José Vives Rego (¿Suicidio político o suicidio ecológico?)

La historia reciente de las sociedades se ha caracterizado por un predominio del poder político o el económico, según los casos, que siempre han impuesto sus intereses a la sociedad civil y a la ciudadanía. Los ciudadanos y las redes sociales se han quedado sin capacidad ni poder para poder atenuar o modificar las fuerzas impuestas por la economía y la política. Por ello, la sociedad cada vez tiene menos posibilidades de decidir sobre lo que le afecta. El neoliberalismo consiste en dar mayor poder al sector económico a través de los mercados y las empresas. En los modelos que otorgan un poder predominante al poder político a través de los partidos y los gobiernos, se acaba subyugando a la economía y a las estructuras sociales y acaban instaurando un estatismo y un inmovilismo que impide afrontar los retos del futuro sostenible.
El poder social surge como respuesta a la tenaza del poder político y el económico con la vista puesta en regenerar los tres grandes damnificados del exceso de poder de la política y la economía: i) el entramado social; ii) el rescate de las culturas y iii) la reparación de los daños a la Naturaleza y el avanzar hacia el futuro sostenible. Es decir, el poder social debería controlar al poder político y económico.
El futuro sostenible debe basarse en un juego de poderes en el que el elemento social y el ético, a través de sus diversos conglomerados sociales, marquen la dirección de la sostenibilidad a la política y a la economía. Dicho de otro modo, no poder dejar el futuro sostenible únicamente en las manos de los mercados ni de los poderes políticos. La ciudadanía y las entidades sociales deben ser consultados, deben participar y deben tener una presencia fuerte y orientadora. Este cambio desde la óptica civil o ciudadana no ha de pretender ni sustituir ni erigirse en el poder político, sino todo lo contrario, han de perseguir cambios en el poder político y económico que nos dirijan al futuro sostenible.

* José Vives Rego (Los dilemas medioambientales del siglo XXI ante la Ecoética)

Luis Racionero (Entre dos guerras civiles) Memorias sociales y políticas

Puede darse, a mi entender, dos posibilidades: la crítica desde dentro del sistema o el cambio de valores.
Siempre han existido pensadores que, sin alienarse en el marxismo, han criticado los aspectos negativos del capitalismo: los fabianos, Keynes, Galbraith, C. Wright Mills, Fromm, Huxley, Marcuse, Roszack y tantos otros. Quizá porque estaba el comunismo sus críticas fueron oídas en parte y se llegó al Estado del Bienestar y a leyes más equitativas que la mera competencia descarnada. Es de suponer que otros autores seguirán en la labor de humanización del sistema.
La otra posibilidad es que la sociedad, poco a poco, y como resultado de la mejora en las condiciones materiales, cambie de mentalidad y opte, al cabo de un tiempo, que puede ser largo, por unos valores que ya no sean utilitaristas y de competencia, que se pase a lo que Schumacher llamaba una economía budista o a otro tipo, aún por emerger, de economía basada en valores distintos a los actuales. Hay condiciones que apuntan en este sentido: la mejora de la tecnología, la reducción del trabajo con aumento del ocio, el ascenso en la jerarquía de las necesidades humanas: seguridad, pertenencia, creatividad; que, cuando un nivel se satisface, las aspiraciones se fijan en el siguiente.
Es posible porque se ha dado otras veces en la historia: las aspiraciones aumentan cuando los niveles previos están asegurados, y la aspiración humana, de momento, si no cambia, es hacía más libertad respecto a las necesidades materiales, más creatividad en el trabajo, más ocio, menos agresividad y menos ambición material. Puede que esté confundiendo mis deseos con tendencias, pero creo que hay una cierta probabilidad de que esto sea así, si no se actúa deliberadamente en contra.
Elaborar estas alternativas me parece la tarea de los que piensan y escriben, de los que piensan y no escribe, y de todos los que sientan aunque sea por ahora, vagamente, que no solo de pan vive el hombre. Veo difícil que surja otra teoría globalizante como el marxismo, pero quizás un sentimiento generalizado que cambie los valores sea ahora más útil que una teoría que hipnotice las mentes. Sentimiento, por supuesto, contrastado por la crítica de la razón: el ser humano sensato se vale de ambas y aprende a desconfiar por igual de los peligros del subjetivo sentimiento y de la dictatorial razón. Dios nos libre de los sistemas globales.

