Ernst Jünger (Anotaciones del día y de la noche) El corazón aventurero

Considera al animal como si fuera un ser humano, y al ser humano como un animal singular. Considera la vida como un sueño entre miles de sueños y cada sueño como una abertura singular de la realidad. Tú eres capaz de todo ello si dispones de la llave mágica. Pues la verdadera vida se despliega por debajo de sus formas, donde ella se fragmenta para adquirir conciencia de sí misma en la multiplicidad, y donde se devora para saciarse de sí misma. El día consume los tesoros de la noche que ella recibe de nuevo en sus oscuras fauces. El hombre de alimenta del animal, hasta que finalmente él mismo se convierte en su presa. Todo orden alberga ya en su seno los sueños donde su decadencia está decidida, y todo sueño cristaliza en diversos órdenes. Las imágenes son más profundas que sus destellos que se reflejan alternativamente entre espejos de plata y metal. Esto tiene que saberlo, porque está en cierne un poderoso asalto de la actividad contra la realidad, de la vida contra sus formas.
De ahí que esta época exija una virtud sobre cualquier otra: la decisión. Lo importante es la capacidad de querer y creer; sin tener en cuanta los contenidos que puedan darse esa voluntad y esa fe. Así se encuentran hoy día las comunidades; los extremos se rozan con más violencia que nunca. Para evitar el gran peligro de confundir la vida con una de sus formas, una confusión que hoy lleva a gran número de muchachos inteligentes a posiciones insostenibles, es un buen medio hacer que esas formas jueguen e interactúen recíprocamente y, por así decirlo, no entusiasmarse por ningún sujeto ni por ningún partido, porque así el punto de mira se dirige certeramente a la zona de la más intensa fecundidad y porque así uno tiene que defenderse lo menos posible y al mismo tiempo puede atacar del modo más encarnizado. Para ser franco, éste es un medio selecto de destrucción, pues de ese modo se arranca el velo a toda fuerza y se pone en duda toda pretensión que se apoye en una apariencia y no directamente en un poder. Pero todo aquello que hoy día se bate por las banderas y los símbolos, por las leyes y los dogmas, por los órdenes y los sistemas, hace fintas como en la esgrima. Ya tu aversión hacia esas querellas de nuestros padres con nuestros abuelos y hacia toda forma posible de conciliación revela que no necesitas respuestas, sino cuestionamientos incisivos, no banderas, sino combatientes; no orden, sino revueltas; no sistemas, sino hombres.

* Ernst Jünger (La tijera)
Ernst Jünger (Los titanes venideros) Ideario último

Martha C. Nussbaum (Los límites del patriotismo) Identidad, pertenencia y "ciudadanía mundial"

Martha C. Nussbaum
El convertirse en ciudadano del mundo resulta a menudo una empresa solitaria. Es, como sostuvo Diógenes, una especie de exilio: un exiliarse de la comodidad de las verdades locales; del cálido y acogedor sentimiento patriótico; del absorbente dramatismo del sentirse orgulloso de uno mismo y de lo que es propio. En los escritos de Marco Aurelio (así como en los de sus discípulos estadounidenses Emerson y Thoreau), el lector acostumbra a percibir un sentimiento de irremediable soledad, como si prescindir de los puntales que representan las costumbres y las fronteras locales privase a la vida de toda calidez y seguridad. Si un niño o una niña empieza su vida como un ser que ama y confía en sus padres, siente la tentación de reconstruir la ciudadanía siguiendo los mismos patrones, encontrando en una imagen idealizada de una nación una especie de sucedáneo familiar que hará por nosotros lo que esperamos de ella. El cosmopolitismo no ofrece este tipo de refugio; únicamente ofrece la razón y el amor a la humanidad que, en ocasiones, puede resultar menos cálido que otras fuentes de pertenencia.
En la novela de Tagore el llamamiento en favor de la ciudadanía mundial fracasa. Fracasa porque el patriotismo está lleno de colorido, intensidad y pasión, mientras que el cosmopolitismo parece tener que enfrentarse a la ardua tarea de excitar la imaginación.


