Roberto Vaquero (Por qué el obrero vota a la derecha) La deriva suicida de la izquierda

Mayo del 68

Los hechos acaecidos durante el Mayo del 68 han sufrido una romantización por parte de la izquierda actual, que distorsionando la realidad describen lo allí sucedido como una especie de revolución en la que estuvo a punto de cambiar todo, cuando la realidad dista mucho de este relato. Hasta algunos de sus participantes principales han hablado del proceso como algo espontáneo, sin una dirección clara ni objetivos concretos [...]

Crítica ideológica al proceso y sus repercusiones

El historiador marxista Eric Hobsbawm señaló la extracción burguesa de los participantes de este movimiento y también que la Policía no reprimía a los jóvenes estudiantes de la misma forma en que lo hacía con las movilizaciones de los obreros franceses. Además expresó lo siguiente sobre el supuesto marxismo que defendían los jóvenes de las protestas, o por lo menos muchos de ellos:

    Era un marxismo peculiar, con una orientación universitaria, combinado con otras modas académicas del momento y, a veces, con otras ideologías, nacionalistas o religiosas, puesto que nacía de las aulas y no de la experiencia vital de los trabajadores. De hecho, tenía poco que ver con el comportamiento político práctico de estos nuevos discípulos de Marx, que normalmente propugnaban la clase de militancia radical que no necesita de análisis alguno.

[...] Para Clouscard, en mayo del 68 se llevó a cabo un nuevo reparto del poder que cimentaría el dominio de la burguesía a las cotas más elevadas hasta ese momento. Aunque él se refería a Francia, este reparto se extendió a los demás países:

    Mayo de 1968 anunció además el reparto del pastel entre los tres poderes constitutivos del consenso actual: liberal, socialdemócrata, libertario. Al primero se le devolvió la gestión económica, al segundo la gestión administrativa, al tercero la de las costumbres transformadas en necesidad del mercado del deseo. Tenemos así la nueva Francia.

    Ese trío consensual no es monolítico. Al contrario: es un sistema inestable siempre recomenzando alianzas, intercambios, compromisos. Y cada término no accede al poder más que en la medida que los otros lo consienten: la lengua de palo lo llama <<tolerancia>>.
    
    Así es en el nuevo orden. Los tres principios constitutivos y antagónicos de Francia se reconcilian hipócritamente en un renegar común de los valores originales. La producción capitalista administrada por los políticos de la alternancia y de la cohabitación se consume según el modelo libertario. Esto se llama también fin de los valores, de la historia y negación de la lucha de clases.

Con este nuevo reparto, la ideología de la nueva izquierda cimentó la dominación y los intereses económicos de los de siempre, consiguiendo que se abandonara la lucha de clases por parte de la mayoría de las organizaciones de izquierdas o revolucionarias, enfocándose estas en luchas parciales estériles, en defender a supuestas minorías y en hacer el juego al sistema con sus modas inútiles y la estética de la revolución. Clouscard enunció una frase que define de forma magnífica lo que representó el proceso de Mayo del 68 y la ideología de la nueva izquierda que se convirtió en hegemónica gracias a él: <<Todo es permitido, pero nada es posible>>.

Otro de los grandes críticos de las protestas, también desde la izquierda, fue Pier Paolo Pasolini, cineasta, escritor y columnista italiano. Él señaló a los estudiantes de las protestas como <<niños de papá>> y pertenecientes a la burguesía. Llegó a defender a los policías que reprimían en los disturbios, ya que al menos eran hijos de obreros. Dejó escrito lo siguiente:

(...) Ahora los periodistas de todo el mundo (incluidos los de la televisión)
les lamen (como creo que aún se diga en el lenguaje de las universidades) el culo. Yo no, amigos.
Tienen caras de hijos de papá.
Buena raza no miente.
Tienen el mismo ojo ruin.
Son miedosos, ambiguos, desesperados
(¡muy bien!) pero también saben cómo ser
prepotentes, chantajistas y seguros:
prerrogativas pequeño-burguesas, amigos.
Cuando ayer en Valle Giulia pelearon
con los policías,
¡yo simpatizaba con los policías!
Porque los policías son hijos de pobres (...)

La izquierda tras Mayo del 68

Tras Mayo del 68, la mayoría de los partidos de izquierdas, los sindicatos e incluso los partidos comunista se vieron infectado, unos más rápido que otros, por la nueva ideología de la izquierda. Fueron abandonando las posiciones de clase para defender una teoría o conjunto de ellas, que bajo pretextos y formas supuestamente revolucionarias o progresistas han realizado una labor de zapa, de degeneración y de decadencia de las organizaciones y fuerzas obreras.

