como personas o, por el contrario, ser una magnífica oportunidad para la humanidad del siglo XXI.
¿Hacia qué tipo de gobernanza nos conduce el Nuevo Orden Mundial que se está construyendo y que está basado en la globalización tecnológica? ¿Acabará constituyéndose un auténtico gobierno global donde quien realmente tome las decisiones sea una Superinteligencia artificial al margen de los seres humanos? ¿Qué relación tiene el actual fenómeno de resistencia global ante este paradigma tecnocrático?
El profesor de la London School of Economics y de la Universidad de Harvard Ulrich Beck ha expresado recientemente su preocupación por un nuevo riesgo global: el riesgo digital para la libertad, donde la catástrofe sería la hegemonía del control impuesto en el nivel global por un Estado digital mundial libre de cualquier control. Esta «muerte de la libertad« se está produciendo, según Beck, son que la mayoría se esté dando cuenta. No obstante, en este sistema aparentemente hiperperfecto de control, todavía existiría una posibilidad importante de resistencia del individuo.
En este momento, no tenemos instituciones ni políticas globales que puedan contraponerse a este poder hegemónico de los Estados y las corporaciones digitales por parte del poder de los ciudadanos, ya que no tenemos suficientes categorías, mapas ni brújulas para esta nueva sociedad biotecnológica.
Cabe preguntarse si no hemos terciarizado en exceso nuestras democracias a compañías tecnológicas para no tener que rendir cuentas, entregando a estas nuestro poder y nuestra responsabilidad.
Científicos como Stuart Russell, así como el físico británico Stephen Hawking, han alertado recientemente de que los esfuerzos para crear una inteligencia artificial avanzada pueden poner en peligro la supervivencia de los seres humanos si los sistemas artificiales llegan a superar en inteligencia a las personas y toman el control de las decisiones.
Por lo tanto, en relación con los riesgos globales, cabe concluir que las respuestas nacionales y los instrumentos institucionales de los que disponemos actualmente no son acordes con los riesgos biotecnológicos de la sociedad del riesgo mundial.
Por otro lado, cabe hacerse la siguiente pregunta: ¿será la noocracia el sistema social y político que sustituirá a la democracia?
[...] En pleno siglo XXI, ¿cabe pensar que se construirá la buena gobernabilidad de las sociedades biotecnológicas a partir de la instauración de una noocracia democrática entendida como aquel sistema social y político basado en el liderazgo del conocimiento colectivo y el intelecto humano? O más bien, ¿dejaremos que ese Nuevo Orden Mundial este controlado por una sinarquía de ideología transhumanista radical o por una élite posthumana? Ello podría suponer un paso histórico que nos apartaría del pluralismo de los Estados nacionales en dirección a un Estado digital mundial unitario y jerarquizado, libre de cualquier control. ¿Somos conscientes de ello? Se estará configurando en estos momentos un cibertotalitarismo global?
Probablemente, en nuestras sociedades biotecnológicas debamos convertir el derecho fundamental a la protección de datos y a la libertad digital en un derecho humano universal y hacer valer este derecho del mismo modo que defendemos el resto de los derechos humanos.
En nuestra opinión, es a través de la búsqueda de una ética universal y de una nueva mirada sobre la ley natural como podemos preguntarnos: ¿existen valores morales objetivos con capacidad para unir a los hombres y procurarles paz y felicidad? ¿Cuáles son? ¿Cómo reconocerlos? ¿Cómo actúan en la vida de las personas y de la comunidad? Estos interrogantes de siempre en torno al bien y al mal, se presentan hoy con más urgencia que nunca, en la medida en que los hombres tienen una mayor conciencia de formar una sola comunidad mundial. Los grandes problemas que se presentarán a los seres humanos tienen ahora una dimensión planetaria, porque el desarrollo de las técnicas de comunicación favorece una creciente interacción entre las personas, la sociedad y la cultura.
IDEA CLAVE: Las sociedades biotecnológicas globales deben fundamentarse en una ética universal.
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