Richard Falk
En la actualidad, el Estado neurótico está atrapado entre los compromisos producidos por la regulación social de la conducta del mercado y las nuevas dinámicas del globalismo económico, esencialmente desregulado. Estas fuerzas antagónicas hacen que entre las promesas y la realidad existan unas divergencias de una profundidad y una consistencia tales que superan la típica actitud de los políticos que prometían demasiado o que condicionaban su actuación a la satisfacción de un determinado conjunto de intereses.
En la actualidad los ciudadanos tienen ante sí el reto de reconfigurar la antigua dicotomía entre patriotismo indiferenciado y el cosmopolitismo. La superación de este reto permitiría restaurar la vitalidad del patriotismo tradicional, siempre y cuando se ampliasen las ideas y las prácticas de participación y responsabilidad al escenario en el que se dirimen los asuntos transnacionales. Si la revitalización ética y política se ve empequeñecida por el peso abrumador del globalismo económico -una especie de cosmopolitismo negativo- los ciudadanos con voluntad y aspiraciones humanísticas no podrán acomodarse fácilmente en ninguno de los dos polos, el patriótico o el cosmopolita, entre los que se plantea el debate actual. Si, por el contrario, se logra reorientar el debate, el patriotismo y el cosmopolitismo podrán compartir un compromiso común capaz de remodelar las condiciones del estado humano, la región humana y, en función del éxito de las fuerzas sociales transnacionales, un globalismo decente e incluyente.


Gertrude Himmelfarb
Fui vacunada contra el cosmopolitismo a muy temprana edad. En un curso de historia al que asistí en los primeros años de mi carrera, poco después del estadillo de la segunda guerra mundial, el profesor nos explicó que lo que estábamos presenciando eran las últimas bocanadas del nacionalismo,  sus estertores. El nacionalismo había sido un fenómeno del siglo IXI, el romántico producto lateral del apogeo del Estado-nación. A duras penas había sobrevivido a la primera guerra mundial, y seguramente la segunda significaría su fin, lo que conduciría a un orden cosmopolita comprometido con los ideales universalistas de la Ilustración. El profesor, un distinguido erudito, hablaba con gran autoridad, puesto que tenía un conocimiento personal y profesional de la materia. Emigrado recientemente de Alemania, tenía una experiencia directa y trágica de ese anacronismo conocido como nacionalismo.
Ya entonces, a mis dieciséis años, me di cuenta de que algo no cuadraba en su descripción. Recordaba, por lecturas anteriores del curso, que la propia Ilustración había dado carta de naturaleza a un nacionalismo agresivo. Y, como judía, era dolorosamente consciente del virulento nacionalismo que recientemente había transformado un país eminentemente ilustrado y civilizado en un país bárbaro y asesino.
Ni siquiera mis veleidades trotskistas, en mis primeros años de universidad, disiparon mi escepticismo acerca del inminente triunfo del cosmopolitismo. Estaba dispuesta a creer en gran parte de la doctrina marxista: la lucha de clases, la inevitabilidad de la revolución, el triunfo del proletariado... pero no en la desaparición del Estado. El ejemplo de la Unión Soviética, reforzado por la lectura de Michels y Pareto, no inspiraba mucha confianza en ello.
Las fantasías cosmopolitas que aún podía tener se desvanecieron totalmente al acabar la guerra, cuando acudí, en Londres, a la convención del Partido Laborista Independiente. La convención aprobó por unanimidad y con gran entusiasmo una resolución en favor de una Europa unida. Visados, pasaportes, y los otros estigmas del la ciudadanía serían abolidos, e ingleses y europeos se unirían en una hermandad común. (Esto fue cuando el término <<hermandad>> todavía era permisible). Inmediatamente después, la convención se vio en la tesitura de aprobar otra resolución, esta vez en favor de la independencia de Escocia. Tal y como yo lo recuerdo, esta moción también fue unánimemente aceptada.