En vez de luchar por los trabajadores, los han convertido en sus enemigos, defendiendo intereses antitéticos a los suyos. El obrero blanco y heterosexual europeo ha pasado a convertirse en un opresor, a pesar de que no posee los medios de producción ni explota a nadie. Sin embargo, las minorías son las revolucionarias, aunque algunos de sus miembros sean empresarios y tengan puestos de poder en gobiernos y administraciones. Los dogmas de fe del pensamiento único están definidos, todo el que se oponga o no encaje en ellos es un opresor, un fascista o algo aún peor. Han perdido la perspectiva de clase y el sentimiento nacional [...]

Fascistas

[...] Dimitrov define el fascismo como la dominación autoritaria del la burguesía, señalando a este como <<el poder del propio capital financiero>> y apunta <<que es la dictadura terrorista abierta de los elementos más reaccionarios, más chovinistas e imperialistas del capital financiero>>. También lo señala como la fuerza de choque de la contrarrevolución, especialmente caracterizada por su furibundo anticomunismo. Añade que usa una <<demagogia anticapitalista, muy hábil y que llega al poder como el partido del asalto contra el movimiento revolucionario>>

Si bien el fascismo representa los intereses del capital financiero y está a su servicio, utiliza el terror como método principal de dominación, es reaccionario, apuesta por la contrarrevolución, va al asalto a la toma del poder, es nacionalista y chovinista, y tiene, por lo general, un carácter imperialista y anticomunista. Hay una serie de cuestiones a tener en cuenta que solo con esta definición puede llevar a desdibujar el fenómeno a analizar. Es necesario completar las características definitorias del fascismo.

Por supuesto, el fascismo fue un fenómeno de época, como afirman los identitarios. De hecho, tras la llegada de Hitler al poder, se internacionalizó, pero la ideología, e incluso el movimiento político, sobrevivió a ese momento de esplendor o edad de oro del fascismo. Por lo tanto, su definición como fenómeno de época no es válida, pues es muy incompleta, aparte de que no desarrolla un análisis de clase acertado. Mussolini llego a afirma que <<el fascismo no tenía dogma y que era una doctrina en movimiento>>, y con el tiempo se constituiría lo que el propio dictador denominó <<estilo fascista>>.

[...] El fascismo es un movimiento de masas que surge como reacción al avance del movimiento revolucionario tras la Revolución rusa de 1917. Es fruto de la modernidad y, por tanto, tiene diferencias significativas con los tradicionalistas, aunque mantiene el apego por las tradiciones e incluso por la religión. Defiende desde la contrarrevolución y la reacción más agresiva los intereses del gran capital. Tiene un carácter violento y militarista y una predisposición firme de tomar al asalto el poder si es necesario, incluso frente a otros grupos reaccionarios. 

Pablo Cambronero Piqueras (La dictadura de la apatía) La progresiva e imparable domesticación de Occidente

«Esta batalla tiene consecuencias reales; cada uno de nosotros tiene un papel que jugar en la lucha por nuestro futuro». 

LA CÓMPLICE PERFECTA 
Y/O LA MEJOR COARTADA: LA GLOBALIZACIÓN

La «globalización» esa diosa ramera que promete «el oro y el moro» a todas las naciones que se hagan socias del club, ha sido la principal cómplice de la progresiva idiotización de la sociedad y, por ende, de los propios gobiernos pertenecientes a la Megafactoría Woke. Sin duda, junto al tráfico de datos e información, la globalización ha supuesto grandes oportunidades económicas (sobre todo en lo comercial) a quienes colocar sus productos en el mercado general mundial. Con la ideología no ha sido diferente, se ha globalizado la doctrina mayoritaria, y ha sido la izquierda la que más y mejor se ha adaptado a esta globalización, imponiendo en el mercado ideológico sus ideas e intereses. 

La izquierda y sus representantes, conscientes de que su mensaje tan falso como buenista cala en la sociedad, y contrariamente a lo que postulan y defienden teóricamente, ha ido colonizando el espacio de la defensa del libre comercio, ajustándose como un guante a los postulados capitalistas y llegando a enarbolar la bandera del capital, escondida en una marea de términos progres vacíos de contenido, pero que lucen grandilocuentes en vallas publicitarias. El rendimiento que han sacado a la globalización ha sido enorme pues, gracias a ella, han ensalzado muchos de sus postulados y los han convertido en verdades universales mundialmente reconocidas y defendidas, dejando arrinconadas en espacios minúsculos a quienes intentaron subirse a ese mismo carro desde postulados liberales. 

