Darian Leader (La moda negra) Duelo, melancolía y depresión

Muchas personas permanecen atrapadas a lo largo de sus vidas en duelos que nunca terminan. El trabajo de duelo, observa Freud, pudiera parecer que de hecho prolonga la existencia de la persona que hemos perdido. Ya que el proceso mental de traer recuerdos y esperanzas ligadas a la persona que hemos perdido continúa, ¿cómo saber cuándo detenerse?
Si moverse a través de todos estos detalles, recuerdos y expectativas prolonga la existencia del ser amado perdido, podemos pensar quizá cómo puede ser reconciliado esto con la idea de que el proceso resulte en una separación, en un distanciamiento. ¿Tiene que ocurrir algo más? ¿ Y hay un momento en el proceso en que la existencia del objeto por el que se hace duelo se desliza lacia la no-existencia? La formulación de Freud parece implicar que habrá un momento en que todos los aspectos de nuestro apego serán revisados y confrontados con un juicio rotundo de la no-existencia. Sugiere que, más allá del <<trabajo>> de duelo descrita por Freud, algo debe pasarle a este trabajo.
Los escritores analíticos han estado divididos en esta cuestión: <<el duelo es para toda la vida>>, dijo la psicoanalista Margaret Little, y aunque una clínica con la agudeza de Helene Deustsch pudiera hablar de una necesidad de duelo, más adelante fue escéptica sobre ninguna terminación de procesos interiores. Freud, de la misma forma, tuvo cuidado en señalar cómo un pérdida no podía nunca ser por completo compensada. En una carta de 1929 a Binswanger, escribió:

Nunca encontraremos un sustituto [después de una pérdida].
No importa lo que quizá llene ese vacío, incluso si es llenado completamente, a pesar de eso permanece algo más. Y de hecho, así es como debe ser, es la única forma de perpetuar ese amor al cual no queremos renunciar.

En palabras de Electra, <<El dolor nunca olvida.>>
¿Pero por qué el duelo debiera implicar olvidar? Después de la muerte de Albert, fue famoso el hecho de que la reina Victoria mantuvo el estudio de su esposo exactamente como había sido cuando estuvo vivo, prohibiendo el cambio de cualquier detalle. Cada día se cambiaba su ropa de cama y sus prendas se sacaban, y se le preparaba el agua para afeitarse. Conservamos los recordatorios, para no permitirnos olvidar. Olvidar, de hecho, es a menudo considerado inapropiado. Hablando de la muerte de su esposo, John Maynard Keynes, la bailarina rusa Lydia Lopokova dijo que había usado la piyama de él durante años mantenerlo cerca de ella. Sin embargo, tiempo después pudo decir: <<Cuando murió sufrí mucho. Pensé que no podría vivir sin él. Sin embargo, ahora no pienso nunca en él>>.
El cliché de que las pérdidas deben ser trabajadas hasta que podamos ir más allá de ellas sugiere que el duelo es algo que puede ser realizado y dejado. Somos tan a menudo incitados a <<superar>> una perdida, y sin embargo, la gente en duelo y aquéllos que han experimentado pérdidas trágicas saben muy bien que es menos una cuestión de recuperarse de una pérdida y seguir adelante, que de encontrar un camino para hacer que esa pérdida sea parte de la vida. Vivir con la pérdida es lo que importa, y los escritores y artistas nos muestran muchas formas en las cuales eso puede ser logrado. ¿Pero cuáles son sus condiciones previas? ¿Qué necesita suceder para que un duelo sea capaz de producirse?

* Darian Leader (Estrictamente bipolar)

James Harkin (Carburante intelectual) Las ideas clave de nuestro siglo

LA ECONOMÍA DE ASISTENCIA
En la economía venidera, basada en el DFY (do for you, o <<hágalo usted mismo>>), en sustitución del DIY (do it yourself), muchos de nosotros preferiremos, al decir de Maxmin y Ziboff, encargar a terceros la gestión de nuestras vidas y pagaremos con gusto semejante privilegio. Tan significativo resulta, en su opinión, este cambio, que podemos considerar que estamos siendo testigos de la transición a un nuevo estadio del capitalismo: el abandono de la economía de servicios y la adopción de una economía de asistencia. En ésta, las compañías se asociarán para formar colosales federaciones que tendrán por objeto asumir la responsabilidad de cada uno de los aspectos relacionados con la experiencia del consumidor. En breve, los productos dejarán de estar presentes en uno  u otro lado, pues será el proceso el que se convierta en producto.
Semejante idea ha llamado la atención de nuestros dirigentes. De hecho, durante una de las visitas que hizo a Londres no hace mucho, el matrimonio ofreció a la Unidad de Estrategia del Gobierno británico una serie de consejos sobre la reforma de los servicios públicos. Asimismo, ofrece no pocas posibilidades a las compañías de servicios más sagaces y las casas más conocidas, que hacen cola por sumarse a esta corriente.   ¿Necesita un canguro o alguien que saque a pasear a su perro? Pues, sepa, que no va a tardar en verse rodeado de empresas manitas dispuestas a hacerlo todo por usted, desde arreglarle la taza del inodoro hasta desenmarañar las estanterías que ha adquirido enmarañadas en IKEA. Podría pedirles que empiecen, por ejemplo, reparando el estropicio que ha hecho con los azulejos del cuarto de baño.

EL PRINCIPIO  DE PRECAUCIÓN
¿Qué tienen en común la irrupción de la encefalopatía espongifore bovina, el miedo a los pederastas que asalta a las sociedades occidentales de manera regular y la guerra de Iraq? Sólo una cosa: en los tres casos, los gobiernos han desempolvado el <<principio de precaución>> a modo de justificación para actuar en nuestro nombre. Este concepto -la convicción, por expresarlo sin rodeos, de que la sociedad está mucho mejor segura que compungida- es el más influyente de cuantos ha conocido la política social durante la última década, y constituye un testimonio sobrecogedor del poder contagioso de las ideas.

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