* Martha C. Nussbaum (Sin fines de lucro) Por qué la democracia necesita de la humanidades

Lorenzo Silva y Juan Bonilla, entre otros (Utopías)

Lorenzo Silva
LA BIBLIOTECA UNIVERSAL
Quiero creer que un día encontraremos la manera de decirle a todo el mundo que existe un tesoro inagotable que está a disposición de cualquiera, un camino hacia la dignidad y la belleza que no exige peajes, ni la pertenencia a una clase, una nación o una religión determinada. Quiero creer que todo el mundo estará preparado para escuchar este mensaje, porque en lugar de los esfuerzos y los recursos que actualmente se destinan a tratar de hacer de las personas seres esencialmente inconscientes y manipulables, a efectos de mejor utilizarlas (como consumidores, como mano de obra o, en el pero de los casos, carne de cañón), nos aplicaremos de verdad a la tarea de hacerlas conscientes, autosuficientes y libres. Y también porque habrán desaparecido aquellos que, desde lo alto o desde lo bajo del escalafón, sostienen la necia creencia de que apropiándose lo de otro, o negando lo que es de ley, cabe alguna clase de medro que no sea digno de conmiseración o desprecio.
Quiero decir, sí, que un día el conocimiento será realmente un camino de redención abierto a todos, y no sólo a los privilegiados, y que cualquiera podrá surtirse del único caudal que no se gasta, no se detrae y crece  y se multiplica en nueva riqueza que otros han de compartir. Que habrá una verdadera biblioteca universal, y no ese remedo que hoy por hoy exhibimos como su presunta aproximación: una Red movida por pícaros (con corbata o con parche pirata de pacotilla) que ignoran que el altruismo no es sino compartir lo propio y que para colmo no llega más que a una minoría de la Humanidad. Esa que, sin dejar de llenarse la boca de buenos propósitos, sigue dando la espalda, vilmente, a la tragedia en que permanece sumida la mayoría.
Que todos puedan saber. Y que todos seamos responsables.


Juan Bonilla
UTOPÍA SIN GRANDILOCUENCIA
Todas las utopías de la que tenemos noticias -las de ficción, tan entretenidas, y las reales, tan pesadilleras- fracasaron por una misma cosa: su inasumible grandilocuencia. Era como si la utopía en la que fundamentan unos sueños no pudiera detenerse nunca y por lo tanto, como el propio Universo, necesitara expandirse para seguir siendo, necesitaba conquistar más espacios -espacios privados y públicos hasta convertirse todo espacio en espacio utópico- en una carrera que encontraba finalmente el abismo: "1984" de Orwell, "Un mundo feliz" de Huxley, "Nosotros" de Zamiatin, "Barra Siniestra" de Nabokov. Todas la utopías ahí expresadas comparten un mismo sentido: el sentido totalitario que las hacía viajar del suelo a la pesadilla como quien va de A a B sin darse cuenta de que B es todo lo contrario de lo que se plateaba en A.
En cuanto a las utopías reales, qué decir, si fueron fuentes de inspiración para las ficticias. De donde no sea osado suponer que para que pensemos en términos utópicos hoy, no queda más remedio que subvertir la condición principal de las utopías que se vinieron gestando y fracasaron durante el siglo XX (y mucho antes, no se olvide que el Imperio romano era también utopía). La utopía debió funcionar, antes de que la insensatez se hiciera cargo de las decisiones de las autoridades, como mero punto de referencia, como el Horizonte: un lugar inalcanzables hacia el que es imposible no dirigirse aunque sepamos que no lo vamos a alcanzar nunca. Pero el algún momento siempre dejaba de parecer inalcanzable, y el sueño se tornaba pesadilla, y el punto de referencia inalcanzable en meta al alcance de la mano. De ahí que el término utopía se haya contaminado insaciablemente por los resultados obtenidos por todos los que la utilizaron [...]

Mary Kaldor (La sociedad civil global) Una respuesta a la guerra

Quien crea que los dos sistemas hoy están enfrentados uno a otro, ha sido víctima de la metafísica secularizada de nuestra civilización, que busca un duelo entre Dios y Satanás en lo que, después de todo, es sólo un juego (G. Konrad).