En Europa hemos vivido nuestra propia pequeña globalización, que se materializó hace ya lustros en la denominada Unión Europea. La Unión solo fue, es y seguirá siendo un negocio; al principio, indisimuladamente económico y comercial, que resultaba enormemente lucrativo para las antiguas naciones del continente, para después intentar dotarse de una moralidad normativa difícil de cuadrar e imposible de imponer a Estados que tienen más ego que dinero. Europa empezó como una diosa ramera y, en manos de la Factoría Woke, ha terminado siendo una barata meretriz al servicio de los postulados de la Factoría Woke, materializada ya por escrito en la Agenda 2030, su biblia.

Pero el mundo es muy grande y los casi ocho mil millones de humanos no son socios de este movimiento, aunque si están influidos por la actividad de la empresa más grande del planeta y, no siéndoles rentable su actividad, la toleran con tragaderas infinitas. Es por esa rentabilidad (para unos pocos) que el sistema continúa en pie y creciendo, pues nadie duda de que todos los mantras woke serían eliminados de un plumazo si no fueran enormemente lucrativos para países poderosos como China, India, Estados Unidos, Rusia y sus naciones dependientes. Mantener las incoherencias del propio sistema, tales como la NO exigencia de férreos postulados climáticos a los países más contaminantes (entre ellos China, productor de todo lo que compulsivamente consumimos en Occidente), u obviar las flagrantes vulneraciones de derechos humanos (consideradas postulados inamovibles woke) de muchas naciones que «surten» de recursos energéticos al resto de los países que, agradecidos, obvian esos «nimios detalles sin importancia», supone admitir la esencia incoherente y contradictoria del propio sistema y admitir, de facto, la estupidez supina del grueso de población que no cuestiona lo que le viene impuesto, por dejadez o por incapacidad crítica. 

Curioso es ver cómo naciones consideradas inferiores moralmente como China o India se han dado perfecta cuenta de la supina candidez de Occidente y, con ese subterfugio, han conseguido obviar las memeces woke y convertirse en países poderosos capaces de decidir el destino del mundo. Y, demás, el wokismo ha procurado una suerte de impunidad a todo lo que ejecuten estos países productores, a pesar de que prácticamente vulneran todas las órdenes que imponen al resto de las naciones. La Megafactoría Woke no está carente de hipocresía y sufre de demagogia patológica crónica. 

Como ven, la laxitud de las exigencias de cumplimiento de las normas a determinadas naciones habla de la propia perversión del sistema. No hay un régimen moral exigible universalmente, solo intereses de dominación y provechos eminentemente económicos que han de verse satisfechos inexorablemente. Si por el camino perdemos derechos y hasta no pocas vida, es el precio que hay que pagar por mantener «nuestra (su) comodidad». La globalización afecta especialmente a la forma de actuación de la Factoría Woke, Supone, de facto, el franquiciado nacional de todos los postulados ideados en aquellos aquelarres de la extrema izquierda (Grupo de Puebla).

En definitiva, la globalización, cuyas «maravillas» económicas y de progreso ha supuesto para muchos elevar su nivel de vida al infinito, supone claramente una idiotización general impuesta en Occidente en favor del crecimiento exponencial de Oriente. Ese crecimiento de Oriente se ha producido con una sistemática vulneración de derechos humanos, que es tolerable por el propio sistema. De esta tesitura se genera una advertencia necesaria: «El crecimiento exponencial de Oriente es inversamente proporcional a la comodidad de Occidente; a pesar de que ahora somos los principales consumidores de sus interminables productos, empezaremos muy pronto a ver la inversión del sistema, y subir es muy fácil, pero bajar no se baja: se cae, y duele». 


LA ABSOLESCENCIA PROGRAMADA
DE LA MODERACIÓN

Hasta aquí el diagnóstico de la patología, aunque insistiré en ello. Mucho se ha escrito sobre la batalla cultural que se está librando (y perdiendo por el bando aliado) en muchos campos: en el terminológico, en el ideológico, en el del pensamiento, en los de la expresión oral y escrita... Nos han impuesto un modo de vida válido (y la condena de uno inválido); formas correctas de relacionarnos socialmente, de comer o de ayunar, de respirar, de nacer y de morir. Así de avaros son los totalitarios woke, y están ganando ante el sueño profundo de una población inmóvil, tanto de quienes somos conscientes de nuestro absurdo sometimiento como, principalmente, de quienes pasan de todo, pues «se la suda».