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Y para culminar todo esto la historia interminable de la Guerra Civil, el rayo que no cesa, la factura que no se paga nunca bastantes veces. El socialismo y los comunistas llevan cuarenta años pasando factura por la Guerra Civil y a la mitad del país se les paga religiosamente como las bulas de la Iglesia católica que es el único bastión articulado contra esa paranoia revanchista. Mientras esto siga así: paren España que me bajo, ya volveré cuando se diluya la mala leche, la admiración prevalezca sobre la envidia, el ceño adusto del rigor se dulcifique y los pícaros se vayan a la mierda. Entre tanto, ahí queda eso, que os zurzan y seguid machacándoos y macerándoos en vuestra mala leche cainita, que yo, cuando no esté en Asia, me quedaré en casa leyendo. Esto ya no es un país entre dos guerras civiles, como lo definió Jaime Gil de Biedma, es un país entre una guerra civil y las represalias de los derrotados.



Fernando Vizcaino Casa (...y al tercer año, resucitó)

INSERTO I

A las 7.25 de la mañana del 20 de noviembre de 1978, una llamada al secretario del P.C.E. solicitó la presencia urgente de Santiago. Naturalmente, Santiago estaba durmiendo. Insistió el comunicante en que resultaba imprescindible hablar con él. Comprobada la identidad y la veracidad de la llamada, se le puso en comunicación con el domicilio del secretario general, que personalmente (y en pijama de seda) tomó el auricular. Llamaba un monaguillo de la Basílica de la Santa Cruz del Valle de los Caídos (militante del Partido), que había escuchado los gritos alucinados del sacristán y los transmitía a su jefe:
-Lo que te digo, camarada. Ha resucitado, ha resucitado...
-Gracias por la información, camarada.
Santiago vaciló apenas unos segundos. Llamó en seguida a Simón, que comentó:
-¡Pero eso es absurdo! ¡Increíble! ¡Imposible!
-Déjate; tratándose de quien se trata, no debemos descartarlo.
Entonces, Santiago despertó a todo el Comité Central, metió en el bolsillo de la chaqueta su pasaporte y encargó que dos personas de su confianza marchasen a toda velocidad hasta Cuelgamuros. Y con especial empeño ordenó a Marcelino que le sacara un billete de avión para París en el primer vuelo del día y muy encarecidamente le dijo a su secretario:
-Tráeme en seguida la peluca.
Después, se postró de hinojo ante la imagen de la Virgen del Pilar y devotamente le rezó una salve.

INSERTO IV

Doña Luz se levantó apresuradamente al oír el repetido tintineo del teléfono. Eran las 7.46 de la mañana y puede suponerse la emoción de la señora cuando recibió la insólita noticia:
-¡Ha resucitado! ¡Ha resucitado!
Tardó apenas unos segundos en llegar junto a la cama donde dormía plácidamente don Carlos Arias. Que entreabrió los ojos y necesitó que su esposa repitiera tres veces la información.
-¡Que sí, Carlos! ¡Que dicen que es verdad! ¡Que el Caudillo ha resucitado!
Saltó de la cama, con impetus mozos, el ex presidente del Gobierno, murmurando entrecortadamente:
-¡No lo dudé nunca...! ¡Estaba seguro de que tenía que suceder...! ¡Se lo había pedido tantas veces al Señor...!
Entre sollozos, cayó de rodillas y dirigiendo sus ojos llenos de lágrimas al cielo, exclamó:
-¡Gracias, Dios mio! ¡Gracias!

Voltaire (Así va el mundo) Cuentos orientales

La noche había extendido sus velos sobre el horizonte y ocultaba con su sombra la verdadera dicha de Mesrur y las preguntas desgraciadas de Melinade; Mesrur saboreaba los placeres de los perfectos amantes, y los saboreaba como mozo de cuerda, es decir, -para vergüenza de la humanidad- de la forma más perfecta; los desmayos de Melinade le ganaban a cada instante, y a cada instante su amante recuperaba fuerzas, <<Poderoso Mahoma, dijo una vez, como hombre fuera de sí, pero como mal católico, a mi felicidad sólo le falta que la sienta también quien la causa; mientras estoy en tu paraíso, divino profeta, concédeme otro favor, ser a los ojos de Melinade lo que ella sería a mi ojo si fuera de día>> Acabó de rezar, y siguió gozando. La aurora, siempre demasiado diligente para los amantes, sorprendió a Mesrur y a Melinade en la actitud en que ella misma habría podido ser sorprendida, un momento antes, con Titono. Mas, ¡cuál no sería el asombro de Melinade cuando, al abrir los ojos a los primeros rayos de la aurora, se vio en un lugar encantado con un joven de noble porte cuyo rostro se parecía al astro cuyo retorno esperaba la tierra! Tenía unas mejillas de color de rosa y labios de coral; sus grandes ojos, tiernos y vivos a un tiempo, expresaban e inspiraban la voluptuosidad; su aljaba de oro, adornada de pedrerías, colgaba de sus hombros, y sólo el placer hacía resonar sus flechas; su larga cabellera, retenida por un lazo de diamantes, flotaba libre sobre sus caderas, y un paño transparante, bordado de perlas, le servía de ropa sin ocultar nada de la belleza de su cuerpo.