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Havel escribió:
<<El sistema postotalitario es sólo un aspecto -un aspecto especialmente drástico y por tanto más revelador de sus orígenes reales -de la incapacidad general del hombre moderno de ser amo de su propia situación. El automatismo del sistema postotalitario es simplemente una versión extrema del automatismo global de la civilización tecnológica. El fracaso humano que refleja es sólo una variante del fracaso general de la humanidad... Parece que las democrácias parlamentarias tradicionales no pueden ofrecer una oposición funtamental al automatismo de la civilización tecnológica y la sociedad de consumo industrial, porque también ellas se ven arrastradas sin remedio. La gente está manipulada de maneras que son infinitamente más sutiles y refinadas que los métodos brutales utilizados en sociedades postotalitarias. En una democrácia, los seres humanos pueden gozar de muchas libertades y seguridades personales que nos son desconocidas, pero al final no les hacen ningún bien, porque también ellos son finalmente víctimas del mismo automatismo, y son incapaces de defender sus intereses sobre su proipia identidad o de impedir su trivialización o de transcender las preocupaciones sobre su supervivencia personal para convertirse en miembros orgulloso y responsables de la polis, haciendo una contribución genuina a la creaciópn de su destino>>

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La literatura sobre movimientos sociales tiende a hacer la distinción entre <<viejos>> y <<nuevos>> como en la tabla 4.1. Los <<viejos>> suelen ser de carácter obrero o para la autodeterminación, como los movimientos nacionales del siglo XIX o los anticoloniales. Eran movimientos de masas que se dirigían al Estado y se organizaban jerárquicamente, con sus comités ejecutivos, presidentes y secretarios generales. Utilizaban el repertorio moderno de protesta: peticiones, manifestaciones y huelgas. Los <<nuevos>> movimientos sociales suelen considerarse descendientes de las revoluciones estudiantiles de 1968. Les preocupan temas nuevos: los derechos humanos, la pariedad entre sexos, el medio ambiente o la paz. Expresan las fustraciones políticas de una nueva clase media culta o empleados de alto nivel: especialistas en TIC (tecnologías de la información y las comunicaciones) o profesionales vinculados al ámbito asistencial (médicos, conferenciantes, trabajadores sociales), ocupaciones generadas por el postindustrialismo y el Estado del bienestar. Son pioneros de nuevas formas de organización horizontal y nuevas formas de protesta que utilizan los medios de comunicación, especialmente la televisión. Mientras los <<viejos>> movimientos aspiraban a persuadir a los estados para que actuaran y, en el proceso, ayudaban a fortalecerlos, los <<nuevos>> están mucho más preocupados por la autonomía individual, por la resistencia a la intromisión del Estado en la vida cotidiana. Claus Offe sostiene que los <<nuevos>> movimientos representan una demanda de democracia real. <<Entre las princiaples innovaciones de los nuevos movimientos, en contraste con el movimiento obrero, se encuentra una ideología crítica con la modernidad y el progreso, estructuras organizativas descentralizadas y participativas, una defensa de la solidaridad interpersonal contra las grandes bucocrácias, y la reclamación de espacios autonónomos más que ventajas materiales>>