Como ya he demostrado, la dimensión de lo impuesto es mundial, con pequeños conatos de resistencia en naciones y territorios que automáticamente pasan aser denominados por el consenso progre «fascistas», contra los que hay que luchar, incluso sacándolos de organismos internacionales o condenándolos por delitos que jamás cometieron. En España la variable de ese fascismo virtual es «facha», y es ahí donde nos ubicamos cada día más ciudadanos, concretamente todos los que dudamos, criticamos, analizamos o no repetimos como papagayos los mantras establecidos. 

Las reuniones internacionales se han convertido en sectarios instrumentos en los que se crean instrumentos para que las ideas establecidas no peligren por la propia existencia de no dóciles o críticos. Los G7, G20, G77 y cualquier otro que se inventen muestran a las claras que la mayoría woke va a imponer sus postulados cueste lo que cueste. No en vano, viven de ello miles de personas, y no viven precisamente mal.

De esos aquelarres mundiales salen declaraciones apocalípticas, alarmas internacionales de las que solo pueden librarnos los superhéroes que ostentan los gobiernos más poderosos, ya sean de corte liberal o progresista. Estos gobiernos mantienen un consenso aprovechado porque una cosa son los discursos políticos y otra muy diferente es «hacer daño» en las formas de supervivencia de todos ellos. Con las cosas de comer no se juega, aunque sea imponiendo políticas del pan para hoy y hambre para mañana. 

Los sistemas establecidos son bastantes sencillos. Ya hemos hablado de la ejecutada implantación de mecanismos de control social, con un marcado y simple plan de subvencionismo popular, teniendo siempre activa una amenaza de cualquier tipo de apocalipsis que mantendrá en tensión y dependiente del pueblo llano; todo ello aderezado con una agenda mediática potente que no deje espacio alguno a voz crítica alguna. Solo con eso, ya puedes establecer tu propio sistema dictatorial ideológico y, dicho sea de paso, tu propio modo de vida económicamente sostenibles para ti y los tuyos. La guinda del pastel solo puede ponerla la desidia social, la desgana generalizada, el conformismo patológico, y así está sucediendo. Nos la suda prácticamente todo lo importante, lo que dirige realmente nuestras vidas presentes y futuras. Nos ubicamos y centramos los marcos mentales que nos ponen ante los ojos para idiotizarnos [...]

Jean Birnbaum (El coraje del matiz) Cómo negarse a ver el mundo en blanco y negro

 INTERLUDIO

LA LITERATURA, <<MAESTRA DE LOS MATICES>>

La obra de Germaine Tillion se inserta, pues, en la tradición de lo que recibe el nombre de <<ensayo>>. Este género es por excelencia el que permite hacer justicia al matiz. No solo porque, en el fondo, exige una argumentación a tientas, reflexiva, sino sobre todo porque, desde el punto de vista de la forma, implica un rechazo a verse confinado. A todos aquellos que pretenden ejercer de policías de fronteras erigiendo un muro infranqueable entre el pensamiento y la literatura, el ensayo les responde con orgullo: no, la escritura no tiene por qué elegir su bando; del mismo modo que el conocimiento no excluye la emoción, tampoco la reflexión es incompatible con la poesía.

<<En busca del tiempo perdido: ¿novela? ¿ensayo? Ninguna de las dos cosas o las dos a la vez>>, se atrevió a escribir Roland Barthes. Proust no quiso limitarse a un único marco, prefiriendo optar por una forma mixta. Y del mismo modo que  Barthes no duda en anclar En busca del tiempo perdido en el territorio del ensayo, afirma que, a su modo de ver, la ficción no puede limitarse a la novela. Un gran sistema intelectual, como el marxismo o el psicoanálisis por ejemplo, forman parte de ella a su manera: <<La teoría es un poco como la novela que hemos disfrutado escribiendo en los últimos diez años>>, declaraba el semiólogo en 1977.

Presentar las cosas de este modo, dejar en libertad la escritura, mantener abierta la cuestión de las formas, es tomar partido en la cuestión del matiz. Supone, sobre todo, perpetuar la convicción de que, en última instancia, la literatura sigue siendo la mejor situada para arrojar luz sobre la realidad en su complejidad. La literatura es la <<maestra del matiz>>, dice Roland Barthes, que resume su proyecto existencial con esta consigna exaltante: <<intentar vivir según los matices que nos enseña la literatura>>

La literatura es el género más capacitado para subvenir las lógicas binarias; ella sola puede desbaratar los razonamientos maniqueos que dividen a la humanidad en amigos y enemigos; en una palabra, la literatura es la guardiana de la pluralidad infinita que distingue nuestra condición: esta es una convicción que comparten los autores presentes en este libro. Todos ellos son además ensayistas, dicho con otras palabras, autores que se niegan a separar el saber y la literatura, la búsqueda de la verdad y el disfrute del texto. Al firmar Los grandes cementerios bajo la luna, Bernanos entregó un panfleto sobre la guerra civil española, pero desde su aparición pareció evidente que este ensayo de combate era una gran obra literaria. Del mismo modo, la fuerza del Homenaje a Cataluña de Orwell, publicado en el mismo momento y sobre el mismo tema, reside en la forma en que hace coincidir el lirismo de la frase con la voluntad de comprender. 

