Giorgio Agamben (¿En qué punto estamos?) La epidemia como política

16. DOS VOCABLOS INFAMES
Inédito

En las polémicas durante la emergencia sanitaria han aparecido dos vocablos que con toda evidencia tenían el único propósito de desacreditar a aquellos que ante el miedo que había paralizado las mentes, todavía se obstinaban en pensar: "negacionista" y "conspiracionismo". No merece la pena dedicarle muchas palabras al primero, desde el momento en que, al poner irresponsablemente en un mismo plano el exterminio de los judíos y la epidemia, quiene emplea este término muestra que participa de forma consciente o inconsciente de este antisemitismo, aún tan extendido tanto en la derecha como en la izquierda de nuestra cultura.

Como sugieren amigos judíos, quienes con toda razón se sienten ofendidos, sería oportuno que la comunidad judía se pronunciase acerca de este indigno abuso terminológico.

Vale la pena deternerse, en cambio, en el segundo término que testimonia una ignorancia de veras sorprendente sobre la historia. Quien tiene familiaridad con las investigaciones de los historiadores sabe bien que las experiencias que ellos reconstruyen y narran son necesariamente el fruto de planes y acciones muy a menudo concertadas por individuos, grupos y facciones que persiguen sus objetivos por cualquier medio.

Entre miles de ejemplos posibles, aquí presentaré tres, cada uno de los cuales ha marcado en fin de una época y el comienzo de un nuevo período histórico.

En 415 a.C., Alcibíades puso en juego su prestigio, sus riquezas y todo recurso a su alcance para convencer a los atenienses de realizar una expedición a Sicilia que tendrá desastrosos resultados y coincidirá con el fin del poder de Atenas. Los adversarios, por su parte, aprovechándose de la mutilación de las estatuas de Hermes ocurrida algunos días antes de la partida de la expedición, reclutaron falsos testigos y se conjuraron en contra de Alcibíades para conseguir su condena a muerte por sacrilegio.


El 18 brumario (9 de noviembre de 1799), Napoleón Bonaparte, aunque había declarado su fidelidad a la constitución de la República, con un golpe de Estado derrocó al Directorio y se hizo proclamar cónsul con plenos poderes, poniéndole fin a la Revolución. En los días anteriores, Napoleón se había encontrado con Sieyès, Fouché y Luciano Bonaparte, para ajustar la estrategia que permitiría superar la oposición prevista del Consejo de los Quinientos.

El 28 de octubre de 1922 tuvo lugar la Marcha sobre Roma de cerca de veinticinco mil fascistas. En los meses que precedieron al acontecimiento, Mussolini, que había preparado con sus futuros triunviros Cesare Maria De Vecchi, Emilio De Bono y Michele Bianchi, tomó contacto con el presidente del Consejo, Luigi Facta, con Gabriele D´Annunzio y exponentes del mundo empresarial (según algunos, hasta se había encontrado en secreto con el rey Victor Manuel III) para intentar establecer posibles alianzas y considerar las eventuales reacciones. En una suerte de ensayo general, el 2 de agosto, los fascistas ocuparon militarmente Ancona.

En los tres acontecimientos, individuos reunidos en grupos o partidos actuaron con decisión para llevar a cabo los fines que se proponían, enfrentándose en cada ocasión con circunstancias más o menos previsibles y adaptando a estas la propia estrategia. Sin duda, como en cada experiencia humana, el azar juega su parte, pero explicar con el azar la historia de los seres humanos no tiene sentido alguno y ningún historiador serio lo ha hecho jamás. Por esto no hay necesidad de hablar de una "conspiración", pero es verdad que quien definiera como conspiracionistas a los historiadores que han intentado reconstruir en detalle sus tramas y su desarrollo demostraría su ignorancia, si no su idiotez. 

Por este motivo es mucho más increíble la obstinación en hacerlo en un país como Italia, cuya historia reciente es hasta tal punto el fruto de intrigas y de sociedades secretas, maniobras y conjuras de todo tipo, que los historiadores no logran desentrañar muchos de los acontecimientos decisivos de los últimos cincuenta años, desde las bombas en la Plaza Fontana hasta el asesinato de Aldo Moro. Esto es tan cierto que el propio presidente de la República, Francesco Cossiga, en su momento declaró que formaba parte activamente de una de estas sociedades secretas, conocida con el nombre de Gladio.

En lo que concierne a la pandemia, investigaciones confiables muestran que no llegó de forma inesperada. Como documenta de forma eficaz el libro de Patrick Zilberman Tempêstes microbiennes (París, Gallimard, 2013), la Organización Mundial de la Salud ya en 2005, en ocasión de la gripe aviaria, había sugerido un escenario como el presente, proponiéndolo a los gobiernos como un modo de asegurarse el apoyo incondicional de los ciudadanos. Bill Gates, que es el principal sostén financiero de esa organización, en muchas ocasiones ha hecho públicas sus ideas sobre los riesgos de una pandemia, que, en sus previsiones, provocaría millones de muertos y contra la cual era necesario prepararse. De este modo, en 2019 el Resource Center de la Johns Hopkins University de los Estados Unidos, en una investigación financiada por la Bill and Melinda Gates Foundation, organizó una simulación de la pandemia de coronavirus, llamada "Event 201. A Global Pandemic Exercise", la cual reunía a expertos y epidemiológicos con el objeto de preparar una respuesta coordinada en el caso de que apareciese un nuevo virus. 

Como siempre en la historia, también en este caso existen personas y organizaciones que persiguen sus objetivos lícitos o ilícitos y procuran realizarlos por cualquier medio; es importante que quien quiera comprender lo que sucede los conozca y los tenga presentes. Para ello, hablar de conspiración nada añade a la realidad de los hechos. Definir como conspiracionistas a quienes intentan conocer las experiencias históricas tal cual son es simplemente infame. 

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