John Lukács (Últimas voluntades) Memorias de un historiador

A lo que la ciencia llega es a un conocimiento de tipo probalístico, con sus propios límites, que son las limitaciones de la mente humana, entre las que se cuentan las operaciones mentales y las características personales de los propios científicos, cuyas potencialidades oscilan entre lo sublime y lo falible. Existe un único tipo de conocimiento: el conocimiento humano; con la inevitabilidad de su participación, de la relación del que conoce con lo conocido, del qué y el cómo y el porqué y el cuándo los hombres conocen y desean conocer.
Esto ha sido siempre así; incluso cuando no se reconocían estos condicionantes.
Pero ahora, en el sido XXI, al final de la era "moderna", ha ocurrido algo nuevo, algo sin precedentes. Por primera vez desde Adán y Eva, por primera vez en la historia de la humanidad, los hombres han adquirido el poder de destruir buena parte de la tierra y buena parte de la humanidad; y potencialmente más incluso.
En los comienzos de la Era Moderna, hace unos cinco siglos, escribió Bacon: "El conocimiento es poder". Ya próximos al final de esta era sabemos, o deberíamos saber, que el incremento de poder -incluso de poder mental- corrompe.
Hasta ahora, las grandes catástrofes que azotaban la tierra -terremotos, inundaciones, tempestades, pestes, plagas, epidemias- venían de fuera. Ahora los peligros potenciales vienen de dentro: explosiones nucleares, calentamiento global, nuevos tipos de contaminación, pestes producidas por la propia humanidad (por ejemplo, por la ingeniería genética).* Todos estos peligros proceden del creciente conocimiento por parte de los hombres; o mejor dicho, de su creciente interferencia con los elementos de la "naturaleza". Ahora puede que haya un desplazamiento desde los peligros potenciales de la tecnología de materiales hacia los de la biotecnología.
Por supuesto, al decir "peligros" hablamos de una potencialidad, no de su realización. Y por supuesto que algunos de estos peligros pueden tener lugar. El camino del infierno está empedrado de buenas intenciones, pero el camino del cielo puede que esté empedrado de malas intenciones que no llegaron a ser actos. Esta es nuestra salvación, nuestra esperanza. Pero debemos reconocer de dónde nace nuestro nuevo y enorme peligro: no de fuera de nosotros, sino de dentro de este mundo, y todos aquellos que los apoyan y celebran. Debemos repensar la idea misma de "progreso", su sentido.

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EL MUNDO DE DENTRO: 
ESPOSAS Y AMORES

El propósito de este capitulo, como el de este libro, no es la autobiografía: es la historia de mis ideas y mis creencias, más que la historia de mi vida. Pero entonces ¿por qué un capítulo sobre esposas y amores? En fin, ¿no son los amores y las esposas un resultado de nuestras ideas, de las cuales son una consecuencia nuestros apetitos físicos, con más asiduidad que al revés? Y hay también otro propósito. Me siento obligado a describir -a describir más que a definir, a describir más que a registrar- lo que debo a mis tres esposas. Así que esbozaré tres retratos.
El amor tiene su historia, como todo lo demás. No me refiero a la historia del matrimonio, el cortejo, la seducción, los hábitos sexuales, etcétera, etcétera. Me refiero a cómo se han visto y se han amado los hombres y las mujeres unos a otros. Es algo que ha ido cambiando según las épocas. Por ejemplo, el amor romántico fue una creación de la Europa occidental, que ya se ha extinguido en gran parte (aunque no del todo, y quizá no para siempre). Y el amor pasa por la conciencia de clase, e incluso puede provenir de ella, que es de lo que trata la mayor parte de las novelas, de ahí que sea posible que la liquidación de las clases tenga que ver con la liquidación del amor romántico.  Y el amor también tiene nacionalidad. Un hombre italiano y una mujer estadounidense, o un hombre estadounidense y una mujer italiana; pero ¿cuándo? ¿en 1800? ¿en 1920? ¿en 1980?. Nunca es lo mismo. "Ces sont les nuances qui querellent, pas les couleurs". Las diferencias de matiz importan más que el choque de colores. Si Dios está en os detalles, el amor tambien.
Falta un gran libro sobre las relaciones entre hombres y mujeres de distintas nacionalidades  Resulta obvia la atracción entre ellos -la atracción de lo que es inusual, de lo que es ligeramente exótico, de lo que es extraordinario -, ya que la curiosidad es un ingrediente esencial de la atracción sexual (especialmente en las mujeres), y cuando se mezcla con la vanidad (normalmente en los hombres), Dios da un empujoncito y no tarda en surgir una especie de amor. Todo esto es infinitamente más complejo y profundo que el sexo. 

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* Dicho de otro modo: la mente dirigiendo la materia, la mente precediendo la materia. La propia historia de la medicina, la etiología (el estudio de las causas) de las enfermedades, ofrece una extraordinaria demostración. Hay cada vez mayor número, y mayor variedad, de enfermedades que, sobre todo entre los pueblos más "desarrollados" del mundo moderno, no vienen ya de fuera, de heridas o infecciones, sino de confluencia "interna" -otra prueba de la creciente intromisión de la mente, a veces palmaria, pero en lo esencial profunda y compleja- de la mente y la materia en las vidas humanas.