<<Lo esencial para mí es comprender: tengo que comprender. La escritura, para mí, también forma parte de este proceso de comprensión>>. confiaban por su parte Hannah Arendt. La filósofa que a menudo pasa por un espíritu fríamente razonador, nunca dejó de articular la cuestión del pensamiento con la de la lengua, y ante todo con la de la poesía. A decir verdad, sus primeras reflexiones se desarrollaron en el horizonte de los poemas que ya componía de adolescente, y que posteriormente guardó junto a lela, contra viento y marea, de exilio en exilio. Cuando evocaba la nostalgia por su lengua materna, el alemán, era para decir que esta lengua estaba asociada para siempre a los numerosos poemas, en particular los de Goethe, que conocía de memoria desde los 12 años. Tras llegar a los Estados Unidos, le gustaba rodearse de poetas y, más ampliamente, de amigos que, como ella, consideraban que el recurso a la tradición poética permite sustraer al lenguaje del control del dogmatismo y de los clichés. Consideraba la poesía como el mejor medio de conocerse a sí mismo y de salir al encuentro del otro. En un homenaje al escritor Gotthold Ephraim Lessing, generalizó este poder de alucinación a la literatura en su conjunto: <<Así es como abrimos constantemente el camino de la "poesía", en el sentido más amplio, como poder del hombre [...] Ninguna filosofía, ningún análisis, ningún aforismo, por muy profundo que sean, pueden compararse en intensidad y plenitud de sentido con una historia bien contada>>. Y en el magnífico homenaje que rindió a su amigo Walter Benjamin, que, como hemos visto, se había suicidado en 1940 por miedo a caer en manos de los nazis, Arendt insiste en la soledad de este escritor inclasificable, ni del todo filósofo, ni verdaderamente crítico literario, que nunca encontró la fuerza para integrarse a ningún clan partidista o camarilla universitaria, pero cuyo coraje, el que alimentó una obra de irradiación planetaria, fue resumido por Arendt en los siguientes términos: <<Sin ser poeta ni filósofo, pensaba poéticamente>>

Fernando Díaz Villanueva - Alberto Garín (Contra la revolución francesa) Ni libertad, ni igualdad, ni fraternidad

AG
Tras la marcha sobre Versalles, la Asamblea Nacional ya instalada en París teme que el resto del país se incendie por cualquier nimiedad. El proceso acumula ya varios meses y en provincias se está al tanto de todo lo que ha ido ocurriendo en París. La Asamblea actúa entonces como lo había hecho durante el verano. Se ponen a legislar como locos con la intención de tranquilizar a la bestia revolucionaria. Sucede exactamente lo mismo que tras la toma de la Bastilla o el Gran Miedo. Cada vez que ocurre algo en la calle, los asambleístas se ven obligados a tomar decisiones arriesgadas para evitar que vuelva a armarse. Las noticias del regreso del rey a París recorren Francia a toda velocidad. En apenas unos días han alcanzado todos los rincones del reino. Esa revuelta se extiende por las provincias, pero ya es poco lo que pueden ofrecer. Han desposeído al rey de sus poderes, le han obligado a establecerse en París, han tomado la cárcel real de la Bastilla, han asaltado el palacio de Versalles, se han puesto con una nueva constitución de la cual ya han promulgado un adelanto con los Derechos del Hombre y del Ciudadano, han abolido el régimen señorial, han desarticulado la administración regional..., pero el malestar se mantiene e incluso se agrava. Necesitas un nuevo chivo expiatorio que esta vez será la Iglesia católica. Si antes se habían concentrado en la Corona y en los nobles, a quienes les habían quitado todos sus poderes y privilegios, ahora se concentrarán en el brazo eclesiástico. Se ponen a legislar para ir desmontado el poder de la Iglesia.

