Slavoj Žižek (Primero como tragedia, y después como farsa)

Existe una posibilidad real de que la principal víctima de la actual crisis no sea el capitalismo, sino la propia izquierda, ya que para todo el mundo de nuevo quedó patente su incapacidad para ofrecer una alternativa global viable. Fue la izquierda la que, de hecho, quedo atrapada. Es como si los recientes acontecimientos se hubieran organizado, calculando los riesgos, para demostrar que incluso en tiempos de una crisis tremenda no hay alternativa viable para el capitalismo. <<Thamzing>> es una palabra tibetana de los tiempos de la Revolución Cultural con inquietantes reverberaciones para los liberales: significa una <<sesión de lucha>>, una comparecencia y crítica pública de un individuo que se ve agresivamente cuestionado, o cuestionada, para conseguir su reeducación política mediante la confesión de sus errores y la prolongada autocrítica. 
¿Quizá la izquierda actual necesita una larga sesión de <<thamzing>>?

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Enfrentados a la contemporánea explosión del capitalismo en China, los analistas a menudo preguntan cuándo la democracia, el acompañamiento político <<natural>> del capitalismo, se afirmará a sí misma. Sin embargo, un análisis más detallado disipa rápidamente esta esperanza; ?qué pasa si nunca llega la prometida segunda etapa democrática, la que sigue al valle de lágrimas autoritario? Quizá esto es lo que resulta tan inquietante sobre la China actual: la sospecha de que su versión del capitalismo no es meramente un remanente de nuestro pasado -una repetición del proceso de acumulación capitalista que, en Europa, se produjo desde el siglo XVI al XIII-, sino una muestra del futuro. ¿Qué pasa si la <<despiadada combinación del knout asiático con el mercado de valores europeo>> (la descripción que hacía Trosky de la Rusia zarista) demuestra ser económicamente más eficiente que el capitalismo liberal? ¿Qué pasa si señala que la democracia, tal como la entendemos, ya no es una condición y una fuerza motivadora del desarrollo económico, sino, por el contrario, un obstáculo?
Algunos izquierdistas ingenuos afirman que el legado de la Revolución Cultural y del maoísmo en general actúa como contrapeso del capitalismo desenfrenado, evitando sus perores excesos, manteniendo un mínimo de solidaridad social. Sin embargo, ¿qué pasa si se trata del caso exactamente opuesto? ¿Qué pasa si en una cierta clase de no deliberada, y por esa razón más cruelmente irónica Astucia de la Razón, la Revolución Cultural con brutal liquidación de las tradiciones del pasado, fue un <<shock>> que creó las condiciones para la subsiguiente explosión capitalista? ¿Qué pasa si China tiene que sumarse a la lista de Estados que hace Naomi Klein en los que una catástrofe natural, militar o social despejó el camino para una nueva explosión capitalista?

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Sólo hay una respuesta correcta para aquellos intelectuales izquierdistas que esperan desesperadamente la llegada de un nuevo agente revolucionario capaz de instigar la ansiada transformación social radical. Toma la forma del viejo dicho hopi, con un maravilloso giro hegeliano desde la sustancia de sujeto: <<Nosotros somos aquellos a quienes hemos estado esperando>>. (Ésta es una versión del lema de Gandhi <<sé tú mismo el cambio que quieres ver en el mundo>>. Esperar a alguien que nos haga el trabajo es una manera de racionalizar nuestra inactividad.

* Slavoj Žižek (¡Bienvenidos a tiempos interesantes!)
* Slavoj Žižek (Sobre la violencia) Seis reflexiones marginales
* Slavoj Žižek (La nueva lucha de clases) Los refugiados y el terror

José Luis Abellán (Ensayo sobre las Dos Españas) Una voz de esperanza

El hecho es que, en la Constitución de Cádiz, hubo una amplia representación del continente americano, que se tradujo en 63 diputados de un total de 303. El carácter activo de esa representación se manifiesta en que, de 37 presidentes, hubo 10 americanos; de 35 vicepresidentes, hubo 12 americanos, y de 38 secretarios, 11 fueron americanos. El resultado es una Constitución hispanoamericana de extraordinaria importancia, aunque de escasos resultados prácticos, porque la evolución de los acontecimientos la dejó desfasada. La realidad es que en América se crearon juntas en los distintos países, al estilo de lo que había ocurrido en España. Hubo juntas en Montevideo, Perú, Quito, Buenos Aires, Chile y Caracas, y todas ellas se declararon independientes en nombre del prisionero Fernando VII, si bien en muchos casos la invocación fue meramente protocolaria. La larga distancia entre el continente y la península, el disgusto entre los criollos que se sentían relegados en los cargos públicos y el estrangulamiento del comercio americano por el monopolio hispano, todo ello minaba los vínculos entre España y sus colonias, por mucho que en la Constitución gaditana se hablara de igualdad de derechos entre españoles <<peninsulares>> y <<continentales>>.
El caso de Caracas resulta sintomático con respecto a lo que ocurrió en el resto de las llamadas <<provincias de Ultramar>>.  La Junta Suprema de Venezuela declaró la independencia el 19 de abril de 1810, si bien lo hizo detentadora del poder en nombre de Fernando VII prisionero. Sin embargo, el 5 de julio de 1811, esa misma junta declaró la independencia total con respecto de la metrópoli en los siguientes términos:

[...] nosotros los representantes de las Provincias Unidas de Venezuela, poniendo por testigo al Ser Supremo de la justicia de nuestro proceder y de la rectitud de nuestras intenciones, implorando sus divinos y celestiales auxilios y ratificándole, en el momento en que nacemos a la dignidad, que su providencia nos restituye, el deseo de vivir y morir libres, creyendo y defendiendo la santa, católica y apostólica religión de Jesucristo, como el primero de nuestros deberes; Nosotros, pues, a nombre, y con la voluntad y autoridad que tenemos del virtuoso pueblo de Venezuela, declaramos solemnemente al mundo que sus Provincias Unidas son, y deben ser de hoy, de hecho y de derecho, Estados libres, soberanos e independientes y que están absueltos de toda sumisión e independencia de la Corona de España o de los que se dicen o dixeren sus apoderados o representantes, y como tal Estado libre e independiente tiene un pleno poder para darse la forma de gobierno que sea conforme a la voluntad general de sus pueblos, declarar la guerra, hacer la paz, formar alianza, arreglar tratados de comercio, límite y navegación, hacer ejecutar todos los demás actos que hacen y ejecutan las naciones libres e independientes.

Sin embargo, en 1811, aún no se había proclamado la Constitución de Cádiz. Cuando lo hizo, en 1812, los movimientos separatistas sufrieron una considerable lentificación, si bien por poco tiempo, dado que en 1814, al regreso de Fernando VII de su prisión en Bayona, éste anuló la Constitución y proclamó la vuelta al absolutismo tradicional.
Así pues, muchos de los países iberoamericanos, que habían aceptado gustosamente la Constitución gaditana, se vieron abocados a una lucha sin cuartel contra el dominio español.

José Luis Abellán (Historia del pensamiento español) de Séneca a nuestros días

Emilio LLedó (El epicureísmo)

El saber no sólo nos hará libres, sino que Epicuro añade algo mucho más concreto: el saber nos hará felices. Al menos el conocimiento de la realidad permitirá deshacernos de la pesada masa ideológica que ha ido acumulando la sociedad, en el duro proceso de su evolución y de su superación.
La tesis de Epicuro resuena en un ámbito realista y desmitificador. Como primer paso imprescindible para un creciente desarrollo del saber, no deja de ser aleccionadora, para todos los tiempos, esta clara y decidida entrega al conocimiento, que hace feliz, y a la incesante lucha contra todo aquello que lo impide. No ha progresado excesivamente el mundo contemporáneo, que aún no ha puesto en claro esa oposición sangrante entre teoría y praxis, entre conocimiento y felicidad.
En tesis como ésta se percibe la actualidad del pensamiento de Epiucro y la revolución que representa su mensaje. Los escasos textos que de él nos quedan no han permitido sacar todas las consecuencias de estos planteamientos. Probablemente no era necesario. Bastaba la contundencia y claridad con que se platean estos principios fundamentales, para que permitiesen adecuarse a la historia, completamente con todas las variantes que las circunstancias de cada tiempo iban a ofrecer. Pero un pensamiento que estaba obsesionado por hacerse memoria, por encarnarse en cada uno de sus adeptos para operar así mejor en la ardua tarea del <<saber>> y del <<interpretar>>, no precisaba de otra cosa que de la nitidez con que unos cuantos principios básicos se nos presenten. Uno de estos principios era, pues, aquel que suponía el liberar la mente de todos aquellos lastres que la mediatizaban y la paralizaban. Nada puede haber en ella que reste impulso y poder al ansia de conocimiento y, sobre todo, al entorno del mundo y de sus semejantes. El temor de los dioses, que revuelve y mortifica la conciencia, era una de estas grandes opresiones. Sin fundamento real alguno actuaban esas milenarias imágenes en el fondo de nuestra conciencia, en la raiz soterrada, en donde se levantan nuestros actos que quedan trastornados ya en su origen.

* Emilo Lledó (Imágenes y palabras)
* Emilio Lledó (Elogio de la infelicidad)
* Emilio Lledó (El origen del diálogo y la ética) Introducción al...
* Emilio Lledó (Los libros y la libertad)


Entrevista a Emilio Lladó

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