Lucio Anneo Séneca (Ideario extraído de las Cartas a Lucilio)

Todo Lucilio, es ajeno a nosotros; sólo el tiempo es nuestro. La naturaleza nos ha puesto en posesión de esa única cosa fugaz y escurridiza, y nos la quita quien quiere. Y es que la estupidez de los mortales llega a tanto que, al obtener lo más ínfimo y de menos valor, lo que sin duda se puede reemplazar, admiten que les sea cargado en su cuenta, mientras que nadie cree que deba nada al tomar el tiempo de otro, cuando eso es lo único que, aun queriendo, no se puede devolver.

Por más exquisito y saludable que sea, ningún conocimiento me complacerá mientras sea yo el único que lo sepa. Si la sabiduria se diera a condición de tenerla encerrada y de no comunicarla, yo la rechazaría: sin alguien con quien compartirla, no resulta agradable la posesión de bien alguno.

Sé que tienes muy claro, Lucilio, que nadie puede vivir feliz, ni tan siquiera tolerablemente, sin el afán de la sabiduría, y que la vida feliz se consigue mediante la perfecta sabiduría, y la vida tolerable mediante la sabiduría incipiente. Pero esto que está tan claro, hay que hacerlo firme y fijarlo más produndamente pensando en ello cada día: da más trabajo mantener los propósitos que proponerse lo más noble. Hay que perseverar y robustecerse en el trabajo constante, hasta que se convierta en buena conciencia lo que es buena voluntad.

Del mismo modo que es estúpido quien va a comprar un caballo y no examina el animal sino la silla y las bridas, llega al colmo de la estupidez quien valora al hombre por su vestido o por su condición social, esa que nos envuelve a guisa de vestido.

¿Te preocupan las palabras? Puedes darte por satisfecho si sales adelante con los hechos.

Créeme, la mejor parte de nuestros seres queridos permanece junto a nosotros, aunque a ellos nos los arrebate el azar. El tiempo pasado es nuestro, y nada está en lugar más seguro que lo que ya ha sido.

Éste debe ser nuestro principal empeño, decir lo que sentimos y sentir lo que decimos; que nuestro lenguaje concuerde con nuestra vida. Ha cumplido con su cometido aquel que sigue siendo el mismo cuando lo ves y cuando lo escuchas. Veremos qué cualidades y qué capacidades tiene: pero que sea uno y el mismo. Nuestras palabras no tienen que agradar: tienen que ser de provecho.

* Lucio Anneo Séneca (De la brevedad de la vida)

Boris Cyrulnik (Los patitos feos) La resilencia: una infancia infeliz no determina la vida

EL HUMOR NO ES COSA DE RISA

<<La esencia del humor reside en el hecho de que uno se ahorra los afectos a los que habría debido dar lugar una determinada situación, y en que uno se sitúa por encima de esas manifestaciones emocionales gracias a un broma>>, decía Freud.
La emoción evitada habría podido ser dolorosa, ya que el acontecimiento ha sido cruel. Sin embargo, el modo de representarlo al contarlo o al remedarlo mediante la mímica modifica el sufrimiento y lo transforma en sonrisa. En nuestros días, para parecer muy científicos, formularíamos la idea de otro modo, hablaríamos de la <<reorganización cognitiva de la emoción asociada a la representación del trauma>>. Sin embargo, si aceptamos los beneficios de la simplicidad, diremos sin ambagues que el humor es liberador y sublime, que es <<la invulnerabilidad del yo que se afirma, y que no sólo se niega a permitir que se imponga el sufrimiento que proviene del exterior, sino que incluso consigue hallar la forma de convertir las circunstancias traumatizantes en un cierto placer>>.
Es frecuente que esta idea se acepte mal, como si fuera indecente sonreír ante el sufrimiento propio. Es cieto que el margen de maniobra es estrecho y que en el humor fallido, cuando el riesgo ha sido mal calculado, la broma sienta como un tiro y humilla al que ha sido herido. Y sin embargo, los aspectos vinculados a la relación de esta representación psíquica, aspectos que transforman una tragedía en placer, se observan todos los días en el teatro familiar del humor preverbal.
[...] Cuando el mal no es demasiado grave, se inventa un juego que transforma las penas, sopla sobre el rasguño mientras recita una fórmula mágica, reformula con sus palabras el pequeño acontecimiento doloroso, y consigue que todo el mundo se eche a reír.
Se evita añadir al dolor del arañazo el sufrimiento de la representación del arañazo. Se procede exactamente al contrario: la puesta en escena del <<drama>>, al reformular la pruebla, la transforma en pieza teatral de la familia y en una victoria del comportamiento de relación. Esta es la razón de que hayamos afirmado que el <<humor no es cosa de risa>>, pues, en realidad, es cosa que sirve para metamorfosear un sufrimiento y convertirlo en un acontecimiento social agradable, se utiliza para transformar una percepción que hace daño en una representación que hace sonreír.