FDV
Se decantan por una solución aparentemente fácil, la de desamortizar los bienes eclesiástico. Los diezmos ya habían sido abolidos con los decretos de agosto, así que solo les quedaba ir a por la estructura en sí misma. Empiezan rápido, menos de un mes después de la marcha sobre Versalles. La idea es que si lo que aflige a los revoltosos son problemas económicos y la escasez de pan, tomémoslo de la Iglesia, que tiene los graneros llenos. No era cierto. la Iglesia francesa no tenía precisamente los templos y abadías rebosantes de comida porque la crisis alcanzaba a todos, pero la iniciativa sonaba bien y la ponen en marcha. Las soluciones mágicas e inmediatas a problemas reales es algo muy típico de todas las revoluciones desde entonces. Si, aunque la revolución ya esté en marcha, falta algo o no salen las cosas como estaba pensado, se encuentra rápido algo o alguien que cargue con las culpas.

AG
Y no solo los revolucionarios. Recuerda que hoy, en pleno siglo XXI, cada vez que hay una crisis económica y aumenta el desempleo siempre hay alguien que propone expropiar a los ricos para resolver el problema.

FDV
El hecho es que no es la primera vez que se realizaba una desamortización eclesiástica. En el siglo XVI, coincidiendo con la reforma protestante, se llevaron a cabo ambiciosas desamortizaciones en lugares como Alemania, Escandinavia o Gran Bretaña. Pero en aquella ocasión la estructura social asociada a esos bienes desamortizados se mantuvo de una u otra forma. Esta vez es diferente.

AG
Diferente y en ocasiones dramático. Tenemos una idea equivocada de las desamortizaciones contemporáneas. Recuerdo cuando era un adolescente y me explicaron la desamortización en España, que es muy posterior, no llegaría hasta después de la muerte de Fernando VII. Nos decía el profesor que era necesario desamortizar porque la tierra en manos de la Iglesia era de manos muertas, es decir, permanecía inculta sin producir nada. Aquello me espantaba, pensaba que, en torno a los pueblos, había miles de hectáreas improductivas mientras los habitantes de la comarca pasaban necesidad. La Iglesia había ido recibiendo generación tras generación muchas parcelas que luego condenaba al olvido y dejaba sin cultivar. Pero eso no era necesariamente así. Vemos las desamortizaciones de un modo excesivamente simplificado. La Iglesia podía no poner en cultivo aquellas tierras, pero lo normal es que se cosechaba en ellas mediante una serie de redes locales de tipo caritativo. La Iglesia podía arrendar esas tierras a bajo precio o permitir que se pastorease o se recolectase frutos en sus bosques. De hecho, lo hacía muy a menudo. Al párroco, a fin de cuentas, no le interesaba ver a sus feligreses hambrientos, los pueblos eran pequeños y todos se conocían. A cambio de eso la Iglesia ganaba, naturalmente. Cobraba esas arriendos y el diezmo, es decir, el 10% de la producción, pero el sistema funcionaba. Recordemos que hoy solo el IVA es del 21%, a lo que hay que sumarle varios impuestos más.

FDV
Pero es que no tenían la intención de que los aldeanos hiciesen cálculos, sino legislar como ya habían hecho con los derechos señoriales. Veíamos antes que su abolición trajo problemas en el corto plazo, con esto viene a suceder lo mismo. Al expropiar los bienes de la Iglesia eliminan una red existente desde hacía siglos y a cambio no se ofrece nada, dejando desasistidos a muchos campesinos que vivían de cultivar esos terrenos. Pero la intención no era ofrecer nada, sino proveerse de fondos. Una vez confiscadas las tierras se tasaron y se pusieron a la venta, Esa misma operación también supo venderse bien. Venderían esas tierras a burgueses acomodados y con el dinero obtenido podrían atender el problema de la escasez de pan. Es una solución cortoplacista, como casi todo lo que hace la Asamblea Nacional. Con eso podrían resolver el problema del invierno de 1790, pero el año siguiente ya no habría más propiedades eclesiásticas que desamortizar, habían vendido las joyas de la Corona y no tenían más.

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AG
La Vandea es una mancha en el expediente sobre la que prefieren pasar por encima dejándolo en una simple revuelta reaccionaria. Se puede entender que los revolucionarios guillotinasen a los nobles, ya que disfrutaban de injustificables privilegios y oprimían al Tercer Estado, pero eso de matar a los campesinos cuando precisamente has hecho la revolución en su nombre es algo que no encaja en el relato conónico. Esto me lleva a hacer una reflexión que es válida para otras revoluciones que perseguían liberar a un pueblo que luego resultó que no quería ser liberado. Cuando lo descubren deciden que a ese pueblo hay que eliminarlo porque no está dispuesto a comprar la mercancía revolucionaria que se ha fabricado para él. Si no compran la revolución se convierten en un obstáculo, y como la revolución en un fin en sí mismo y no puede detenerse, hay que despejar el camino de la forma más expeditiva posible. Esa purga servirá de ejemplo para los demás y para lo que vengan después, que tendrán la mente más abierta a los avances de la revolucioón.