Voltaire (Cándido o el optimismo)

Fernando Savater (Tirar de la cuerda)

Las pasiones opuestas
La verdadera liberación de la mujer no es otra que liberarse de ser mujer y en ello es simétrica de la verdadera liberación del hombre, que consiste en dejar de serlo.

Por parte de los representantes del estado terapéutico en que vivimos, decretar que un mal comportamiento -lo que antes se llamaba vicio- es una enfermedad permite prohibir  y reprimir ciertos usos que en caso contrario estarían amparados por las libertades individuales.

Ética para armar
No se trata tanto de cuestionar si yo puedo hacer lo que quiera, como si puedo querer lo que quiera.

Para la conciencia ética, lo malo no es aquello que puede ser sancionado sino lo impropio de mí.

La ética como arte de bien vivir y de lograr una existencia que sea en sí misma nuestra obra maestra es seductora, además de resultar útil contra los lúgubres predicadores de la ética como renunciamiento y sacrificio.

Ni acatar ni atacar
¿Puede el pueblo ejercer el poder sin dejar de ser pueblo?

Solo quien nada vale por sí mismo puede creer que hay mérito en haber nacido en determinado lugar o bajo determinada bandera.

Admito el derecho de autodeterminación de los pueblos, pero tengo mis reservas en cuanto a lo inequívoco de las palabras, derecho, autodeterminación y pueblo.

La masa no tiene enemigos, sino que elige presas.

Cuando digo masa me refiero a la multitud unida por el deseo de escapar de los males individuales cometiendo atrocidades colectivas.

Animal que pregunta
Lo más honrado de Cioran es que no se hace ilusiones sobre su propia desilusión.

A Marx, como a Nietzsche, lo que le interesaba de la masa era la posibilidad que esta tiene de dejar de serlo.

Ábrete, Remington
O ciencia o nada. Esta obstinación es un error de gusto semejante al de quienes creen que la confesión escrita de un criminal es preferible a Crimen y castigo, o que el dossier completo de un caso de adelterio efectivo es más digno de consideración que Madame Bovary.

Quien no cita no hace más que repetir, pero sin saberlo y sin elegirlo.

El crítico literario que valora ante todo en un texto el escrupuloso respeto a las leyes lingüísticas establecidas, es como el moralista que estima la coyunda amorosa según cumpla o no las pautas del misionero.

Mientras dure la vida
Si la muerte no existiera habría mucho que ver y mucho tiempo para verlo, pero muy poco que hacer y nada en que pensar.

En eso precisamente, en poder estar solo y en no tener más remedio que estarlo, consiste precisamente ser mayor.

El juego es el mejor modo de vivir, no el mejor modo de pasar el rato.

Posfacio

[...] Si me he atrevido a espigar, provocar estos aforismos de Fernando Savater, lo he hecho por dos razones ojalá complementarias. El perverso placer de detectarlos. Y la sincera esperanza de que, al compartirlos, sus lectores disfruten tanto como el lápiz que los subrayó.

