François Jullien (La identidad cultural no existe)

Écarts en lo común

Por oposición al «narcisismo de las pequeñas diferencias», que se repliega celosamente en identidades fantasmagóricas, los écarts culturales son despliegues que abren nuevos posibles y descubren otros recursos. Tales despliegues hacen salir la cultura del escollo de su tradición, el pensamiento del confort de su dogmatismo —de lo bien-pensado—y lanzan al espíritu a una aventura. Si hoy constatamos que, bajo la apisonadora de la uniformidad mundial conducida por la ley del mercado, las diferencias culturales tienden a desaparecer, reduciendo la cultura mundial a un simple facsímil, es urgente, para resistir, abrir nuevos écarts en los cuales confluyan el arte, la política y la filosofía. No de manera ficticia o preconcebida, utópicamente anunciada, pues un écarts, en cuanto se abre, es de inmediato efectivo. Filosofar, decía Parménides, es distanciarse: salir de los caminos trillados de la opinión, tomar distancia de lo admitido y lo convenido, abrir —perforar—de nuevo el pensamiento, introducir nuevas perspectivas. Lo que nos interesa no es saber en qué sentido el pensamiento de Aristóteles es diferente al de Platón, pues eso conduce a clasificarlos y fijarlos como sistemas y nichos (el platonismo y el aristotelismo). En cambio, lo que importa —lo significativo— es en qué sentido Aristóteles abre un écarts con respecto a Platón: en qué sentido intenta una avanzada disidente hacia lo que se resiste al pensamiento, es decir, en qué sentido abre un nuevo acceso a lo impensable. Así, el pensamiento de Aristóteles crea una tensión con el pensamiento de Platón; en lugar de dejarlo hundirse en las facilidades y los clichés del platonismo, lo hace emerger de nuevo con su punto de vista, le confiere un relieve considerable: abre un entre ellos que los hace dialogar. Otros écarts se han abierto desde Platón con respecto a Platón: mientras más recurso es su pensamiento, más se activa. ¿Qué es una biblioteca de filosofía, en suma, si no la yuxtaposición de tantos écarts que despliegan indefinidamente lo pensable, poniendo en tensión el pensamiento? 

Así, el concepto de écarts permite pensar el origen tal como es, abordándolo de un  modo no fijo sino evolutivo y sin conferirle un estatuto mítico. En lugar de conducir a fijar un género común —estable, definitivamente constituido, como caído del cielo e injustificable (el «Hombre», la «naturaleza humana» o el «fondo común») —unitario, identitario, a partir del cual lo diverso de las culturas se desdoblaría (como lo hace la diferencia), el écarts nos sitúa de inmediato en una transformación, en una génesis y un advenimiento. Écarts no es un concepto metafísico (que fija una esencia) sino histórico (que traza una emergencia). La diferencia indica un resultado y es, en consecuencia, estática. Por su parte, el écarts es dinámico por su desarrollo, es decir que, en lugar de plantear una «naturaleza humana» de la que no es posible decir de dónde viene ni qué es, esclarece cómo se efectuó el devenir del hombre —abriendo una distancia por écarts sucesivos con respecto a las formas «homínidas» («australopitecos», «parántropos» etcétera) que lo preceden—.  El hombre apareció por el écarts y por eso comenzó a «ex-istir». Pues fue por «ex-adaptación», es decir, por escapar a la adaptación precedente, que se produjo un proceso de ruptura que condujo al hombre a lo que devino en su desarrollo. Fue también en lugares separados que los paleontólogos encontraron, aquí y allá, su aparición. Si dejo de plantear la «naturaleza humana» como término de partida, unitaria-identitaria, pero claramente ideológica en su definición, ya no tengo que separar en el origen «naturaleza» y «cultura» que son disociadas de un modo tan abstracto —arbitrario—. Por mi parte, considero lo diverso de las culturas como un autorepliegue de lo humano que prolonga ese écarts que lo hizo advenir, y que cada nuevo écarts, abierto existencialmente por un sujeto, permite activar y expandir. 

Pero es absolutamente necesario, para concebir este auto-despliegue de lo humano, entender el significado de écarts. Écarts se traduce en inglés por gap. Pero écarts significa lo contrario. Gap designa la zanja que separa; écarts nombra una distancia que se abre y establece una comparación, hace aparecer un entre que pone en tensión lo que ha sido separado y le permite a cada término comprenderse con respecto al otro. 

[,...] Por el contrario, la diferencia es la que, asociada con la identidad, aísla y «esencializa» las culturas. La diferencia nos retiene en impás del universalismo o del relativismo. Una vez ahí, es imposible salir de la disyuntiva. En ese caso, la diferencia cultural se plantea como segunda y la identidad como primera (la de la naturaleza humana o la del «fondo común»); pero ese principio unitario-identitario se proyecta a partir de mi propia perspectiva cultural, es decir, no es más que el resultado de mi etnocentrismo: entonces no he abandonado mis categorías culturales, que considero de inmediato universales —tal es el universalismo fácil que denuncié al comienzo—. Si no, la diferencia cultural se plantea en primer lugar, haciendo que cada cultura se repliegue sobre lo que sería su identidad, en cuyo caso se verían encerradas en mundos —tal es el «culturalismo» que engendra un relativismo perezoso que nunca trata de sobrepasar sus propios límites. Dicho relativismo perezoso no es más que la cara inversa de un falso universal, falso por ser rápidamente concedido y no elaborado mediante una búsqueda que, como ya dije, jamás se satisface, pero que lleva efectivamente a que lo común se despliegue.

[...] Frente al riesgo de desintegración que atraviesa actualmente la sociedad francesa, como tantas otras en el mundo, causado por el ascenso de comunitarismos, que desarticulan lo común, se nos recuerda brutalmente la necesidad de pensar las condiciones de un «vivir juntos» —esta expresión se impuso por sí misma—. Ese viejo término griego (su-zén) vuelve a ser actual. Pues los griegos enseñaban que la Ciudad no es una simple comunidad de lugar, que no se establece simplemente con el fin de proteger a los individuos y de favorecer los intercambios, sino que se sustenta en una «elección deliberada» de vivir juntos que es su propia finalidad, su telos

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