FDV
Esto no es algo que estemos interpretando. La voluntad de imponer por la fuerza la revolución nace de sus protagonistas. Ahí tenemos los textos de Saint-Just y Marat o los de Robespierre. Saint-Just decía que una nación solo se regenera sobre un montón de cadáveres. La idea de regenerar y empezar de cero es muy poderosa. Hemos ido viendo en las páginas anteriores como la tabula rasa es uno de los principios rectores de la Revolución Francesa desde sus primeros días. Si nos vamos más atrás, a la época en la que los ilustrados se dedicaban a filosofar y a proponer reformas, nos encontramos con que, aunque gustaban de hablar en nombre del pueblo, no tenían intención alguna de consultar con este los cambios que proponían. La revolución parte de una reflexión filosófica de carácter aristocrático. El nuevo orden lo conciben los aristócratas pensadores muy cercanos a la aristocracia que exponen sus teorías en salones palaciegos. Esas teorías van llegando de forma paulatina a los burgueses adinerados de las grandes ciudades que quieren emular los entretenimientos de los nobles y que tienen tiempo para reflexionar sobre estas cosas. El pueblo ni está ni se le espera. Es un esquema piramidal y descendente.

AG
Cuando la situación se pone tensa en la calle a raíz de la crisis económica de la década de 1780 esas clases acomodadas tienen el catecismo bien aprendido y lo transmiten a la masa hambrienta y, por lo general, analfabeta. Les vienen a decir que todo va mal porque el país no se gobierna adecuadamente, porque el rey, los nobles y la Iglesia tienen demasiados privilegios. Es necesario dar la vuelta al calcetín para que las cosas mejoren. Tenemos, por lo tanto, dos movimientos. Uno ascendente, que es el de ese pueblo que no tienen pan y es víctima del desabastecimiento, y otro descendente que es el de muchos nobles y burgueses que traen bajo el brazo un corpus teórico elaborado en las décadas precedentes. Ambos movimientos confluyen en este momento histórico en Francia. En el caso de Vandea y otras zonas rurales del país los dos movimientos confluyen, pero no coinciden, chocan violentamente. 

Ricardo Piñero Moral (El bosque de los filósofos)

 Un día cualquiera te das cuenta...

Aunque no lo creas, las cosas que nos interesan a los filósofos son las mismas que a ti te importan. Pregúntate, por un momento, qué es lo que a ti te preocupa: tu salud, tus amores, tu familia, tus amigos, la sociedad en la que vives, el trabajo, el bienestar... Hay cosas que tienes claras, otras, no; sobre algunas de ellas tienes opiniones firmes, sobra otras, no tanto; respecto a algunas de ellas tienes convicciones profundas, pero con respecto a otras tienes muchas dudas; te has planteado, incluso, si Dios existe y, a pesar de ser un tema impresionante, hasta te has dado una respuesta. Hablar con uno mismo sobre todo eso está muy bien, siempre que no te pases de la raya; pero compartir, comentar y contrastar todo eso con otras personas está mucho mejor, es muchísimo más interesante. Pues algo así es la historia de la filosofía...

¿Qué te parece? Formabas parte de algo tan relevante y no lo sabías. Podrás decirme que tu nombre no sale en los libros que así se titulan, pero es que hay muchos pensadores que no salen. Consuélate. Habitualmente solo aparecen en esos grandes tomos personas que han muerto, y tú y yo estamos vivos, y pensamos mucho sobre muchas cosas, y nos importa conocer la realidad, y queremos que el mundo mejore, y sabemos discernir qué es lo bueno y qué es lo malo, y distinguimos lo feo de lo bello, y no confundimos lo verdadero con lo falso, por mucho que se empeñen algunos en decir que, a estas alturas, ya todo da lo mismo.

Un día cualquiera te das cuenta, por arte de magia, que ya eras filósofo y no lo sabías. Sí. Tienes en tus manos un libro de filosofía. Su estructura es muy sencilla. Parte de un convencimiento radical: como es imposible abarcar todos los temas de todos los autores que hemos seleccionado, presentaremos tan solo algunas ideas, algunas que sean relevantes en su pensamiento o representativas, y las comentaremos con brevedad, con el único objetivo de dar razón de la relevancia de sus teorías, pero sin llegar a ser pesados. Si algún autor te interesa, podrás seguir a solas con él; al final, en la bibliografía encontrarás alguna pista. Cada capítulo, excepto el primero, terminará con un acápite titulado tiempo de silencio: no es más que un tiempo para leer al autor en directo, sin más intermediarios que el traductor, un tiempo breve, aunque postwitteriano, que rebasa los 144 caracteres, pero que se queda en torno a las 500 palabras, suficientes para saborear, como cuando catas un vino: su color, un pequeño sorbo, una pizca de su aroma, te dan mucha información. 