Andrés Neuman

Vicente Verdú (La hoguera del capital) Abismo y utopía a la vuelta de la esquina

La danza de la inseguridad
En otros periodos de la historia del progreso los seres humanos y sus líderes creyeron en un porvenir mejor. La segunda revolución industrial, con su nuevo corazón eléctrico, unió el culto a la velocidad con la esperanza en la revolución social, y el descubrimiento de la aspirina con la ideal superación del dolor. Cualquiera de estas dos estampas, cruzando tiempos de crisis, difiere del actual crac del mundo occidental, donde se han instalado, como estado mental, la depresión; como guia, el ahorro de energía; y como padecimiento central, la invalidez.
Los economistas saben, como los físicos, que un cuerpo en movimiento lento es más proclive a caer, a ser objeto propicio de la fuerza de la gravedad, que un cuerpo en movimiento veloz. De esta ecuación se deduce que si la economía se mantiene en un crecimiento bajo -y cada vez más bajo a causa de los recortes- , es más probable que entre en recesión, tal y como ha venido a suceder casi por todas partes.
Si a la economía, sin embargo, se le estimula para un rápido crecimiento, aunque sea inflacionario, se la protege del peligro de ser engullida por la fuerza de la gravedad. Esta ha sido la creencia de Estados Unidos y Japón, que tuvieron la experiencia de grandes depresiones económicas y sociales. Pero con los recortes presupuestarios que siguen aplicándose, la contracción se acerca cada vez a cero o a menos cero.
El esfuerzo que tiene que hacer Grecia para honrar el servicio de su deuda es hoy superior, en porcentaje del PIB, al que se exigió por indemnizaciones de guerra a Alemania, tras la Primera Guerra Mundial, en el Tratado de Versalles.  Keynes, que se opuso a esta penitencia ante el temor de que los ciudadanos viesen a Alemania como una víctima y no como un agresor, y ello acabara por impulsarlos a un nuevo conflicto bélico, escribió estas palabras: << La política de reducir a Alemania a la servidumbre durante una generación, de envilecer la vida de millones de seres humanos y privar a toda una nación de felicidad sería odiosa y detestable aunque fuera posible, aunque nos enriqueciera a nosotros, aunque no sembrara la decadencia de toda la vida civilizada de Europa >>.
El aviso llega porque, aún levemente, se oyen tambores de guerra que por cualquier causa, en medio de la incertidumbre, multipliquen el miedo a lo peor, o desencadenen el recurso a las acciones extremas, ya sea en busca de fuentes de energía, ya sea buscando la dominación de mercados potenciales donde colocar los excedentes de producción.
¿La ira de Irán? ¿La iracundia de Irak? ¿El irrealismo de Israel? ? ¿El impasse de Pakistán? ¿El craquelado de China? ¿La sangre de Siria? Todo es incierto y la posibilidad o no de guerra también, pero el reino de la inseguridad va cubriéndolo todo. De hecho, la misma incertidumbre respecto a la evolución de la crisis se extiende al mundo de la familia, de la fe, del empleo o de la paz mundial. Porque, efectivamente, si hay épocas que creen en sí mismas a pesar de sus trastornos, hay otras en que los trastornos dejan a la población sin habla, como ocurrió, por ejemplo, en el momento de la Primera Guerra Mundial.
El silencio no es hoy de la misma naturaleza. Pero extrañamente suena casi igual. << Algo gordo tiene que pasar >>, se pensaba entonces. Y también se ha venido pensando ahora.

Vicente Verdú (El estilo del mundo) La vida en el capitalismo de ficción
Vicente Verdú (La ausencia)
* Vicente Verdú (Apocalipsis Now)

Johann Paul Friedrich Richter (Elogio de la estupidez) Y otros textos sobre idiotas

La arrogancia ocupa en el estúpido el espacio que deja la razón. Este microscopio con el cual su amor propio observa sus perfecciones aumenta hasta el infinito cada una de sus buenas cualidades, infla cosas insignificantes y las convierte en virtudes, y hace que en la escoria de los disparates repetidos sin reflexionar vea el oro de una verdad profundamente meditada. Tanto tiempo dirige la mirada a sus perfecciones que no se ve ya los defectos, y, cegado por el brillo de la luz, advierte destellos hasta en los objetos más oscuros. Por eso mide cualquier cuerpo titánico según su Yo, por eso solo aprecia de los demás el parecido que pueden guardar consigo y prodiga la mayor parte de sus elogios a quien tiene las mismas...orejas que él. Es el primero en reírse de las locuras que cometen los demás, en censurar los errores que no han aprendido de él, pero siempre es el último en decir algo bueno sobre las virtudes de las que él carece, y en dedicar al hombre célebre elogios que así mismo se debe negar. Cualquier acto para el cual él no haya servido de modelo, cualquier opinión que no salga de su taller, cualquier persona que no sea su amiga, cualquier lugar que no santifique con su presencia, cualquier país que no sea el suyo, todo eso merece su desprecio. Frente a quines tienen más entendimiento que él, adopta una actitud altanera, es decir, expresa su arrogancia mediante el desprecio a los demás. Rehuye al sabio como el mono al espejo que le recuerda su monstruosidad. Enmudece en compañía de hombres ilustrados, salvo que el uniforme o la condecoración le hayan concedido el derecho a hablar. Se resarce del aburrimiento que le aflige el saber de otros teniendo una alta opinión de sí mismo, que él va engrandeciendo conforme aumenta la resistencia exterior. Desdeña al vulgo, que no tiene su entendimiento, y le merece una opinión demasiado baja para predicarle el saber que solo es apto para...determinados oídos. Tenemos propensión a considerar poco importantes los elogios de quines no nos los prodigan; como el zorro, despreciamos las uvas a las que no tenemos acceso; por eso el estúpido parece querer prescindir del honor que el sabio le niega; por eso se muestra altanero con este. El memo gusta de la compañía de los memos; con ella trata de dar salida al afán de cosechar honores, y de coronar sus ideas con un laurel inmarcesible. 

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