Manuel Cruz (Filósofo de guardia) Reflexiones acerca de lo que nos va pasando

Declarar que en el mundo actual se ha abandonado el gusto por la conversación, o que el arte de la conversación es algo que muy pocos hoy en día se encuentran en condiciones de practicar, no pasa de ser una constatación de mínimos, fronteriza con lo obvio. Parece claro que la conversación se perdió por el desagüe de la historia, junto con todo un mundo de vida. No fue poco, habría que añadir a continuación lo que dicha pérdida significó.
Porque bien pudiera mantenerse que, bajo diferentes formatos, las terlulias, en tanto que espacios para la conversación, han sido una constante de la cultura occidental. Tertulias son las que encontramos en el ágora ateniense, en las termas romanas, en los atrios mediavales, en las academias renacentistas, en los salones literarios franceses de los siglos XVII y XVIII o, en fin (por terminar en algún punto la relación), en los grandes cafés de finales del sigo XIX y buena parte del XX de las ciudades auropeas. Obviamente, no todos los formatos poseen los mismos rasgos, pero no da la impresión de que resulte aventurada la tesis de que el que todos ellos comparten es su carácterr igualitario y, en ese misma medida, democrático. No otra parece ser la razón por la que en estructuras e instituciones fuertemente jerarquizadas como el monasterio, la cárcel, el ejército, la fábrica o el aula, la distribución del silencio y la palabra está altamente reglamentada y ni sentido parece que tenga pensar en dar cabida en ellas a terlutias en las que poder conversar.
La conversación brota del encuentro del gusto por la inteligencia y el gusto por la palabra. No es propiamente diálogo (en ella pueden participar más de dos personas), ni mera charla (en la que el pasar el rato prima por encima de las ideas) o disputa (en la que el interés por la derrota simbólica del o de los interlecutores prevalece sobre cualquier otra condideración estética o de conocimiento). Es posible que todas ellas formen parte del universo de la comunicación, pero, en todo caso, poseen su propia especificidad, y la de la conversación se sustenta en un conjunto de reglas o normas.
Según el filósofo británico Paul Grice, cualquier interacción verbal está regida por el principio de cooperación, que puede formularse así: <<Haz que tu contribución sea la requerida para la finalidad del intercambio conversacional en el que estás implicado>>. Este principio básico se desglosa en cuatro máximas: de cantidad (haz que tu contribución sea tan informativa como sea necesario), de cualidad (sé pertinente, no digas algo que no viene al caso, lo que en ocasiones toma la forma de mandato <<vaya usted al grano>>) y de manera (sé claro, evita la ambigüedad, sé breve, sé ordenado. El principio y sus máximas delimitan, pues, el terreno en el que se debe desemvolver la conversación para ser considerado como tal.
Pero, además de estos requisitos relacionados con la inteligencia, la conversación requiere destrezas relacionadas con el manejo del lenjuage, siendo muy probablemente el déficit en ambas esferas uno de los elementos que explique en buena medida el declive de la conversación en los tiempos actuales.