Si quieres ahora filosofar con otros, si quieres formar parte de la historia del pensar, pasa página y comenzamos...

  El arte de la coherencia

No hay que ser un lumbrera para observar que, a día de hoy, muchas personas sufren un cortocircuito entre su forma de pensar y su comportamiento, entre sus ideas y sus actos, entre sus principios y lo que cada día dicen y hacen... Los griegos diagnosticaron este mal y lo denominaron akrasía... algo que podríamos describir como una especie de desavenencia entre lo que tenemos en la cabeza y lo que hacemos con nuestra vida. Todos hemos visto la distancia que existe entre un propósito —muy bien fundado, muy bien planteado, muy querido— y la realización del mismo. Quizá nos parezca algo habitual, pero en la historia de la filosofía existió una vez un personaje que intentó explicar lo que sucedía en ese espacio inhóspito del entre y se propuso generar un modelo de pensamiento de tal potencia que no sufriese debilidad alguna para llevar hasta el final lo planteado en el principio, un modelo de pensar que se resistiera a perderse o difuminarse antes de convertirse en un acto.

La búsqueda de la verdad o cómo dar luz

La vida de Sócrates es como su muerte, la vida de un conocedor del ser humano, la de un buscador de la verdad: su vida es un alumbramiento intelectual y moral. Existe una gran diferencia entre dar la luz, dar a luz y dar luz. Lo primero puede hacerlo, sin esfuerzo, cualquiera que se lo proponga tocando, sin más un interruptor; lo segundo es una capacidad restringida a aquellas que han recibido un don específico de la naturaleza, un don incomparable; lo tercero es una tarea reservada a quienes dedican su vida a buscar la verdad y a compartir esos destellos con quienes les rodean. Ya se ve, pues, que hay muchas luces... La luz que a Sócrates le iluminaba era la luz de la razón, y gracias a ella decidió perseguir la verdad hasta el final.

En su época, el pragmatismo de los sofistas había rebajado el listón de las aspiraciones filosóficas simplemente a conseguir un éxito social o político. Pero a Sócrates lo que le interesa no es hacer del ser humano medida de todas las cosas —como a Protágoras—, sino descubrir la esencia misma de las cosas. «La base de la doctrina socrática—para Tovar— es que no hay sino un bien, el conocimiento, y un mal, la ignorancia [...]. Esta fe inquebrantable sirve de base a un profundo optimismo: la razón es infalible» De este modo se ponen las bases de un filosofía convencido de que la tarea del logos es la de perseguir la evidencia, la de alcanzar la verdad, una verdad tan poderosa, que posee tanta fuerza que hace de la razón una herramienta infalible.

Que la razón sea incuestionable sitúa a la filosofía del ateniense muy por encima de todo escepticismo, muy por encima de cualquier minimalismo. La razón es un guía firme, riguroso, severo, inequívoco. Por eso la razón atrae hacía sí la verdad, por eso la razón nos mueve, nos arrastra, por eso la razón es una realidad autónoma, incluso superior al que razona. Podemos refutar argumento, pero no el logos mismo que nos pone en contacto con una realidad superior: la certeza, la evidencia, la verdad.

El ejercicio de ese logos es la racionalidad del ser humano que no se somete a interés alguno, sino que busca con audacia la perfección, la pureza, lo auténtico, lo que hace de un modo tal que convierte esa tarea en una misión radical, en un modo de ser en el mundo: aquel que hace de las personas «amantes de la sabiduría», filó-sofos. La confianza socrática en las posibilidades de la razón es total, pues considera que esta no solo posee un alcance extraordinario, sino que se encuentra en todo ser humano, más allá de su condición social, más allá de su formación intelectual.

La mejor manera de ejercitar la razón es el diálogo. Este no es solo un bien en abstracto, sino el camino más adecuado para generar asombro, entusiasmo, deslumbramiento entre los interlocutores. En el diálogo acontece la magia del filosofar porque hace posible la duda, porque hace posible la certeza, porque posibilita una búsqueda que persigue no cualquier meta, sino la más alta: esa verdad que está como dormida en el alma de cada ser humano. En el Georgias, Sócrates sentencia: «No digo yo lo que digo porque lo sepa, sino que lo busco en vuestra compañía». Desde esta óptica, el hallazgo de la verdad no es una conquista de algo que apenas existe fuera de nuestra mente, sino una especie de alumbramiento.

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