* Manuel Cruz (Adiós, historia, adiós) El abandono del pasado...
Manuel Cruz (Escritos sobre la ciudad y alrededores)
Manuel Cruz (Ser sin tiempo)
Manuel Cruz (El ojo de halcón) Cuando la filosofía habita en los...
Manuel Cruz (La flecha (sin blanco) de la historia
Manuel Cruz (Pensar en voz alta)

Jordi Pigem (La nueva realidad) Del economicismo a la conciencia cuántica

MODERNIDAD Y ESQUIZOFRENIA

La esquizofrenia es una psicopatía moderna. A diferencia de otros trastornos de los que hay constancia en la antigüedad clásica, no hay casos conocidos de esquizofrenia antes de finales del siglo XVIII.
El mundo contemporáneo está lleno de prodigios y oportunidades. Pero su luz crea intensas sombras. La aceleración, la fragmentación y la mecanización del mundo de hoy generan despersonalización y alienación, hasta el punto de que puede decirse que &lt;&lt;la experiencia de la vida en los siglos XX y XXI reproduce muchas de las experiencias que hasta ahora eran de dominio exclusivo de los esquizofrénicos&gt;&gt;. Ello implica que las personas con tendencias al racionalismo malsano encajan perfectamente en trabajos propios del sistema tecnocrático  en ámbitos como la burocracia, la tecnología y parte de la ciencia. Esta correlación ya había sido sugerida por Karl Jaspers:

Uno estaría tentado de hablar de una afinidad particular entre la histeria y el espíritu reinante ante del siglo XVIII, afinidad que existiría entre la esquizofrenia y el espíritu de nuestro tiempo.   

Como afirman en un articulo reciente Novella y Huertas, del Centro de Ciencias Humanas y Sociales de CSIC:

              La esquizofrenia [...] no es sino el testimonio más dramático de una cultura [...] que a todos nos lleva a relacionarnos con el mundo, los demás y nosotros mismos desde el parapeto de una reflexividad que nos aleja de la espontaneidad, la inmediatez y -como deploran los románticos- quizá también de la vida. Una cultura que, como no podría ser de otra manera, lleva así en su núcleo el germen y el fundamento de su propia alienación.

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CAMBIO DE RUMBO

La física cuántica nos muestra que la visión materialista y mecanicista resulta falsa cuando nos acercamos al núcleo de la realidad.
La coyuntura social y económica nos muestra que la búsqueda de la prosperidad a través del crecimiento material es hoy insostenible.
La neurociencia nos muestra que la visión materialista del mundo surge de un tipo de pensamiento, lógico, lineal y literal, que debería estar al servicio de un tipo de pensamiento más amplio y vital: holístico, participativo, contextual y relacional.
La evolución del conocimiento nos muestra que el universo es un lugar mucho más fascinante de lo que habíamos pensado, que la realidad se manifiesta a través de nuestra participación en ella, a partir del presente, en una aventura abierta y creativa.
Esto sabemos. Debería ser suficiente para cambiar nuestra visión del mundo, nuestros valores y prioridades. Para transformar lo que hacemos y lo que somos.
Dicho de otro modo, la evolución del conocimiento nos invita a imaginar un mundo en el que veríamos:

la prosa al servicio de la poesía,
la razón al servicio de la intuición,
lo material al servicio de lo personal,
lo analítico al servicio de lo holístico,
lo cuantitativo al servicio de lo cualitativo,
la información al servicio de la imaginación,
lo calculable al servicio de lo creativo,
lo tangible al servicio de lo intangible,
lo mecánico al servicio de lo vital,
el poder al servicio del amor,
el tener al servicio del ser.

Con este cambio de rumbo quedan atrás milenios de historia en que nos habíamos esforzado en dominar y controlar la realidad.
Ya no hace falta controlarla, porque es, somos nosotros.

Pigem, Jordi (Inteligencia vital) Una visión postmaterialista de la vida y...
Pigem, Jordi (Pandemia y posverdad) La vida, la conciencia y la Cuarta...
* Pigem, Jordi (Tècnica i totalitarisme) Digitalizació, deshumanización...
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